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domingo, 8 de julio de 2012

Desvelado el secreto para convertir la ciencia en crecimiento económico

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Según Carver Mead, lo mejor es comprar empresas surgidas en las universidades

Carver Mead, durante la rueda de prensa. Foto: Fundación BBVAEl ingeniero electrónico Carver Mead, una figura clave en el desarrollo de Silicon Valley, ha desvelado el secreto para traducir la investigación básica en crecimiento económico: lo que mejor funciona es que las grandes compañías compren las pequeñas empresas que surgen de la ciencia que se hace en las universidades. Añade que los éxitos realmente grandes se dan en áreas en las que el mercado no existía previamente y que, a menudo, la ayuda a los nuevos innovadores viene de individuos, ya que es mucho más difícil que provenga de organizaciones estructuradas.
Carver Mead, durante la rueda de prensa. Foto: Fundación BBVA
El ingeniero electrónico Carver Mead, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), nunca ha percibido en su carrera “una frontera muy marcada entre la investigación básica y las aplicaciones”. Su propia investigación ha dado lugar a más de ochenta inventos patentados, y es fundador de una veintena de empresas.

En rueda de prensa, Mead ha defendido que “la investigación básica es absolutamente esencial para el éxito económico”, pero ha recordado que es una relación que se puede estimular, pero no forzar: "Al invertir en ciencia hay quien piensa que la innovación se puede planificar y eso es un error. En el mejor de los casos podemos favorecer el que tenga lugar”.

La planificación es, de hecho, “una de las maneras más eficaces de desalentar la innovación. Muy pocas de las ideas innovadoras tienen éxito, pero si no se permite intentarlo, ninguna lo tendrá”, ha dicho Mead. “Hay una especie de resistencia cultural a admitir que la innovación es un proceso caótico, pero así es, porque innovar es, por definición, crear algo que no se había hecho antes. Debemos intentar no aplastar las ideas de los jóvenes. Tenemos que dejar que el éxito ocurra, que los que tienen aspiraciones lo intenten, tolerar que fracasen sin que eso se considere un desprestigio. Conseguir este cambio cultural es más difícil que convertir una idea en un producto comercial".

Mead ha sido clave en el desarrollo del famoso Silicon Valley, la cuna de la actual revolución digital. El premio se le concede por hacer posible “la construcción de los microchips con miles de millones de transistores que rigen el funcionamiento de los dispositivos electrónicos –ordenadores portátiles, tabletas, móviles, DVDs, automóviles híbridos- hoy omnipresentes en nuestra vida diaria”, señala el acta del jurado.

Entre sus logros está el haber calculado, en los años setenta, el límite físico de la miniaturización de los chips. Muy pocos creían por entonces que los circuitos integrados pudieran llegar a ser tan pequeños, pero Mead, lejos de hacer una estimación a la ligera, se basó en su propia investigación en la física de los semiconductores, de carácter fundamental. Su siguiente paso fue predecir que estos microprocesadores estarían compuestos por miles de millones de transistores, para después descubrir cómo integrar todos esos componentes en una placa de silicio minúscula. Mead se convirtió así en el creador de los hoy omnipresentes dispositivos VLSI (siglas en inglés de Sistemas Integrados a Muy Gran Escala).

Mead ha reflexionado en la rueda de prensa sobre el límite de la miniaturización de estos dispositivos: “Estamos en uno de esos momentos emocionantes en que la industria presiona fuertemente a la investigación para hacer transistores cada vez más pequeños, y realmente no podemos saber lo vendrá hasta que estemos allí”.

La fórmula para convertir ciencia en desarrollo


¿Cuál es la fórmula para traducir los resultados científicos en desarrollo económico? “Cuando se gestiona bien por ambas partes [el ámbito académico y el empresarial] hay una potente relación simbiótica entre la investigación académica y los desarrollos tecnológicos comerciales”, dice Mead.

Para que eso ocurra, explica, deben darse las condiciones adecuadas. Una de ellas tiene que ver con la mentalidad en ambos mundos. “En Estados Unidos sufrimos hace tiempo la gran separación entre investigadores y empresarios. En el fondo estaba la vieja idea de que, en cierto modo, las empresas de nueva creación -las startup- no tienen que ver con la investigación pura porque, como su objetivo es ganar dinero, no merecen la dedicación de los auténticos investigadores. Pero para los académicos es mucho más peligroso no tener contacto alguno con el mundo comercial real, porque se arriesgan a quedar obsoletos y a perder las muchas oportunidades para hacer ciencia fundamental que se generan en el contexto de las tecnologías emergentes”.

Los empresarios, por su parte, deben tener claro que la inversión en ciencia es necesaria. Pero Mead puntualiza: “Probablemente es cierto que la inversión en investigación básica de las grandes compañías a menudo no crea ganancias para esas empresas en particular. La inversión en desarrollo [de nuevas tecnologías] sí, los laboratorios de desarrollo han generado muchos productos importantes. La fórmula que mejor funciona [para traducir la ciencia en desarrollo] es que las grandes compañías compren empresas pequeñas surgidas de la ciencia que se hace en las universidades, y que hayan demostrado esa tecnología en el mercado. Este mecanismo es muy eficiente para todos los implicados”.

Sin predictores de éxito

No es un camino fácil, entre otras cosas porque, según Mead, no hay indicadores que aseguren que una nueva tecnología triunfará. “No conozco ningún método fiable de hacer estas predicciones. El problema es que los éxitos realmente grandes se dan en áreas en las que, simplemente, ¡el mercado no existía previamente!”.

Él se basa en su propia experiencia para explicar -no sin ironía- cómo un investigador llega a empresario de éxito: “Cuando se tiene una nueva tecnología uno puede ver, de forma difusa, para qué podría ser útil. Entonces, con suerte, puede que des con alguien con un buen sentido del márketing y se le ocurra una aplicación; si es buena se logra convencer a un inversor para crear una compañía start-up. Y si esta empresa fuera de las muy pocas que acaban teniendo éxito, los tecnólogos y el experto en márketing proclamarán su genialidad y dirán que lo vieron claro desde el principio. Sin duda, escribirán un libro sobre su brillantez. Pero, en los momentos de cordura admitirán que, como todos sabemos, en los éxitos hay también mucho de suerte”.

Por ello el riesgo es un ingrediente fundamental, principio que Mead transmite tanto a los innovadores - “Las start-up son 100% riesgo, está en su esencia”, dice- como a los responsables de la política de I+D: “La innovación, por su propia naturaleza, implica riesgo. Pero este riesgo palidece, comparado con el de no innovar”.

Consejos a los emprendedores

¿De cuál de las empresas que ha fundado se siente Mead más satisfecho? “De las que hacen una contribución tecnológica que funciona en el mundo real. Synaptics fue pionera en la creación de superficies táctiles que hoy forman parte de la vida de todos. Audience desarrolló chips para el procesado de voz que emulan algunas de las funciones del sistema auditivo humano; Foveon (ahora parte de Sigma) crea sensores que capturan las imágenes más exquisitas. Me siento inmensamente orgulloso de las personas que han permitido que estos esfuerzos tengan éxito, y recompensado por haber formado parte de ellos”.

Sin embargo, reconoce que no siempre acertó a la hora de predecir el éxito de sus tecnologías. Algunas “han tardado más de 20 años en dar sus frutos”. Por eso aconseja a los innovadores-emprendedores: “Prepárate para las críticas. Aprende de tus errores y sigue adelante. Si fallas, habrá otra oportunidad de éxito. Y tras el triunfo, ayuda a los innovadores que vienen detrás”.

“A menudo la ayuda a los nuevos innovadores viene de individuos, es mucho más difícil que provenga de organizaciones muy estructuradas”, ha dicho Mead.

Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento

Carver Mead y el resto de los galardonados en las ocho categorías que forman la familia de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, participaron el pasado jueves en la ceremonia de entrega que se celebró en el Palacio del Marqués de Salamanca, sede madrileña de la fundación BBVA.

Estos galardones, creados en 2008, quieren dar visibilidad y reconocer a quienes se esfuerzan por hacer avanzar el conocimiento y la innovación. Los premios obedecen al mapa del conocimiento del siglo XXI, incluyendo en sus ocho categorías y junto a las áreas más clásicas –Ciencias Básicas; Economía, Finanzas y Gestión de Empresas; Biomedicina- otras que reflejan los retos de nuestro tiempo, como la Cooperación al Desarrollo, el Cambio Climático, la Ecología y Biología de la Conservación, las Tecnologías de la Información y la Comunicación o la Música Contemporánea y las posibilidades que ofrece al desarrollo de nuestra sensibilidad.

Los premios nacen desde España y cuentan con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y se enmarcan en la actividad de la Fundación BBVA de apoyo y difusión del conocimiento científico y la cultura. La filosofía de los Premios Fronteras entronca además con el convencimiento del Grupo BBVA de que las posibilidades colectivas, como país; de las familias; de las empresas y de las personas, dependen hoy, más que nunca, del avance del conocimiento científico y la innovación, que repercuten sobre el cuidado del medio ambiente, la salud y la calidad de vida.

La arquitectura de los premios se basa en la calidad, rigor e independencia de los ocho jurados de expertos internacionales, uno por categoría, que evalúan las candidaturas recibidas desde las instituciones docentes y de investigación más prestigiosas del mundo.

Al objetivo de la difusión de la ciencia y la cultura, la Fundación, suma, a través de los premiados, la posibilidad de reconocer los valores que sus trayectorias representan: esfuerzo continuado e intensivo, pasión por el trabajo y voluntad de mejorar la herencia recibida de generaciones anteriores.

La figura de Carver Mead

Carver Mead nació en Bakersfield, California, el 1 de mayo de 1934. En Big Creek, en las montañas de Sierra Nevada (California), asistió a la escuela rural con otros veinte compañeros y uno o dos profesores, según el año. Recuerda bien cómo su profesor de sexto de primaria le descubrió el mundo de las matemáticas y la ciencia. "Me dio un libro de trigonometría elemental y descubrí cómo averiguar la altura de un árbol sin subirme a él". Su padre le aficionó a los fenómenos electrónicos trayéndole baterías desechadas, interruptores y otros materiales de la planta energética en la que trabajaba.

En 1956 se graduó en Ingeniería Electrónica en el California Institute of Technology (Caltech), institución a la que dedicaría su vida académica. Tras realizar el máster (1957), obtuvo el doctorado en 1960. Allí empezó a enseñar en 1958 y desarrolló su carrera docente hasta convertirse en Gordon and Betty Moore Professor of Engineering and Applied Science. Es autor de más de 200 artículos científicos y de más de 80 patentes. Ha recibido la National Medal of Technology (la mayor distinción en innovación tecnológica que concede el Gobierno de Estados Unidos), el Lemelsol-MIT Prize, la IEEE John Von Neumann Medal y otra veintena de distinciones.

Los 10 'talones de Aquiles' del capitalismo en EE.UU.

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Paul Farrell compila una lista de 10 burbujas que están a punto de explotar y acabar con el capitalismo en Estados Unidos

El capitalismo de EE.UU. es muy vulnerable, segun el columnista de Market Watch Paul Farrell, que ha confeccionado una lista con las 10 burbujas que están a punto de explotar y acabar con el capitalismo como tal.
Los primeros signos de desequilibrio fueron señalados hace cinco años por el inversor Jeremy Grantham, presidente de GMO, que dijo que la situación se asemejaba a la contemplacion de "un tren que llega al final de su vía a toda máquina".
Desde entonces, el tren  se mueve hacia su fin a gran velocidad, sostiene el empresario. El mito del crecimiento perpetuo, la argumentacion pseudo-científica del capitalismo estadounidense como un sistema centrado en el hiperconsumo, ahora está más cerca que nunca de quedar desacreditado. Y el primer candidato para colapsar es EE.UU.
1. La burbuja en el ámbito de los seguros sanitarios y el sistema de salud pública figura como la primera fuerza destructiva de EE.UU. Los costos de salud en el país constituyen el 15% del PIB y son una enorme carga para la economía. Sin embargo, más de 3.000 miembros de grupos de presión pugnan para incrementar estos costos.
2. La burbuja del gobierno, que ha  aislado a Washington del resto de EE.UU. Debido a la enorme deuda nacional, la influencia de los funcionarios estadounidenses sobre la vida del país ha aumentado excesivamente. Ellos lo saben y viven aislados en un Washington DC relativamente pequeño donde cada funcionario electo tiene cerca a 20 miembros de un grupo de presión.
3. La burbuja de salarios y remuneraciones en Wall Street. Mientras que un estadounidense medio sufre la crisis, los directores ejecutivos de los bancos están viviendo muy bien. Cuando las acciones bancarias caían, los sueldos de los directores aumentaron en un 20%.
4. La burbuja de la desigualdad social. La desigualdad social en Estados Unidos ha alcanzado los niveles de la Gran Depresión en 1929. En un nuevo libro dedicado a este problema, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, declara que el sueño americano es un mito: desde  2008 el 1% de los estadounidenses más ricos obtienen alrededor del 93% de todos los ingresos en el país.
5. La burbuja de la deuda. Los licenciados universitarios, atosigados por la deuda, se ven obligados a servir café y a preparar hamburguesas para costear su educación. Sin seguro de salud ni programas de pensiones, muchos jóvenes se quedan bloqueados en ese trabajo durante varios años.
6. La burbuja del desempleo global. Debido a que la juventud sigue sin empleo, comienza ya a pensar en clave de revolución. Si el gobierno sigue haciendo la vista gorda ante este problema, la 'Primavera árabe' y 'Ocupa Wall Street' parecerán insignificantes al lado del nuevo evantamiento.
7. La burbuja del petróleo. Debido a la caída del precio mundial del petróleo los analistas del sector usan expresiones como “devastación” y “tensión severa” para describir lo que sucedería en el futuro, es decir, una “nueva ronda de revoluciones al estilo de 'Primavera árabe', o lo que es lo mismo: un “escenario de pesadilla” para las potencias petroleras.
8. La burbuja de los riesgos financieros globales. Después de la crisis de 2008 la economía de EE.UU. se recupera a un ritmo insuficiente. Las condiciones externas bastante complejas representan un peligro adicional para una economía ya débil.
9. La burbuja de crecimiento lento. Muchos analistas financieros en  EE.UU. están preparando a los clientes para una era de crecimiento lento. La nueva realidad económica está marcada por la crisis de la zona euro, el "precipicio fiscal" en Estados Unidos después de las elecciones y el riesgo de recesiones mundiales en los mercados emergentes.
10. La burbuja del capitalismo. EE.UU., que  solía ser percibido como el líder del mundo moderno, está sumido en sus propios problemas. Y la culpa la tiene el capitalismo extremo privado, según Grantham, su "ética y conciencia" y "su incapacidad absoluta para procesar la finitud de los recursos y la imposibilidad matemática de mantener un rápido crecimiento en la producción física".

El último respiro del euro

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Joseph E. Stiglitz

 Al igual que un preso en el corredor de la muerte, el euro ha recibido otro aplazamiento de última hora: va a sobrevivir un poco más. Los mercados están celebrando, como lo han hecho después de cada una de las cuatro anteriores cumbres de "crisis del euro", hasta que comprendan una vez más que aún no se han abordado los problemas fundamentales.

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Illustration by Tim Brinton
Hubo buenas noticias en esta cumbre: los líderes europeos entendieron que finalmente no va a funcionar la operación circular en que Europa presta dinero a los bancos para salvar a los fondos soberanos, y a los fondos soberanos para salvar a los bancos. Asimismo, ahora reconocen que los préstamos de rescate que dan al nuevo acreedor un mayor orden de precedencia sobre los demás empeoran la situación de los inversores privados, que reaccionarán simplemente exigiendo tasas de interés todavía más altas.
No deja de ser profundamente preocupante el que las autoridades europeas se hayan demorado tanto en ver algo tan obvio (y evidente hace más de una década y media en la crisis del Este asiático). Pero lo que falta en el acuerdo es aún más significativo que lo que hay. Hace un año, los líderes europeos reconocieron que Grecia no iba a poder recuperarse sin crecimiento y que el crecimiento no puede lograrse únicamente con austeridad. Y sin embargo, es poco lo que se ha hecho para corregir el asunto.
Lo que se propone ahora es la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones, que forma parte de un paquete de crecimiento de alrededor de $ 150 mil millones. Pero los políticos son buenos para el reenvasado y, según algunas versiones, el nuevo dinero es una pequeña fracción de esa cantidad, e incluso eso no entrará en el sistema de inmediato. En resumen: los remedios (demasiado escasos y tardíos) se basan en un diagnóstico errado del problema y en análisis económicos defectuosos.
La esperanza es que los mercados premien la virtud, que se define como austeridad. Pero los mercados son más pragmáticos: si, como es casi seguro el caso, la austeridad debilita el crecimiento económico y por lo tanto socava la capacidad de pago de la deuda, las tasas de interés no se reducirán. De hecho, la inversión caerá en una viciosa espiral descendente que ya ha comenzado en Grecia y España.
Alemania parece sorprendida por esto. Al igual que con las sangrías de la Edad Media, sus gobernantes se niegan a ver que la medicina no sana al paciente e insisten en administrarle más hasta que acaba por morir.
Los eurobonos y un fondo de solidaridad podrían promover el crecimiento y estabilizar los tipos de interés a los que se tienen que enfrentar los gobiernos en crisis. Las menores tasas de interés, por ejemplo, permitirían liberar dinero para que incluso los países con fuertes restricciones presupuestarias pudieran destinar más fondos a inversiones de estímulo al crecimiento.
La situación es peor en el sector bancario. Cada gobierno respalda el sistema bancario de su país, y si se desgasta su capacidad de apoyo, también lo hará la confianza en los bancos. Incluso los sistemas bancarios con buena gestión se verían en problemas en una crisis económica como las que se viven en Grecia y España; con el colapso de la burbuja inmobiliaria española, los bancos enfrentan riesgos todavía mayores.
En su entusiasmo por crear un "mercado único", los líderes europeos no se percataron de que los gobiernos proporcionan un subsidio implícito a sus sistemas bancarios. La seguridad de que si surgen problemas el gobierno los apoyará es lo que da confianza en los bancos, y cuando algunos gobiernos se encuentran en una posición mucho más sólida que otros, el subsidio implícito es mayor para esos países.
Sin un campo de juego uniforme, ¿por qué no debería huir el dinero de los países más débiles, e irse a las instituciones financieras de los más fuertes? De hecho, es notable que no haya habido un mayor nivel de fuga de capitales. Los líderes europeos no reconocieron este peligro creciente, que se podría haber evitado fácilmente con una garantía común que a la vez corrigiera la distorsión del mercado causada por la subvención implícita del diferencial.
El euro estaba viciado desde el principio, pero estaba claro que las consecuencias quedarían en evidencia solamente en una crisis. Política y económicamente, nació con las mejores intenciones. Se suponía que el principio de un mercado único promovería la distribución eficiente del capital y el trabajo.
Pero los detalles tienen su peso. La competencia fiscal significa que puede que el capital no vaya a donde sea más alta su rentabilidad social, sino a donde puede encontrar las mejores utilidades. El subsidio implícito a los bancos significa que los bancos alemanes tienen una ventaja sobre los de otros países. Los trabajadores pueden emigrar de Irlanda o Grecia, no porque su productividad sea más baja, sino porque, al hacerlo, pueden escapar del endeudamiento contraído por sus padres. El mandato del Banco Central Europeo es garantizar la estabilidad de los precios, pero hoy la inflación está lejos de ser el problema macroeconómico más importante de Europa.
A Alemania le preocupa que, sin una supervisión estricta de los bancos y los presupuestos, termine teniendo que pagar las cuentas de sus vecinos más derrochadores. Pero ese no es el punto clave: España, Irlanda, y muchos otros países en dificultades tenían superávits presupuestarios antes de la crisis. La crisis dio origen a los déficits, y no al revés.
Si estos países cometieron un error, fue solo que (al igual que la Alemania de hoy) creyeron demasiado a los mercados, por lo que (al igual que Estados Unidos y tantos otros) permitieron que creciera sin control una burbuja de activos. Si se aplican políticas racionales y se crean mejores instituciones -lo que no significa solamente más austeridad y una mayor supervisión de los bancos, los presupuestos y los déficits- y se recupera el crecimiento, estos países serán capaces de cumplir con sus obligaciones crediticias, y no habrá necesidad de recurrir a las garantías. Además, Alemania tiene las de perder en ambos casos: si colapsan el euro o las economías de la periferia, va a tener que enfrentar costes muy altos.
Europa tiene grandes fortalezas. Sus puntos débiles de hoy reflejan, principalmente, políticas y arreglos institucionales erróneos. Se pueden modificar, pero solo si se reconocen sus debilidades fundamentales, tarea mucho más importante que las reformas estructurales al interior de cada país. Si bien los problemas estructurales han debilitado la competitividad y el crecimiento del PIB en determinados países, no dieron origen a la crisis y hacerles frente no la resolverá.
El enfoque europeo de ganar tiempo no puede funcionar indefinidamente. No es solo la confianza en la periferia de Europa lo que se está perdiendo. También comienza a ponerse en duda la supervivencia del euro mismo.