Por René Tamayo
El costo de los productos que la familia cubana adquiere en los mercados agropecuarios continúa subiendo; sin embargo, en el primer semestre de 2014 el comportamiento de esos precios, a nivel de país, quedó, como tendencia, por debajo del ritmo que llevaban años atrás.
Somos testigos de una desaceleración de precios con visos estructurales. Con capacidad de permanecer en el tiempo a menos que afrontemos eventos climáticos extremos, otro tipo de desastre natural o situaciones negativas de diferente índole.
La ralentización en esos gastos en el primer semestre fue consecuencia, en primer lugar, del incremento en 17,6 por ciento del índice de volumen de la producción agropecuaria (excluye caña de azúcar y patios y parcelas) entre enero y junio último con respecto a similar período anterior, según cifras preliminares de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Lo interesante de ese fortalecimiento fue su disparidad. Como mismo unos cultivos subieron —el plátano, las hortalizas y los tubérculos y raíces, excluyendo la papa—; otros cayeron, como el tomate, la cebolla, el pimiento y los cítricos. Eso lo convierte en un hecho normal, no sorpresivo. Lógico y reproducible. Unas producciones suben; otras bajan. Es la dinámica.
En mi criterio, el progreso en el sector fue resultado —además de no tener ciclones en 2013— de la maduración de las políticas que se han y están aplicando como parte de la actualización del modelo económico.
Pero ojo. El año agrícola no mostrará, de conjunto, un despegue tan elevado como la etapa enero-junio. En el último semestre, cuando de recogida de frutos del campo hablamos, los números caen. Con septiembre empezó la campaña de frío. Ahora lo que más se hace es sembrar.
Las cosechas de los cultivos de ciclo corto deben empezar a llenar tarimas —poco a poco— a finales de noviembre. No obstante, albergo la esperanza de que en los dos primeros meses del otoño el agromercado sea soportable. Que se comporte parecido a la temporada más caliente del verano, cuando al menos en La Habana hubo un relativo abastecimiento si lo comparamos con otras vacaciones estivales. Más caro, pero ahí estuvo.
Aunque pinta feo si nos guiamos por lo que está pasando con el tomate, escaso y caro al natural —normal en estos meses—, e imposible en conservas de puré o pasta de fabricación nacional —al menos el que yo compro porque me da confianza—. Pero mantendré el optimismo.
Como ya dijimos, la producción de cebolla y tomate cayó más del diez por ciento en el primer semestre. Y ahora es que se empiezan a sembrar de nuevo los campos. Los precios en lo que resta de año, cuando la producción es menor, están y seguirán subiendo. Y no solo de la cebolla se trata; un ramo de cebollino en La Habana ya está entre diez y 12 pesos, lo nunca visto. Ambas hortalizas confirman nuestras afirmaciones. La primera respuesta a los precios está en el campo.
Y a propósito del puré y la pasta de tomate. Revise cuando lo recibe. Asegúrese de su originalidad. Las adulteraciones están muy sofisticadas. Hasta con latas presurizadas lo estafan. En vez de tomate en puré o pasta, le pueden estar timando con una argamasa de calabaza, colorantes, sal, «cuadritos» saborizantes, y aspirinas como «ácido cítrico» para conservar.
Vianda con carne
En el primer semestre de 2014 la cotización promedio de la tonelada mixta de productos agrícolas y cárnicos en el mercado agropecuario se desaceleró. Según nuestros cálculos, en las tres principales formas de comercialización (la estatal —MAE—, los puntos de venta, y los mercados de oferta y demanda —MAOD), las tarifas subieron cuatro por ciento con respecto a igual período anterior.
El precio promedio de una tonelada de rubros agrícolas (indicador aplicable de forma idéntica a una libra cuando hablamos en términos porcentuales) se encareció 2,8 por ciento con relación al primer semestre de 2013, temporada en que el agromercado se puso «letal»: el valor de estos productos subió 21,7 por ciento con respecto a igual período de 2011 (no encontramos en el sitio www.onei.cu la publicación correspondiente a 2012).
La cesta agrícola contiene viandas, hortalizas, arroz, maíz —en grano, tierno molido y mazorca—, granos, cítricos y frutas no cítricas, según metodología de la ONEI, cuya serie Ventas en el mercado agropecuario, correspondiente al período enero-junio 2006-2014 es la base para nuestros estimados.
A nivel nacional la cotización promedio de la tonelada cárnica, en tanto, disminuyó 12,3 por ciento. Esta cesta la componen el cerdo —en pie, en piezas, asado, derivados y manteca—; el ovino/caprino —en pie y sacrificado—; las aves —en pie y sacrificadas— y otras carnes.
¿Y cómo es posible que si la tasa de la cesta agrícola subió 2,8 por ciento y la de la cárnica cayó 12,3 por ciento, el precio promedio de la tonelada mixta muestre un crecimiento de cuatro por ciento? Al incorporar al valor de la tonelada agrícola el de la cárnica, el precio conjunto crece.
Hay, empero, otras maneras de mirar el asunto. Si bien en el primer semestre de 2014 en los MAE, los puntos de venta y los MAOD el precio promedio de la canasta agrícola y cárnica tuvo ese comportamiento, el grupo de los 15 productos más vendidos aportó un elemento más negativo.
Quizá este dato acerque mejor al lector a la realidad. El precio de esta cesta creció en la etapa que estamos analizando 7,2 por ciento con respecto a igual período anterior. No obstante, esa cotización estuvo por debajo de los estimados para los primeros semestres de 2013 y 2012, cuando el incremento de precios anduvo sobre el 20 por ciento.
Los 15..., una de las tablas de la ONEI hasta 2011 en sus ediciones Ventas en el mercado agropecuario..., agrupa los principales componentes de la mesa cubana. No por gusto representan alrededor del 70 por ciento de la facturación en estos espacios. La componen arroz y granos; cerdo en pieza, carne de carnero y de chivo, aves; papa, boniato, plátano y calabaza; ajo y cebolla; tomate y col; y naranja y frutabomba.
¿Y la carne vale menos?
La caída en el precio promedio de la tonelada de carne ya se había verificado en enero-junio de 2013, cuando las tarifas se contrajeron 4,2 por ciento con respecto a la etapa de 2011.
Para quienes van al mercado y la libra de bistec cada día es más cara, insisto —como en el otro artículo— en que el valor promedio de la carne no distingue ni en piezas —bistec, recorte, derivados, manteca, hueso—, ni entre Miramar o Mantilla, Pilón o Guamuta. Es una sumatoria nacional. Solo da tendencias.
¿Y por qué bajó tanto el precio de la carne en el agromercado? Primero, por lo primero. Porque creció la producción nacional y también —como efecto— la oferta en las placitas, en específico el puerco, cuya carne y derivados son los más vendidos y demandados en estos escenarios.
En el primer semestre de 2014 la entrega a sacrificio de cerdo en pie a los diferentes destinos ascendió a 97 900 toneladas (en números redondos). Subió 11,6 por ciento con respecto a enero-junio de 2013, cuando la producción ya había aumentado 25,8 por ciento en comparación con el período precedente.
El 2012 no solo tuvo un mal primer semestre, sino también el año: los porcicultores enviaron a matadero casi 11 por ciento menos que en 2011, según consta en la colección digital Sector agropecuario. Indicadores seleccionados, de la ONEI.
Como mismo la entrega de puercos a sacrificio creció, sus ventas en físico en los MAE, los puntos de venta y los MAOD también fueron para arriba. Entre enero y junio de 2014 se pusieron en anaquel 3 407,4 toneladas en las variantes de en pie, en piezas, asado, derivados y manteca.
La oferta creció 42 por ciento con respecto al primer semestre de 2013, cuando mostró una discreta escalada de 3,2 puntos, un ascenso ligero pero propicio, tomando en cuenta que en 2011 —y al parecer en 2012— el cochino «se perdió» del agro.
La segunda respuesta a la caída en el precio promedio de las carnes está en que tales comercios no son la principal fuente de abasto de la población. Antes están la libreta, las tiendas recaudadoras de divisas, el mercado paralelo de Comercio Interior y otras opciones. Como no hay pescado, lo que más comemos —cuando carne hay— es pollo, menos cara que las demás... Y picadillo, mucho picadillo, sea el que haya en la shopping.
Una tercera interpretación sobre la «rara» caída de los precios de la carne en el mercado agropecuario está en que no reciben tanta presión por parte de las formas no estatales de gestión gastronómica. Creo que compran, pero no «tantooo».
No me parece que el cuentapropista que vende pan con bistec busque el puerco en el agro, a menos que tenga una emergencia. Se lo agencia por otras vías, sacrificados o en pie. Y el resto de las carnes pueden preferir adquirirlo en el mercado paralelo en CUC o CUP, donde el suministro es más estable, tiene refrigeración y la certificación sanitaria es menos discutible —incluidos vales de compra para mostrarlos a los inspectores...
Bajarán, ¿pero cómo?
Los precios en el mercado agropecuario tienen que bajar. Eso está escrito. Números más números menos de la ONEI, cuentas más o menos del periodista, lo relevante de las estadísticas son las tendencias que dan. Variables para hacer pronósticos.
A medida que maduran las políticas de actualización para el sector agropecuario y la comercialización —y no nos afecten episodios climáticos, económicos u otros—, los precios se deslizarán a la baja, mas solo hasta un punto.
Sin embargo, no creo que será exactamente como imaginamos. En mi criterio, lo que hoy cuesta cinco pesos no valdrá necesariamente dos. Nominalmente la disminución de las tarifas estará lejos de estridencias. De la gran mengua que esperamos.
Las medidas para reducir al mínimo necesario los subsidios —política dirigida también a la construcción de una sociedad próspera y sostenible; a no hipotecar nuestro futuro y el de las nuevas generaciones— están impactando a los agricultores estatales, cooperativos y privados con un encarecimiento, por ejemplo, de los insumos. Eso irá a las tablillas de la tarima.
Añado que el costo de producción de un rubro agropecuario es mucho más que cuánto gastó el agricultor hasta que lo montó al camión. Hay toda una cadena de valor que invierte en el proceso e incorpora agregados. Sí, comienza con la preparación de la tierra y concluye con usted y su jaba rumbo a casa, pero por el medio se requirieron transporte, beneficios, almacenamiento, gestión comercial... Eso también va al precio minorista.
No hay ninguna señal de que los costos en que incurre la cadena de valor —desde que se alista el surco para echar la semilla hasta que el producto llega a las placitas— vayan a aminorar. Todo lo contrario. La economía del país así lo reclama.
Al mismo tiempo, la tendencia es que los precios internacionales de maquinaria, insumos, pienso y combustible sigan subiendo. Y continuarán, según ha dicho la misma Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), independientemente de que en algún período bajen algo.
Panorama nada alentador que es más duro para Cuba, víctima de un férreo bloqueo que le impide hasta acceder a créditos de terceros, incluidas instituciones financieras internacionales.
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Los precios en el agro disminuirán. Pero nadie espere que lo que hoy vale tres pesos mañana va a costar 80 centavos. La verdadera caída vendrá por vía real, no por la nominal —es decir, por una revalorización del poder adquisitivo del peso MN.
En mi opinión, este aminoramiento será por la combinación de un aumento de los ingresos monetarios de la población y una ralentización en el ritmo de crecimiento de los precios debido al incremento de la producción agropecuaria.
De otra manera: los precios bajarán cuando la familia tenga más dinero para ir al agromercado y a su vez los productos le cuesten menos si compara el porcentaje de los ingresos mensuales que antes dejaba allí y el que ahora se ahorraría.
Y no es que eso va a pasar en algún momento; ya está ocurriendo. El beneficio no es mayoritario, pero está en marcha.
Sobre la desaceleración de precios argumentan estos artículos, aunque la mayoría de los cubanos discrepen de mí. A la desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios en el agromercado debe seguirle la detención de la marcha, y luego el retroceso.
Sobre el incremento de los ingresos de la población, tres datos: 1) la implementación de nuevas formas de pago en el sector empresarial; 2) el impulso al trabajo por cuenta propia y las cooperativas no agropecuarias —que están engrosando sustancialmente los ingresos monetarios de las casi 500 000 personas que ahí se emplean—; y 3) el incremento de los salarios en la Salud Pública.
Son tres ejemplos palpables que arrojan luz sobre el futuro cercano de los ingresos monetarios en el sector estatal, tanto empresarial como presupuestado, y en el no estatal.
Todavía no nos hemos beneficiado la mayoría. Pero es el rumbo, incluido para quienes están acogidos a la Seguridad Social. No es una hipótesis. En los discursos oficiales abundan las señas al respecto. Sí, el «rumbo» está siendo demasiado lento para nuestro gusto y urgencias, pero es un buen camino.
Ambos procesos, mejora en los ingresos y desaceleración —y luego caída real— de los precios en el mercado agropecuario como consecuencia de una subida en la producción y la productividad, ya están ahí. Reitero, no como quisiéramos, pero están.
Pienso que es la ruta. Diverjo, empero, de quienes consideran que la solución está en un incremento del poder adquisitivo del peso cubano (MN, CUP). Creo que no es lo recomendable.
No hay ninguna señal que indique que la producción y el mercado están en capacidad de soportar una disminución drástica en el valor nominal de la oferta. Una reducción de los precios ajena a ellos no beneficiaría a la mayoría de la población, sino a los sectores minoritarios, con mayor poder adquisitivo.
De producirse una situación así (tampoco hay nada que señale que vaya a suceder), sería como poner un cake a la puerta del colegio. Los productos agropecuarios apenas durarían unas jornadas. ¿Después? Después no habría de dónde sacarlos...
Oro parece, plátano es
Mucho se debate sobre la cuestión de los precios. Especulación, tarifas monopólicas, acuerdos tácitos entre vendedores. Que el Gobierno debería toparlo todo. Que si los agricultores privados ya están sobrados con lo que hoy producen...
El comportamiento de los precios en el mercado agropecuario es una realidad compleja en la que confluyen muchas condicionantes: producción, comercialización, socio-psicología del comerciante, ingresos de la familia cubana, políticas nacionales, situaciones territoriales...
Una historia basada en hechos reales, a la que le agregamos mucha ficción —pero en ningún momento con espíritu crítico—, puede ilustrar algunas de esas complejidades.
Una empresa X, que en el primer semestre tuvo una soberbia producción de plátano, pero no pudo venderla toda a través de los mecanismos de contratación o las salidas tradicionales que tiene al mercado, decidió que, antes de perder parte de la cosecha o arrojarla a las cochiqueras, sería muy bienvenida en otras provincias, además de que podían bajar los precios.
Cargaron varios camiones de la buena vianda y los mandaron para La Habana. Vueltas y vueltas por la capital y ningún vendedor se la quiso comprar. Sin perder el optimismo, enviaron sus camiones para otras provincias. Y rueda que rueda... hasta que llegaron a Oriente. La feliz caravana pasó por Granma, Santiago, Holguín. Y nada. También tuvo que virar.
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El 25 de noviembre de 2012 entró y salió por territorios orientales el huracán Sandy. Santiago de Cuba y Holguín fueron los más afectados. En la agricultura, el ciclón provocó millonarias pérdidas inmediatas, y también a posteriori, porque las plantas son un organismo vivo y requieren de tiempo.
En el primer trimestre de 2013 la producción de viandas en Santiago de Cuba solo llegó al 27,7 por ciento de lo cosechado entre enero-marzo de 2012, mientras que Holguín apenas pudo alcanzar la mitad, según la publicación Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-marzo de 2013, de la ONEI.
El impacto sobre el plátano fue peor. En Santiago apenas se recogieron 2 300 toneladas, el 8,7 por ciento de lo acopiado entre enero y marzo de 2012, y en Holguín 3 600 toneladas, el 23,3 por ciento de lo cosechado en el trimestre de referencia.
Colegimos que las plantaciones de plátano fueron muy dañadas por Sandy. No disponemos de estadísticas sobre el comportamiento del rubro en el primer trimestre de 2014. La publicación respectiva de la ONEI careció esta vez de esas tablas provinciales. Sin embargo, según la producción nacional —que en enero/marzo subió 48,4 por ciento—, inferimos que en Santiago de Cuba y Holguín el plátano volvió a parir con gusto.
Las plantaciones de esta vianda requieren alrededor de un año para empezar a producir. Restablecerlas en dos provincias tras un huracán supone millonarios gastos. Lo más probable es que en 2014 los productores de Santiago y Holguín empezaran a recuperar la inversión y estuvieran apretados por las deudas.
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Ahora coloquemos a nuestra buena empresa en algún lugar del país que tenga buenas tierras, agua y por donde hace algunos años no pasa un ciclón. Supongamos que hubiera podido vender sus plátanos en Holguín y Santiago de Cuba, y a mucho menor precio que el de los productores locales... Y el año que viene retorna para oriente. Y la gente de la ciudad contenta.
Los productores locales, que antes debieron trabajar duro para recuperarse del desastre natural, entonces deciden que si la buena empresa ya resolvió lo del plátano en la región, es mejor sembrar ñame... Un año más arriba, pasa un ciclón por encima de la buena empresa y los productores locales solo tienen ñame... Oriente se quedó sin plátano, o su gente lo va a tener que pagar como oro, aunque ni plata sea.
El que la empresa no haya podido vender su vianda extra en el primer semestre de 2014 en otros lugares del país tiene una lógica. Quizá no sea la escogida para el relato de ficción; tampoco todas las provincias tienen los mismos dilemas.
Sirva para ilustrar que el tema de los precios pasa por cuestiones objetivas. Su disminución en el mercado agropecuario no puede depender de inocentes buenas voluntades o quijotescos altruismos. Lejos estoy de promover que autoridades locales impongan un proteccionismo ciego a favor de los productores de sus provincias o municipios. Pero tampoco me parece correcto que criterios simples generen desequilibrios.
Plátano pintón
¿La empresa de la historia debe perder para satisfacer los «misterios» del mercado? ¿Los consumidores tenemos que sacrificar nuestros modestos ingresos por el «bien del mercado»?
Primera pregunta. En el escenario preferible, y no probable sino real, de un paulatino crecimiento del sector agropecuario, los productores, sean empresas, cooperativas o particulares deben crear resiliencia para situaciones de ese tipo.
Echarles vianda a los puercos no necesariamente constituye una pérdida. A punta de papel y lápiz, si la conversión de viandas a carne es rentable, no hay merma sino ganancia.
Y si carece de cerdos o la cuenta no le da, está la alternativa de la industrialización. Un ejemplo burlesco, en La Habana ya está sobresaturada —frente a teatros, cines, en el Malecón, en días de fiestas populares y carnavales— la venta de mariquitas, pero son de harina. Usted no encuentra por ningún lado a la exquisita, original, chicharrita de plátano.
Sobre la segunda pregunta. Lo que sí es firme e inamovible respecto al mercado es que los vendedores buscan maximizar la ganancia. Como mismo el comprador intentará gastar lo menos posible, el comerciante tratará de ganar todo lo que pueda.
Un ejemplo: ahora está de moda vender plátanos amarillos —no digo maduros, sospecho que a muchos les echan maduradores— al «buen estilo» de los comercios de otros países. El plátano fruta «amarillo» cuesta un peso; el vianda, dos, dos y 50, tres, cinco... según sea su tamaño y el mercado donde se vende.
En el primer semestre de 2014 la producción de plátano (excluyendo patios y parcelas, donde hay a tutiplén) creció 44,7 por ciento con relación a enero-junio de 2013. La oferta conjunta en físico en los MAE, los puntos de venta y los MAOD subió 51,3 por ciento; y el valor promedio de la tonelada en ellos cayó 12,6 puntos, para un precio por libra de 90 centavos.
Para empezar, estaría bien decirles a los comerciantes —sin discutir, solo comprando o dejando de comprar— que no estamos para plátano pintón. Compremos la mano verde, y que se madure en casa. ¿Y qué piensan de todo esto los comerciantes y los productores? De eso estaremos hablando con ellos, en una nueva investigación que ya empezamos a alistar.