Por Sue Shellenbarger
Una amiga a la que admira le acaba de pedir que encabece una actividad de recaudación de fondos. Usted tiene un empleo de tiempo completo y el encargo parece implicar una gran dedicación.
Pero su amiga es una madre que trabaja y está involucrada en el centro de padres de la escuela de sus hijos, hace poco participó en su primera maratón y tiene una vida social muy activa. ¿Por qué no puede usted hacer tantas cosas como ella? ¿Y cómo darse cuenta de que ha asumido demasiados compromisos?
La cantidad adecuada de actividades varía según cada individuo. Lamentablemente, la mayoría de las personas no sabe cuándo alcanza sus límites y es hora de rechazar nuevas labores. Muchos siguen el ejemplo de otros, como un jefe que nunca dice que no a demandas nuevas o un colega que combina carrera y familia como mejor puede.
Aprender a detectar y prestar atención a los signos de advertencia de sobrecarga exige práctica y planificación, según personas que encontraron sus límites por las malas.
Hace seis años, Michael Mawdsley seguía acumulando actividades hasta llegar a trabajar 80 horas semanales, ayudando a criar a sus dos hijos pequeños y colaborando en la junta directiva de un grupo de donación de órganos sin fines de lucro.
El ejecutivo estadounidense afirma que competía para ser percibido como el más trabajólico. "Me gustaba que mi jefe supiera que le había enviado el primer e-mail de la mañana y el último del día", reconoce.
Además de sufrir de insomnio y problemas estomacales, se volvió impaciente con los empleados. Cuando su jefe le advirtió que podría perder su empleo si no mejoraba su trato, finalmente se dio cuenta de que estaba "en el límite", asegura.
Asesorado por un entrenador, delegó tareas administrativas y redujo sus horas de trabajo semanal a 50. Se tomó más tiempo para escuchar a sus subordinados y estar en casa con su esposa e hijos.
"Estoy más consciente cuando tomo demasiadas responsabilidades", indica. Cuando nota señales tempranas de sobrecarga, como fatiga, respiración rápida o tensión en sus hombros, se dice a sí mismo que ya llegó al punto máximo y deja tiempo para dormir más o tener momentos de esparcimiento. Desde entonces, fue ascendido dos veces.
La capacidad de cada persona de manejar múltiples tareas y actividades está formada por la genética y las primeras experiencias, explica Amit Sood, profesor de la Escuela de Medicina de la Clínica Mayo, en Rochester, en el estado de Minnesota.
Algunas personas heredan la tendencia a ser más susceptibles al estrés y la sobrecarga. Quienes reciben muchos cuidados y calidez de pequeños y experimentan una adversidad temprana sólo suficiente para desarrollar adaptabilidad pero no demasiado, suelen estar mejor capacitados para hacer frente a estas situaciones, dice Sood.
La personalidad también juega un papel destacado. El altruismo es un rasgo que ayuda a las personas a dar un sentido a sus labores y actividades, y les permite hacer más sin sufrir efectos negativos, sostiene Sood.
En cambio, la gente con un carácter neurótico, que es más propensa a experimentar emociones negativas como ansiedad e ira, suele tener más tensión al combinar distintos roles, según un estudio de 2012 publicado en la revista especializada Journal of Vocational Behavior.
Cali Yost estima que 15% de los empleados de las cientos de empresas donde ha realizado sesiones de capacitación logran manejar largas listas de tareas sin mayores inconvenientes. Estas personas que se fijan metas altas, que ella llama "talentos naturales", suelen tener un solo calendario para todas sus actividades laborales, familiares, personales y de la comunidad, ya que esto los ayuda a ver el panorama más general y no olvidar sus compromisos.
No obstante, pocas personas tienen una buena comprensión de su capacidad para manejar tareas y actividades múltiples. Cuando se sobrecargan, lo primero que nota la mayoría de la gente es que "las pelotas comienzan a caer," dice Yost. "No pasas a buscar a tu hijo, u olvidas una llamada con un cliente".
Otros síntomas iniciales de sobrecarga pueden incluir insomnio, enfermedades menores, un alza de la presión o dolores frecuentes. Las señales emocionales incluyen irritabilidad y ansiedad. Las relaciones y la vida social se suelen deteriorar.
La sobrecarga también tiene consecuencias cognitivas, al afectar la memoria y la concentración. Puede resultar difícil apartarse del trabajo y relajarse, lo cual inicia una espiral descendente de fatiga y pérdida del tiempo, según un estudio publicado en en el International Journal of Stress Management.
Marguerite Samms se sintió sobrepasada en 2007, cuando trabajaba hasta 12 horas al día mientras criaba cuatro hijos, de entre 5 y 11 años. Ansiosa y agotada, "ya no podía tomar decisiones inteligentes", señala. "Sentía que cosas pequeñas me superaban". Durante una reunión con su jefe no supo que decir. "Lo único que salió de mi boca fue renunció", recuerda. Su jefe le dio licencia por dos semanas y le redujo su carga laboral, dice la ejecutiva de una empresa de salud. Desde entonces, Samms ha aprendido a detectar señales de sobrecarga y ha formado un grupo de amigos y colegas que la ayuda a monitorear cómo gasta su tiempo y energía.
En una aparente paradoja, algunas personas aprenden a mantener el equilibrio adecuado al sumar a su lista de tareas una actividad que disfrutan. Eso puede energizarlos y darles la perspectiva necesaria para dejar de lado actividades que no son divertidas, dice Pat Mathews, un asesor de liderazgo.
Amy Rupert, directora general de aprendizaje en Chicago de la firma de asesoría Coaching Out of the Box, le recomendó a un cliente que pasará 15 minutos más en la ducha todos los días. "Era lo único que podía realizar en un comienzo", relata. Rupert les aconseja a sus clientes hacerse una pregunta antes de asumir una nueva tarea: "si acepto, ¿a qué cosas renuncio?".
Rachel Davidson pone su límite en perder horas de sueño. Necesita siete horas por noche, dice la directora de una fundación y ex jueza, que vive en Nueva York. Con los años, aprendió a rechazar solicitudes de participar en comités y hacer trabajo voluntario. Cada vez que le proponen una nueva actividad, se pregunta: "Esto significa dos horas menos de sueño. ¿Vale la pena?".