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martes, 7 de agosto de 2012

Romney sigue apostando por políticas fallidas

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Por:
Romney
El candidato republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney. FOTO: EFE
Hay un tono de incredulidad en los escritos de los apologistas de Romney. Es como si no pudiesen creer que las palabras mágicas —¡capitalismo!, ¡libre mercado!, ¡creadores de empleo!— no estuviesen silenciando a quienes le critican. Después de todo, dicen, ¿no se limitaba Mitt Romney a hacer lo que ha sido habitual durante los últimos 30 años?
En realidad, no sabemos exactamente hasta qué punto fue habitual su comportamiento, y no lo sabremos hasta que veamos sus declaraciones tributarias, cosa que probablemente nunca suceda (tiene que haber algo realmente explosivo ahí). En cualquier caso, el hecho de que durante 30 años hayamos tenido una economía a imagen y semejanza de Gordon Gekko no significa que esté bien.
Un par de ejemplos más de lo que han supuesto esos 30 años. Primero, un gráfico sobre el estancamiento de los salarios a pesar del aumento de la productividad, en esta página. Segundo, un aumento espectacular del endeudamiento de las familias, un hecho en el que muchos de nosotros creemos que radica nuestra prolongada depresión. Fíjense en el segundo gráfico sobre la deuda de las familias expresada como porcentaje del producto interior bruto.
Uno podría preguntarse: ¿Qué deberíamos hacer frente a este comportamiento problemático de la economía? Bueno, el presidente Obama propone unas medidas prudentes para mejorarlo: una reforma que al menos garantice que los trabajadores tengan seguro sanitario y una regulación financiera moderadamente más estricta. Romney, por otro lado, quiere redoblar la apuesta por las políticas que nos han llevado adonde estamos hoy: más rebajas de impuestos para los ricos, más liberalización financiera.
Y sus defensores están perplejos por el hecho de que a alguien se le ocurra cuestionar la sensatez de este punto de vista.
Desunidos y divididos
Como cabía esperar, Romney acusa a Obama de "atacar el capitalismo" y "dividir Estados Unidos" al formular preguntas sobre Bain Capital y esas declaraciones tributarias ocultas. Todo esto forma parte de la campaña; muchos recordamos que cualquier crítica contra el presidente George W. Bush era antipatriótica y, si no me falla la memoria, durante la burbuja de las puntocom, The Wall Street Journal sostuvo que cualquier escepticismo respecto de las valoraciones bursátiles era una muestra de falta de fe en el mercado libre.
El toque especial de Romney es su deseo de tenerlo todo al mismo tiempo. Dice que está orgulloso de su trayectoria y éxito empresariales, pero, al mismo tiempo, pretende que creamos que no tuvo nada que ver con las acciones de Bain durante un periodo de tres años en el cual seguía siendo su consejero delegado, y es absolutamente reacio a dejarnos ver las declaraciones tributarias que podrían decirnos algo sobre cómo consiguió su actual fortuna. (Hay dos teorías que compiten a la hora de explicar sus evasivas en relación con las declaraciones tributarias. Una es que tuvo un año o más de cero impuestos. La otra es que realmente ganó mucho dinero en 2009 por sus operaciones en corto en el mercado. Puede que nunca sepamos cuál de ellas es cierta).
En cualquier caso, este es un recordatorio de lo que realmente está dividiendo Estados Unidos: el hecho de que una marea creciente no esté reflotando todos los barcos. Y se ha producido un desacoplamiento radical entre el crecimiento económico general y las fortunas de las familias corrientes.
No es un “ataque contra el capitalismo” señalar que la disparidad cada vez mayor de las rentas y la consecuente incapacidad de la mayoría de los estadounidenses para beneficiarse del aumento de la productividad son problemas. Aun así, ¿qué se puede hacer? Bueno, se les puede pedir a los ricos que paguen unos impuestos un poco más altos y se puede reforzar la red de seguridad (que es lo que Obama defiende en realidad). Pero Romney quiere hacer lo contrario.
De modo que Romney quiere que celebremos el éxito de personas como él, aunque sus éxitos no parecen haber beneficiado a las familias corrientes y aunque apoya políticas que agrandarían la distancia que separa a unos pocos afortunados de todos los demás.
Y luego acusa a Obama de dividir Estados Unidos.

© 2012 New York Times