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Hoy en día, leer a los analistas económicos británicos produce tristeza, es decir, tristeza a cualquiera al que le guste creer que las pruebas importan realmente para la política.
En primer lugar, el economista Simon Wren-Lewis, que normalmente es una persona tranquila, está furioso, y con razón: ve que el banco central holandés está exigiendo una mayor austeridad a pesar de que la economía holandesa está deprimida, de que no hay ninguna perspectiva de que se recupere pronto, de que no hay ninguna señal de problemas con la deuda y de que no existe ninguna explicación salvo los tópicos sobre lo malos que son los déficits. Como escribía recientemente Wren-Lewis en su blog, una cosa era que los dirigentes apoyaran el tema de la austeridad hace tres años, cuando no existía una gran cantidad de pruebas sobre los efectos de la austeridad en una economía deprimida, pero continuar con la misma línea antigua teniendo en cuenta todo lo que ha sucedido desde entonces resulta bastante vergonzoso.
En primer lugar, el economista Simon Wren-Lewis, que normalmente es una persona tranquila, está furioso, y con razón: ve que el banco central holandés está exigiendo una mayor austeridad a pesar de que la economía holandesa está deprimida, de que no hay ninguna perspectiva de que se recupere pronto, de que no hay ninguna señal de problemas con la deuda y de que no existe ninguna explicación salvo los tópicos sobre lo malos que son los déficits. Como escribía recientemente Wren-Lewis en su blog, una cosa era que los dirigentes apoyaran el tema de la austeridad hace tres años, cuando no existía una gran cantidad de pruebas sobre los efectos de la austeridad en una economía deprimida, pero continuar con la misma línea antigua teniendo en cuenta todo lo que ha sucedido desde entonces resulta bastante vergonzoso.
Pero también, piensen en el hecho de que Martin Wolf escribió una columna en Financial Times a principios de este mes en la que explicaba que no existe actualmente ningún riesgo de inflación en Europa o en EE UU. Tiene razón, por supuesto, y supongo que lo que oye decir a los legisladores y a otras personas le dice que dicha columna es necesaria. Pero por Dios: ya tuvimos este debate de principio a fin hace cuatro años. Los sospechosos habituales realizaron unas advertencias alarmantes sobre la inflación; los keynesianos y los de la trampa de liquidez como yo insistimos en que todo eso era un error dadas las circunstancias actuales. Y aun así, la gente que advertía sobre la inflación hace cuatro años, y hace tres años, y hace dos años, sigue haciéndolo, y sigue expniendo los mismos argumentos.
¡Y sigue teniendo influencia!
Supongo que no queda otra que seguir machacando.
Pero es desalentador.
© 2013 The New York Times