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Carmelo Mesa Lago
económico-sociales y sus efectos (Madrid: Editorial Colibrí, 2012). Considero este libro el más importante entre una treintena que he publicado, porque analiza el proceso de reformas económico- sociales introducidas en Cuba por el Presidente Raúl Castro, las que evalúo como necesarias y las más profundas y mejor orientadas bajo la Revolución. Rodríguez expresa en su conclusión que mi libro “constituye un importante esfuerzo intelectual por interpretar la realidad cubana apoyado en una copiosa información y amplia bibliografía que debemos valorar positivamente más allá de nuestras concordancias o divergencias” (p. 8).2
4. Actualidad de la información. El Preámbulo del libro nota que
la
última información disponible fue del 30 de junio 2012. Rodríguez informa
que “a partir del segundo semestre de 2012
se han adoptado múltiples
medidas que responden a insuficiencias planteadas
en el momento de la redacción del libro”
(p. 7) y cita cuatro de ellas que obviamente no pudieron ser incluidas pues se
aprobaron después de terminado el libro. El proceso de las reformas cubanas es dinámico y continuará; si hubiese esperado a su finalización entonces hubiese
escrito una historia algo aburrida del pasado. Pero había ya bastantes reformas e información para hacer una evaluación
de ellas, actual, interesante y con el ánimo de contribuir a mejorarlas.
Lo importante, que Rodríguez no desarrolla en su reseña, es si esas reformas
que él cita, en alguna forma alteran o invalidan mi análisis y conclusiones. La versión en inglés
del libro, escrita en colaboración con Jorge Pérez-López,
Cuba under Raúl Castro: Assessing
the Reforms (Boulder: Lynne Reinner, junio 2013) incluye
no solo las cuatro reformas enumeradas por Rodríguez sino también otras no
citadas por él, como
la autorización de cooperativas de producción no agrícola y de servicios, y dotar de mayor autonomía a las
UBPC), ratificando el análisis
y las conclusiones de la versión original española.
aunque polémicos, han constituido “un acicate para los estudiosos de la economía en nuestro país” (p. 2).
Carmelo Mesa Lago
El ex Ministro de Economía y Planificación José Luis Rodríguez, autor de muchas obras sobre la
economía cubana, así como uno de los arquitectos de las reformas
económicas del decenio de los
90,1 ha escrito una reseña respetuosa de mi libro, Cuba
en la era de
Raúl Castro:
Reformaseconómico-sociales y sus efectos (Madrid: Editorial Colibrí, 2012). Considero este libro el más importante entre una treintena que he publicado, porque analiza el proceso de reformas económico- sociales introducidas en Cuba por el Presidente Raúl Castro, las que evalúo como necesarias y las más profundas y mejor orientadas bajo la Revolución. Rodríguez expresa en su conclusión que mi libro “constituye un importante esfuerzo intelectual por interpretar la realidad cubana apoyado en una copiosa información y amplia bibliografía que debemos valorar positivamente más allá de nuestras concordancias o divergencias” (p. 8).2
Rodríguez dice que la tarea que me impuse
en el libro “es enorme al tratar
de sintetizar la
evolución de la economía cubana durante
más de cincuenta años”.
En realidad, salvo el primer
capítulo que como necesaria introducción resume dicha historia
en solo treinta
páginas, el libro se
dedica por entero (300 páginas)
a lo ocurrido en 2006-2012 bajo el gobierno
de Raúl: la situación económica interna, las relaciones económicas
internacionales y la política social (con información
completa y nueva de dicho período)
y, principalmente, la descripción de las reformas
y la evaluación
de sus efectos. Solo una cuarta parte de la reseña toca estos temas centrales
y el resto se dedica a
otros, como la ideología en el estudio
de la economía cubana, los antecedentes de nuestros debates,
ciertos pasajes en la evolución de las políticas económicas bajo la Revolución, y la discusión de cálculos en pasadas controversias. Hubiese sido más provechoso que la reseña se concentrase en las reformas de Raúl y que, basado
en su conocimiento y experiencia en reformas económicas, Rodríguez nos hubiese dado su opinión
sobre aquéllas, lo cual podría
haber sido un aporte valioso al tema que es crucial
para Cuba. Así pues, el contenido
y tono de la reseña me arrastra, con pocas ganas, a responder
a algunas críticas marginales pero que juzgo injustas, para después resumir los
temas esenciales que quedaron
fuera en la reseña.
1. Objetividad. Rodríguez expresa que mis “valoraciones críticas se perciben
matizadas y más balanceadas en relación con libros anteriores”, pero afirma que “no es posible tratar de asumir una
postura objetiva en el análisis
[de Cuba], descartando la existencia de una determinada posición ideológica de los autores, fenómeno que se ha expresado en diverso grado en los estudiosos
de Cuba en los Estados Unidos”, y agrega
que “Mesa-Lago no escapa a esa tendencia” (p. 4). Añade que en mis “premisas, análisis
y conclusiones está
presente una determinada posición ideológica que incide en [mis] interpretaciones” (p. 4), la cual la liga a la “vertiente de la ideología burguesa”
de la llamada “cubanología” (nota 1). Pero es obvio que Rodríguez tampoco
puede asumir una postura
objetiva en su análisis de la Revolución, puesto que lo hace desde la perspectiva de la ideología marxista. Por otra parte, calificar
mi ideología como burguesa es superficial y él podría haber sido más
concreto. Mi trabajo
de medio siglo
sobre política social en toda América Latina,
así como varios países
de África, Asia, el Caribe y Europa, se ha caracterizado por una ideología keynesiana, crítica al neoliberalismo
y a las políticas privatizadoras de los organismos financieros internacionales, la
defensa del Estado de Bienestar al estilo de los países escandinavos, y propuestas
de políticas sociales inclusivas y de protección social a los pobres y los grupos
de bajo ingreso.
En el Preámbulo de mi libro (p. 20-21) afirmo que no existe 100% de objetividad en las ciencias
sociales, lo cual cita Rodríguez
y añade mi siguiente
frase: “dentro de lo humanamente posible, he
intentado mantener una posición […] objetiva
en mis estudios, sopesando los aspectos positivos y negativos de la Revolución”, lo que “me ha valido críticas infundadas de los dos extremos del espectro ideológico” (nota 13). Una constante
en más de cien reseñas publicadas
en todo el mundo evaluando mis libros sobre Cuba y política social, ha sido señalar
la objetividad de los mismos, algo
que se reitera en este libro por una docena de científicos sociales prestigiosos de seis países
incluyendo a Cuba. Por ejemplo, Rafael
Hernández: “Al fin una interpretación de los
cambios actuales que parece escrita aquí, documentada, ecuánime,
analítica”. Y Víctor Bulmes-Thomas: “El mundo esperaba un análisis concreto y objetivo del alcance y profundidad [del proceso cubano de reformas]. Ahora lo tenemos gracias
al libro de Mesa-Lago”.
2. Representatividad de autores y publicaciones
cubanos. Mi libro expone
en detalle el trabajo de los economistas cubanos, tanto en sus propuestas de reforma, como en el análisis
de su implementación, así como críticas
con puntos divergentes; creo que es la primera vez que un libro
publicado en el extranjero tiene una colección tan completa
del pensamiento académico cubano sobre las reformas
hechas en el país. Pero Rodríguez
aduce que “el libro se resiente
[…] por no recoger otras opiniones diferentes a las que maneja el autor […] salta
a la vista la ausencia
en la bibliografía […] de muchos trabajos publicados” en tres revistas económicas cubanas (p. 6). Es lógico
que un libro no pueda cubrir toda la bibliografía existente
especialmente si es muy abundante pero, en
vez de simplemente nombrar a los autores,
hubiese sido más relevante
que Rodríguez resumiese los aportes hechos
por ellos al tema
de las reformas y destacar en qué
forma difieren de mi análisis
y conclusiones.
Más aún, de un total de 418 entradas en la bibliografía del libro,
52% son de autores cubanos
residentes en la Isla, así como discursos, estadísticas, legislación y entidades cubanas, sin incluir a los economistas disidentes que también viven allí. Además, entre el texto y la bibliografía, hay 255
referencias a artículos e información publicada
en los principales periódicos y revistas de circulación masiva en Cuba: 170 de Granma,
43 de Juventud Rebelde, 28 de Bohemia y 14 de Trabajadores, sin
contar una docena en Temas. ¿Es
posible argumentar
que esas 255 referencias
son todas favorables
a mi punto de vista?
3. Metodología y documentación. Rodríguez dedica parte de su reseña al primer capítulo que resume la evolución
de las políticas
económico-sociales, caracterizada por ciclos ideológicos (alejándose del mercado)
y pragmáticos (acercándose
al mercado). Critica la metodología que utilizo porque “reduce los procesos históricos a la conducta
y a las acciones de los individuos” lo cual
“introduce una valoración voluntarista que
descalifica muchos asertos” porque “no examina
adecuadamente el contexto histórico
en que ocurren [los cambios]”
(pp. 4-5). De hecho cada uno de los ciclos analiza
no solo el rol de dirigentes como Fidel Castro en la gestación o terminación de los
mismos, sino también el contexto
mundial en que ocurrieron,
o sea, los factores exógenos
positivos o negativos que contribuyeron a los ciclos,
como el papel de la URSS y los Estados Unidos, los
cambios ocurridos en ambos países,
organismos regionales, la Unión
Europea,
y
el
papel
de
Venezuela desde comienzos del siglo XXI. Rodríguez alega que varias de mis afirmaciones “no se sustentan con documentos o soporte factual alguno”, lo cual ignora una nota de pie al comienzo de este
capítulo-resumen que da como fuentes
para toda la información
y metodología, tres de
mis libros previos (dos de los cuales son citados en su reseña)
así como un artículo,
todos los cuales detallan y
fundamentan mi análisis.
Otro ejemplo de la supuesta falta de documentación es mi cuestionamiento del cálculo del PIB cubano con una nueva metodología inventada
por Cuba en 2003 que se apartó del sistema
de las cuentas nacionales
desarrollada por Naciones Unidas y utilizado en todo el mundo. En secciones de libros
y varios artículos técnicos
(uno de ellos citado en la reseña) demostré como la inclusión en el
PIB del valor de los servicios
sociales gratuitos y subsidios de precios resulta en una sobreestimación del PIB. Rodríguez alega que yo desconozco la metodología empleada
para dicho cálculo (la cual no se publicó y sería bueno que él la diera a conocer para contribuir al debate) pero esto no invalida los puntos fundamentales de mi cuestionamiento.
5. Lo que la
reseña no
trató. Ninguno de los temas y
preguntas centrales
del libro son discutidos por Rodríguez, por ejemplo:
1) cuáles reformas han tenido éxito y cuáles no
y las razones;
2) por qué las reformas que están bien orientadas tienen elementos
contradictorios que reducen considerablemente su efectividad (así, para despedir
a 1,8 millones de trabajadores innecesarios en el sector estatal es esencial crear empleo en el sector no estatal, pero este no ha crecido al ritmo
necesario debido a las trabas, regulaciones
e impuestos excesivos que se les impone); 3) cuál es la razón
de ese híbrido que no produce los frutos esperados (yo lo atribuyo
a falta de unidad
en la dirigencia, lo cual Rodríguez
rechaza pero no ofrece su explicación de este fenómeno); 4) por qué las
reformas han sido tan lentas
y ha habido que modificarlas (por ejemplo, dos leyes de usufructo y aunque
la segunda alivia varios defectos
de la primera todavía está lastrada
por problemas y desincentivos); 5) lograrán las reformas, como están diseñadas, resolver los problemas
económico- sociales fundamentales acumulados por medio siglo; y 6) podrá Raúl y los “históricos” conseguir que las reformas
generen resultados substanciales en el período de cinco años que tienen, o habrá que esperar a que la nueva generación de dirigentes los resuelvan.
1 Estas reformas estaban orientadas hacia la descentralización, los incentivos
económicos, el empleo por
cuenta propia, la inversión extranjera
y el uso de algunos mecanismos
de mercado dentro del socialismo.
2 Este es el cuarto intercambio
académico entre nosotros desde 1983 —los dos primeros se publicaron en Cuba
y
en EEUU, como Rodríguez documenta en su reseña y juzga que han sido fructíferos
y que mis trabajos,aunque polémicos, han constituido “un acicate para los estudiosos de la economía en nuestro país” (p. 2).