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domingo, 23 de octubre de 2016

Chavismo denuncia "golpe de Estado" de la derecha en contra del presidente Maduro

Publicado: 23 oct 2016 19:51 GMT | Última actualización: 23 oct 2016 21:36 GMT

Luego de convocar a una sesión extraordinaria, la oposición aprobó una serie de medidas en el parlamento que para el chavismo constituyen un "golpe de Estado" en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro.


El diputado socialista, Héctor Rodríguez Carlos JassoReuters

"Este es un intento chimbo, burdo, de copiar el golpe de Estado que ocurrió en Brasil, en Paraguay y en Honduras", denunció el diputado socialista, Héctor Rodríguez, sobre lo que la derecha resolvió este domingo en la Asamblea.

Al término de una sesión extraordinaria en el Parlamento, Rodríguez recalcó a los medios que "en Venezuela no hay condiciones para que ellos (la oposición) impongan un golpe de Estado" legislativo, porque la Asamblea Nacional no está facultada para ese tipo de decisiones.


Momentos antes de que un grupo de chavistas ingresara al Hemiciclo de la Asamblea Nacional. 23 de septiembre de 2016.

"Esta Asamblea no tiene ningún tipo de validez legal, jurídica ni la fuerza política para imponer absolutamente nada. Es una necedad en el vacío lo que quieren hacer hoy", puntualizó el diputado, tras lamentar el enfrentamiento que hubo en el Hemiciclo cuando parte del chavismo ingresó a la sesión.

La oposición, que tiene mayoría parlamentaria, declaró que en país hay una "ruptura del orden constitucional", luego que el Consejo Nacional Electoral (CNE) resolviera suspender temporalmente la recolección del 1% de las firmas para el revocatorio, en vista de las sospechas de fraude determinadas por varios tribunales penales.

Según la derecha, Maduro ha cometido un "golpe de Estado", por lo que ha resuelto emprender acciones en el ámbito internacional así como movilizaciones de calle para presionar la salida del mandatario. El chavismo ha anunciado que también se mantendrá en manifestaciones en rechazo a esas medidas.

El presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, aseguró que someterá a un "juicio político" a Maduro, al tiempo que acusó al mandatario de "abandonar" el cargo, pese a que está de gira por los países del Medio Oriente para promover una cotización justa de los precios del petróleo.


Tres mujeres chavistas se concentran en la Plaza Bolívar, en protesta contra las medidas adoptadas por la derecha en el Parlamento. 23 de septiembre de 2016.Nazareth Balbás

La resolución del parlamento también prevé la sustitución irregular de las autoridades de los poderes electoral y judicial, así como un llamado a las Fuerzas Armadas a sublevarse en contra del gobierno.

Irrupción en la AN

Durante su intervención, el diputado chavista Earle Herrera recordó que no es primera vez que la oposición busca una salida inconstitucional en contra del gobierno, pero confió en que la reacción popular detendrá cualquier maniobra: "Cada vez que ustedes han tratado de violentar la Constitución, aprobada por el pueblo en referéndum, han sido derrotados por el pueblo y así volverá a ser".

A las afueras del Hemiciclo protocolar, cientos de militantes socialistas se apostaron para protestar en contra de las resoluciones adoptadas por la Asamblea Nacional. Justo después del mediodía, un grupo de ellos ingresó al recinto -junto al alcalde Jorge Rodríguez- y en el forcejeo hubo varios heridos.

No obstante, dirigentes chavistas llamaron a la calma a la militancia y la conminaron a concentrarse en la Plaza Bolívar de Caracas, diagonal al edificio de la Asamblea.


Militantes chavistas se congregaron en la Plaza Bolívar, a media cuadra del parlamento, para denunciar el "golpe de Estado" de la derecha en la Asamblea Nacional. 23 de septiembre de 2016.Nazareth Balbás

La señora Nancy Villegas fue una de las mujeres bolivarianas que ingresó a la sesión extraordinaria: "¿Ahora como el presidente está de viaje defendiendo los precios del petróleo lo quieren destituir? Nosotros no lo permitiremos. ¿Ellos (la oposición) creen esto es Paraguay o Brasil? Se equivocaron. Aquí no perdemos ni la patria, ni la revolución", dijo a RT.

Después del incidente se reforzó el cordón de seguridad en los alrededores del Hemiciclo. A las 3:00 de la tarde finalizó la sesión y miembros de varios colectivos chavistas anunciaron que se mantendrán en la calle esta semana para responder las protestas convocadas por la oposición.

"Los articulados de esta Constitución dicen que la soberanía reside en el pueblo y hoy el pueblo está en la calle defendiendo el voto con el que fue electo el diputado Nicolás Maduro. Esto no es Brasil, esto no es Paraguay, esto no es Uruguay: esto es Venezuela y la Revolución Bolivariana", expuso a RT el líder social Jorge Nava, quien con un megáfono llamaba al chavismo a mantener una actitud pacífica.

Al finalizar la jornada parlamentaria, el diputado chavista Diosdado Cabello escribió en su cuenta de Twitter: "Terminó el show de la AN: Maduro sigue siendo Presidente, el poder legislativo tocando fondo, un Pueblo Chavista moralizado y en combate".

Maduro de gira

Una hora después que culminó la sesión, el canal del Estado transmitió imágenes del Jefe de Estado durante su llegada a Qatar, donde sostendrá una reunión de trabajo para defender el precio justo del petróleo con los países Opep y No Opep.

Maduro fue recibido en el Aeropuerto de Hamad por el ministro de Economía, Jeque Ahmed bin Jassim Al Tha, informó la Cancillería a través de su cuenta Twitter.

Horas antes, el mandatario hizo un contacto a través de los medios oficiales: "Estoy en esta gira, pero no pierdo ni un segundo la atención a mis responsabilidades constitucionales al frente del Estado y del gobierno", expresó Maduro.

El irritante bloqueo



EUGENIO MARTÍNEZ ENRÍQUEZ 22/10/2016 02:49, El MUNDO

La candidez política y las contradicciones definen la Directiva Presidencial de Política del presidente Obama titulada Normalización entre Estados Unidos y Cuba. El presidente no oculta lo que la mayoría piensa, como sintéticamente describe su propio texto: la política de bloqueo a Cuba está "desfasada", "es una carga obsoleta" y "debe ser levantada". Al mismo tiempo, a pesar de intentarlo con frases contundentes como "nosotros [EEUU] no buscaremos un cambio de régimen en Cuba. Continuaremos dejando claro que Estados Unidos no puede imponer un modelo diferente en Cuba porque su futuro depende del pueblo cubano", no se despoja de la tradicional política norteamericana de interferir en asuntos que sólo competen a los cubanos.

Detallar qué va a hacer una Administración a la que no le quedan ni 100 días de ejercicio es un propósito retórico y poco realista, salvo que su texto se convierta en política de la nueva o el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

No basta con que la Administración Obama, como se lee en la Directiva, haya "apelado repetidamente al Congreso para que levante el embargo". La política de restricciones y sanciones permanece, a pesar de que, de forma abrumadora, los Estados miembros de Naciones Unidas, desde hace 24 años, adoptan una resolución que la considera una limitación a "la libertad de comercio y navegación internacionales".

La Directiva enfatiza que EEUU no cesará de aplicar programas de intromisión en asuntos internos de Cuba, que llama "políticas y operaciones de migración" y los "programas de democracia", con un abierto desafío a los cubanos al recordar bien claro, que no tiene intenciones de cerrar la única base militar que EEUU tiene en territorio que ellos mismos consideran enemigo, lo que significaría abandonar los 117 kilómetros cuadrados que EEUU ocupa contra la voluntad de los cubanos en Guantánamo y no tiene reparos para mencionar su firme apoyo a las transmisiones televisivas y radiales desde su territorio hacia Cuba, contrario a lo que establece la Unión Internacional de Telecomunicaciones de que éstas deben ser "un servicio nacional de buena calidad dentro de los límites del país de que se trate".

La Directiva es, como gran parte de las decisiones tomadas por Obama hacia Cuba, un paso favorable. Asume un robusto reconocimiento al Gobierno cubano como interlocutor legítimo, útil, serio y necesario con el que deben establecerse, dice, "fuertes lazos diplomáticos", "construir confianza" y buscar "una amplia participación de todo el Gobierno cubano" para "confrontar los desafíos regionales" y para "fortalecer nuestro liderazgo en el hemisferio".

Parecería que el presidente de EEUU y sus asesores, por primera vez en el contexto norteamericano, no ignoran que al pueblo cubano la Historia le ha conducido a un axioma permanente: soberanía plena o soberanía coartada que sólo tras la Revolución de 1959 pudo disfrutar de la plena. Sin embargo, no llega a despojarse de la doctrina de política exterior, mediante la cual Estados Unidos asume un papel de responsabilizarse con conducir asuntos de pertinencia ajena.

Pero la gradualidad del alcance de la Directiva y de otras 15 medidas anunciadas paralelamente, algunas muy limitadas, demuestran lo que Cuba viene diciendo: un presidente de EEUU, a pesar de sus ataduras legales por las comúnmente denominadas Leyes Torricelli y Helms-Burton, puede hacer más por la normalización de su país con Cuba.

¿Por qué permitir investigaciones conjuntas médicas Cuba-EEUU y no también en educación, industria y construcción, por ejemplo? ¿Por qué permitir que se ofrezcan servicios de reparación, mantenimiento y mejoramiento sólo a ciertas infraestructuras en Cuba?

¿Por qué no autorizar importaciones de productos cubanos a EEUU, más allá de los elaborados por el sector no estatal, si al mismo tiempo la Directiva invita a fortalecer los vínculos de EEUU con el Gobierno cubano y describe que "la política de Estados Unidos ayuda a las empresas estadounidenses a ganar acceso a los mercados cubanos y estimular el crecimiento sostenible de la economía cubana"?

¿Por qué ahora un norteamericano que viaja a Cuba puede comprar una caja de tabacos y una empresa cubana no puede exportar la misma caja a EEUU?

¿Cómo es posible que la Directiva, sobre las empresas estatales cubanas, pretenda "fomentar reformas que hagan alinearse a estas entidades con las normas internacionales, en especial la transparencia"? ¿Quiere EEUU que la empresa cubana imite la transparencia de Lehman Brothers?

En la página cuatro de la Directiva se reconoce que la política de EEUU hacia Cuba es un "factor irritante de las relaciones con nuestros aliados y socios". Es un reduccionismo valorar sólo esa consecuencia de una política de asedio y penitencia a un pueblo como el cubano, que no la merece.

No sólo irrita que en enero de 2016 a la empresa Medtronic se le prohibiera comercializar estimuladores cerebrales profundos para el tratamiento de enfermedades neurológicas al Instituto de Neurología y Neurocirugía, por tener su sede en La Habana. Entorpece, obstaculiza y discrimina, podría añadir el presidente Obama. Pero sí, es verdad; utilizando su propio lenguaje, mientras haya bloqueo, EEUU continuará irritando a muchos, en especial a los cubanos, que no dejaremos de exigir su total eliminación.

Cuba y EEUU pueden funcionar como vecinos, que naturalmente somos, sobre el respeto a la igualdad soberana y al Derecho Internacional. ¿Qué queremos los cubanos? Seguir nuestro camino de desarrollo tal como hemos decidido; que nos respeten ese camino, no más que como han respetado a otros, porque no merecemos menos. Pedimos, como escribió José Martí, el héroe nacional de Cuba: "Así es la revolución cubana, dispuesta a aceptar a todos los que la respetan".

Eugenio Martínez Enríquez es embajador de Cuba en España.

CUBA.- Los símbolos nacionales y la guerra cultural



Desde hace varios meses –y estimulado por un incidente bochornoso—está presente en el conjunto de medios que circulan en la actualidad cubana un debate acerca de la utilización en espacios públicos de nuestros símbolos nacionales, la bandera de Estados Unidos y las implicaciones que advierten los participantes en el debate. Esto es muy positivo, porque ayuda a defender y exaltar el patriotismo en la coyuntura peligrosa que estamos viviendo e invita a definirse en un terreno que es favorable a la patria, en un momento en que el curso cotidiano incluye muchas cosas en las que no es necesario definirse, que resultan desfavorables a la patria y la sociedad que construimos a partir de 1959.

Como en tantos otros campos y problemas, pudiera producirse en este una división entre élites y masa de la población. La cuestión expresada en los símbolos nacionales tiene una larga data –siglo y medio–, e implica una cultura acumulada que desde el inicio hasta hoy le aporta al mismo tiempo una fuerza descomunal, una gran complejidad y aspectos que han sido y pueden volver a ser conflictivos. Desde hace tres décadas vengo publicando mis criterios sobre ese decurso histórico y sus expresiones contemporáneas, y no me repetiré aquí. Solo reitero que la explosión libertaria y de poder revolucionario combinados que se desató hace casi sesenta años logró –entre tantas victorias– deslegitimar y disminuir a fondo las divisiones cubanas entre élites y masa, y resulta vital que no permitamos que hoy se vuelvan a levantar.

En torno a la cuestión de estos símbolos existen actualmente reacciones y opiniones diversas que no creen referirse a problemas trascendentales. Más vale no tacharlas de superficiales, ni sentirse solamente heridos ante lo fenoménico. También pueden crearse confusiones involuntarias, porque las ideologías que se van instalando en clases y sectores sociales no se basan en la malicia, ni en intenciones y reflexiones. Es imprescindible interesar a la formidable conciencia política que posee el pueblo cubano en cuanto a lo que significa esta cuestión, para que la resuelva.

Es preciso aclarar que estamos ante dos problemas diferentes: el del uso y la regulación de los símbolos identificados como nacionales, y el de la batalla cultural decisiva entre el socialismo y el capitalismo que se está librando en la Cuba actual. [1] Trataré de sintetizar aspectos, comenzando por el primer problema.

La ley que rige la utilización de esos símbolos puede ser muy rígida, pero nadie le ha hecho caso nunca a esa rigidez, y el pueblo ha expresado su patriotismo de todas las formas y con todas las acciones que ha estimado conveniente. El canon patriótico popular de uso de los símbolos nacionales tiene otras reglas que son diferentes a las legales, y más legítimas que estas, porque tiene su fundamento en la conciencia colectiva, los sentimientos, las costumbres y las tradiciones que lleva íntimamente cada persona consigo, desde que comienza a descubrirlos y asumirlos de niño hasta la muerte.

En la batalla de símbolos que se está librando participa una multitud de cubanas y cubanos que sienten una profunda emoción al cantar el himno nacional –como el atleta premiado que lo entona llorando–, o portan, veneran, pintan, saludan a la bandera de la estrella solitaria. Participan los que tienen a Martí como el padre tutelar de esta nación, que nos enseñó las cuestiones esenciales y nos brindó su talento, su proyecto y su vida, le tienen devoción y lo representan, aunque lo hagan con más unción que arte. Y los que siguen a Maceo porque supo trasmutar la guapería en heroísmo, renunciar al mérito propio por la causa y presidir la familia que murió por Cuba. Participa el que se tatúa al Che en su cuerpo, el que siente orgullo de ser cubano y el travesti vestido con la bandera en la obra de teatro político hecha por jóvenes.

Es un error poner las precisiones y discusiones sobre la ley en un lugar importante, en medio de la tremenda pelea de símbolos que ya estamos viviendo. Sería otra de esas discusiones que pueden ser largas o abstrusas, pero le interesan a muy poca gente y no sirven de mucho.

La ley debe servir, con claridad y sencillez, para defender lo que sería el hábito externo del patriotismo, frente al avance galopante de la mercantilización que está envileciendo tantas cosas, y para ayudar a hacer acertadas y efectivas las expresiones populares y oficiales del patriotismo. Hay que sacarla de la fría prosa y la convocatoria semestral de la Asamblea Nacional. Los medios de comunicación y el sistema educacional deben divulgarla –insisto, divulgarla–, como un auxiliar más del patriotismo, ayudándose con algunas narraciones emotivas y unos cuantos datos que casi nadie conoce, que sean ajenos unas u otros a los clichés tan repetidos que no mueven a nadie y provocan aburrimiento o rechazo.

Paso a la función de los símbolos en la batalla cultural, que en la fase actual de Cuba es la principal.

Será muy positivo si podemos analizar cada aspecto diferente del problema, teniendo siempre en cuenta que no existen así, sino como parte de un todo; que existen mezclados, en conflicto o en paralelo con los demás aspectos y problemas de su propio ámbito, pero sobre todo con otras características de la sociedad cubana actual. Habría que elaborar una comprensión del conjunto de la cuestión de los símbolos nacionales en función del complejo y doble conflicto actual, entre capitalismo y socialismo y entre Cuba socialista y Estados Unidos. Y atender también a los condicionamientos a que someten a la cuestión las corrientes culturales principales del mundo actual.

En cuanto a esto último, gana cada vez más terreno a escala mundial la homogeneización de opiniones, valoraciones, creencias firmes, modas, representaciones y valores que son inducidos por el sistema imperialista mediante su colosal aparato cultural-ideológico. Una de sus líneas generales más importantes es lograr que disminuyan en la población de la mayoría del planeta –la que fue colonizada– la identidad, el nacionalismo, el patriotismo y sus relaciones con las resistencias y las revoluciones de liberación, avances formidables que se establecieron y fueron tan grandes durante el siglo XX. La neutralización y el desmontaje de los símbolos ligados a esos avances es, por tanto, una de sus tareas principales. Es obvio que ese trabajo trata de ser más eficaz hacia los jóvenes, que están más lejos de las jornadas y los procesos del siglo XX. Si logran que les salga bien, la victoria imperialista será mucho mayor, porque se generalizará el desconocimiento y el olvido de aquel mundo de libertad, justicia social y soberanía, y les será más fácil implantar el mundo ideal y sensible correspondiente a su dominación.

En vez de desconcertarnos con las anécdotas terribles de ignorancias de jóvenes en este campo, y de que se extiendan las creencias en mentiras y aberraciones que son difundidas dentro de la masa creciente de medios que no controlamos, hay que desarrollar ofensivas –no ripostas– de educación patriótica y socialista bien hechas, atractivas y eficaces, exigir y lograr la participación de los medios nuestros que deben implicarse en esas ofensivas y la eliminación de las actuaciones y omisiones que se opongan a ellas o las debiliten, y organizar atinadas campañas de condena y desprestigio de los aspectos burdos o menos disimulados del sistema cultural-ideológico imperialista.

Pero lo esencial es que partamos de que en lo interno a Cuba está lo decisivo en la batalla de los símbolos.

Los niños pequeños y los alumnos de primaria aprenden a sentir el patriotismo y venerar los símbolos. Confluyen en ese logro la enorme tradición cubana que les llega desde las familias y en la escuela, por la cual pasa el universo infantil, el esfuerzo de sus maestros, los actos escolares. Desde hace más de un siglo el patriotismo ha tenido una amplia presencia en su socialización, y la Revolución multiplicó las acciones, los vehículos y las actitudes positivas en esa asunción más temprana del patriotismo. La fractura viene poco después.

Hay que actuar mucho y bien en la formación de los adolescentes y jóvenes, porque ahí se unen la deficiente calidad de la educación secundaria y la avalancha de materiales ajenos o desfavorables al patriotismo nacional que cae sobre ellos, en una etapa de la vida en la que el ser humano experimenta una multitud de cambios, motivaciones e influencias. El peso de la familia disminuye en esa etapa, es insuficiente el trabajo o la influencia en ellos de instituciones y organizaciones de la Revolución, y se topan cada vez más con diferencias sociales, porque ellas han venido creciendo. Esas diferencias impactan su sensibilidad y su comprensión de la sociedad cubana, llegan a obligar a una parte de los adolescentes y jóvenes a hacer elecciones y renuncias, y tienden a sectorializarlos y disgregarlos.

Sin embargo, no debemos conformarnos con generalizaciones superficiales, ya sean triunfalistas o pesimistas. Es imprescindible analizar y llegar a conocer la situación, con rigor y con honestidad. Esto nos permitirá, por ejemplo, encontrar muchos miles de jóvenes en disímiles situaciones y de diferentes sectores, a lo largo del país, que se identifican con el patriotismo popular de justicia social, o que lo harían si se representan que eso es necesario. Qué los motiva, cómo lo entienden, cómo lo formulan, merece estudio más que preocupación. Y es posible que los más conscientes no parezcan muy tentados a decir lo dicho, hacer siempre lo que se espera ni hacer mucho caso a los consejos. Las generaciones que emprendieron las revoluciones que ha vivido Cuba tenían esos mismos rasgos 

Por su parte, la creciente conservatización de nuestra sociedad no incluye un chovinismo cubano, sino más bien la imitación de modelos extranjeros. Ponerse al día con los consumos materiales e ideales, hacer lo que se espera que uno haga, alternar, ocupar un lugar social determinado, no privilegia lo nacional, sino lo “de afuera”, y Estados Unidos tendrá cada vez más presencia en esto. Pero no se trata de una subestimación abierta de lo propio, como experimentaban los colonizados hasta el siglo pasado: ahora viene envuelta en su disfraz neocolonial. Lo que abunda es una supuesta comprensión de que las naciones y lo nacional no tienen tanta importancia, y que la vida cotidiana, la diversidad de identidades e inclinaciones humanas y sociales de los individuos, gran parte de las preocupaciones y las ideas sobre el medio ambiente, la vida cívica y otras cuestiones se pueden y se deben compartir sin ninguna reserva por las personas de “todas” las naciones.

Detrás está la estrategia imperialista de desnacionalización de la población de la mayoría de las naciones, para desarmarlas y dominarlas más fácilmente, pero este peligro mortal no es objeto de polémicas políticas ni ideológicas. Los comportamientos desarmantes parecen algo natural, “normal”, y pueden llevar a considerar anticuado, obcecado y hasta cavernícola al que insiste en fastidiosos discursos políticos.

Permítanme usar un material de hace dos meses para añadir criterios acerca de los símbolos. En los pueblos que han logrado avanzar en la lucha contra el colonialismo que el capitalismo le ha impuesto a la mayoría del planeta, numerosos aspectos de su universo simbólico adquieren una importancia excepcional. Son fuerzas inmensas con las que cuentan, muy superiores a sus escasas fuerzas materiales, porque son capaces de promover la emoción, exaltar los valores y guiar la actuación hasta cotas de esfuerzos, incluso de abnegación, heroísmo y sacrificios, que serían imposibles sin ellas, y propician triunfos que pueden ser asombrosos. Al mismo tiempo, esos símbolos son el santo y seña cívico de una comunidad nacional, las canciones, las telas, los nombres, los lugares que identifican y reúnen a las hijas y los hijos de un pueblo orgulloso de su historia.

Por eso los símbolos cubanos son hoy también un frente en la guerra cultural. Pero lo que a mi juicio será decisivo es si enfrentaremos o no nuestros problemas fundamentales como revolucionarios cubanos socialistas, con la mayor participación real que sea posible en cada caso, con honestidad ante los datos de los problemas, la apelación al consenso y la creatividad de los implicados, la mayor flexibilidad táctica y el más férreo apego a los principios.

Hay que defender y difundir la causa del patriotismo socialista, la hija de la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, hay que hacer conciencia y movilizar, hay que vivir y compartir las emociones y los sentimientos, las ideas y las actuaciones que han llevado a este pueblo a ser admirado en el mundo. Los símbolos nacionales no son cosas fijas que deben ser honradas según un recetario establecido, son algo que no vive por sí, sino cuando lo hacemos vivir. Son una relación íntima de cada uno y del pueblo entero con una dimensión que las personas revolucionarias y la nación liberada convirtieron en algo entrañable. Son la campana de La Demajagua de hoy, que apuesta a un futuro de libertad, soberanía y justicia social.

[1] Por cierto, vengo utilizando el concepto de guerra cultural y alertando en público acerca de ella desde hace más de veinte años. Ver “Anticapitalismo y problemas de la hegemonía”, de febrero de 1997, en Fernando Martínez Heredia, En el horno de los 90. Edición 2005, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005, pp.242-245.

Fuente: Resumen Semanal #24, CMMLK.