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Ken Rogoff, el economista de Harvard cuyo trabajo con Carmen Reinhart ha desempeñado un papel fundamental en el debate sobre las políticas de austeridad, escribía recientemente una columna que está estructurada como un argumento en contra de Aquellos que: aquellos que piensan que los problemas de Europa provienen únicamente de una excesiva austeridad, y que todos ellos se resolverían con un poco de keynesianismo. Podría ser útil que mencionara esos nombres, o de lo contrario la gente podría imaginarse que está hablando, pongamos por caso, del economista Martin Wolf o de mí. Pero no puede ser, ¿verdad? Porque ninguno de nosotros – ni, ya puestos, nadie más que se me pueda ocurrir – está defendiendo ese argumento.
Todo el mundo con un poco de sentido común ha sostenido desde el principio que Europa tiene un gran problema debido a su moneda única: los países de la periferia de la eurozona sufrieron un drástico aumento de los costes relativos y de los precios durante los años de bonanza, y el proceso de corregir esa sobrevaloración mediante “la devaluación interna” ha sido extremadamente difícil y doloroso.
Todo el mundo con un poco de sentido común ha sostenido desde el principio que Europa tiene un gran problema debido a su moneda única: los países de la periferia de la eurozona sufrieron un drástico aumento de los costes relativos y de los precios durante los años de bonanza, y el proceso de corregir esa sobrevaloración mediante “la devaluación interna” ha sido extremadamente difícil y doloroso.
El argumento keynesiano explica que hay dos aspectos de la política fiscal que empeoran esta situación intrínsecamente difícil. Uno de ellos es la extrema austeridad que se está imponiendo a los países periféricos; nadie está sugiriendo un estímulo para, por ejemplo, Portugal, pero la pregunta es si un régimen de austeridad menos extremo podría funcionar casi igual de bien a la hora de limitar la deuda mientras se realiza la devaluación interna, y con el efecto de reducir enormemente el coste humano.
El otro es que en cualquier tipo de base paneuropea racional, la austeridad en la periferia de la eurozona debería compensarse, al menos en parte, con un estimulo en los países del núcleo.
Lo que las autoridades han hecho en cambio es aplicar también una austeridad importante en los países del núcleo.
Sin duda alguna, el terrible problema de ajuste al que se enfrentan los países periféricos podría al menos reducirse un tanto si los países del núcleo no estuviesen haciendo esto; una política fiscal menos estricta en los países del núcleo ayudaría directamente a las exportaciones de los países periféricos, y también contribuiría a fomentar, sí, una inflación alemana un poco más elevada, lo que también ayudaría a llevar a cabo la devaluación interna.
Entonces, ¿de qué narices está hablando Rogoff? Ha inventado una clase de hombres de paja que creen que la expansión fiscal por sí sola puede resolver todos los problemas de Europa, y luego usa la afirmación de que es falso – una afirmación que nadie discute – aseverar, o quizás solo insinuar, que con una reducción de la austeridad no se lograría nada.
Esto no es una contribución útil.
© 2013 The New York Times
Traducción de News Clips.