Por Carlos Fermín
Si bien se consideran fuentes verdes, limpias y amigables con el Medio Ambiente, el uso de las energías alternativas a escala global sigue siendo un gran dilema, para los ciudadanos que coexisten en la vertiginosa Sociedad Moderna. Ellos viven presos en un cortocircuito generado por el abuso del consumo eléctrico, que se niega a emprender un cambio de mentalidad ecológica a favor del saturado planeta Tierra.
En tal sentido, las energías renovables representan una opción de crecimiento endógeno para los pueblos, debido a que se obtienen de fuentes virtualmente inagotables, las cuales poseen un mínimo grado de contaminación ambiental, y son capaces de regenerarse por obra y gracia de nuestra querida Pachamama. Vemos que el astro rey regala la potencialidad de la energía solar, la fuerza del viento se canaliza a través de la energía eólica, el abrasante calor interior de la Tierra se dosifica en la energía geotérmica, las ancestrales corrientes de agua se transforman en energía hidráulica, los residuos orgánicos de especies animales y vegetales se clarifican en energía de biomasa, y con un toque de suerte nos sumergimos en las profundidades de la energía maremotérmica, undimotriz y mareomotriz.
Pese a ello nos preguntamos ¿Cuán cerca o lejos estamos de vivir en un Mundo que se encienda con los fusibles conservacionistas de la Naturaleza? Parece que las energías renovables son vistas como extravagancias del Nuevo Milenio, como inventos que no despegan de un laboratorio científico, y como imaginarias historietas que escapan de la vida real. Por desgracia, el desarrollo ecológicamente sostenible y sustentable alcanzado en las localidades de Burlington, Malmö, Reikiavik, Múnich, Singapur y Adelaida, contrasta con el caos ambiental urbano visualizado en Texas, Beijing, Norilsk, Sumgait, Nueva Delhi, Kabwe, Bajos de Haina, Yakarta, Los Ángeles y Johannesburgo.
Luce difícil extrapolar las promesas 100% verdes que nacen en Masdar, Tianjin y Vancouver, que no dejan de ser simples destellos de esperanza en un planeta cegado en su propia retaliación. Es consabido que el monumental uso de energía eléctrica a nivel doméstico e industrial, rebasa los linderos de la sensatez humana, y prende los motores de una sistemática violencia ambiental, que produce desde repentinas fallas de voltaje, hasta continuos apagones llenos de pánico y molestia a lo largo de las ciudades que habitamos.
El descomunal consumo de electricidad per cápita que sacude los kilovatios por hora de EEUU, China, España, Rusia, Brasil, Japón, México, Corea del Sur y Francia, ayuda a que la miseria por hora se incremente en la penumbra de Haití, Uganda, Mali, Burundi y Tanzania. En Latinoamérica, se observa que Venezuela es el país con la mayor generación y el más alto consumo de energía eléctrica per cápita a nivel subcontinental, debido a que los habitantes del caluroso estado Zulia llegan a sobrepasar en ocasiones los 3000 megavatios, y su capital Maracaibo, es una de las ciudades con mayor demanda de electricidad en toda la geografía latinoamericana, uniéndose a la nefasta Cultura del Derroche que exhibe Sao Paulo, Ciudad de México, Buenos Aires, San José, Santiago de Chile, Bogotá y Ciudad de Panamá.
Además, es un secreto a voces que la exagerada quema de combustibles fósiles (carbón, gas natural, petróleo), forma parte del gigantesco incendio eléctrico requerido para alumbrar, transportar y alimentar a las criaturas engendradas por la Humanidad, que nunca se acuerdan de apagar el sagrado switch rojo que acabe con la pesadilla ambiental vislumbrada. Mientras más industrializamos el azulado cielo de Gaia, más lo vamos transformando en un brillante firmamento amarillo, que no se cansa de inhalar dióxido de carbono, de recalentar los confines del suelo Ártico, y de talar los legendarios bosques de la nublada Amazonía.
Dicen que para el año 2050 más del 50% de la potencia eléctrica del Mundo, estará controlada por la asombrosa energía solar. Pero, ¿A qué países y a qué ciudadanos van dirigidas esas grandiosas promesas de cambio? No olvidemos que en la actualidad existen más de 1300 millones de personas sin acceso a la electricidad, viviendo en condiciones infrahumanas por la codiciada anarquía del resto de la población global. Nos seguimos preguntando ¿Será que el efecto Tesla podrá transmitir agua, luz y gas a los sobrevivientes del ensangrentado belicismo contemporáneo? Es muy fácil ser clarividente desde afuera, cuando las cenizas del genocidio se queman por dentro.
Sin embargo, nunca es demasiado tarde para salir de la oscuridad taciturna y ver la luz de un resplandeciente girasol en el horizonte. El rechazo a las energías renovables, supera la falta de inversión económica por parte de los gobiernos de turno, la carencia de una verdadera infraestructura estatal que permita viabilizar los proyectos en manos del sector productivo, y la ausencia de conocimiento generalizado sobre las ventajas de estimar la tecnología ambiental. Creemos que los problemas socio-ambientales que impiden la diversificación de las fuentes de energía, se evidencian por tres grandes factores que a continuación explicaremos.
El primero, se refiere a la negativa de la colectividad en practicar la Eficiencia Energética, ya que los consumidores compran, enchufan y prenden una serie de electrodomésticos y equipos electrónicos, que nacen del egoísmo en poder comprar ese aparato que otros no pueden pagar. De allí surge la autocomplacencia en los individuos, que mantienen encendidas por capricho las bombillas incandescentes, el televisor, la computadora, la estufa, el freezer, la lavadora, la nevera, el reproductor DVD, la consola de videojuegos, el aire acondicionado y los cargadores que renuevan la pila de los dispositivos móviles. Tarde o temprano, las personas se convierten en máquinas indiferentes ante la crisis ambiental que sufre el entorno, y lo peor es que NO asocian esa terrible situación, con el abismal cobro por consumo eléctrico reflejado cada mes en el infalible recibo impreso, que obliga a gastar fuertes sumas de dinero para cancelar la deuda.
Esa venda en los ojos, es creada por el híper-consumismo tecnológico de los clientes, siendo el segundo factor que destruye el equilibrio ecológico del globo. Cuando las marcas comerciales de las transnacionales se juntan con los medios de comunicación privados, van originando un colosal bombardeo publicitario que exhorta a comprar cualquier cosa que vendan en alta definición. Los consumidores no piensan, no reflexionan, no cuestionan. Ellos sólo desean adquirir y consumir el producto solicitado, sin considerar las salvajes consecuencias ambientales de acumular tanta basura digital frente a sus ojos, que a su vez, jamás es reducida, reutilizada y reciclada por los organismos públicos competentes.
A las empresas NO les conviene que la batería de litio del teléfono celular, de la tableta o de la laptop, se cargue gratuita y velozmente en cualquier calle, plaza o parque de nuestras ciudades, aprovechando la energía renovable del Sol para cargar la pila sin gastar un centavo. Ellos prefieren que reemplaces y compres una costosísima nueva batería cada 6 meses, gracias a la lucrativa Obsolescencia Programada, vista como la tendenciosa estrategia corporativa de finalizar el ciclo de vida de un artefacto, sin que necesariamente se encuentre averiado u obsoleto. Así, se gesta una mayor oferta y demanda tecnológica a nivel mundial, buscando que siempre vivamos esclavizados al negocio del ecocidio premeditado.
Ese injustificable círculo vicioso entre vendedores y consumidores, denota la falta de Educación Ambiental en los cuatro puntos cardinales, lo que se traduce en el tercer factor por analizar. Con alevosía, las transnacionales no desean que la sociedad civil tenga libre acceso a las energías renovables. Es muy poco el margen de ganancia de un molino de viento, construido en mancomunidad por el pueblo organizado para cubrir su demanda energética, comparado con el molino de viento fabricado, patentado y comercializado por los agentes de ventas que tocan con insistencia la puerta de tu casa, para que compres toda la línea de productos que se esconden en el portafolio de la crueldad ambiental.
Es vital que nuestros hermanos latinoamericanos, entiendan que es posible obtener fuentes de energías alternativas por voluntad e iniciativa propia, asumiendo la responsabilidad social con el Medio Ambiente, y forjando el desarrollo holístico en las aldeas, caseríos o vecindarios que albergan. Recordemos que para lograr la soberanía energética, la gente también debe exigirle a los entes gubernamentales, un cambio drástico en el modelo de gestión pública ambiental. Pero, es crucial reconocer que el mejoramiento a futuro de la calidad de vida de la ciudadanía, depende del aprendizaje que reciben en el presente los niños dentro de sus centros educativos. Ellos no están recibiendo los contenidos ecológicos idóneos, para saber que el sol es más que una palabra, que el agua es mucho más que una mancha, y que el viento es muchísimo más que un garabato.
Es insólito que en pleno siglo XXI, el uso de las energías renovables protagonice una controversial disyuntiva para los privatizados tentáculos que mueven al orbe. Lo afirmamos, pues el colapso nace, crece y se expande en los centros urbanizados, donde habitan el mayor número de apáticos ciudadanos que trastocan los recursos naturales y los ecosistemas, mediante el despilfarro de la electricidad, la aglomeración de desechos sólidos en las calles, y el malgaste del agua potable. Dicha hostilidad ambiental, es la que perjudica gravemente el modo de vida conllevado por las comunidades rurales y los pueblos originarios, que resienten el clásico modelo centralista diseñado por las nocivas metrópolis.
No obstante, la intención del artículo de opinión es aflorar luces de conciencia verde para todos los lectores. Ahora, explicaremos recientes propuestas latinoamericanas que fomentan el empleo de las energías renovables, en aras de alcanzar la utópica sustentabilidad regional. Por ejemplo, en la Escuela Agrícola de Duao ubicada en la comuna Maule de Chile, se instaló un panel solar que simplifica el riego de 10 hectáreas de cebollas para que los alumnos desde edades tempranas, empiecen a valorar el uso de las tecnologías alternativas, como futura fuente de trabajo para sacar adelante a sus familias. Cabe destacar, que el país chileno lanzó el Programa Nacional de Bombeo Fotovoltaico, colocando más de 1000 paneles solares en los campos de los agricultores, optimizando los sistemas de riego, la salud de los cultivos y la economía de subsistencia.
En Cuba se enfatiza el Grupo de Trabajo de Energías Renovables, como un método educativo para informar a vox pópuli sobre las ventajas socio-ambientales de diversificar las fuentes energéticas, teniendo el apoyo de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas y de la institución Cubasolar. A su vez, en Uruguay se impulsa el proyecto “Luces para aprender”, en el que 90 colegios públicos rurales gozarán de energía solar fotovoltaica, para que los muchachos iluminen el camino del progreso académico, y se acorte la desigualdad cultural que afecta a la juventud uruguaya.
De hecho, ese mismo proyecto liderado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), también ayudará a los niños que asisten a 12 escuelas ubicadas en el departamento del Chocó en Colombia, donde los infantes que viven en sectores aislados de la población neogranadina, podrán disfrutar de electricidad gratuita y tener acceso a herramientas virtuales de aprendizaje, por medio de los rayos altruistas que enaltecen a nuestro padre el Sol. En sinergia, Bolivia edifica el proyecto híbrido “El Espino” que busca convertir los paneles solares en dignificación social para más de 120 familias del municipio de Charagua, que no disponen de redes eléctricas tradicionales para satisfacer las necesidades básicas de vida.
En paralelo, Brasil y Paraguay escenifican el proyecto de energía renovable no convencional llamado “Silicio Verde”, que sitúa al cuarzo como la principal materia prima para establecer una cadena de producción de paneles solares fotovoltaicos, aprovechando la energía proveniente de la Itaipú binacional, y las condiciones climáticas favorables que ostentan ambos países. Vale aclarar, que Brasil es un gran exportador del sorprendente cuarzo, siendo un mineral compuesto de silicio, que es utilizado para fabricar los referidos paneles ecológicos.
Por otro lado, la localidad de Sunchales en Argentina logró el histórico financiamiento del “Proyecto de educación y difusión de energías renovables”, destinado a reducir las falencias energéticas a nivel regional, mediante la instalación de cinco columnas de alumbrado con energía solar en la Plaza de los Niños, y la entrega de materiales didácticos que despierten el conservacionismo en la gente. De igual manera, el programa “Educar con responsabilidad ambiental” promovido desde el estado mexicano de Chiapas, invita a que los estudiantes empiecen a descubrir las mágicas bondades que atesora la Naturaleza, premiándolos con una buena dosis de lectura ambiental que agradecerán en la etapa de adultez.
En Venezuela, el Parque Eólico La Guajira tiene 12 aerogeneradores que aportan 25,2 megavatios al Sistema Eléctrico Nacional, convirtiendo la brisa revolucionaria en usufructo para las comunidades Wayúu y Añú que habitan a su alrededor. En Perú, se fortalece el “Programa Nacional de Electrificación Fotovoltaica Domiciliaria”, que instaló más de 1600 paneles solares en la provincia de Contumazá, auxiliando a más de 8000 almas que viven en caseríos donde no existen redes eléctricas. Y en Ecuador, la Central Eólica Villonaco, situada en la provincia de Loja a 2,720 metros sobre el nivel de mar, contempla 11 aerogeneradores con una potencia de 16,5 megavatios, que purifican el aire de los rincones ecuatorianos.
Mencionemos el avance del Biogas en Nicaragua, que es un gas combustible limpio y sin impacto ambiental negativo, el cual se consigue por las reacciones de biodegradación de la materia orgánica. Se pretende instalar 750 biodigestores en las fincas de productores agropecuarios, que viven en zonas rurales ganaderas de Boaco, León, Nueva Guinea y Chontales. Así, se garantiza el servicio de energía eléctrica para los campesinos, soslayando la tala indiscriminada de árboles por la obtención la leña. No es casualidad que durante el primer semestre del 2014, Nicaragua y Guatemala se dedicaron a exportar energía generada con fuentes renovables a Panamá, El Salvador, Costa Rica y Honduras.
Queda claro, que la masificación de las energías renovables en el Mundo, requiere de voluntad política, de participación ciudadana y de educación ambiental por doquier. Seamos sinceros, las iniciativas, proyectos y programas que comentamos con anterioridad, NO representan respuestas eficaces y efectivas para revertir el abuso del consumo eléctrico latinoamericano, debido a la gran disparidad que existe entre lo dicho y lo hecho por los ministerios ambientales.
Es lamentable que los países de América Latina sigan apostando por las energías no renovables, pues la actual infraestructura eléctrica es lo suficientemente rentable en términos económicos, como para continuar expandiendo sus beneficios a costa de maltratar los recursos naturales del planeta Tierra. Los gobiernos se muestran timoratos en definir cuáles serán las metas energéticas a implementar a corto y largo plazo, porque necesitan derrochar bastante electricidad burocrática en los centros de votación, que se encargarán de iluminar las papeletas en el domingo de las elecciones.
Si a ese macabro juego ecológico, le sumamos el proceso de transculturación y los malos hábitos de los consumidores, quienes están dispuestos a seguir comprando artillería eléctrica que aniquila el relieve de sus territorios, entonces debemos ser conscientes del holocausto ambiental que se avecina, por la ausencia de energías renovables en nuestro Medio Ambiente. Para salvarnos del juicio final, adoptemos un estilo de vida más conservacionista, que nunca olvide apagar las bombillas de la guerra y siempre recuerde encender las luces de la paz.
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