Por Yanis Varoufakis ….
“El rico… compartirá con el pobre el fruto de todas sus mejoras. Es guiado por una mano invisible, para realizar la misma distribución de los recursos necesarios para la vida que hubiera sido realizada habiendo dividido la tierra en porciones iguales entre todos sus habitantes. Así, sin proponérselo, sin saberlo, hace avanzar el interés de la sociedad y provee los medios para la multiplicación de las especies”. Adam Smith, La teoría Moral de los Sentimiento, Parte IV, capítulo 1º.
“Porque él tiene, a él le será entregado: y el que no tiene, de él será tomado lo que posee.” Mark, King James Bible, 1611, 4:25.
1. Introducción
El optimismo (1) de Adam Smith y su vulgar reencarnación neoliberal, “el efecto goteo”, está por suerte de capa caída, perdiendo poco a poco terreno a favor de una argumentación más “bíblica” (ver arriba Mark 4:25) (2). La Crisis de 2008, los rescates que le siguieron y el estancamiento inveterado el cual mantiene los salarios a niveles históricamente bajos (al mismo tiempo que se aplica la famosa flexibilidad cuantitativa (QE), el crecimiento impulsado por burbujas y la inflación de activos), ha atraído la atención a la conmovedora creencia de que la “mano invisible”, dejada a su antojo, distribuye los frutos del esfuerzo humano de manera equitativa por toda la humanidad.
El triunfo comercial y discursivo de libro El Capital en el Siglo XX de Thomas Piketty, simboliza este cambio en el sentir de los estadounidenses y europeos. El capitalismo es, de repente, retratado como el repartidor de intolerable desigualdad, que desestabiliza las democracias liberales y que, en última instancia, genera el caos. Los economistas disidentes que pasaron largos años argumentando, aislados, en contra de la fantasía de la distribución por goteo, están naturalmente tentados a dar la bienvenida al fenómeno editorial de Thomas Piketty.
La repentina resurrección de la irrefutable verdad de que el mejor pronóstico de nuestro éxito socio- económico es el éxito de nuestro padres, en contra de las sandeces de los modelos del 'capital humano', es indudablemente reconfortante. De igual modo que con la decepcionante teoría económica convencional, la tolerancia a la creciente desigualdad es evidente por todo el libro del profesor Piketty. Y sin embargo, a pesar del efecto calmante de la narrativa sobre la desigualdad del profesor Piketty, este artículo argumentará que El Capital en el Siglo XXI constituye un flaco favor a la causa del igualitarismo pragmático.
En lo fundamental de esta controvertida, y aparentemente, duro veredicto, está el juicio de que el citado libro:
-‐ Sus tesis teóricas fundamentales requieren fuertes axiomas indefendibles para dar juego y estables las tres “leyes” económicas de las cuales la primera es una tautología, la segunda está basada en una heroica asunción, y la tercera es una trivialidad.
-‐ El método económico emplea los trucos lógicamente incoherentes que han permitidos a la teoría económica convencional disfrazar su gran fracaso teórico como relevante modelización científica.
-‐ La gran cantidad de datos confunde más que ayuda al lector, siendo el resultado directo de la pobre teoría que fundamenta su interpretación.
-‐ Las recomendaciones políticas calman nuestras ansias, pero al final, empoderan a aquellos que están ansiosos de imponer políticas que aumentarán la desigualdad.
-‐ Su filosofía política invita a una futura réplica desde el campo neoliberal que será devastadora para aquellos que se dejen seducir por los argumentos de este libro, su filosofía y su método.
2. La confusión entre riqueza y capital
Enseñar economía a estudiantes universitarios requiere, como primer paso, “desprogramarlos”. Para entender adecuadamente el concepto de renta económica, debemos primero borrar de la mente de los estudiantes el significado cotidiano de renta. Del mismo modo, con el coste económico (por contraposición al contable), con los beneficios, etc. Pero quizás, el concepto más difícil de transmitir a los estudiantes sea el del capital.
Para entender qué significa capital en el contexto de la economía clásica o neoclásica, los estudiantes deben dejar fuera de las aulas su preconcepción de que el capital significa “dinero” o activos expresado en términos monetarios. En su lugar, deben abrazar la idea de capital como bienes escasos que han sido producidos con el objetivo de ser incorporados en la cadena de producción de otros bienes; “producir bienes de producción” como nos continuamos repitiendo, con la esperanza de que la repetición ayude a liberar el pensamiento de nuestros estudiante de su impulso hacia confundir (a) el capital de las empresas o naciones y (b) el valor total de sus activos en el mercado (3).
El profesor Piketty no ha tenido esa necesidad de desprogramar a sus lectores. Él mismo está definiendo capital como la suma del valor neto de todos los activos (excluyendo las habilidades humanas y la fuerza de trabajo) que pueden ser vendidos y comprados cortesía de unos bien definidos derechos de propiedad sobre ellos y medidos en términos de su propio valor de mercado (menos, cualquier deuda). Desde este prisma, el capital acumulado (de una persona, empresa o nación) es la suma de los precios de mercado de, no solo las cadenas de ensamblaje robótica y tractores, sino también de los activos como las acciones, colecciones de sellos, pinturas de Van Gogh, el valor que tiene en sus casa, etc (i.e. su precio menos cualquier deuda sobre el activo) (4).
Desprogramar a nuestros estudiantes de tal modo que puedan entender la diferencia entre capital y trabajo, igual que el profesor Pikkety evita vis-à-vis con sus lectores, es un trabajo duro y desalentador que preferimos evitar. Pero aún así, lo hacemos por una buena causa: porque sin tal desprogramación, es imposible introducir a la audiencia a nada semejante como una teoría coherente de la producción y los precios.
Coleccionar sellos es un romántico y, en muchos casos lucrativo, propósito. Puede ser también bastante rentable. De igual modo que las colecciones de arte. O un garaje lleno de Ferraris. Sin embargo, ninguno de estos tres bienes puede ser incorporado como un insumo a ningún proceso productivo. Incluso si un libro fotográfico se publicará representando tales colecciones, necesitaremos maquinaria, papel, tinta, etc, para producirlo. Los bienes de capital (en el sentido de “medios de producción producidos”) deben ser ensamblados con fuerza de trabajo humano para producir el álbum. De otro modo, por muy espléndida colección que pueda ser, no producirá nada más allá de sí mismo.
En resumen, producción y crecimiento dependen del capital material o físico. Y mientras el capital es una forma de riqueza, una gran cantidad de riqueza no es una forma de capital; i.e. no es un insumo en la generación de ningún proceso de producción de mercancías hasta ahora inexistentes. Por lo que, el crecimiento de una economía no puede confiarse a la riqueza. Necesita una particular forma de riqueza: bienes de capital. Así que, si confundimos riqueza con capital, nuestra teoría de producción sufrirá hasta el punto que habremos, voluntariamente, especificado erróneamente un insumo clave, mal interpretando cualquier incremento de riqueza como un incremento en la contribución del capital al proceso de producción.
En 2010, muchos de los ricos griegos escaparon de la crisis que justo acabada de envolver a su país llevándose sus ahorros a Londres y comprando estupendas casas en Belgravia y Holland Park, inflando los precios de las casas en Londres en el proceso. Inconscientemente, inflaron la medición del profesor Piketty sobre el capital acumulado en el Reino Unido. Pero si un econometrista usara esa medición en alguna función de producción agregada de la economía británica, esperando un aumento del PIB, probablemente se hallaría bastante decepcionado y sería incapaz de estimar los parámetros de su modelo adecuadamente. Mientras que el profesor Piketty puede argüir que su definición de capital es lógicamente consistente, es sin embargo, incapaz de ayudarnos a entender el vínculo entre capital y PIB, o entre el incremento del stock de capital, su precio y el crecimiento; un vínculo que es, como veremos más adelante (ver sección 3), crucial para la propia argumentación del profesor Pikkety.
Una vez que se incorpora al análisis una definición defectuosa de capital agregado, los problemas se extienden a la definición de rentabilidad del capital. Cuando un bien de capital tiene una forma física, más o menos sabemos su utilidad material, ya que se trata de una cualidad técnica para trabajar, e.g. cuanta electricidad genera a la hora un generador eléctrico dada una cantidad de combustible. Pero,
¿cuál es la rentabilidad de una colección de arte que el coleccionista no está subastando? O, ¿la de la casa del propietario en la que su familia insiste en vivir? De hecho, ¿cuál es la razón de ser, para tratar (tal y como el profesor Piketty debe hacer, para mantenerse consistente con su confusión entre riqueza y capital) el ingreso de un coleccionista por la venta de de sus sellos, como rentabilidad del capital (y no como un ingreso del trabajo) mientras que los super-bonos de los operadores financieros son contabilizados, no como rentabilidad del capital, sino como... ingresos salariales?
Por supuesto, el profesor Piketty sabe perfectamente todo esto. Así que, ¿por qué ha decidido mezclar capital con riqueza? Una posible respuesta es que su principal preocupación era presentar un estudio empírico que trazara la evolución de la distribución de la riqueza y el ingreso de las civilizaciones occidentales, y así presentar que la desigualdad se extiende como un incendio forestal desde 1970, volviendo a los niveles y tendencias del siglo XIX. Para hacer esto no tuvo la necesidad de referirse al capital agregado para nada (que es, además, imposible de cuantificar). No obstante, el profesor Piketty es un hombre ambicioso y quiso más: quiso demostrar, como si fuera un teorema matemático, la proposición de que esta histórica tendencia del incremento de la desigualdad es la tendencia natural del capitalismo.
Para alcanzar tal propósito, necesitó hablar sobre el capital como un insumo en el proceso de producción; como el motor del crecimiento que determina el futuro de una sociedad (y, por tanto, también las leyes de la evolución de la distribución de la riqueza). Desgraciadamente, esto requiere una demostración de que su medición de la riqueza es idéntica a una medición del capital, una demostración que es imposible, y que por eso, nunca aparece en el extenso libro.
En definitiva, la medición del capital de profesor Piketty es una métrica de la riqueza. Un medición importantísima de hecho, en una sociedad en la que la riqueza relativa determina el poder entre aquellos que tienen montones de ella y aquellos que no. Adam Smith, debe recordar uno, hizo su nombre con un magnífico libro que intentó explica “la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”. Y, ¿por qué el profesor Piketty no intentó emular al gran Adam Smith, santo patrón de la economía convencional, dado que, en esencia, escribió un largo volumen sobre... la riqueza de las naciones? ¿Por qué, en su lugar, escogió el titulo de otro clásico, Das Kapital, que no se asemeja en lo más mínimo al contenido de su libro o el método de su análisis?
Una explicación es, que Smith no ofrece ningún vinculo teórico entre riqueza y la generación de riqueza que puede atraer mucha más atención en los debates del Siglo XXI (5). Una segunda explicación es que Smith, como revela la nota al principio de este artículo, tuvo precisamente la perspectiva contraria a la del profesor Piketty sobre las perspectivas de la desigualdad, a diferencia de la épica narrativa de Marx sobre la extraordinaria capacidad del capitalismo de crear, al mismo tiempo, impensable riqueza y miseria sin precedentes, que evocan mucho mejor el mensaje del profesor Piketty; a saber, que el capitalismo, descontrolado, tiene una tendencia “natural” a crear una gran devastadora desigualdad. Es por lo tanto, enteramente posible que El Capital en el Siglo XXI tuviera la ambición de advertir a una complaciente sociedad (incluyendo sus superiores burgueses), como apocalípticamente hizo Das Kapital en el siglo XIX, sobre la tendencia autodestructora del capitalismo, mientras, una vez más, desecha el método analítico de Marx y por supuesto, su programa político.
3. Las tres “leyes” económicas del profesor Piketty
Para evitar la confusión del profesor Piketty de riqueza (W) con capital (K), y de la rentabilidad de la inversión en bienes de capital (r) con la tasa a la que la riqueza valorada en dólares engendra más riqueza valorada en dólares, la presente sección se narrada en términos con diferente notación pero consistente con los supuesto del Profesor Piketty (a diferencia de su propia notación que está pensada para confundir W y K). Por lo que, cuando él menciona capital (K), confundiéndolo con riqueza valorada a precio de mercado, me referiré explícitamente a la letra (W) como riqueza; y donde él habla de rentabilidad del capital, que el escribe como r, usaré la letra griega ρ que definiré como la proporción de ingresos que corresponden a la riqueza (R) sobre el total de riqueza valorada en dinero (W).
Tres son las “leyes del capitalismo postuladas en, y que vertebran, El Capital en el Siglo XIX. La primera “ley” une la supremacía de la riqueza en el total del ingreso de una sociedad (ω) con su propia rentabilidad por unidad de ingreso (x) y su capacidad para reproducirse (ρ) (6). La segunda “ley” trata de explicar la misma supremacía de la riqueza (ω) uniéndolo con el ahorro neto y el crecimiento. Finalmente, la tercera “ley” describe el modo en el cual la desigual distribución de la riqueza produce incluso mayores desigualdades vía el mecanismo de la herencia.
En detalle, “Ley” 1: ω = x/ρ donde,
ω = W/Y es la proporción de Riqueza
(W) del total del ingreso (Y) (e.g. PIB) x = R/Y es la proporción del ingreso procedente de la Riqueza (R ) sobre el total del ingreso (Y); y ρ = R/W es el ingreso procedente de la Riqueza (R ) por unidad (o dólar) de Riqueza (W)
“Ley” 2ª: ω aumenta si σ>g [o ] dónde σ = s / ω s = S/Y siendo S el total del ahorro neto
g = es la tasa proporcional de cambio, en el tiempo, del ingreso total Y; i.e. g =
“Ley” 3ª: ω aumenta en proporción a Ψ – e * d donde,
Ψ = i/Y es el ratio de transferencias hereditarias totales (i) sobre el ingreso total Y
e = Wd / Wa es la proporción de riqueza propiedad de la gente en el momento de su muerte (Wd) sobre el total de riqueza de aquellos en vida (Wa)
En la introducción me referí a la primera ley como una “tautología”, a la segunda como dependiente en una refutable asunción y a la tercera como trivial. Que la primera “ley” es una identidad, vacía de contenido teórico, es evidente por si misma (7), al igual que la tercera “ley”, que es una simple codificación de la inevitable retroalimentación de las desigualdades de riqueza cuando los ricos legan su riqueza a sus descendientes (8). En este sentido, la segunda “Ley” es el caballo de batalla teórico que energiza el análisis del profesor Piketty, alentando su dinámica de la riqueza con la indispensable ayuda de un teorema (el cual discuto en la siguiente sección) referente a la relación entre la variable W y ρ en la “Ley” primera.
La “Ley” 2ª se basa en una fuerte asunción:
El ahorro total de una economía (S) aumenta directamente el total de riqueza (W) (i.e. ). Entonces, y solo entonces ; i.e. la tasa de crecimiento de la proporción de riqueza del total del ingreso será igual a la diferencia entre:
(i) El ratio σ de ahorro total (S) sobre el total de riqueza (W) y
(ii) la tasa de crecimiento de la economía g =
Simplificando, solo cuando los ahorros netos son iguales a la nueva riqueza, la cantidad de ahorro por unidad de riqueza (σ) que exceda la tasa de crecimiento (g) causará la supremacía de la riqueza en el total del ingreso de una sociedad (ω) haciéndose mayor con el tiempo (9).
Lo arriba expuesto basta para para resumir, el argumento analítico que fundamenta el libro del profesor Piketty:
“Vivimos en una era de bajo crecimiento (g). Cortesía de la “Ley” 2, el ahorro neto incrementa la proporción de riqueza dentro del PIB (ω), ya que los ahorros como porcentaje de la riqueza total (σ) crecen más rápido que la propia economía. Entonces, la “Ley” 1 entra en juego, al aumentar la proporción de riqueza en el PIB (ω), los ya ricos tienen acceso a una rentabilidad de su riqueza aún mayor en proporción a su riqueza actual (i.e. ρ aumenta). Esto significa que la rentabilidad de la riqueza incrementa vis-à-vis con el ingreso nacional (i.e. x aumenta por igual). Por último, la “Ley” 3 asegura que el multiplicador de la desigualdad de riqueza descrito anteriormente se convierte en un acelerador de la desigualdad a causa de la riqueza, ya que las herencias permiten la creación de concentraciones dinásticas de riqueza que avivan al fuego de la desigualdad. Así, dado que la tendencia se ha estabilizado durante las tres últimas décadas, con un ratio de ahorro del 10% y un crecimiento no más alto del 1,5%, el actual estado estacionario del capitalismo nos empuja a una situación donde la riqueza excederá seis veces el PIB y la proporción del PIB que llega a los que viven de la riqueza (como oposición a los salarios) será de al menos un tercio. Esta es una tendencia insostenible que opera como una bomba de relojería en los fundamentos de las democracias liberales.” (10)
Indudablemente, aquellos de nosotros convencidos de que el capitalismo global se encuentra en un camino insostenible, encontrará plausible el veredicto anteriormente expuesto. Una lástima, porque rebajar nuestro juicio analítico solo porque a uno le guste el análisis expuesto está plagado de peligros (e.g. una poderosa reacción violenta de los que apoyan una desigualdad incluso mayor), por no mencionar lo indigno para una mente inquisitiva. Fijándose una vez más en la estructura lógica del argumento del profesor Piketty, su fragilidad resulta clara rápidamente.
Dos son las condiciones que debe sostener para que la historia anterior se mantenga. Una pertenece a la “Ley” 2 y se reduce al requisito de que, como se ha mencionado anteriormente, el ahorro neto debe transformarse, en su totalidad, en nueva riqueza. La segunda es que, en los términos de la “Ley” 1, el incremento de ω debe dar un crecimiento, o al menos debe ser consistente con, el incremento de ρ y x. A continuación me referiré a la primera condición como al primer axioma del profesor Piketty y a la segunda condición como su Teorema:
Axioma 1: (i) Todo el ahorro neto se convierte en nueva riqueza. (ii) No puede haber nueva riqueza a menos que exista ahorro neto del cual se materialice (11).
Mientras este axioma parece plausible, la cuestión es si es consisten con la particular definición de riqueza que aquí estamos manejando. En un momento caracterizado por la abundancia de ahorros (e.g. billones de dólares y euro ociosos, almacenados en los bancos centrales o en cuentas devengando cero intereses) y abruptas fluctuaciones de los precios de la vivienda, parece un poco arriesgado pretender que todo el ahorro neto se transforma en nueva riqueza o que esta no se puede crear en ausencia de ahorro.
Por ejemplo, consideremos la periferia europea en la actualidad, con su colapso en el precio de la vivienda y su catastrófica caída de la riqueza total, al tiempo que el ahorro neto está aumentando (ya que el sector privado se está en proceso de desapalancamiento). Esta observación debe presentar serias dudas en la noción de que el ahorro neto se transforma automáticamente en un aumento de la riqueza, igual que el recuerdo sobre el largo periodo anterior a 2008, cuando la inflación del precio de los activos inflaba el aumento de riqueza incluso cuando el ahorro neto era cero o negativo (e.g. en Irlanda o en el Reino Unido durante el periodo 2011-2008). Dicho de otro modo, no es verdad que toda la riqueza provenga del ahorro neto, ni que sin ahorro neto no se pueda formar nueva riqueza.
Una posible réplica a la anterior crítica es que la riqueza no puede crearse de la nada. Di esto, si te atreves, al ejercito de ingenieros financieros que su trabajo es, día tras día, aumentar la riqueza fiduciaria manipulando los montones de deuda existente. Por su puesto, uno puede argüir correctamente que eso no es riqueza 'real'. Sea como fuera, este es un argumento que es invalido para el profesor Piketty, desde el momento que escoge definir riqueza como la suma del valor de mercado de todos los activos, excluyendo las habilidades humanas, la fuerza de trabajo y los bienes duraderos. De este modo, los derivados tóxicos son parte del stock de riqueza y, por esta razón, su Axioma 1, que cimienta la Ley 2, choca de lleno con la experiencia real del capitalismo financiarizado existente.
Otra potencial réplica por parte del Profesor Piketty es que sus “leyes” pertenecen o aplican solo en el largo plazo. Resistiendo el comprensible impulso de citar a John Maynard Keynes refiriéndose al destino de todos nosotros en el largo plazo, es un hecho empírico que las “desviaciones” mencionadas anteriormente, que contradicen su primer axioma, permanecen en el tiempo al menos tanto como los empíricos hallazgos de su libro; a saber, que ρ ha estado creciendo desde 1970. Si estas cuatro décadas han sido suficientemente largas como para establecer su “regularidad empírica”, también son suficientemente largas como para calificar como desviaciones a largo plazo, siendo así una refutación de su primer axioma.
Volvamos ahora a la segunda condición o pre requisito del principal argumento del profesor Piketty y que se mantiene válido: una relación directa entre el valor de mercado de la riqueza W, y su tasa de beneficio, ρ (=R/W). Sin esta relación positiva, la “Ley” 1 no puede demostrar, como el autor pretende, que la desigualdad de ingresos está aumentando. De hecho, incluso si la la proporción de riqueza respecto al PIB incrementa, puede ser cierto que la tasa de beneficio de la riqueza por unidad de riqueza (ρ) caiga (en tanto que decaiga más rápido que x, la tasa de beneficio de la riqueza y el PIB).
Reacio a dejar esta posibilidad abierta, y enfrascado es su poderosa línea argumental, el profesor Piketty pretende encontrar las sólidas bases teóricas argumentando que, junto con ω, x y ρ tienen una tendencia “natural” a aumentar
El problema con ρ, como se explica en la sección anterior, es que su numerador ( R) mezcla demasiadas fuentes de riqueza distintas (e.g. las procedentes de los derivados financieros basura, los beneficios del propietario de una fábrica, el ingreso de la compra-venta de sellos por parte de un coleccionista), mientras se excluyen otras fuentes de riqueza relevantes (e.g. Los bonos salariales de los banqueros). Esta mezcla hace difícil poder construir un modelo coherente que explique la teoría de las fluctuaciones de ρ.
Uno de los problemas menores con esta confusión, es que resulta imposible compara los resultados teóricos del profesor Piketty con los de otros economistas políticos que su principal foco de atención, como debía ser, fue el capital (como opuesto a la riqueza) en un intento de explicar su tasa de beneficio r (como opuesto a ρ). Por ejemplo, Karl Marx predijo, popular y controvertídamente, en base a su asunción del incremento de la composición orgánica de capital (o utilización de capital por unidad de producción), que la tasa de rentabilidad del capital, o la tasa de beneficio, declinaría constantemente (la infame hipótesis de la “caída de la tasa de beneficio”). Inequívocamente, es perfectamente posible tener una economía en la que ocurran ambas cosas: la caída de la r de Marx en el largo plazo mientras aumenta en el largo plazo la ρ del profesor Piketty. De igual modo que con la hipótesis de la “eutanasia del rentista” de John Maynard Keynes, que propone una relación negativa entre K y r, y pronostica que una sociedad que mecaniza y automatiza la producción se caracterizará por una caída de r. Esta hipótesis también puede ser reconciliada con un aumento de ρ. Después de todo, ¿no ha estado ρ aumentando inexorablemente desde 2008 mientras r (al menos en el sentido de la tasa de interés de los bancos central) ha alcanzado el “límite inferior igual a cero”?
Nada de esto, sin embargo, parecen haber impedido el compromiso del profesor Piketty de contar una historia determinada sobre la determinación de su ρ, como preludio a “cerrar” su modelo de la dinámica de la riqueza y el ingreso, de tal modo que se refuerza su argumento de que ω, ρ y x (ver “Ley” 1) tienen una tendencia a crecer al mismo tiempo. En un espectacular, y sorprendentemente desconocido, movimiento, el propósito por el cual se debía demostrar la existencia de una teoría de la determinación de ρ, cambia repentinamente de su ρ a la r de los economistas (sean ellos neoclásicos, marxistas o keynesianos). Todo de repente (al rededor de la página 216, su tasa de rentabilidad de la riqueza valorada monetáriamente es tratada como si fuera la tasa de rentabilidad de los bienes de capital físico que uno se encuentra en los libros de economía neoclásica convencional. ¿Por qué? Porque el profesor Piketty quiere tomar prestado de los economistas neoclásicos su teoría de la determinación de r, ya que su escondida hipótesis es que r y ρ son más o menos lo mismo o que están altamente correlacionadas.
4. El descenso hacía la vulgaridad neoclásica
Honrando a una larga tradición de famosos economistas (y en este caso la procedencia importa), acorde a la cual los resultados de sus modelos justifican el fundamento de sus hipótesis, el profesor Piketty recoge la función de producción agregada de los libros de texto neoclásicos que proveen la relación entre K y r que él necesita -y que usa para unir su medición de la riqueza (W) con su tasa de reproducción de la riqueza (ρ). Su elección es la función de producción agregada ECS (elasticidad constante de substitución) que puede proveer valores de K y r que se mueven al unísono siempre que la elasticidad de substitución del capital y el trabajo de un determinado número de producción sea mayor que uno.
Supongamos que la producción agregada es:
donde α es un parámetro exógeno y ε es la elasticidad de substitución entre el insumo de capital (K) y la fuerza de trabajo (L) para la producción del mismo producto. La derivada de primer orden en relación a K.
i.e. la producción marginal del capital (Mpk), igual α(K/Y)(1/ε)
Teorema: la tasa de rentabilidad del capital, r, es determinada por su productividad marginal, por lo que, r = α(K/Y)(-1/ε).
La prueba de este teorema neoclásico convencional requiere dos axiomas relacionados, sorprendentemente, nunca demasiado comentados en el Capital en el Siglo XXI.
Axioma 2: el capital agregado K es una variable independiente en la determinación de la tasa de rentabilidad del capital, r (en el sentido de que r no está comprendida necesariamente en la medición de K)
Axioma 3: La fuerza de trabajo no tiene ninguna fuerza de negociación en la determinación de los niveles de salario y empleo: los salarios son determinados como si se en toda la economía se subastara a gran escala la fuerza de trabajo que los trabajadores quieren que sea empleada y permitiendo a los empleadores pujar por ella, estableciendo un salario que (i) refleja la productividad marginal del trabajo y (ii) vacía el mercado de trabajo. Entonces, dado el equilibrio de los salarios, los empleadores escogen libremente cuanta fuerza de trabajo, o empleo, contratarán;
i.e. escogen hasta el punto en el que su curva de demanda de trabajo iguala el nivel de salarios.
Incluso con el axioma 2 y 3 en juego, suficientes para probar el Teorema 1, para que tenga alguna relevancia el análisis anterior sobre la dinámica de la riqueza de la sociedad, el resultado anterior debe ser sustentado por el Axioma 4:
Axioma 4: K es igual (o es altamente correlacionado con) W y r es igual (o altamente correlacionado con) ρ.
Por supuesto, el profesor Piketty no necesita explicitar el Axioma 4 ya que ya lo ha asumido adoptando a lo largo de su libro que K y r dependen, respectivamente, de W y ρ. Con este juego de manos, y con el resto de axiomas ya establecido, puede entonces argumentar que:
Subtituyéndolo dentro de la “Ley” 1 (ver sección anterior), haya que . Todo lo necesita ahora para completar su argumentación es el siguiente axioma:
Axioma 5: la elasticidad de substitución (ε) en la función de producción de nuestra economía es superior a la unidad.
De hecho, si ε > 1 entonces ρ, ω y x deben todas crecer al unísono, ya que el profesor Piketty cree que es la tendencia inherente al capitalismo. ¿Y qué significa ε > 1? En ε = 1, la función de producción es del tipo Cobb-Douglas. Esto no implicaría que la “tecnología” sea una relación inversa entre capital K y su rentabilidad r. Pero cuando ε > 1, la tecnología de producción se mueve hacia una función de tipo linear donde la fuerza de trabajo y el capital pueden ser sustituidos el uno por el otro a una tasa constante y, K y r aumentan o disminuyen a la vez. Además, aunque esto no es mencionada por el Profesor Piketty, puede ser demostrado que a un mayor ε, mayor será el crecimiento de la economía en un estado de equilibrio.
Con el modelo que sustenta su argumentación completamente expuesto, es posible evaluar sus hipótesis una por una.
El Axioma 1 es imposible desenmarañar dado la definición de riqueza (W) del profesor Piketty y su rentabilidad ( R), mientras que el Axioma 4, que ya hemos visto (ver sección anterior), es difícilmente defendible por ninguna escuela de pensamiento económico, incluida la corriente principal neoclásica. El Axioma 5, por otro lado, es menos problemático (12) si uno está dispuesto a adoptar el Axioma 2, que es, de hecho, un axioma que los programas de investigación neoclásica deben realizar incluso cuando se ha demostrado que es lógicamente incoherente.
¿Por qué es incoherente el Axioma 2? Porque, como la llamada “Controversia del Capital” reveló en los años 60, el capital agregado (K) no puede ser medido independientemente de su tasa de rentabilidad (r), no pudiendo ser r determinada, en tal caso, por la derivada de primer orden de Y respecto de K (ver Harcourt
1972, y Cohen y Harcourt 2003). La razón por la que los teóricos neoclásico ignoran esta “pequeña” dificultad lógica, y habitualmente adoptan el Axioma 2, es porque su única alternativa es abandonar su programa de investigación neoclásico (e.g. cambiar a una teoría de producción como la de Luigui Pasinetti) (13) que les permite tener un enorme poder discursivo en la academia (14). Se necesitaría una heroica y genuina disposición para dar ese paso. El profesor Piketty se pone de su lado, enganchado a la función de producción neoclásica pero, curiosamente, escoge subestimar al significado y al resultado de los debates sobre 'Controversia del Capital', en vez de ignorarlos (como hacen los neoclásicos en la práctica) (15).
De los cinco axiomas del profesor Piketty, el Axioma 3 es el más revelador ya que muestra su teoría económica, no solo como neoclásica sino además, como mera economía neoclásica anticuada. Asumiendo empresas y trabajadores tomadoras de salarios, por una parte establece satisfactoriamente la determinación de ρ de tal modo que es consistente con un aumento de ω y x, pero, por otro lado, está pagando un elevado precio asumiendo:
a) la imposibilidad del paro involuntario (16) (i.e ni en recesiones o ni en medio de depresión, como en la que se encuentra ahora Europa, o ni en tiempo de 'estancamiento inveterado' al cual nos enfrentamos en los Estado Unidos, en el Reino Unido o Japón); y
b) la perfecta incapacidad de la fuerza de trabajo de negociar colectivamente o de de ejercer una influencia extra sobre el mercado en el proceso de determinación de los salarios y el empleo.
Normalmente, los jóvenes economistas, si quieren ‘cerrar’ algún modelo neoclásico inconsistente y publicarlo en una revista común (e.g. Con el propósito de la conveniencia), se les puede perdonar adoptar el Axioma 3. Sin embargo, el Axioma 3 ha sido superado por los lumbreras de la corriente principal de la economía hace tiempo, hasta el punto de que ahora la economía neoclásica rechaza el Axioma 3 por ser demasiado tosco. Por ejemplo, Akerlof (1980, 1982) y Akerlof y Yellen (1986) mostraron que es perfectamente posible que persista el desempleo involuntario dentro del modelo neoclásico. Todo lo que conlleva es admitir que los niveles de desempleo y salario influyen en la productividad laboral, un asunción terriblemente poco controvertida y altamente plausible. Además, como Varoufakis (2013, Capítulo 2) demuestra, incluso un pequeño grado de capacidad de negociación por parte de los trabajadores (e.g. sindicatos o una asociación informal de trabajadores, es suficiente como para zafarse de la curva de demanda de trabajo, no solo para los niveles actuales de salario y empleo, sino incluso para determinar los objetivos tanto de trabajadores como de sus empleadores). En resumen, cualquier nivel de desempleo involuntario, especialmente cuando se combina cierto poder de negociación en manos de los trabajadores, socava radicalmente la teoría de la distribución del ingreso del profesor Piketty (17).
Entonces la cuestión es: ¿Por qué el autor, en un gran tratado sobre desigualdad global, adoptó el Axioma 3? ¿Por qué ignoró no solo las objeciones de los economistas disidentes sino también cuarenta años de esfuerzos neoclásico de inculcar un módico realismo en los modelos neoclásicos? ¿No reconoce que, siendo un socialdemócrata de largo recorrido (como es el propio profesor Piketty), que puede tener verdaderos problemas en explicar (incluso a sí mismo) su:
−la asunción de que el empleo involuntario no puede prevalecer,
−la injustificada adopción de la ley de Say,
−el rechazo implícito de la noción de que la inversión es influenciada por la demanda agregada,
−la suposición de que el ahorro se adapta a la inversión (en lugar de lo contrario); y su adopción del tipo de teoría económica determinada por la oferta que causó tanto daño a los más pobres con los que su libro, aparentemente, está tan preocupado?
No tengo dudas de que el profesor Piketty es completamente consciente de todo lo anterior pero, aún así, optó por una particular forma de neoclasicismo vulgar que que no cuadra para nada con su propio pedigrí de socialdemócrata. La siguiente sección ofrece una explicación de su peculiar elección.
5. Pero, ¿Por qué?
Las controvertidas hipótesis solo tienen raison d'être si no existe otro modo de (i) implantar alguna hipótesis deseada o (ii) “cerrar” un modelo. En el caso de los axiomas controvertidos del profesor Piketty (ver sección anterior), está claro que el motivo (ii) debe ser su principal motivación. Si simplemente quisiera remarcar que la desigualdad tiende a reproducirse y a autoreforzarse, no necesitaría ninguno de sus axiomas.
Es, empíricamente, una simple cuestión de probar que cuando los ricos tienen una propensión mayor a ahorra que la media de la población, lo más probable es que su porción de la riqueza aumente. Siempre que ahorren más que los pobres y reciban un ingreso total (salario más beneficios del capital) mucho mayores que el ingreso del ciudadano medio, los ricos se encontrarán en una posición permanente que les garantice un incremento constante de la porción de riqueza total. E incluso si disfrutan de menos de la mitad del ingreso total, es todavía posible demostrar que su porción de riqueza incrementará en tanto que su propensión marginal a ahorrar sea considerablemente mayor que la de los ciudadanos más pobres (18). En resumen, ninguno de los trucos de modelización con los que el profesor Piketty se ha expuesto a las serias críticas de la sección anterior son necesarias para mostrar que la desigualdad de riqueza tiende a reproducirse a sí misma.
Entonces, ¿por qué?, ¿por qué basar tan basto tratado, como así es El Capital en el Siglo XXI, en unos fundamentos teóricos tan frágiles? Si se me permite especular en esta cuestión, estaría tentado a esgrimir dos razones. Uno es oportunismo. El análisis del profesor Piketty le permite salir a la palestra con unas cifras muy cautivadoras; e.g. el “resultado” de que cuando la tasa de beneficio de la riqueza se encuentra al rededor de su media histórica, sobre el 5%, existe una tendencia que hace que la riqueza aumente más de seis veces el nivel del PIB y la del ingreso procedente de la riqueza a converger a un tercio del PIB (ver nota 9). Este es el material que alimenta los titulares que los periodistas y el público en general está ansioso por consumir. Pero para conseguir estos números, y después argumentar que están reflejados en los datos empíricos, el autor tiene que “cerrar” su modelo; tuvo, de algún modo, que ceder su determinación ante las fauces de la indeterminación radical. Y si esto requiere asunciones incorregibles que están más preparadas para aguantar la gélida mirada del análisis crítico, uno puede estar tentado a asumir que el público en general nunca sabrá o le importará. Los cautivadores números, en combinación con un marketing excelente, se unen para hacer caso omiso a las objeciones en general que aparecen en esta revista y a las de este artículo en particular.
Una segunda, y relacionada, razón tiene que ver con una inclinación a permanecer alejado de algunos fascinantes, pero también devastadores, debates relacionados con la economía política. Para dar una pincelada de esto, considerar la única alternativa decente a los axiomas del profesor Piketty. Sin los axiomas 2 y 3, por ejemplo, debería haber elegido entre (o alguna combinación de):
a) los anteriormente mencionados sofisticados modelos teóricos neoclásicos de salarios eficientes y empleo endógeno involuntario
b) el análisis de Richard Goodwin y Luigi Pasinetti que demuestra la permanencia e indeterminación de que la naturaleza de los ciclos recae en la plano bidimensional del crecimiento y la distribución del ingreso (ver Taylor, 2014)
c) el argumento de Keynes de que el ingreso agregado es perfectamente capaz de determinar el empleo y el ingreso total, al tiempo que es impulsado por el empleo e ingreso agregados, dando como resultado una multitud de equilibrios macroeconómicos, que pueden dar lugar a un desempleo permanente, estancamiento inveterado, etc.
Mientras (a), (b) y (c) proveerían al profesor Piketty con una argumentación significativamente más sofisticada y cuidadosa que su vulgar marco neoclásico, hay una cosa que comparte que, uno sospecha, las convierte en terriblemente poco atractivas para él: son modelos radicalmente indeterminados, en el sentido de que no pueden ofrecer respuestas determinadas para aquellas cuestiones como “¿qué significado tiene, para la porción de los ingresos salariales, todos los datos microeconómicamente relevantes?”
En conclusión, el profesor Piketty escoge un marco teórico que simultáneamente le permite producir predicciones numéricas cautivadores, en línea con sus resultados empíricos, mientras planea como un águila sobre los enmarañados debates de los economistas políticos, rehuidos por los propios líderes de su profesión y condenando diligentemente a investigar, en continuo aislamiento, en la radical indeterminación del capitalismo.
6. Explicando la anomalía
Los hallazgos empíricos del profesor Piketty confirman el hecho ampliamente reconocido de que la desigualdad de riqueza aumentó exorbitantemente durante el siglo XXI pero que comenzó a menguar en 1910, continuando así levemente durante las dos guerras mundiales hasta el derrumbe del sistema de Bretton Woods. Desde entonces, ha retomado su creciente tendencia. Si se toma su análisis por bueno, aceptando que la desigualdad normalmente debe aumentar y aumentar, la mayor parte de lo que Eric Hobsbawm describió como el “Corto Siglo XX” (1914-1989) fue una anomalía; una desviación de la tendencia natural del capitalismo, aumentando ω a una tasa sustentada gracias al comportamiento de ρ.
Para explicar esta singular anomalía (19), que abarca al menos un sexto del siglo XX, el profesor Piketty remite a sus lectores a los efectos de las dos guerras mundiales en el compromiso político con la igualdad, a la imposición de estrictos controles de capital por las autoridades del New Deal (que más tarde se extendieron por todo el mundo bajo Bretton Woods), el efecto positivo de los sindicatos en los salarios, a las políticas fiscales que civilizaron la sociedad vía impuestos progresivos a la renta, etc. Indudablemente, estos factores forjaron una distribución más equitativa del ingreso y la riqueza. Sin embargo, uno podría haber esperado por parte del profesor Piketty una explicación de por qué estas políticas e instituciones surgieron tras 1949 y por qué se mantuvieron hasta 1970, pero no después.
¿Por qué, por ejemplo, los creadores del New Deal, como Galbraith (2014) nos recuerda, intentaron y fueron capaces de prevenir (durante y después de que la guerra acabara) el surgimiento de multimillonarios.
¿Por qué la administración republicana de los Estados Unidos (e.g. el presidente Eisenhower) o el gobierno Tory en el Reino Unido (e.g. Harold Macmillan) no estuvieron interesados en revertir el declive de la desigualdad y adoptar políticas del tipo de “economía del goteo” que prevalecieron después de 1970 bajo los gobierno republicanos, demócratas, tories y laborista (o en las socialdemocracias europeas)? ¿Fueron los shocks exógenos los que pusieron al capitalismo en una senda más igualitaria producida por la visita a los grandes y poderosos, de un espíritu ético exógeno, quizá traído por la guerra? ¿O puede que la respuesta se encuentre en una más profunda dinámica que es tan endógena al capitalismo como la tendencia de enriquecimiento de los ya ricos? ¿Y se puede argumentar que la dinámica que se desvaneció en los 70 no fue por razones en ningún caso naturales?
El profesor Piketty, en lugar de intentar de tratar tales cuestiones, parece decidido a transcenderlas presuponiendo que las causas de la anomalía del siglo XX tienen una fecha de caducidad exógena. Al llegar esta fecha, la desigualdad vuelve a su trayectoria de equilibrio a largo plazo. Al final es reconfortante ver que su férreo determinismo empírico cuadra completamente con su análisis determinista (descrito en la sección previa), incluso si no hay ninguna evidencia en la historia económica a lo largo del siglo XX o en el comienzo del siglo XXI.
En otra parte (ver Varoufakis 2011, segunda edición 2013), muestro como conseguir el tipo de respuesta que el profesor Piketty no logra. Aunque este no es el lugar donde explicar la argumentación al completo, puede ser de ayuda para el lector esbozar una posible explicación de porque el Siglo XX no fue una anomalía, sino una demostración de que no existe nada “natural” o determinado sobre la distribución de riqueza y el ingreso en el capitalismo, aunque es posible una explicación coherente de la constante retroalimentación entre la política y la economía.
En resumen, Varoufakis (2011, segunda edición 2013) establece la hipótesis de que, teniendo en marcha la economía de guerra exitosamente, la administración del New Deal estaban preocupados, con excelente visión, por una recesión de postguerra. A cargo de la única gran economía con superávit económico exportador que queda después de que la guerra hubiera destruido la mayor parte de Europa, entendieron que la única alternativa a una recesión global, la cual podía haber amenazado al ya débil capitalismo occidental, sería fortalecer la demanda agregada con los Estado Unidos (a) aumentando los salarios reales y (b) reciclando el superávit americano en Europa y Japón para crear así la demanda que mantendría a las fábricas americanas funcionando. En todo caso, Bretton Woods fue el marco global en el cual este proyecto fue establecido. Sus tipos de cambio fijos, su control de capitales y su fundamental consenso internacional sobre las políticas en el mercado labora que mantendrían la participación salarial por encima de cierto nivel, fueron todos aspecto de la misma lucha para prevenir al mundo de post-guerra de la vuelta a la depresión.
Naturalmente, la resultante dinámica de la riqueza e ingreso redujo la desigualdad, incrementó la oferta de empleo decente y produjo la era dorada del capitalismo. ¿Fue esto una anomalía? ¡Claro que no lo fue! El Plan Marshall, las instituciones de Bretton Woods, la estricta regulación de los bancos, etc, no hubieran sido políticamente posibles si el capitalismo no hubiera estado amenazado de suicidarse al final de la década de los años 40, como lo hizo no hace mucho (habiendo ocurrido el último episodio en el 2008). ¿Fueron esta políticas y nuevas instituciones inevitables? ¡Por supuesto que no! Mientras que la intervención política que tuvo como sub—producto la reducción de la desigualdad del ingreso fueron totalmente endógena a la dinámica capitalista de ese periodo, esta dinámica es siempre indeterminada en términos de la política que engendra y de la el resultado económico.
Por desgracia, Bretton Woods y las instituciones que el New Deal estableció en los años 40 no pudieron sobrevivir tras el final de los años 60. ¿Por qué? Porque se basaban en el reciclaje del superávit americano en Europa y Asia (ver arriba). En el momento que los Estados Unidos quedaron en una posición deficitaria, en algún momento durante 1986, esto no fue posible nunca más. América hubiera tenido que abandonar su posición hegemónica junto con su exorbitante privilegiado dólar, o hubiera tenido que encontrar encontrar otro modo de mantenerse en el centro del reciclaje de superávit global. O, citando una frase acuñada a Paul Volcker,”si no podemos reciclar nuestro superávit, podremos entonces reciclar el superávit de otros”.
Esto es, según la explicación de mi libro, el porqué al final de los setenta y el final de Bretton Woods provocaron tal cambio: los Estados Unidos mediante sus dos déficits gemelos, comenzaron a absorber las exportaciones netas y el superávit de capital del resto del resto del mundo, cerrando así el ciclo de reciclaje.
Proveyó a los exportadores netos (e.g. Alemania, Japón y en última instancia China) con la demanda agregada que necesitaban tan desesperadamente como retorno del tsunami de capital foráneo (generado en las economías con superávit por las exportaciones netas a América, y a otras economías alentadas por el déficit comercial de los estado Unidos).
Sin embargo, para materializar ese tsunami los controles de capitales fueron retirado, tuvo que descender el aumento salarial de los Estados Unidos por de bajo de sus competidores, las políticas de ingreso tuvieron que desecharse y la financiarización tuvo que reforzarse. Desde esta perspectiva, la desigualdad resurgió en la década de los setenta, el ascenso sin fin de las finanzas a costa de la industria y la disminución de la capacidad de negociación colectiva en todo el mundo, fueron todo síntomas del cambio de sentido y de la naturaleza de reciclaje global del superávit. Del modo en el que la resultante desigualdad y la resultante financiarización coincidieron para desestabilizar el capitalismo, hasta que se estrelló contra el muro en 2008, es un proceso explicado por numerosos estudios en los años recientes (e.g. Ver Galbraith 2012). Pero el esfuerzo individual del profesor Piketty de construir, a cualquier coste, un argumento determinista simple, no es, desafortunadamente uno de ellos.
7. Conclusión: repercusiones políticas en la lucha por la igualdad y... Europa
El Capital en el Siglo XXI ha sido aclamado como un libro que cambiará el curso de la desigualdad; un tratado que insuflará nuevo impulso a la causa por la igualdad. Me temo que será justo lo contrario, por dos razones distintas.
Eche un vistazo rápido a la situación actual de Europa. En su periferia, ,orgullosas naciones están siendo destruidas, una crisis humanitaria está en su punto álgido y, naturalmente, la desigualdad está campando a sus anchas. ¿Por qué? Por que los líderes europeos niegan que esto sea una crisis sistémica que necesite un tratamiento sistémico y debido a su insistencia de que la crisis fue causada por una imposición demasiado laxa de las actuales normas, como opuesto a una arquitectura económica y normas totalmente fallidas que fueron, por lo tanto, imposible de imponer en el momento que la crisis financiera global golpeó en 2008.
Curiosamente, el profesor Piketty ha reunido recientemente un grupo de quince economistas franceses (el llamado grupo-Piketty) que ha unido fuerzas con un grupo de economistas alemanes, conocidos como el Glienecker Grupper, para proponer cambios institucionales que puedan ayudar a resolver la Eurocrisis y devolver a Europa al camino de la estabilidad y la integración. Tal y como él presenta su Capital como una daga con la que acabar con la abominación de la inaguantable desigualdad, así como también su determinada intención de acabar en Europa con la crisis mediante el reconocimiento de que:
“...las instituciones europeas existentes son incapaces de cumplir sus funciones y necesitan ser reconstruidas. El problema central es simple: la democracia y las autoridades públicas deben estar habilitadas para recuperar el control y regular eficientemente el capitalismo financiero globalizado del siglo XXI”. (Piketty 2014)
¡Agitadoras palabras! Hasta que, claro, uno examina la propuesta real. Galbraith y Varoufakis (2014), que precisamente hicieron lo propio, mostraron que la propuesta de Piketty para Europa: a) una nueva corriente de austeridad universal que se dejará sentir por toda Europa, y b) una forma de unión política que, como Varoufakis (2014) argumenta, puede ser mejor descrita como una 'jaula de hierro' que extingue toda esperanza de que Europa pueda evolucionar hacia una federación democrática.
De igual modo pasa con la desigualdad. Cuando se examinan las recomendaciones políticas del profesor Piketty para reducir la triunfal marcha de la desigualdad, la nueva idea que se ofrece es la ya muy discutida propuesta de un impuesto global sobre la riqueza (20). La mayoría de comentaristas se han centrado en su utópica naturaleza, la cual es debastadóramente reconocida por el propio profesor Piketty. No haré lo mismo. En lugar de eso, permitirme asumir que es factible y que es acordada, pongamos por caso, por el G20. Consideremos cuál sería el significado de la implementación de este impuesto global sobre la riqueza:
Volviendo a la sufridora Eurozona, vayamos a visitar a una de las miles de familias irlandesas en la que todos sus miembros están en el paro o terriblemente mal pagadas y subempleadas, pero que su casa se las ha apañado para escapar a la fatal pérdida de su valor. De acuerdo con el profesor Piketty, esta desdichada gente debería ahora estar pagando un nuevo impuesto sobre la riqueza sobre el valor neto de su hogar, además de lo que le quede por pagar de su hipoteca. Independientemente de sus fuentes de ingreso!
Alejándonos de estas sufridas familias, a las que el impuesto sobre la riqueza del profesor Piketty cargaría aún más, vayamos ahora a un empresario industrial griego luchando por sobrevivir al ataque conjunto de la falta de demanda y de la severa restricción al crédito. Asumamos que su capital acumulado no ha perdido valor todavía. Pues bien, tan pronto como la política del profesor Piketty sea implementada, a buen seguro, ya que el nuevo impuesto le aplicará, pagará el impuesto sin ninguna fuente de ingreso existente.
¿Cuánto tiempo llevará, querido lector, antes de que los comprometidos libertarios, que creen que la desigualdad de la riqueza y e ingreso no es solamente correcta sino que también es el inevitable resultado de la obra de la libertad, comprender el resultado anterior de la propuesta política del profesor Piketty? ¿Por qué dudarían un segundo en cargarse su análisis y sus proverbiales recomendaciones políticas, tachándolas de teoría sentimental que conlleva políticas que simultáneamente causan a) un empeoramiento de la ya deteriorada situación socio-económica y b) amenazan los derechos y libertades personales? Además, ¿existe mayor regalo para los convencidos euroescépticos, decididos en demostrar que la Unión Europea fue un paso en el camino hacia la servidumbre, que el hechos por la propuesta para la Eurozona del profesor Piketty?
Moviéndonos ahora hacia el campo de la filosofía política, unos años atrás expresé la opinión de que las proposiciones bienintencionadas de la justicia distributiva y la igualdad eran quizás, una mayor amenaza para la el igualitarismo. Varoufakis (2002/3) arguyó que, durante demasiado tiempo, la filosofía política occidental fue dominada por el choque entre: a) aquellos que buscaron incesantemente el santo grial de algún Grado Óptimo de Desigualdad (GOD), (e.g. Rawls, 1971), y b) libertarios insistiendo que existe tal cosa como GOD (e.g. Nozick, 1974); que lo que importa en cambio es como es el proceso de adquisición de riqueza e ingreso. Argumentando desde la perspectiva radical del igualitarismo, concebí que los libertarios tenían los argumentos mejor afinados. Que su focalización en la justicia del proceso de generación de valor y que distribuirlos (i.e. Su dedicación a teorías de justicias procedimentales) fue significativamente más interesante, útil y, de hecho, más progresista que la pseudo-igualitaria dedicación al resultado final, distribución y teorías sobre la justicia. La disposición de los libertarios a separar la “buena” de la “mala” desigualdad, en vez de tratar la desigualdad como una única, unidimensional métrica, se mantuvo más esperanzadora para aquellos deseosos de entender los caprichos y la inestabilidad del capitalismo mejor que con las protestas socialdemócratas de que el resultado del ingreso y la riqueza eran demasiado desiguales. Que aquellos interesados en revigorizar un pragmático y radical igualitarismo deben abandonar nociones estáticas y métricas simples de igualdad. Leyendo el Capital en el Siglo XXI me recordó como la causa por el igualitarismo es a menudo socavada por sus principales y más famosos proponentes. John Rawls, a pesar de su elegancia y sofisticación de su 'velo de la ignorancia', hizo un incalculable daño a la 'causa' ofreciendo una teoría estática de la justicia que sucumbió en el momento que un talentoso libertario se ensañó con él. El libro del profesor Piketty, estoy convencido, será presa aún más fácil para los equivalentes de Robert Nozick del hoy o del mañana. Y cuando esto ocurra, las multitudes que están ahora celebrando el Capital en el Siglo XXI como un incondicional aliado en la guerra contra la desigualdad correrán en busca de cobijo. Notas: (1) Debo dar las gracia a Joseph Halevi, por dar rumbo a mis ideas, y a James Galbraith por sus extensos comentario a un borrador previo. Errores son, naturalmente, míos. (2)Por supuesto, cuando Mark pronosEcó que “más le será dado a los que poseen, y tomado de los que no”, no se estaba refiriendo a la riqueza, si no al entendimiento, sabiduría, propiedad. Aún así, la nota encaja con la reciente dinámica de la riqueza y el ingreso, y parecía una pena no uElizarla en este contexto. (3)Llevar a los estudiantes más lejos, desde el capital como “producción de medios de producción” hasta la idea de Marx de que el capital, además de máquinas de vapor y tractores, es una “relación social entre personas”, requiere un grado de desprogramación para el cual la mayoría de lectores no Eene Eempo suficiente. (4)El profesor PikeTy escoge no incluir bienes duraderos en su medida del “capital”. Así, las lavadoras no están contabilizadas, ni los coches, a menos que se hayan converEdo en anEgüedades y puedan ser vendidas en subasta a algún coleccionista. (5)De hecho, Adam Smith entendió perfectamente bien cuan diWcil es combinar una teoría del crecimiento con una teoría de la distribución del ingreso. De hecho, Varoufakis, Halevi y Theocarakis (2011) demuestra que su contribución (i.e. una gran teoría que explica tanto el crecimiento como la distribución) no es tan diWcil de armar: es, en cambio, imposible. También argumentamos que Smith, consciente de esta imposibilidad, escoge fijar su distribución del ingreso asumiendo que los salarios están determinados vis-‐à-‐vis con los mecanismos del mercado (y establece como iguales niveles de subsistencia definidos en el campo de la biología y, posiblemente, en el de las normas sociales). (See Varoufakis et al, 2011, capítulo 3). (6)La notación del propio profesor PikeTy indica ω y x como β y α respecEvamente. (7)Dividiendo ambos, el numerador y el denominador de ω = W/Y, por R obtenemos (W/R)/(R/Y). La “ley” 1 se obEne reordenando (W/R)/(R/Y) como (R/Y)/(R/W). (8)Siempre que la riqueza media de las personas mayores sea mayor que la riqueza media (i.e. d > 1), incrementos en la riqueza de la economía (ω) aumenta la riqueza heredada por cada unidad del ingreso total (ψ) que, en un ciclo sin fin, refuerza ω incrementando así ψ que a su vez aumenta ω, etc. (9)Tenga en cuenta que, por definición, si después asumimos que resulta que, cuando s=S/Y (10)Para ver como se derivan estas cifras, necesitamos analizar el estado estacionario de la ecuación diferencial temporal en la Ley 2. Si asumimos que podemos reformular este supuesto como . Dividiendo los dos términos por obtenemos: o bien En otras palabras, en Eempo discreto, la condición de estado estacionario ( ωt+1 = ωt) requiere que σt=gt o st / ωt = gt. Si el profesor PikeTy sugiere, que en nuestra era el crecimiento se estanca al 1,5% (g=0,005) y el raEo de ahorro está establecido en el 10% del PIB (i.e. S=0,1), entonces el capitalismo global Eene hacia 0,1 /ωt= 0,015 o ωt = 6,67. Insertando ωt = 6,67 en la “Ley” 1 y asumiendo tal y como el profesor PikeTy lo hace, que la tasa de rentabilidad de la riqueza ρ es aproximadamente 5% (i.e. Ρ=0,005), entonces resulta que x = 0,33. Esto significa que la riqueza valorada monetariamente tenderá a valer el 670% del PIB mientras que el ingreso que no provenga de los salarios (que provenga de la riqueza de acEvos) se estabilizará en un tercio del PIB. (11)El axioma 1 recuerda de algún modo al “Teorema Fundamental” de Karl Marx, que establece que los beneficios provienen del excedente del valor de la fuerza de trabajo y que no puede realizarse ningún beneficios en ausencia del excedente del valor de la fuerza de trabajo. Por supuesto, la proposición de Marx es un genuino teorema que Marx intentó probar cierto (y que su demostración acabó parEcularmente controverEda desembocando en el llamado “problema de transformación”, ver Varoufakis et al. 2011, Capítulo 5). En el caso del Profesor PikeTy, todo lo que tenemos es un mero axioma que no es ni si quiera discuEdo en ningún detalle, socavado en el desarrollo de su argumentación. (12)El axioma 5 es el menos problemáEco de su análisis. Si tuviera que adoptar la función de producción agregada ECS, debemos adoptar también un valor suficientemente alto para capturar el hecho de que, en el mundo real, es a menudo imposible susEtuir fuerza de trabajo y capital sin afectar la producción. (13)Ver Pasineu (1977, 1983) (14)Para un análisis sociológico del conocimiento detrás de esta “elección”, ver el capítulo 1 de Varoufakis (2013) (15)En su única referencia a la “Controversia del Capital” el autor cuenta al lector que la objeción a la aproximación neoclásica de la producción agregada tuvo que ver con aversión a la susEtución entre la fuerza de trabajo y el capital (cuando la objeción era sobre la falacia lógica de necesitar determinar r antes de medir K para poder determinar r). También establece, como un hecho, que la argumentación neoclásica ganó el debate (lo que, por supuesto, no fue así)
(16)Incluso un rápido estudio del Axioma 3 revela que, como el salario es igual a la producEvidad marginal y los empleadores son libre de escoger el nivel de empleo dentro de su curva de demanda, no puede exisEr un solo trabajador dispuesto a trabajar por el salario actual incapaz de encontrar un empleo. (17) Galbraith (2000) ha demostrado la importancia de las rentas de trabajo de industrias concretas. (18)Dejando Y igual a la tasa a la que la riqueza de los ricos aumenta en relación a la riqueza agregada o donde WR es la riqueza del rico, YR es el ingreso salarial que el rico recibe, RR es la riqueza no ganada por el rico que recibe por la propiedad de sus acEvos, sR es la propensión de rico a ahorra, ξes igual a sR / s -‐i.e. El ratio de la propensión del ahorro del rico vis-‐à-‐vis la propensión media de ahorro de la sociedad. M = YR + RR es el total del ingreso de rico. N = Y + R es el total del ingreso de la sociedad (tanto de la propiedad de riqueza como de los salarios). Para que la distribución de riqueza aumente en favor del rico, i.e. Para y>1, ξ>1 es una condición necesaria pero no suficiente. Si M>N, entonces y>1 y a distribución de riqueza incrementará desigualmente, en favor del rico; esto es, si el rico recibe más del 50% del total del ingreso, y el ahorra más que la media, incrementará la proporción de riqueza en la sociedad que posee. Pero incluso si el rico recibe menos de la mitad del ingreso total (i.e. Si M<N), la riqueza se concentrará en sus manos siempre que ξ > M/N. Por ejemplo, si el rico disfruta del 40% del ingreso total, pero ahorra un 12,5% más que su ingreso,, cuando la media de ahorro es del 5%, entonces el rico puede esperar tener una cada vez mayor proporción de la riqueza total. (19) Otros autores han abordado de manera más diligente y con más profundidad que yo los datos del Profesor PikeTy, como Galbraith (2014). Me centraré, por el contrario en las explicaciones del autor a las “anomalías” observadas. (20) Lo que no quiere decir que el Profesor PikeTy renuncie a otras ideas, como un impuesto sobre la renta progresivo, impuesto sobre la herencia, etc. Sin embargo, como se pretende que su libro es “rompedor” e “innovaEvo”, el lector se concentra naturalmente en las nuevas ideas y recomendaciones de políEca que ofrece. References
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