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Por Oscar Ugarteche
Doscientos años después que terminara la verdad revelada
, en la Edad de la Razón, la humanidad se enfrenta nuevamente a una nueva verdad revelada: el mercado. Si Dios antes era el portador de la verdad y el conocimiento era un obstáculo fácilmente salvable para garantizar que dicha verdad se mantuviera, hoy día es el mercado el portador de la verdad. El mercado es omnipresente y perfecto: todo lo sabe y todo lo puede, habla y escucha, en todo el orbe. El conocimiento, en cambio, no impide que dicha verdad continúe extendiéndose como un dogma. Esa es la función de las teorías neoliberales en lo económico y neo conservadores en lo político que conforman la post modernidad que domina el modo de entender de inicios del siglo XXI. En este campo, la filosofía política va por delante de la experiencia y propone un ordenamiento social inexistente a partir de las relaciones individuales únicamente. No hay intereses de clase, ni nacionales. Solo individuales que deben de ser atendidos de inmediato. La inmediatez es un elemento de esta post modernidad individualista llevada al extremo: la del agente económico aislado y urgido.
Foucault en Sujeto y Poder advierte que el sujeto humano está inmerso en relaciones de producción y de significación y por lo tanto está inmerso en relaciones de poder muy complejas. La interrogante que se plantea es ¿Qué legitima el poder? ¿Cómo se construye el significante del poder? Una vez con una teoría del poder ya se puede aproximar al análisis de la realidad. La búsqueda de Foucault no es la de Weber. No busca la parte institucional del poder sino el cómo opera en las conciencias. Busca el proceso de sometimiento, como se define la norma y lo que está fuera de la norma. Sin ir muy lejos, cómo invade el sentido común y lo transforma. Lo transforma con las ideas que quiere utilizar para someter, dentro de un contexto histórico muy definido: económico y político.
El fascismo y el estalinismo son dos formas patológicas de poder dentro de contextos muy precisos. El poder puede por lo tanto transformarse para someter del modo que encuentra más posible. Toda la discusión es sobre el espacio que se abre para el poder y de qué manera invade y somete al sujeto humano. A pesar de su locura interna, ambas formas usaron las ideas y los procedimientos de nuestra racionalidad política. De esa misma manera, hoy día el mercado ha sometido la razón y la política con el soporte político neoconservador, más próximo al fascismo que al estalinismo, pero lejos de los espacios democráticos en construcción a partir del siglo XVIII. Esto es cierto para Estados Unidos y Gran Bretaña pero también lo es para gran parte de Europa y América latina. La interacción Sociedad-Estado está intermediada por el Mercado, le guste a quien le guste. Todo lo que se aleja de esta interacción es anatema, se aleja del dogma y debe de ser excomulgado: por ejemplo Venezuela, Ecuador, Bolivia, la mala izquierda en palabras de un político neoconservador mexicano que antes fuera del Partido Comunista Mexicano.
Dice Foucault que la palabra racionalidad es peligrosa. No hay que invocar el proceso de la racionalización en general, dice. Y del otro lado, en la teoría económica contemporáneo dominante, en el dogma, la racionalidad es la esencia. Los sujetos son siempre “racionales” y deciden permanentemente sobre lo que optimiza su función de utilidad. El problema con esta aproximación teórica es que niega lo razonable y también lo poco razonable: los impulsos. “Lo quiero y me lo llevo” no es racional, es humano. “Yo regalo” tiene que ver con formas de enlace y no con una función de utilidad- El “Nosotros” en el colectivo más amplio no tiene un lugar en la sociedad actual.
Empero cuando se aprecia el modo como con la progresión del neoliberalismo primero, y la crisis del milenio después, los autoritarismos y las intolerancias van avanzando y se van constituyendo como nuevos sentidos comunes. El torturar en vez de detener; matar en lugar de hacer justicia; deportar en vez de ver mejores condiciones de trabajo; vamos viendo una regresión social sustentada en la división absoluta de la sociedad después del colapso del socialismo real. Sindicatos destrozados en el nombre de la generación de empleo (que no ocurre); universidades publicas devastadas en el nombre de la libre empresa en la era del conocimiento (sin evidencia de éxito); el sujeto político ha dejado de ser ciudadano y ha sido transformado en consumidor. Con salarios deprimidos y la necesidad del consumo inyectada al sentido común, el consumidor se convierte en un deudor inmenso que debe los ingresos del resto de su vida por haber logrado vivir algo más allá de su capacidad. Y esa es la crisis. En medio de economías maduras estancadas, con tasas de crecimiento de la productividad mediocre y altísimo consumo; los consumidores, ex ciudadanos, le deben a la banca, al fisco y al prójimo y se van quedando sin empleo. Ya no siendo ciudadano, no tiene derechos más allá de los de los consumidores. Por esta razón la protesta social se reprime en todo el mundo usando el argumento de “terrorismo” y por lo tanto pueden acabar los líderes de la protesta en la cárcel sin acusación, o como vemos con Assange, sin ni siquiera derecho al asilo diplomático. Para algunos neoconservadores, el derecho de asilo es una perversión legal de los países atrasados.
Los ciudadanos antes tenían derechos que se habían venido construyendo desde la revolución francesa, es decir desde el inicio de la modernidad. Lo que le hace a la modernidad es la igualdad ante la ley y eso tiene que ver con franquicia política y ciudadanía. Por eso progresivamente se incorporaron al voto ciudadano los indios, los analfabetas, los negros y las mujeres en el mundo occidental. En cambio, los consumidores no tienen sino derechos sobre lo que consumen. Los derechos políticos se han ido desvaneciendo al mismo tiempo que se habla de la “democracia” como valor supremo. La democracia es un bien de consumo que se expresa a través de encuestas de opinión de mercado. La arbitrariedad del trato en el paso por los aeropuertos es el mejor ejemplo de esto. El pasaporte errado puede llevar al sujeto a la revisión por drogas y a la deportación, sin ninguna razón; o sencillamente a quedarse parado en la manga del avión esperando alguna decisión arbitraria sobre si tiene o no derecho de paso en ese aeropuerto “internacional”. La apariencia también puede llevar a la muerte, como en el caso de Jean Charles de Menezes, asesinado por las fuerzas de seguridad británicas tras el atentado de Londres del año 2005. Su asesinato, impensable, se transformó en una razón de Estado. “Mato por las dudas”. No hay justicia, no hay detención, no hay reconocimiento de su status de ciudadano de algún país con algún status en el Reino Unido, en este ejemplo. Es un consumidor de color subalterno, fuera de sitio, seguramente desempleado, en un barrio de pocos recursos: un terrorista. Es un excluido duro que no merece ningún respeto como ciudadano, o como ser humano.
Vamos regresando a etapas creídas superadas e imposibles de retorno: de muertes arbitrarias desde el Estado, colocado por encima de la ley. Los musulmanes de hoy en Europa son los judíos de los años 30. Subordinados, maltratados y discriminados son el blanco de la responsabilidad de los efectos de la crisis. Los 150 inmigrantes musulmanes muertos en Alemania, cuyos casos han sido ocultados por la policía y luego ocultada la responsabilidad de la propia policía en los casos es una repetición de nuevo cuño de procesos anteriores de entreguerras. Fenómenos análogos se han visto en Noruega, donde un supremacista mató a decenas de estudiantes porque serán tolerantes en el futuro, en Francia y en España, por nombrar los casos más vistos. Los retrocesos dentro de la política de Estados Unidos; la situación del Vaticano; la política migratoria europea; y la persistencia de una teoría económica que lanzó una trayectoria critica que no puede detener, hace pensar que el poder mutó a un conjunto de actores que tiene que ver con la riqueza de un sector pequeño antes que con el desplazamiento del poder entre un país y otro, entre un hegemón y otro; o entre un conjunto de ideas y otro. El retroceso social, aunado al retroceso político y la persistencia de una crisis de gran magnitud en las economías líderes abren interrogantes sobre los fundamentos filosóficos del poder. ¿La razón?
El papel de la filosofía es impedir que la razón vaya más allá de los límites dados por la experiencia, dice Foucault a propósito de Kant. Kant, de su lado, dice en Qué es la Ilustración:
“La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude!(1)”
El papel del maestro, dice Kant, es restringir el espacio del pupilo y advertirle los peligros de caminar solo en un su búsqueda de la verdad y la razón. Es decir el objeto de la escuela, para Kant, es limitar el conocimiento y canalizar el dogma. No busca más aunque si es un buen maestro, tendrá un espacio donde repite el dogma y otro donde discute sus propias ideas. Eso hace un buen maestro. La mayor parte sin embargo enclavan prejuicios y terminan victimas de esos mismos prejuicios.
La libertad es lo esencial para la búsqueda. Foucault en su ensayo breve titulado igual que el de Kant ¿Qué es la ilustración? desmenuza las posturas del filosofo aleman y plantea el problema del conocimiento y la libertad de conciencia:
“Cabría pensar que no hay en ello nada muy diferente de lo que se entiende, desde el siglo XVI, por la libertad de conciencia: el derecho a pensar como se quiera con tal que se obedezca como sedebe. Ahora bien es aquí donde Kant hace intervenir otra distinción y de una manera bastante sorprendente. Se trata de la distinción entre uso privado y uso público de la razón; Pero a continuación añade que la razón debe ser libre en su uso púbico y sumisa en su uso privado, Lo que es, palabra por palabra, lo contrario de lo que se lIama de ordinario la libertad de conciencia”.
La dificultad e interrogante para Foucault es cuánto espacio tiene el docto para distanciarse del dogma antes de ser anatemizado. Lo que es cierto es que en cuanto docto, el sujeto tiene gravitación sobre la verdad y el dogma. En esa medida además no puede ser frenado. De otro lado, si el cuestionamiento del dogma es lo suficientemente fuerte, ¿Pertenece aún a la congregación de los creyentes?
En los tiempos que corren, donde el dogma económico corre libremente y se advierte sobre los peligros de la enseñanza de ninguna otra cosa que el dogma y se estigmatiza lo que no es dogma, cerrándose escuelas heterodoxas y castigando la enseñanza de marxismo, quizás sea el momento de abrir las puertas a la razón y dejar que fluya en pos de una comprensión de lo que ocurre.
Este pequeño trabajo está dividido en tres partes. El primer capítulo tiene que ver con la naturaleza compleja de la crisis y los aspectos más complejos del lado financiero de esta, terminando con los retos que nos deja. Esto es fruto de una serie de conferencias en Quito, una el año 2008 organizada por la UNESCO dentro del proyecto MOST y la otra en el año 2009 en el Congreso de la República de Ecuador y una tercera vez en la inauguración del año lectivo 2009 en la Escuela Preparatoria 1 de la UNAM en México. El segundo capítulo tiene que ver con la existencia y pervivencia del sistema financiero o si algo cambió esencialmente. Nuestra hipótesis es que hay un cambio y que el sistema dejó de serlo y se transformó en complejo financiero bancario. Esta conferencia fue presentada en las IX Jornadas Monetarias del Banco Central de la República Argentina en Buenos Aires, octubre 1 y 2 del 2012. El capítulo 3 tiene que ver con la concentración del ingreso como el objeto de la política económica en los últimos treinta años y se adelanta sin las discusiones previas correspondientes.
En abstracto el planteo es que la crisis es múltiple, que el complejo financiero ha tomado el control de la marcha económica y del Estado en los Estados Unidos y Gran Bretaña desde los años 80 de manera creciente y que ellos han planteado tanto un sentido común académico como una política macroeconómica cuya finalidad es concentrar el ingreso. El objeto de la política macroeconómica no es estabilizar la macroeconomía, sino concentrar el ingreso, por la evidencia que de manera contundente se presenta desde África hasta Europa en las últimas décadas.
El marco foucaultiano sirve para abrir caminos de comprensión que a su vez den espacio para proponer nuevas lecturas tanto de la crisis como de las razones para la comprensión más amplia de la misma. También sirve para la acción: Conocer es poder.
1) ¡Ten audacia de saber!
- Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA)
www.obela.org
(Texto de Introducción al libro La Gran Mutación. El capitalismo real del siglo XXI. Serie Breviarios, IIEC UNAM, agosto 2013.)