Se ha citado mucho el discurso de Putin en la reunión del grupo Valdai. Muy interesante, y por tanto evitado por la prensa hispana. Aquí está la traducción de la transcripción del mismo:
Estimados colegas, señoras y señores, queridos amigos: es un placer darles la bienvenida a esta XI conferencia del club de discusión “Valdai”.
Ya se ha dicho aquí que este año en el club hay nuevos coorganizadores, entre ellos organizaciones no gubernamentales rusas, grupos de expertos y grandes universidades. Además se ha expresado la idea de ampliar la discusión para incluir no sólo la problemática rusa sino también cuestiones de política y economía globales.
Espero que estos cambios organizativos y de contenido refuercen las posiciones del club como un importante foro de discusión y de reunión de expertos. Con ello espero que el así llamado espíritu de Valdai pueda mantenerse: su libertad, apertura, posibilidad de expresar las más distintas opiniones y con ello las opiniones sinceras.
En este sentido quiero decirles que no les voy a decepcionar, voy a hablar clara y sinceramente. Algunas cosas pueden parecer duras. Pero si no habláramos directa y sinceramente de lo que realmente pensamos no tendría sentido reunirnos en este formato. Sería mejor, en tal caso, mantener los encuentros diplomáticos donde nadie dice nada en un sentido claro y real y, recordando las palabras de un famoso diplomático, caer en la cuenta de que los diplomáticos tienen lenguas para para no decir la verdad.
Nos reunimos aquí con otros objetivos. Nos reunimos para hablar sinceramente. Necesitamos la franqueza y dureza de las valoraciones hoy no para atacarnos mutuamente sino para intentar ir a fondo y entender qué es lo que en realidad sucede en el mundo, por qué es menos seguro y menos previsible, porqué por los riesgos crecen por doquier.
El tema del encuentro de hoy, de las discusiones que han tenido lugar se ha denominado “¿Nuevas reglas de juego o juego sin reglas?”. En mi opinión este tema, esta formulación, describe muy exactamente el histórico punto de inflexión en que nos encontramos y la elección que todos tendremos que hacer.
La tesis de que el mundo contemporáneo está cambiando muy rápidamente, por supuesto, no es nueva. Y sé que ustedes han hablado de ello en el curso de la discusión de hoy. Es cierto, es difícil no darse cuenta de las dramáticas transformaciones en la política global, en la economía, la vida social, en la esfera de las tecnologías sociales, de la información, de la producción.
Les pido disculpas desde ahora si repito lo expresado por algunos participantes en este foro. Es difícil evitarlo, ustedes han hablado en detalle, pero voy a expresar mi punto de vista, que puede coincidir o ser distinto de lo dicho por los participantes del fórum.
No olvidemos, al analizar la situación actual, las lecciones de la historia. En primer lugar los cambios en el orden mundial -y los sucesos que estamos viendo hoy día son eventos de esta escala- por regla general fueron acompañados si no por una guerra global o por choques globales, por una cadena de intensivos conflictos de carácter local. En segundo lugar, la política mundial es sobre todo acerca del liderazgo económico, cuestiones de la guerra y la paz, y la dimensión humanitaria, incluyendo los derechos humanos.
En el mundo se han acumulado numerosas contradicciones. Y debemos preguntarnos sinceramente unos a otros si disponemos de una red de seguridad confiable. Por desgracia no hay garantías de que el sistema existente de seguridad global y regional pueda protegernos de graves turbulencias. El sistema ha sido seriamente debilitado, fragmentado y deformado. Las instituciones internacionales y regionales de relaciones económicas, políticas y culturales viven tiempos difíciles.
Sí, muchos mecanismos de garantía del orden pacífico se crearon hace bastante tiempo, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial sobre todo. Permítanme subrayar que la solidez de este sistema se basaba no solo en el balance de fuerzas y en el derecho de los vencedores, sino también en que los “padres fundadores” de este sistema de seguridad se relacionaban respetuosamente unos con otros, no intentaban apretar o aplastar a los otros sino que trataban llegar a acuerdos.
Lo importante es que este sistema necesita desarrollarse, y a pesar de todos sus defectos necesita ser capaz de contener los problemas mundiales existentes dentro de ciertos límites y de regular la intensidad de la natural competencia entre países.
Estoy seguro de que no podemos tomar este mecanismo de pesos y contrapesos que construimos a lo largo de las décadas pasadas con tanto esfuerzo y dificultades y destruirlo sin construir algo en su lugar. En tal caso no habría instrumentos salvo la fuerza bruta. Lo que necesitamos hacer es llevar a cabo una reconstrucción racional y adaptarlo a las nuevas realidades del sistema de relaciones internacionales.
Sin embargo los Estados Unidos, que se han declarado a sí mismos vencedores de la Guerra Fría, han pensado que no había ninguna necesidad de ello. Y en lugar de establecer un nuevo balance de poder, condición indispensable del orden y estabilidad, al contrario, han dado pasos que han llevado al sistema a una aguda y profunda desestabilización.
La Guerra Fría terminó. Pero no lo hizo con una declaración de “paz” mediante acuerdos comprensibles y transparentes de observancia de las normas y estándares existentes o de creación de unos nuevos. Esto creó la impresión de que los así llamados “vencedores” en la Guerra Fría decidieron presionar los eventos y rediseñar al mundo de tal suerte que sirviera para satisfacer sus necesidades e intereses. Y si el sistema existente de relaciones internacionales, el derecho internacional y los pesos y contrapesos en operación entorpecían el logro de estos objetivos, entonces el sistema era denunciado como inválido y anticuado y promovían su inmediata demolición.
Perdón por la analogía, pero así se comportan los nuevos ricos, que de repente obtienen una gran riqueza, en este caso en forma de dominación mundial, liderazgo mundial. Y en lugar de, con esta riqueza, comportarse sabiamente y con cuidado, incluso claro está, en su propio beneficio, pienso que han hecho muchos disparates.
Ha comenzado un periodo de diferentes interpretaciones y deliberados silencios en la política mundial. Bajo la arremetida del nihilismo legal el derecho internacional ha venido retrocediendo paso a paso. La objetividad y la justicia han sido sacrificadas en el altar de la conveniencia política. Las normas jurídicas han sido sustituidas por interpretaciones arbitrarias y valoraciones sesgadas. Además, el control total de los medios de comunicación globales ha permitido hacer pasar lo blanco por negro y lo negro por blanco.
En las condiciones de dominio de un país y sus aliados -o por decirlo de otra manera, sus satélites- la búsqueda de soluciones globales se ha convertido muy a menudo en una tentativa de imponer sus propias recetas universales. Las ambiciones de este grupo han crecido tanto que las políticas que ellos acuerdan en los corredores del poder las presentan como si fueran la opinión de toda la comunidad internacional. Pero eso no es así.
El propio concepto de “soberanía nacional” para la mayoría de los países se ha convertido en algo relativo. En esencia, se propuso la siguiente fórmula: cuanto mayor sea la lealtad al solo centro de poder mundial tanto mayor será la legitimidad de este o aquel régimen de gobierno.
Luego tendremos una discusión libre, y con mucho gusto contestaré a las preguntas y me gustaría también ejercer mi derecho para hacer preguntas. Pero en el curso de esta discusión traten de refutar la tesis que acabo de formular.
Las medidas contra los que se rehúsan a someterse son bien conocidas y han sido probadas muchas veces. Incluyen el uso de la fuerza, presión económica y propagandística, injerencia en asuntos internos, apelación a cierta legitimidad “supralegal” cuando hay que justificar una solución ilegal en este o aquel conflicto y el derrocamiento de regímenes molestos. En los últimos tiempos hemos sido testigos de un chantaje abierto en contra determinados líderes. No en vano el llamado “gran hermano” gasta miles de millones de dólares en mantener a todo el mundo, incluidos sus aliados más cercanos, bajo vigilancia.
Hagámonos la pregunta de hasta qué punto vivimos confortablemente, seguros y felices en un mundo así, hasta qué punto es justo y racional. ¿Puede ser que no tengamos motivos verdaderos para preocuparnos, discutir, o formular preguntas incómodas o torpes? ¿Puede ser que la excepcionalidad de los Estados Unidos, tal y como ellos ejercen su liderazgo, sean realmente una bendición para todos nosotros, y que su continua injerencia en los asuntos de todo el mundo esté trayendo paz, prosperidad, progreso, crecimiento, democracia y simplemente tengamos que relajarnos y gozar?
Me permito decir que no, que absolutamente este no es el caso.
El dictado unilateral y la imposición de los propios modelos produce el efecto contrario: en vez de solucionar los conflictos, estos escalan en intensidad; en vez de estados soberanos y estables vemos la creciente diseminación del caos; y en vez de democracia, el apoyo a un muy dudoso grupo que va desde los neofascistas hasta el radicalismo islámico.
¿Y por qué apoyan a esta gente? Porque los utilizan en alguna etapa como instrumento para lograr sus fines, después se queman sus dedos y se echan hacia atrás. No dejo de sorprenderme cuando veo que nuestros socios una vez tras otra caen en el mismo agujero, es decir, cometen el mismo error una y otra vez.
En su tiempo financiaron movimientos islamistas extremistas para luchar contra la Unión Soviética. Esos grupos adquirieron experiencia de combate en Afganistán y de allí luego salieron el Talibán y Al Qaeda. Occidente, si no les apoyó, al menos cerró los ojos, y yo diría que aportó información y apoyo político y financiero a la invasión de los terroristas internacionales a Rusia (no hemos olvidado esto) y a los países de Asia Central. Solo tras los horribles ataques cometidos en Estados Unidos se despertaron ante la amenaza común del terrorismo. Recuerdo que entonces fuimos los primeros en apoyar al pueblo de los Estados Unidos de América, reaccionamos como amigos y socios en esta terrible tragedia del 11 de septiembre.
Durante mis conversaciones con líderes europeos y de los Estados Unidos siempre hablo de la necesidad de una lucha conjunta con el terrorismo, como tarea global. En esta tarea no podemos rendirnos y resignarnos ante la amenaza; tampoco podemos dividirla en partes separadas, usando dobles raseros. Al principio estuvieron de acuerdo con nosotros, pero al poco tiempo todo volvió a ser como antes. Primero la operación militar en Irak, y luego en Libia. Este país, por cierto, quedó al borde de la disolución. ¿Por qué Libia fue empujada a esa situación? Ahora está en peligro de destrucción total y se ha convertido en un campo de entrenamiento de terroristas. Solo la voluntad e inteligencia de la actual dirección en Egipto ha permitido a este crucial país árabe salir del caos y el dominio total del extremismo. En Siria, como en otros tiempos, los Estados Unidos y sus aliados comenzaron a financiar y armar directamente a los rebeldes y permitiéndoles engrosar sus filas con mercenarios de distintos países. Permítanme preguntar ¿de dónde obtienen estos rebeldes el dinero, las armas y los especialistas militares. ¿De dónde viene todo esto? ¿Por qué el Estado Islámico se ha convertido en un grupo tan poderoso, una fuerza esencialmente armada?
En lo referente a la financiación, hoy el dinero no proviene solo de los ingresos por drogas cuya producción, por cierto, ha aumentado en varios órdenes de magnitud, y no solo un pequeño porcentaje durante la presencia de las fuerzas internacionales en Afganistán. Ustedes saben esto, por supuesto. La financiación proviene también de la venta de petróleo, su extracción y transporte en territorios controlados por los terroristas. Lo venden a precios dedumping, y hay alguien que se los compra, lo revende, gana dinero con ello sin pensar en que está financiando a los terroristas que tarde o temprano vendrán a su territorio y sembrarán la muerte en su país.
¿Y los reclutas, de dónde vienen los nuevos reclutas? En Irak como resultado del derrocamiento de Sadam Hussein las instituciones estatales, incluido el ejército, quedaron en ruinas. Entonces dijimos: tengan mucho, mucho cuidado. Ustedes están mandando a esa gente a las calles. ¿Qué van a hacer? No olviden que –justamente o no- ellos estaban en posiciones de mando de una potencia regional relativamente grande. ¿En qué los están convirtiendo ahora?
¿Qué sucedió? Que decenas de miles de soldados y oficiales, antiguos activistas del partido Baaz, arrojados a la calle, se unieron a las filas de los rebeldes. ¿Puede ser que ahí esté la clave de la efectividad del Estado Islámico, o ISIS? Actúan de una manera muy efectiva desde el punto de vista militar, son gente muy profesional. Rusia ha advertido en repetidas ocasiones sobre el peligro de acciones armadas unilaterales, las injerencias en los asuntos de estados soberanos, y el flirteo con grupos extremistas y radicales. Hemos insistido en la necesidad de incluir a los grupos que luchan contra el gobierno central de Siria, incluido el ISIS, en la lista de organizaciones terroristas. ¿Cuál ha sido el resultado? Ninguno. Hemos hecho esa apelación en vano.
A veces tenemos la impresión de que nuestros colegas y amigos luchan constantemente contra los resultados de su propia política, dedican sus esfuerzos a luchar contra los riesgos que ellos mismos han creado, pagando por ello un precio cada vez mayor.
Estimados colegas. Este periodo de dominación unipolar ha demostrado claramente que el dominio de un solo centro de poder no lleva al aumento de la gobernabilidad de los procesos globales. Al contrario esta endeble construcción ha mostrado su incapacidad para luchar contra amenazas tales como los conflictos regionales, el terrorismo, el narcotráfico, el fanatismo religioso, el chauvinismo y el neonazismo. Al mismo tiempo el unipolarismo ha abierto un ancho camino para un hipertrofiado orgullo nacional, manipulando a la opinión pública para consentir que el fuerte acose y suprima al más débil. Esencialmente el mundo unipolar es simplemente un medio para justificar la dictadura sobre los pueblos y los países. El mundo unipolar se convirtió en algo demasiado incómodo, una carga demasiado pesada e inmanejable incluso para su autoproclamado líder. Se han escuchado aquí comentarios sobre ello y yo estoy totalmente de acuerdo con lo que aquí se dijo. De ahí vienen los actuales intentos, ya en una nueva etapa histórica, de recrear algo parecido a un mundo cuasibipolar como un modelo conveniente de perpetuación del liderazgo americano. Es irrelevante quien ocupa el lugar del “centro del mal” en la propaganda americana, el viejo lugar de la URSS como el principal adversario. Podría ser Irán, como país que intenta acceder a tecnología nuclear; China como primera economía del mundo; o Rusia como superpotencia nuclear.
Hoy día vemos de nuevo intentos de fragmentar el mundo, trazar nuevas líneas de división, establecer coaliciones no creadas “a favor de” sino en “contra de” quien sea, crear de nuevo la imagen de un enemigo, como se hizo durante la Guerra Fría, y conseguir el derecho al liderazgo, o si lo prefieren, el derecho dictar condiciones. Así es como se trataba la situación durante la época de la Guerra Fría, todos lo sabemos y comprendemos. A sus aliados los Estados Unidos siempre les decían: “tenemos un enemigo común, un rival terrible, es el centro del mal y los estamos defendiendo de él. Por ello tenemos derecho a dirigirlos, obligarlos a sacrificar sus intereses políticos y económicos y hacerlos pagar su cuotaparte de los costos de esta defensa colectiva, pero naturalmente nosotros seremos quienes estarán a cargo de todo eso.” En una palabra, hoy en un mundo nuevo y cambiante es otra vez evidente el intento de reproducir estos modelos habituales de dirección y manejo global para garantizar la excepcional posición de Estados Unidos y cosechar dividendos políticos y económicos.
Pero estos intentos están crecientemente divorciados de la realidad y en contradicción con la diversidad del mundo e indefectiblemente crearán enfrentamientos y reacciones de respuesta que finalmente tendrán el efecto contrario al anhelado. Todos vemos lo que sucede cuando la política se mezcla imprudentemente con la economía y la lógica de las decisiones racionales cede su lugar a la lógica de la confrontación, que sólo perjudica a las propias posiciones e intereses económicos, incluidos los intereses económicos del país.
Los proyectos económicos conjuntos y las inversiones mutuas acercan objetivamente a los países, ayudan a suavizar los problemas actuales en las relaciones entre los estados. Sin embargo hoy día la comunidad económica global sufre una presión sin precedentes por parte de los gobiernos occidentales. ¿De qué negocios, de qué pragmatismo y conveniencia económicas podemos hablar cuando escuchamos slogans tales como “la patria está en peligro”, “el mundo libre está amenazado” y “la democracia está en riesgo”? Ante esto, todos (en Occidente) necesitan movilizarse. Pero aquellos slogans son los que constituyen una verdadera política de movilización.
Las sanciones están socavando las bases del comercio mundial, las normas de la OMC y los principios de la inviolabilidad de la propiedad privada. Golpean