Lo peor de la crisis ha pasado, nos dicen banqueros, funcionarios y
políticos nacionales y supranacionales que nunca perdieron un empleo porque
jamás trabajaron en una fábrica o una oficina por un salario que apenas alcanza
para vivir. Con esto, como vimos en el Foro del gran capital en Davos, nos
están diciendo que los planes de austeridad han funcionado, que el creciente
desempleo es parte de la solución y no el problema, que hay que seguir
despidiendo trabajadores y empleados, hacer que el empleo sea más precario para
poder seguir bajando los salarios, acortando las vacaciones, aplastando la
resistencia sindical donde aún existe, cortando las pensiones y programas
sociales, etcétera.
Lo peor ha pasado, nos dicen los directivos de las empresas monopolistas
que en Estados Unidos (EE.UU.) están sentados en un billón 700 mil millones de
dólares, porque no hay donde invertirlos de manera rentable. Y vaya uno a saber
cuán grande es la pila de euros sobre la cual están sentadas las grandes
empresas de la Unión Europea. La crisis ha pasado, pero los problemas concretos
de los pueblos siguen ahí, y se agravan cada vez más.
Esta no es la primera crisis del capitalismo industrial en los
“países avanzados”, en lo que va del siglo 21, en que la recuperación de la economía
real –la producción de bienes y servicios, o sea la riqueza producida
socialmente- no logra restablecer los anteriores niveles de empleo, de
seguridad laboral y de salarios, pero es la primera en la cual el desempleo se
acrecentó de manera brutal y se ha vuelto crónico para millones de
trabajadores, provocando una pauperización de amplios sectores de la sociedad.
Una crisis en la cual la desigualdad de ingresos alcanzó niveles nunca
vistos, y por la cual una gran parte de la nueva generación no tendrá empleos
estables, que vivirá en un mundo de empleos precarios, de salarios miserables y
bajo la amenaza constante del desempleo crónico. La primera generación del
capitalismo industrial que tendrá un nivel de vida y de seguridad social muy
inferior a la de sus padres.
Lo nuevo, si podemos decirlo así, es que en ese mundo de economistas que
han contribuido a formular el oxímoron de la estabilidad financiera en el
contexto de los mercados autorregulados, se manifiestan signos de un
reconocimiento de que el problema central de esta crisis que aún perdura es
quizás estructural, que concierne a la fundamental relación del capital con el
trabajo asalariado, a la reproducción del capital, y que este problema
estructural se agrava con la voracidad de los grandes monopolios y de un
sistema financiero que quieren vivir de la extracción de una renta sobre todas
las actividades económicas y sociales de la humanidad, como veremos.
Primero una parada en Davos
Bajo el titulo “Negación, pánico y dudas en Davos” el editor económico del
diario The Guardian, Larry Elliott, escribía el 23 de enero pasado que en los
últimos cinco años el Foro de Davos tuvo algunos “violentos balanceos de
humor”; primero fue la negación, luego el pánico, más tarde la esperanza de que
lo peor había pasado, y ahora es la persistente preocupación de que este bajón
simplemente no tiene fin.
Lo que crece es el desempleo y la acumulación de riquezas en pocas manos,
lo que baja es el consumo de las masas y las oportunidades de hacer negocios para
los industriales, lo que explica que las empresas estén “sentadas” en billones
de dólares, porque no perciben un crecimiento de la demanda para sus productos
y servicios. El problema, según Elliott, es que los grandes empresarios y
financieros reunidos en Davos están viendo los resultados de las políticas que
promovieron en el pasado: austeridad fiscal, debilitamiento de los sindicatos,
agresivos cortes de personal. En el pasado, agrega, el gasto de las familias
podía apoyarse en un aumento del endeudamiento familiar, pero ahora “los bancos
no quieren prestar y los consumidores no quieren endeudarse. Esta es la receta
para continuar en el letargo económico”.
¿Letargo económico o implantación de una economía rentista a escala
planetaria? Desde hace tiempo el economista estadounidense Michael Hudson viene
alertando que la dominación del capital financiero y de los monopolios ha
sustituido el capitalismo industrial por un “neofeudalismo” que lleva directo a
un régimen de servidumbre (1).
Esto se confirma por lo que el periodista Ryan McCarthy de la agencia
Reuters, en su crónica “A handy guide to Davos-speak” (25 de enero 2013),
escribe sobre esas frases típicas de Davos (La impaciencia por el crecimiento
realmente necesitará de paciencia; No crecimiento, dinero fácil ¿la nueva
normalidad?), señalando que cuando constantemente la elite de Davos habla de un
“plan de crecimiento” o de “restaurar el crecimiento”, lo que están diciendo es
que “ninguno de ellos ve una industria en particular que aumentará el ritmo de
crecimiento para hacerse más ricos. Y que, como resultado, habrá menos trabajos
para el resto de nosotros”.
Y reproduce lo que dijo Ray Dalio, que dirige Bridgewater, el más
importante fondo de cobertura de riesgo (hedge fund): en una economía global
que ha pasado la crisis y está muy endeudada, el crecimiento económico no puede
sustentarse en deuda, como lo fue durante las pasadas décadas. Las economías
están en proceso de desendeudarse, la deuda no aumentará más rápido que los ingresos,
y la manera primaria mediante la cual las grandes económicas pueden crecer es
aumentando la productividad.
McCarthy nos dice que Dalio amplió un poquito lo que quería decir: la gran
conversación en política y economía será sobre cómo extraer más de los
trabajadores –en otras palabras, el crecimiento no vendrá de la próxima
Internet, del próximo auge en el mercado inmobiliario o de cualquier nuevo
activo. Esto significa, dijo Dalio, duras decisiones a tomar sobre cuestiones
como “¿Cuán larga deben ser las vacaciones?, o ¿Qué es una buena vida?”.
Traducido este “lenguaje de Davos” al lenguaje común, según McCarthy, lo que
Dalio está diciendo es particularmente terrible para el resto de nosotros.
Cuando los más exitosos inversores del mundo nos dicen que el crecimiento
económico dependerá de si tomamos o no nuestras vacaciones, es tiempo de
preocuparse.
Entre capitalismo y neofeudalismo
En las conclusiones del citado trabajo de Hudson, el economista
estadounidense explica la dinámica de este proceso: Mientras las economías se
contraen, el sector financiero se enriquece convirtiendo sus títulos o
certificados de deuda –lo que los economistas del siglo 19 llamaban el “capital
ficticio” y que más tarde pasó a llamarse capital financiero-, en apropiación
de la propiedad. Esto hace que una deuda que alcanzó niveles irrealistas,
porque no hay manera de que pueda ser pagada bajo las existentes relaciones de
propiedad y de distribución de los ingresos, se haya convertido en una
pesadilla viviente. Es esto lo que está sucediendo en Europa y es también el
objetivo de la Administración Obama () Esto hará que EE.UU. se parezca a una
Europa arruinada por el creciente desempleo, los declinantes mercados y el
consiguiente síndrome de las adversas consecuencias sociales y políticas
provocado por la guerra de los financieros contra el conjunto que constituye el
trabajo asalariado, la industria y el gobierno.
Poniendo esta tendencia en el contexto de las políticas de los bancos
centrales, que han servido para inflar los mercados bursátiles y recapitalizar
los bancos para que sigan especulando, Hudson apunta que la economía es cada
vez menos y menos la esfera de la producción, del consumo y el empleo, y de más
en más la esfera de creación de crédito para comprar activos, convertir las
ganancias e ingresos en pagos de intereses hasta que la totalidad del superávit
económico y del repertorio de propiedades quede prendado para pagar el servicio
de la deuda. Y más adelante concluye en que la actual tarea de los economistas
es “revivir la clásica distinción entre la riqueza y los elevados ingresos,
ganados o inmerecidos, entre ingresos por ganancia o por renta, y últimamente
entre capitalismo y feudalismo”.
El economista Michael Hudson explica, en el citado trabajo, que la guerra
económica actual no es como la librada hace un siglo entre los trabajadores y
sus empleadores industriales. La finanza se movió para capturar la economía en
toda su amplitud, industria y minería, infraestructura pública (vía la
privatización) y ahora hasta el sistema de educación (la deuda de los
estudiantes por un billón de dólares excede la deuda de tarjetas de crédito en
2012). De lo que se trata es de “endeudar a los gobiernos, lo que da a los
acreedores una palanca para apropiarse de tierras, infraestructuras públicas y
otras propiedades del dominio público. Endeudar las empresas permite que los
acreedores se apropien de los ahorros para la pensión de los empleados. Y
endeudar a los trabajadores significa que ya no será necesario emplear a rompehuelgas
para atacar a los organizadores de sindicatos y a los huelguistas”.
De los “braceros” al “empleo permanentemente temporal”
Por las necesidades de la Segunda Guerra Mundial y las políticas del
New Deal, a partir de los años 40 del siglo pasado la fuerte expansión
económica estadounidense incorporó a millones de trabajadores en empleos
estables en las industrias, mientras que en ciertas ramas de la agricultura se
adoptó –por la estacionalidad que marca la división del trabajo- el “programa
de braceros” para traer a las “granjas” estadounidenses a decenas de miles de
campesinos mexicanos. Estos trabajadores “migrantes” mexicanos fueron
contratados para efectuar “trabajos temporales” en ramas de la agricultura cuya
existencia y rentabilidad dependían de la disposición de una mano de obra
barata, que aceptara ser desplazada territorialmente a merced de las
necesidades de los productores, y quedar excluida de la protección social,
compensaciones por enfermedades, antigüedad, etcétera.
En la misma época, según la socióloga estadounidense Erin Hatton (2) fueron
creadas en EE.UU. empresas dedicadas al alquiler temporal de fuerza laboral
local, en particular femenina. En el blog de “opiniones” del New York Times y
como parte de una serie sobre la desigualdad, Hatton analiza el tema del
“aumento de la permanente economía temporal”, o sea del subempleo o trabajo
temporal, señalando que si los políticos de gobierno se hacen heraldos de la
“creación de empleos”, pocos de ellos hablan del tipo de trabajos que están
siendo creados en EE.UU., país donde según las cifras del censo un tercio de
los adultos que trabajan viven en la pobreza porque no ganan lo suficiente como
para vivir decentemente ellos y sus familias.
Las cifras citadas por Hatton muestran que los salarios de una cuarta parte
de los empleos en EE.UU. son inferiores a la “línea de pobreza” trazada por el
gobierno federal -23 mil 50 dólares anuales- para una familia de cuatro
personas, y agrega que además de ser mal pagados esos empleos son temporales e
inseguros, y que es esta categoría de empleos temporales la que más empleos
proporcionó a la economía estadounidense en los últimos tres años, según los
datos de la American Staffing Association, que representa las diversas
“agencias de reclutamiento” de mano de obra para trabajos temporales.
Es tan amplio el uso del empleo temporal, mal pago e inestable, según la
socióloga, que amenaza con convertirse en la norma. En este análisis Hatton
aborda los orígenes de este tipo de empleo y destaca que en lugar de elevar los
estándares de producción y de calidad de los productos, las empresas
estadounidenses adoptaron la estrategia de bajar los salarios y cortar los
beneficios marginales, de convertir los empleos permanentes en temporales y
contingentes, aplastando a los sindicatos y maquilando o mudando los trabajos.
Todo esto, apunta Hatton, no es motivo de ningún escándalo.
En la segunda parte (¿Qué piensan algunos economistas sobre la crisis y la
realidad actual del capitalismo?), veremos cómo esta realidad se refleja en el
pensamiento y análisis de un creciente número de economistas, y el nacimiento
de una discusión en la cual está presente el pensamiento de Karl Marx.
La Vèrdiere, Francia
Notas
1.- Michael Hudson, The Financial War against
the Economy at Large, 31 diciembre 2012, NakedCapitalism.com
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense