Mi blog sobre Economía

viernes, 3 de diciembre de 2010

LA PUREZA

Digo que yo no soy un hombre puro
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro. 
Entre otras cosas 
falta saber si es que lo puro existe. 
O si es, pongamos, necesario. 
O posible. 
O si sabe bien. 
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura, 
el agua de laboratorio, 
sin un grano de tierra o de estiércol, 
sin el pequeño excremento de un pájaro, 
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno? 
¡Puah!, qué porquería.

Yo no te digo pues que soy un hombre puro, 
yo no te digo eso, sino todo lo contrario. 
Que amo (a las mujeres, naturalmente, 
pues mi amor puede decir su nombre), 
y me gusta comer carne de puerco con papas, 
y garbanzos y chorizos, y 
huevos, pollos, carneros, pavos, 
pescados y mariscos, 
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino, 
y fornico (incluso con el estómago lleno). 
Soy impuro ¿qué quieres que te diga? 
Completamente impuro. 
Sin embargo, 
creo que hay muchas cosas puras en el mundo 
que no son más que pura mierda. 
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario. 
La pureza de los novios que se masturban 
en vez de acostarse juntos en una posada. 
La pureza de los colegios de internado, donde 
abre sus flores de semen provisional 
la fauna pederasta. 
La pureza de los clérigos. 
La pureza de los académicos. 
La pureza de los gramáticos. 
La pureza de los que aseguran 
que hay que ser puros, puros, puros. 
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia. 
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande. 
La pureza del que nunca succionó un clítoris. 
La pureza de la que nunca parió. 
La pureza del que no engendró nunca. 
La pureza del que se da golpes en el pecho, y 
dice santo, santo, santo, 
cuando es un diablo, diablo, diablo. 
En fin, la pureza 
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro 
para saber qué cosa es la pureza.

Punto, fecha y firma. 
Así lo dejo escrito.


Nicolás Guillén