Mi blog sobre Economía

lunes, 4 de febrero de 2013

En Cuba campaña nacional contra el cáncer de piel

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En Cuba campaña nacional contra el cáncer de piel(AIN) Por tercera vez Cuba desarrollará una campaña nacional de educación, diagnóstico y pesquisa de lesiones malignas y premalignas de piel, este cuatro de febrero, en ocasión del Día Mundial de Lucha Contra el Cáncer.

La doctora Olaine Gray, especialista en dermatología y jefa de ese servicio en el hospital docente Comandante Manuel Fajardo, en la capital, anunció a la AIN que para ese fin se habilitaron consultas en instituciones de salud en todo el país, incluidos los policlínicos.

Denominada El Día del Lunar en Cuba, la campaña convoca a los dermatólogos para -como en muchas naciones del planeta- participen en una actividad de educación y prevención del cáncer de piel, que en la isla reporta más de cinco mil casos cada año, con tendencia al incremento, advirtió Gray.

Ello se debe, fundamentalmente a la ubicación geográfica y el envejecimiento poblacional, a lo cual se suma la tendencia al bronceado como una forma de belleza, acotó la también coordinadora del grupo especial de trabajo para prevención del cáncer de piel, del Ministerio de Salud Pública.

Precisó la especialista que el principal agente etiológico de ese tipo de cáncer son las radiaciones ultravioletas emitidas por el sol, intensificadas por la disminución de la capa de ozono y la nubosidad.

Enfatizó en la necesidad de aquellos que tienen lunares desde el nacimiento, se deben realizar el autoexamen de piel cada cierto periodo, desde el cuero cabelludo hasta la planta de los pies, porque somos quienes mejor conocemos nuestro cuerpo y cualquier modificación la identificamos rápidamente.

Ante cualquier manifestación las personas deben acudir a los consultorios del médico y enfermera de la familia, donde serán evaluados y a aquellos que determinen se remiten a los dermatólogos de las áreas de salud o en los hospitales a los que corresponde, acotó.

Cada cuatro de febrero, la Organización Mundial de la Salud apoya a la Unión Internacional contra el Cáncer y promueve medios para aliviar la carga mundial de la enfermedad, que figura entre las primeras causas de muerte en todo el orbe, cada año mata a casi ocho millones de personas y se detectan unos 13 millones de nuevos casos.
Tomado de acn.cu

¿Cómo interpretar la crisis y la realidad actual del capitalismo? (I)

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 (Primera parte)

Lo peor de la crisis ha pasado, nos dicen banqueros, funcionarios y políticos nacionales y supranacionales que nunca perdieron un empleo porque jamás trabajaron en una fábrica o una oficina por un salario que apenas alcanza para vivir. Con esto, como vimos en el Foro del gran capital en Davos, nos están diciendo que los planes de austeridad han funcionado, que el creciente desempleo es parte de la solución y no el problema, que hay que seguir despidiendo trabajadores y empleados, hacer que el empleo sea más precario para poder seguir bajando los salarios, acortando las vacaciones, aplastando la resistencia sindical donde aún existe, cortando las pensiones y programas sociales, etcétera.

Lo peor ha pasado, nos dicen los directivos de las empresas monopolistas que en Estados Unidos (EE.UU.) están sentados en un billón 700 mil millones de dólares, porque no hay donde invertirlos de manera rentable. Y vaya uno a saber cuán grande es la pila de euros sobre la cual están sentadas las grandes empresas de la Unión Europea. La crisis ha pasado, pero los problemas concretos de los pueblos siguen ahí, y se agravan cada vez más.

 Esta no es la primera crisis del capitalismo industrial en los “países avanzados”, en lo que va del siglo 21, en que la recuperación de la economía real –la producción de bienes y servicios, o sea la riqueza producida socialmente- no logra restablecer los anteriores niveles de empleo, de seguridad laboral y de salarios, pero es la primera en la cual el desempleo se acrecentó de manera brutal y se ha vuelto crónico para millones de trabajadores, provocando una pauperización de amplios sectores de la sociedad.

Una crisis en la cual la desigualdad de ingresos alcanzó niveles nunca vistos, y por la cual una gran parte de la nueva generación no tendrá empleos estables, que vivirá en un mundo de empleos precarios, de salarios miserables y bajo la amenaza constante del desempleo crónico. La primera generación del capitalismo industrial que tendrá un nivel de vida y de seguridad social muy inferior a la de sus padres.

Lo nuevo, si podemos decirlo así, es que en ese mundo de economistas que han contribuido a formular el oxímoron de la estabilidad financiera en el contexto de los mercados autorregulados, se manifiestan signos de un reconocimiento de que el problema central de esta crisis que aún perdura es quizás estructural, que concierne a la fundamental relación del capital con el trabajo asalariado, a la reproducción del capital, y que este problema estructural se agrava con la voracidad de los grandes monopolios y de un sistema financiero que quieren vivir de la extracción de una renta sobre todas las actividades económicas y sociales de la humanidad, como veremos.

Primero una parada en Davos

Bajo el titulo “Negación, pánico y dudas en Davos” el editor económico del diario The Guardian, Larry Elliott, escribía el 23 de enero pasado que en los últimos cinco años el Foro de Davos tuvo algunos “violentos balanceos de humor”; primero fue la negación, luego el pánico, más tarde la esperanza de que lo peor había pasado, y ahora es la persistente preocupación de que este bajón simplemente no tiene fin.

Lo que crece es el desempleo y la acumulación de riquezas en pocas manos, lo que baja es el consumo de las masas y las oportunidades de hacer negocios para los industriales, lo que explica que las empresas estén “sentadas” en billones de dólares, porque no perciben un crecimiento de la demanda para sus productos y servicios. El problema, según Elliott, es que los grandes empresarios y financieros reunidos en Davos están viendo los resultados de las políticas que promovieron en el pasado: austeridad fiscal, debilitamiento de los sindicatos, agresivos cortes de personal. En el pasado, agrega, el gasto de las familias podía apoyarse en un aumento del endeudamiento familiar, pero ahora “los bancos no quieren prestar y los consumidores no quieren endeudarse. Esta es la receta para continuar en el letargo económico”.

¿Letargo económico o implantación de una economía rentista a escala planetaria? Desde hace tiempo el economista estadounidense Michael Hudson viene alertando que la dominación del capital financiero y de los monopolios ha sustituido el capitalismo industrial por un “neofeudalismo” que lleva directo a un régimen de servidumbre (1).

Esto se confirma por lo que el periodista Ryan McCarthy de la agencia Reuters, en su crónica “A handy guide to Davos-speak” (25 de enero 2013), escribe sobre esas frases típicas de Davos (La impaciencia por el crecimiento realmente necesitará de paciencia; No crecimiento, dinero fácil ¿la nueva normalidad?), señalando que cuando constantemente la elite de Davos habla de un “plan de crecimiento” o de “restaurar el crecimiento”, lo que están diciendo es que “ninguno de ellos ve una industria en particular que aumentará el ritmo de crecimiento para hacerse más ricos. Y que, como resultado, habrá menos trabajos para el resto de nosotros”.

Y reproduce lo que dijo Ray Dalio, que dirige Bridgewater, el más importante fondo de cobertura de riesgo (hedge fund): en una economía global que ha pasado la crisis y está muy endeudada, el crecimiento económico no puede sustentarse en deuda, como lo fue durante las pasadas décadas. Las economías están en proceso de desendeudarse, la deuda no aumentará más rápido que los ingresos, y la manera primaria mediante la cual las grandes económicas pueden crecer es aumentando la productividad.

McCarthy nos dice que Dalio amplió un poquito lo que quería decir: la gran conversación en política y economía será sobre cómo extraer más de los trabajadores –en otras palabras, el crecimiento no vendrá de la próxima Internet, del próximo auge en el mercado inmobiliario o de cualquier nuevo activo. Esto significa, dijo Dalio, duras decisiones a tomar sobre cuestiones como “¿Cuán larga deben ser las vacaciones?, o ¿Qué es una buena vida?”. Traducido este “lenguaje de Davos” al lenguaje común, según McCarthy, lo que Dalio está diciendo es particularmente terrible para el resto de nosotros. Cuando los más exitosos inversores del mundo nos dicen que el crecimiento económico dependerá de si tomamos o no nuestras vacaciones, es tiempo de preocuparse.

 Entre capitalismo y neofeudalismo

 En las conclusiones del citado trabajo de Hudson, el economista estadounidense explica la dinámica de este proceso: Mientras las economías se contraen, el sector financiero se enriquece convirtiendo sus títulos o certificados de deuda –lo que los economistas del siglo 19 llamaban el “capital ficticio” y que más tarde pasó a llamarse capital financiero-, en apropiación de la propiedad. Esto hace que una deuda que alcanzó niveles irrealistas, porque no hay manera de que pueda ser pagada bajo las existentes relaciones de propiedad y de distribución de los ingresos, se haya convertido en una pesadilla viviente. Es esto lo que está sucediendo en Europa y es también el objetivo de la Administración Obama () Esto hará que EE.UU. se parezca a una Europa arruinada por el creciente desempleo, los declinantes mercados y el consiguiente síndrome de las adversas consecuencias sociales y políticas provocado por la guerra de los financieros contra el conjunto que constituye el trabajo asalariado, la industria y el gobierno.

 Poniendo esta tendencia en el contexto de las políticas de los bancos centrales, que han servido para inflar los mercados bursátiles y recapitalizar los bancos para que sigan especulando, Hudson apunta que la economía es cada vez menos y menos la esfera de la producción, del consumo y el empleo, y de más en más la esfera de creación de crédito para comprar activos, convertir las ganancias e ingresos en pagos de intereses hasta que la totalidad del superávit económico y del repertorio de propiedades quede prendado para pagar el servicio de la deuda. Y más adelante concluye en que la actual tarea de los economistas es “revivir la clásica distinción entre la riqueza y los elevados ingresos, ganados o inmerecidos, entre ingresos por ganancia o por renta, y últimamente entre capitalismo y feudalismo”.

El economista Michael Hudson explica, en el citado trabajo, que la guerra económica actual no es como la librada hace un siglo entre los trabajadores y sus empleadores industriales. La finanza se movió para capturar la economía en toda su amplitud, industria y minería, infraestructura pública (vía la privatización) y ahora hasta el sistema de educación (la deuda de los estudiantes por un billón de dólares excede la deuda de tarjetas de crédito en 2012). De lo que se trata es de “endeudar a los gobiernos, lo que da a los acreedores una palanca para apropiarse de tierras, infraestructuras públicas y otras propiedades del dominio público. Endeudar las empresas permite que los acreedores se apropien de los ahorros para la pensión de los empleados. Y endeudar a los trabajadores significa que ya no será necesario emplear a rompehuelgas para atacar a los organizadores de sindicatos y a los huelguistas”.

 De los “braceros” al “empleo permanentemente temporal”

 Por las necesidades de la Segunda Guerra Mundial y las políticas del New Deal, a partir de los años 40 del siglo pasado la fuerte expansión económica estadounidense incorporó a millones de trabajadores en empleos estables en las industrias, mientras que en ciertas ramas de la agricultura se adoptó –por la estacionalidad que marca la división del trabajo- el “programa de braceros” para traer a las “granjas” estadounidenses a decenas de miles de campesinos mexicanos. Estos trabajadores “migrantes” mexicanos fueron contratados para efectuar “trabajos temporales” en ramas de la agricultura cuya existencia y rentabilidad dependían de la disposición de una mano de obra barata, que aceptara ser desplazada territorialmente a merced de las necesidades de los productores, y quedar excluida de la protección social, compensaciones por enfermedades, antigüedad, etcétera.

En la misma época, según la socióloga estadounidense Erin Hatton (2) fueron creadas en EE.UU. empresas dedicadas al alquiler temporal de fuerza laboral local, en particular femenina. En el blog de “opiniones” del New York Times y como parte de una serie sobre la desigualdad, Hatton analiza el tema del “aumento de la permanente economía temporal”, o sea del subempleo o trabajo temporal, señalando que si los políticos de gobierno se hacen heraldos de la “creación de empleos”, pocos de ellos hablan del tipo de trabajos que están siendo creados en EE.UU., país donde según las cifras del censo un tercio de los adultos que trabajan viven en la pobreza porque no ganan lo suficiente como para vivir decentemente ellos y sus familias.

Las cifras citadas por Hatton muestran que los salarios de una cuarta parte de los empleos en EE.UU. son inferiores a la “línea de pobreza” trazada por el gobierno federal -23 mil 50 dólares anuales- para una familia de cuatro personas, y agrega que además de ser mal pagados esos empleos son temporales e inseguros, y que es esta categoría de empleos temporales la que más empleos proporcionó a la economía estadounidense en los últimos tres años, según los datos de la American Staffing Association, que representa las diversas “agencias de reclutamiento” de mano de obra para trabajos temporales.

Es tan amplio el uso del empleo temporal, mal pago e inestable, según la socióloga, que amenaza con convertirse en la norma. En este análisis Hatton aborda los orígenes de este tipo de empleo y destaca que en lugar de elevar los estándares de producción y de calidad de los productos, las empresas estadounidenses adoptaron la estrategia de bajar los salarios y cortar los beneficios marginales, de convertir los empleos permanentes en temporales y contingentes, aplastando a los sindicatos y maquilando o mudando los trabajos. Todo esto, apunta Hatton, no es motivo de ningún escándalo.

En la segunda parte (¿Qué piensan algunos economistas sobre la crisis y la realidad actual del capitalismo?), veremos cómo esta realidad se refleja en el pensamiento y análisis de un creciente número de economistas, y el nacimiento de una discusión en la cual está presente el pensamiento de Karl Marx.

La Vèrdiere, Francia

Notas

1.-  Michael Hudson, The Financial War against the Economy at Large, 31 diciembre 2012, NakedCapitalism.com



- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense

Los halcones del déficit, de capa caída

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La omisión claramente intencionada por parte de Obama de la obsesión favorita de Washington no era más que la última señal de que los autodenominados halcones del déficit —mejor descritos como cascarrabias del déficit— están perdiendo su control del discurso político. Y eso está muy bien.
¿Por qué han perdido los cascarrabias del déficit su dominio? Yo sugeriría estas cuatro razones, relacionadas entre sí.
En primer lugar, han gritado que viene el lobo demasiadas veces. Se han pasado tres años advirtiéndonos de una crisis inminente: si no recortamos el déficit ya mismo, nos convertiremos en Grecia, Grreeeecia, os digo. Y, por ejemplo, han pasado casi dos años desde que Alan Simpson y Erskine Bowles declararon que debíamos esperar una crisis fiscal en, vaya, menos de dos años.
Pero esa crisis sigue sin llegar. La todavía deprimida economía ha mantenido los tipos de interés en unos niveles bajos casi históricos a pesar del elevado endeudamiento del Estado federal, tal como los economistas keynesianos predijeron desde el principio. Por eso la credibilidad de los cascarrabias ha sufrido un comprensible, y bien merecido, golpe.
Los tipos de interés siguen bajos mientras el déficit y el gasto han empezado a caer. Como dijimos”
En segundo lugar, los déficits y el gasto público, ambos como porcentaje del PIB, han empezado a reducirse, y una vez más, tal como predijeron desde el principio los que nunca se tragaron la histeria sobre el déficit.
Lo cierto es que los déficits presupuestarios de los últimos cuatro años han sido principalmente una consecuencia temporal de la crisis financiera, que hizo que la economía cayera en picado y que, por consiguiente, provocó un bajón de la recaudación fiscal y un aumento de las subvenciones por desempleo y de otros gastos del Gobierno. Debería haber sido evidente que el déficit descendería a medida que se fuera recuperando la economía. Pero resultaba difícil hacer que esto se entendiera mientras la reducción del déficit no apareciera en los datos.
Ahora lo ha hecho, y pronósticos razonables como los de Jan Hatzious, de Goldman Sachs, dan a entender que el déficit federal estará por debajo del 3% del PIB, una cifra no muy alarmante, de aquí a 2015.
Y, en efecto, ha sido una buena cosa dejar que el déficit aumentara mientras la economía se enfriaba. A medida que descendía el ahorro familiar a raíz del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y las familias sin un duro reducían costes, la voluntad del Gobierno de mantener el gasto fue una de las principales razones por las que no hemos vivido una repetición completa de la Gran Depresión. Y eso me lleva a la tercera razón por la que los cascarrabias del déficit han perdido su influencia: la doctrina contraria, la afirmación de que tenemos que imponer la austeridad fiscal aunque la economía esté deprimida, ha fracasado estrepitosamente en la práctica.
Pensemos, en concreto, en el caso de Reino Unido. En 2010, cuando el nuevo Gobierno del primer ministro David Cameron recurrió a las políticas de austeridad, recibió alabanzas exageradas de mucha gente de este lado del Atlántico. Por ejemplo, el fallecido David Broder instó al presidente Obama a “hacer lo mismo que Cameron” y, en concreto, felicitó a Cameron por “no hacer caso de las advertencias de los economistas de que la súbita y amarga medicina podría interrumpir la recuperación económica de Reino Unido y sumir nuevamente al país en la recesión”.
Está claro que el movimiento a favor de reducir el déficit no solo tenía una mala base económica; también tenía mala fe política”
Y, como era de esperar, la súbita y amarga medicina paró en seco la recuperación económica de Reino Unido y sumió nuevamente al país en la recesión.
Por tanto, a estas alturas, está claro que el movimiento a favor de la reducción del déficit estaba basado en un mal análisis económico. Pero eso no es todo: está claro que también había mucha mala fe, puesto que los cascarrabias intentaron explotar una crisis económica (no fiscal) en nombre de un programa político que nada tenía que ver con los déficits. Y la mayor transparencia de ese programa es la cuarta razón por la que los cascarrabias del déficit han perdido su influencia.
¿Qué ha sido lo que definitivamente ha puesto el punto final a esto? ¿Fue la forma en que la campaña electoral dejó en evidencia al congresista Paul Ryan —a quien tres importantes organizaciones a favor de la reducción del déficit entregaron un premio “a la responsabilidad fiscal”— como el timador que siempre ha sido? ¿Fue la decisión de David Walker, supuesto cruzado de los presupuestos sensatos, de apoyar a Mitt Romney y sus rebajas fiscales para los ricos que hunden los presupuestos? ¿O ha sido el descaro de grupos como Fix the Debt[Arregla la Deuda], compuestos básicamente por consejeros delegados de empresas que declaran que a nosotros se nos debería obligar a retrasar nuestra jubilación mientras que a ellos les toca pagar menos impuestos?
La respuesta probablemente es “todo lo anterior”. En cualquier caso, ha finalizado una era. Los cascarrabias del déficit destacados ya no pueden contar con que se les trate como si su sabiduría, rectitud y espíritu público estuvieran más allá de toda duda. ¿Pero en qué cambiará eso las cosas?
Lamento decirlo, pero el que los republicanos controlen la Cámara de Representantes quiere decir que no vamos a hacer lo que deberíamos estar haciendo: gastar más, no menos, hasta que la recuperación sea total. Pero el que la histeria sobre el déficit se vaya moderando quiere decir que el presidente puede centrarse en los verdaderos problemas. Y eso es un paso en la buena dirección.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, es profesor de Economía en la Universidad de Princeton.
© New York Times Service, 2013.
Traducción de News Clips.

Amazon se convierte en un banco para sus vendedores

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A Lisa Zerr le urgía conseguir fondos que le permitieran actualizar el inventario de productos para niños que vende su negocio, Yankee Toy Box, para Halloween y la temporada navideña en camino. Sin embargo, un banco negó su solicitud de préstamo.
Entonces, recibió una oferta de un prestamista inesperado: Amazon.comque le extendía un crédito considerando el desempeño de las ventas de Yankee Toy Box en el mercado electrónico.
Jason Grow para The Wall Street Journal
Los pequeños empresarios Kernit y Lisa Zerr encontraron en Amazon los préstamos que les negó un banco.
En vez de elevar su deuda de tarjetas de crédito o vender las cuentas por cobrar de su negocio a una empresa de factoraje, en julio Zerr tomó prestados US$38.000 de Amazon Capital Services Inc., una división del gigante del comercio electrónico, y otros US$13.000 en septiembre.
Con su ingreso a los créditos comerciales, Amazon.com Inc., que tiene 18 años de existencia, busca ayudar a vendedores a obtener efectivo con mayor rapidez que a través de un banco o un prestamista tradicional, indicó un vocero de Amazon.
"Nuestra meta es resolver un problema difícil para los vendedores", agregó.
Amazon no quiso revelar cuántos de los comercios que venden a través de su plataforma han sido invitados a participar en el programa Amazon Lending, añadiendo que la iniciativa recién nació a finales de 2011.
La meta de Amazon Lending, agregó el portavoz, es "servir a vendedores de todos los tamaños" y la iniciativa podría extenderse sus pronto a empresas fuera de Estados Unidos. "Eso es algo que ciertamente evaluaremos", agregó el vocero de Amazon.
Los comerciantes que hablaron con The Wall Street Journal dijeron que recibieron ofertas de préstamos por entre US$1.000 y US$38.000 cada uno, con tasas de interés desde menos de 1% (en el caso de uno) hasta 13,9% (para la mayoría de los que fueron entrevistados). Las tasas de interés de tarjetas de crédito para pequeñas empresas en Estados Unidos normalmente oscilan entre 13% y 19%.
Los que recibieron una propuesta de Amazon Lending fueron coincidentemente empresas con altos volúmenes de ventas a través de ese mercado en línea.
Algunos vendedores, no obstante, cuestionaron la lógica de otorgar a Amazon otra función más que es tan crítica para los negocios independientes.
"Cuando comienzas a deberles dinero, les estás dando más control sobre tu negocio", sostiene Ron Haislip-Hansberry, de Massachusetts. El empresario de 46 años lleva cinco vendiendo libros, juguetes y otros artículos exclusivamente a través de Amazon.com bajo el nombre PZA Books & Toys, y espera ventas de US$250.000 este año.
Haislip-Hansberry no tiene una línea de crédito de un banco ni deuda empresarial pendiente, pero si necesita un préstamos, agregó, acudiría a su cooperativa local.
Al vender a sus propios socios, Amazon se apresta a obtener fuertes rendimientos.
Amazon recibe una comisión de entre 6% y 15% por las ventas realizadas a través de su sitio web. Además, cobra una cuota mensual de membrecía a los vendedores más grandes. Si a través de su programa de préstamos, Amazon puede ayudar a sus socios a incrementar sus ventas, la compañía podría recaudar incluso mayores ingresos en comisiones, aparte del interés que gana por sus préstamos. Además, ya procesa pagos con tarjeta de crédito para la mayoría de los dos millones de vendedores que hacen negocio en su plataforma.
"Amazon sabe exactamente cuánto venden estos comerciantes y cuánto dinero recaudan, porque controlan la información a través del sitio web", anota el analista Andy Hoar de Forrester Research.
Las ventas en Amazon.com representaron entre 9% y 12% de los US$48.000 millones que la compañía registró en ingresos el año pasado, según analistas. Los comerciantes fueron responsables de 40% de las ventas de Amazon.com en el segundo trimestre, comparado con 36% en el primer trimestre, reveló la empresa. En cinco años, la cifra podría elevarse a 55%, de acuerdo con cálculos del banco Wells Fargo .
Muchos de los vendedores también pagan a Amazon por almacenar, empacar y enviar a su nombre mercancía a los clientes. Si incumplen sus pagos, Amazon podría retener su inventario, advierte Jordan Malik, el fundador de FBAFinds.com, un proveedor de mercadería para vendedores en Amazon.com.
"Es como obtener un préstamo para un auto", señala. "Deja de pagar y el banco podría llevarse su auto".
Con la economía estadounidense estancada y la temporada navideña a la vuelta de la esquina, muchos pequeños empresarios que siguen batallando para conseguir créditos bancarios podrían verse tentados a aceptar los préstamos de Amazon. "Utilice estos fondos para comprar inventario e incremente sus ventas en Amazon.com", reza la oferta que la empresa envía por correo electrónico.