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Por Dr. José Luis Rodríguez*
La economía cubana ha venido
evolucionando bajo una nueva política económica aprobada en el VI Congreso del
PCC, cuyos resultados se han proyectado para materializarse en el marco de una
estrategia dirigida a la creación de condiciones para un desarrollo estable del
país en un período de cinco años.
En realidad, las transformaciones en
la política económica cubana comenzaron en 2007 y se aceleraron en 2009, por lo
que una valoración de la misma abarcaría un período mayor que el contemplado en
este análisis.
En el entorno más cercano y según el Panorama
Económico y Social 2012 de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI),
publicado recientemente, una vez valorados los daños provocados por el huracán
Sandy a finales del año pasado y que –según estimados– tuvieron un costo
superior a 6.900 millones de pesos, la cifra de crecimiento del PIB en 2012
alcanzó un 3 % frente al 3,1 % anunciado previamente en la Asamblea Nacional y
por debajo del 3,4 % planificado para el período, así como del 4,4 % estimado
para el quinquenio.
Este resultado, si bien quedó por
debajo de las expectativas, no representa un déficit insalvable para el
programa de desarrollo previsto, que supone lograr tasas de incremento del PIB
superiores al 6% a mediano plazo.
De momento, el resultado igualó el
crecimiento logrado por la región de América Latina y el Caribe el pasado año,
en medio de una crisis económica internacional que no muestra síntomas de
finalizar y que a todos ha afectado.
Por sectores, hubo igualmente otras
cifras ajustadas.
El desempeño fue negativo en el
sector agropecuario, que decreció 1,2% en 2012 frente a un crecimiento del 2%
informado previamente; se registró una importante desaceleración en la
industria manufacturera, cuyo incremento pasó del 4,4% publicado anteriormente
a 2,3%, y en el transporte y las comunicaciones, que bajó de 5 a 2,8%.
Por otra parte, se destacaron
favorablemente las construcciones, que crecieron un 18% en comparación con el
12,4% reportado, y el comercio interior, que fue de 5,9 a 6,4% en su incremento
anual.
En general, desde 2009 la economía
cubana ha venido escalando muy modestamente en sus niveles de crecimiento,
alcanzando un 2,4% de promedio anual hasta 2012, lo que refleja las enormes
dificultades presentes, las cuales tienen su origen en la crisis económica y
también en deformaciones estructurales internas.
En todo caso, una evaluación
equilibrada del desempeño económico actual del país debe tomar en cuenta que el
proceso de transformaciones emprendido implica profundos cambios en la economía
cubana y especialmente en su sistema de gestión, proceso que supone revalorizar
todo lo que no ha dado resultados y diseñar nuevos procedimientos, lo cual
requiere de la experimentación y toma un tiempo indispensable para no errar.
En ese sentido, uno de los elementos
más complejos por modificar es la necesidad de desarrollar una nueva cultura
económica implícita en lo que se ha denominado como nueva mentalidad, y que
merecerá un análisis más amplio posteriormente.
Frente a estos requerimientos, se
percibe una fuerte presión social por avanzar más rápido, lo cual es lógico si
se valoran las necesidades acumuladas durante los años del período especial.
Sin embargo, algo que no debe pasar
inadvertido es que se ha avanzado notablemente en el ordenamiento de los gastos
y la eficiencia en el uso de los recursos de que dispone el país.
De este modo, medidas en proporción
al PIB, las erogaciones del presupuesto estatal bajaron del 78,1 % en 2008 a
67,4 % en 2011; el saldo fiscal pasó de -6,9 a -3,8 %; la liquidez en manos de
la población se redujo de un 41,5 a un 38,6%, y se lleva a cabo un proceso de
reordenamiento de los servicios sociales básicos para disminuir sus costos sin
afectar las prestaciones indispensables.
No obstante, para ganar elementos que
permitan una valoración más completa del desempeño alcanzado es imprescindible
meditar sobre cuál es el entorno en el que el país debe desenvolverse a fin de
encontrar la base posible del ritmo de las transformaciones previstas.
Algo que a los ojos de la población
cubana no se expresa en toda su dramática dimensión es la escasa disponibilidad
de divisas del país y la compleja situación financiera internacional que hemos
venido enfrentando.
Todas las naciones subdesarrolladas
tienen, por regla general, una elevada dependencia externa, ya que sus recursos
exportables no alcanzan para cubrir los gastos de sus importaciones. Para
salvar la diferencia no queda otra alternativa que acudir a los créditos de los
proveedores y ello da lugar –entre otros factores– a un cierto nivel de deuda
externa.
Cuba no es la excepción, pero su
situación ha sido mucho más tensa a partir del “Período especial” y de la
agudización del bloqueo norteamericano, que hace mucho más difícil obtener
nuevos créditos.
Es por ello que ha pasado a un primer
plano la necesidad de lograr el reequilibrio de la balanza de pagos como
requisito indispensable para un desarrollo estable, que se destaca a corto
plazo como un elemento de alta prioridad.
Esta política supone poner al día los
compromisos para el pago de la deuda externa como premisa esencial que permita
lograr un mayor flujo de recursos financieros destinados al desarrollo,
incluyendo una mayor presencia de la inversión extranjera directa, pues nadie
está dispuesto a prestar si no se le pagan los adeudos anteriores.
En la consecución de esos objetivos
prioritarios también se ha avanzado, ya que se ha conseguido incrementar los
ingresos en divisas mediante un aumento de más de 100 % en el valor de las
exportaciones de bienes entre 2009 y 2012, en tanto las importaciones
aumentaron menos, lo que ha propiciado eliminar el saldo negativo de la balanza
comercial total –incluyendo los servicios– que medido en relación al PIB pasó
de -5 % en 2008 a +3,3 % en 2012.
En otras palabras: el país ha podido
disponer de un volumen relativamente mayor de recursos financieros para hacer
frente a los compromisos internacionales, y ello ha elevado su credibilidad
externa.
En ese sentido, y como parte de las
acciones acometidas, se han alcanzado también avances en el reordenamiento de
los compromisos financieros externos.
En efecto, ya en 2010 se informó
públicamente que se había logrado renegociar dos mil millones en el pago de la
deuda externa; de igual modo, en febrero de 2013 se alcanzó un acuerdo para la
condonación de la deuda con la antigua Unión Soviética por parte de Rusia.
En el entorno exterior habría que
añadir que todavía en 2012 el país tuvo que gastar el 51 % de sus ingresos sólo
para la compra de combustibles y alimentos, cuyos precios se mantuvieron muy
elevados en relación con sus promedios históricos.
Como es lógico, para incrementar los
ingresos por exportaciones se requiere un incremento de la eficiencia económica
mediante un mayor crecimiento de la productividad del trabajo, a lo que
contribuye una reducción gradual del subempleo en el sector estatal, al tiempo
que se reorienta la inversión para favorecer la esfera productiva.
Entre 2009 y 2012 se obtuvo un
discreto crecimiento del 8,1 % en la productividad del trabajo y logró
equilibrarse con el aumento del salario medio, evitando incrementar las
presiones inflacionarias.
Para elevar la productividad son
todavía reducidos los fondos destinados a la inversión, que sólo alcanzan
alrededor del 12 % del PIB, de un requerimiento en torno al 20%, con bajos
niveles de eficiencia en su ejecución, todo lo cual constituye un freno para
alcanzar una productividad más elevada, en medio de un proceso de depresión del
salario real que no se ha recuperado aún.
Puede decirse que los resultados que
se alcanzaron en 2012 desde el punto de vista financiero y de eficiencia
estuvieron en línea con lo que pudiera esperarse de un proceso de cambios que
modificará sustancialmente el sistema de gestión económica del país, creando
condiciones para un desarrollo sostenible, al tiempo que debió enfrentarse una
compleja coyuntura económica internacional y las consecuencias del bloqueo
económico de los Estados Unidos. (Continuará)
*El doctor José Luis Rodríguez es
asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, de La Habana.