Por Marco Antonio Moreno
La actual volatilidad de los mercados tiene un objetivo común: la destrucción del euro. La tensión que existe entre el núcleo y la periferia ejemplifica (como lo demuestra la gráfica) la forma en que Europa se está haciendo pedazos. Por un lado bonos italianos y españoles que alcanzan nuevas alturas, y por otro lado los bonos del “núcleo duro”, como Alemania-Austria-Holanda que, por ahora, se llevan toda la confianza del mercado.
La gráfica es bastante elocuente porque hasta comienzos de 2008 todos los países parecían compartir un destino común, casi casi como Estados Unidos, que pese a las múltiples diferencias entre California, Wisconsin o Florida, mantienen el mismo diferencial de deuda soberana. Aunque Estados Unidos en estos momentos es un país que está al borde del precipicio y con al menos una larga década de decadencia por delante, basa su integridad en su sentido de “Unión”, algo que Europa no alcanzó a consolidar porque primaron siempre los mezquinos intereses monetarios, como si el fetiche de la moneda consiguiera por sí solo el resto de la “unidad”.
El diferencial del 3% que bifurca las realidades de una Europa de primera y otra Europa de segunda clase no lo tiene Estados Unidos. El país americano tiene un costo de deuda soberana muy similar al alemán: 3,2%. A esta tasa, el año pasado Estados Unidos pagó en intereses US$413.954.825.362 (aprox. 414 mil millones de dólares). Si Estados Unidos tuviera el coste de los bonos que hoy sufren España e Italia, su coste de intereses habría superado el billón de dólares, equivalente al 7% del PIB (sólo en intereses). Es algo para tomar en cuenta.
La aventura del euro tuvo siempre serias debilidades que fueron cubiertas o manipuladas no por el interés de la Unión sino por el interés de extraer beneficios para el núcleo, entiéndase Alemania y Francia, y principalmente Alemania. Hoy, Italia y España se encuentran en la misma situación en que estaban Portugal e Irlanda antes de los rescates. A estas alturas, de nada sirve el llamado a la calma de Berlusconi, o la renuncia a las vacaciones de Zapatero (en tres meses más podrá tomárselas a perpetuidad), las tibias medidas que los líderes de la UE han creado para calmar a los mercados no ha sido más que un chiste de mal gusto. Y eso es porque no saben cómo enfrentar una crisis.
Una crisis financiera y sistémica como la actual tiene varias dimensiones. Por un lado está la crisis de la deuda y por otro la crisis del propio sistema financiero, que es el nudo central a punto de colapsar. La bancarrota producto del cierre del crédito tiene al sistema paralizado; y esta falta de inversión amplifica la crisis financiera. Los líderes europeos han fracasado en forma masiva al creer que la crisis se limitaría a los países díscolos o derrochadores, como Grecia, dado que siempre consideraron que la causa era su indisciplina fiscal (de ahí el término PIGS, cerdos, dado que no se pueden disciplinar, un término que no fue producto del azar… ¿por qué no se habló desde un comienzo de países GIPE?). Con esta expresión quisieron deshumanizar a esa parte de la UE que para ellos, mejor estaría a la cabeza de África. Los cerdos, como se sabe, son capaces de resistir grandes turbulencias y siguen en pie, algo tienen de africanos para los inventores de la “moneda única”.
Pero eso no es todo. Lo más sorprendente es que el propio presidente de la UE, Herman Van Rompuy, haya formulado estas declaraciones:
Las actuales evaluaciones de riesgo en los mercados están totalmente fuera de línea y no se corresponden en absoluto a los fundamentos… y es ridículo pensar que estos países [Italia y España] sean considerados los más propensos a dejar de pagar las obligaciones del préstamo … Sorprendentemente desde nuestra cumbre, el costo de los préstamos se ha incrementado de nuevo en una serie de países de la zona euro. Digo sorprendente, ya que todos los aspectos fundamentales macroeconómicos van en la dirección opuesta. Es imprescindible tener en cuenta que esto no es una crisis del euro…
Hay que reconocer que esta declaración es bastante patética, como confundir el costo de los intereses de hoy con el costo que tenían en los años 90, cuando el promedio de esa época estuvo entre el 8 y 12%; y en los 80 estuvo incluso más alto porque Paul Volcker subió la tasa de interés de la Fed al 22% (esa misma que hoy está al 0,25%). Declaraciones como estas no hacen más que demostrar el principio de la negación y la total estupidez, que es la primera respuesta animal frente a todo cambio. Y eso demuestra no saber, como animal que se es, cómo funcionan los mercados. Esto hace aún más patética su labor, dado que en su propia confusión culpan al termómetro de la temperatura del paciente, y niegan el fuego cruzado en el cual los mercados lo hunden todo. Es algo que comienza a ser molesto.