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sábado, 31 de marzo de 2018

Cuba y Vietnam: una hermandad que se afianza (+ Fotos)

Durante el último día de su visita de Estado, el Secretario General del Partido Comunista de Vietnam rindió honores a la historia de la Isla en la ciudad heroica de Santiago, acompañado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz


31 de marzo de 2018 02:03:30


Nguyen Phu Trong depositó una hermosa ofrenda floral dedicada al líder la Revolución Cubana. Foto: Estudios Revolución


Santiago de Cuba.–Caía la tarde en esta ciudad cuando el Secretario General del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phu Trong, llegó al cementerio de Santa Ifigenia, acompañado por el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, para rendir tributo a Martí, Fidel, Céspedes y Mariana, justo en la última jornada de su visita de Estado a la Isla.

Como sucede siempre en ese sagrado altar de la Patria, las emociones afloraron cuando, luego de los himnos de ambas naciones y el estremecedor toque de silencio, se efectuó el cambio de la guardia de honor que, como exacto mecanismo de reloj, ocurre cada media hora del día en este histórico sitio.

Luego los dos dirigentes partidistas y las respectivas delegaciones comenzaron su homenaje personal con flores blancas para el Apóstol cubano en el mausoleo que resguarda los restos de quien describiera a la tierra de los anamitas, en su libro La Edad de Oro, como un pueblo pequeño y lejano, pero valiente, guerrero, laborioso y generoso.

El tributo siguió después ante la piedra que atesora las cenizas del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Allí Nguyen Phu Trong depositó una hermosa ofrenda floral dedicada al líder la Revolución Cubana y único jefe de Estado que visitara en medio de la guerra las zonas recién liberadas del sur de Vietnam, en el ya lejano septiembre de 1973.

Unos segundos en silencio dedicó el líder vietnamita a quien fuera el impulsor de la excelente amistad que ha unido siempre a las dos naciones, las cuales aun separadas por miles de kilómetros comparten una historia común desde que Fidel sellara el compromiso con aquellas sentidas palabras de que por Vietnam estaríamos dispuestos a dar nuestra propia sangre.

Desde allí caminaron luego hasta los monumentos erigidos a la memoria del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y de la Madre de la Patria, Mariana Grajales.

El tributo del dirigente partidista a la gloriosa historia de Cuba había empezado en esta ciudad por el Museo 26 de Julio, ubicado en el otrora cuartel Moncada. Junto a Raúl, uno de los principales artífices de la historia que allí se conserva, Nguyen Phu Trong conoció sobre la hazaña de aquellos muchachos que 65 años atrás asaltaron la fortaleza militar para construir luego una Revolución.

De primera mano y entre anécdotas narradas por el General de Ejército, supo de las atrocidades cometidas por la tiranía batistiana contra los asaltantes, de la prisión en Isla de Pinos, del exilio en México, de la tormentosa travesía en el yate Granma, de la lucha clandestina, de la Sierra Maestra y del triunfo definitivo.

Al finalizar la jornada y ya cerca de las diez de la noche, el Presidente cubano acudió al aeropuerto internacional Antonio Maceo para despedir desde la escalerilla del avión al compañero Nguyen Phu Trong.

Con un estrechón de manos y un fuerte abrazo concluyó el histórico intercambio que marca un nuevo hito en las relaciones entre Cuba y Vietnam, establecidas en 1960 y afianzadas con esta entrañable visita.


También llegaron hasta el monumento erigido a la memoria del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. Foto: Estudios Revolución


El homenaje en Santa Ifigenia comenzó con flores blancas para el Apóstol cubano en el mausoleo que resguarda sus restos. Foto: Estudios Revolución


El distinguido visitante colocó flores ante la tumba de la Madre de la Patria, Mariana Grajales. Foto: Estudios Revolución


De primera mano y entre anécdotas narradas por el General de Ejército, el dirigente vietnamita supo de las atrocidades cometidas por la tiranía batistiana contra los asaltantes. Foto: Estudios Revolución


Raúl y Nguyen Phu Trong compartieron con estudiantes vietnamitas y santiagueros al llegar al aeropuerto internacional Antonio Maceo. Foto: Estudios Revolución

El funeral de Stephen Hawking se celebra en un lugar que era simbólico para el científico

Publicado: 31 mar 2018 12:43 GMT | Última actualización: 31 mar 2018 13:23 GMT

Sus hijos eligieron despedirse de él en una iglesia situada en la Universidad de Cambridge, donde el genio trabajó durante más de 50 años.


El cortejo fúnebre llega a la iglesia Santa María la Grande, donde se despiden de Stephen Hawking, en Cambridge, el Reino Unido, el 31 de marzo de 2018.
Henry Nicholls / Reuters

Amigos, familiares y colegas de Stephen Hawking se reúnen este sábado para presentar sus respetos en su funeral privado en Cambridge, donde el destacado astrofísico británico pasó la mayor parte de su vida, informa AFP.

Hawking, que murió el pasado 14 de marzo a la edad de 76 años, era ateísta, pero sus hijos Lucy, Robert y Tim eligieron la iglesia universitaria Santa María la Grande, para que los que conocían personalmente al científico pudieran despedirse de él.

Una audiencia más amplia podrá asistir a un servicio que tendrá lugar el 15 de junio en la Abadía de Westminster en Londres, donde los restos de Hawking se enterrarán cerca de la tumba de otro científico legendario: Isaac Newton.

La historia del secuestro del avión IL-18 de Cubana de Aviación

Por: Andrés García Suárez
30 marzo 2018 



El capitán Fernando Álvarez Pérez (izq.), piloto del avión avión IL-18 y el custodio del mismo avión Edor Reyes, ambos fueron asesinados por el secuestrador José María Betancourt. Foto: 5 de Septiembre/ Cubadebate.

Aquel avión IL-18 de Cubana de Aviación con decenas de pasajeros a bordo había salido de Santiago de Cuba, rumbo a La Habana, el 27 de marzo de 1966. Era pilotado por el capitán Fernando Álvarez Pérez quien precisamente días antes en una conversación entre compañeros pilotos que comentaban intentos de desvíos de aviones por personas que respondiendo a leyes norteamericanas que los acogían como héroes en Estados Unidos, expresó muy convencido:

“¡Para quitarme el avión hay que matarme. Avión que sale conmigo, regresa conmigo!”.

Cuando sobrevolaba Varadero, yendo a 18 mil pies de altura, comenzó la tragedia. El co-piloto de ese vuelo era Evans Rosales, y el custodio Edor Reyes. El ingeniero de vuelo era José María Betancourt, todos los cuales se encontraban en el recinto cerrado de la cabina de vuelo de la nave. Este último individuo había sido sargento-mecánico de aviones en la Fuerza Aérea del tirano Batista, y por la generosidad de la Revolución permaneció trabajando, pasó una escuela de ingeniero de vuelo y comenzó a laborar en Cubana de Aviación. De pronto, sacó un garrote que llevaba oculto y golpeó en la cabeza al custodio que cayó al suelo, le quitó su arma y con ella lo asesinó con tres disparos por la espalda. Se volteó sobre el co-piloto sentado a la derecha de los controles y le hizo disparos por la espalda. Éste logró sobrevivir, aunque el asesino creyó que había muerto. Entonces dirigiéndose al piloto Fernando Álvarez lo conminó a poner proa hacia Miami.

Comenzó un duelo dramático entre un piloto revolucionario y un traidor que evidentemente se había convertido en una fría arma de matar. Entre la inteligencia de un hombre noble y la maldad de un asesino. Fernando comprendió lo difícil que le sería engañar a un ingeniero de vuelo, así que enfiló hacia La Florida. Utilizó una clave secreta, conocida solo por los pilotos, que comunicaba directamente con la DAAFAR. Ellos le indicaron qué hacer. Sobrevoló Cayo Hueso, que Betancourt reconoció alegremente y aflojó un tanto su vigilancia sobre Fernando. Entonces éste inició un larguísimo giro que lo llevara de regreso a La Habana y simuló dirigirse al aeropuerto de Miami, mientras hablaba con la torre de control, supuestamente, porque se trataba de la DAAFAR que hablaba en inglés y se identificaba como la torre de control de Miami, que le daba largas hasta obtener el “permiso de aterrizaje”. Mientras, el avión se dirigía realmente a La Habana, sin que Betancourt lo percibiera dada su exaltación y nerviosismo.

Mientras esto sucedía en la hermética cabina de los pilotos, en el salón de pasajeros, percatados de lo que estaba ocurriendo en la cabina, después de los disparos, tres pasajeros ocasionales se ponían de acuerdo. Eran el cienfueguero capitán Raúl Curbelo Morales, el capitán Jorge Enrique Mendoza, que después sería por varios años el director del periódico “Granma”, y el también oficial del Ejército Rebelde Esteban Dolufeu. Ellos evacuaron a todos los pasajeros hacia la cola del aparato para poder controlar a posibles cómplices del hecho que se desarrollaba, y se apostaron ante la puerta hermética de la cabina de los pilotos.
Poco después comenzaba el descenso de lo que creían que era el aeropuerto de Miami Beach. Ya el avión corría por la pista y sólo entonces el traidor Betancourt se percató de que estaba bajando en el aeropuerto “José Martí”, de La Habana, Cuba.

Se enfrascó entonces en una lucha cuerpo a cuerpo con el piloto Fernando, que apretaba con todas las fuerzas el freno de pié y se aferraba al timón. Betancourt trataba de acelerar de nuevo para volver a levantar vuelo. Al fin, Fernando logró lanzar el avión fuera de la pista, hacia un terreno arado aledaño donde se detuvo. Entonces Betancourt lo asesinó fríamente, y Fernando Álvarez quedó muerto en su asiento de piloto-héroe que no se dejó robar su avión, porque para eso “había que matarlo”.

El asesino escapó por la ventanilla delantera de la cabina y huyó de las autoridades que llegaban, y se perdió en la inmensa ciudad de La Habana.

Comenzó una búsqueda de varios días que involucró no sólo a los órganos de la Seguridad, sino a todo el pueblo de Cuba que en sus organizaciones de masas se empleó a fondo en capturar al peligroso asesino, emocionado con los graves sucesos.

Al cabo de una semana de búsqueda fue hallado escondido en una iglesia habanera donde lo habían ocultado. Betancourt fue capturado sin que pudiera hacer uso de su arma una vez más. Fue juzgado, se le condenó a muerte y el pueblo solicitó que se cumpliera la sentencia. Así ocurrió. Quienes lo ocultaron recibieron sanciones de privación de libertad por Encubrimiento, y el repudio unánime del pueblo cubano.

De este amargo hecho histórico quedó una lección vigente para todos los tiempos: hay que estar muy alertas contra la maldad de los enemigos.