Picacho tiene como sede la comunidad de Victorino y sus alrededores, una zona montañosa a 25 kilómetros del pueblo de Guisa, en la provincia de Granma. Foto: Jorge Luis Baños
La Habana, 28 abr.- En una remota localidad próxima al mayor macizo montañoso de Cuba, la Sierra Maestra, en el oriente cubano, un grupo de niños, niñas y adolescentes realizan cortos de ficción, documentales y mensajes de bien público sobre problemas ambientales, tradiciones culturales y la cotidianidad del campesinado.
Iniciado y coordinado por el promotor cultural Pedro Heriberto Rodríguez, el proyecto titulado Picacho es hasta ahora el único en Cuba que agrupa a niños y niñas campesinos del lomerío, quienes crean sus guiones, filman y editan audiovisuales.
Picacho tiene como sede la comunidad de Victorino y sus alrededores, una zona montañosa a 25 kilómetros del pueblo de Guisa, en la provincia de Granma. Pero algunos de sus integrantes viven más lejos aún, casi en la Sierra Maestra.
“Surgió en 2008 como proyecto de apreciación, pues no teníamos tecnología y estábamos buscando personas que nos pudieran ayudar. No fue hasta 2013 que Cámara Chica, del British Council, lanzó una convocatoria para patrocinar iniciativas audiovisuales con niños y enviamos una reseña de lo que estábamos haciendo”, dijo Rodríguez a la Redacción IPS Cuba.
“Fueron de los primeros que expresaron su interés en apoyarnos. Todavía seguimos recabando colaboración de muchos artistas en Cuba y el mundo para que Picacho se mantenga”, agregó.
“Uno de los temas es la protección del medio ambiente, pues vivimos en las montañas y debemos cuidarlas. Quiénes mejor que los niños para llevar al audiovisual estos asuntos y proponer posibles soluciones”, apuntó el coordinador.
Con el equipamiento de filmación y la computadora para edición recibida de Cámara Chica, el grupo de infantes y adolescentes comprendidos entre 10 y 15 años también trata temas como las tradiciones culturales, los mitos y leyendas y cómo ven los problemas de la comunidad.
“Todo lo que se hace tiene que partir de la visión de niñas, niños y adolescentes. Los adultos que intervenimos en el proyecto lo hacemos después que ellos realizan sus materiales, para señalarles cuando hubo problemas en la fotografía, la edición u otros elementos técnicos”, amplió.
Para las y los protagonistas de Picacho, la experiencia ha sido una revelación en sus vidas.
“Este proyecto es algo muy lindo, porque los niños podemos aprender a hacer documentales, videos y cortos con la tecnología de las cámaras incluso cuando muchos niños del resto del país no han tenido la oportunidad de hacerlo”, valoró Daniel Cabrera, de 10 años y estudiante de quinto grado de la enseñanza primaria.
A su juicio, la autonomía que tiene el equipo de creación infantil para trabajar figura entre los elementos más atractivos.
“Hacemos lo que queremos y tenemos nuestras propias opiniones para hacer las cosas”, indicó.
Como ejemplo, citó un audiovisual sobre un caso real, que fue escogido para hablar sobre la seguridad en la vía.
“Hicimos un trabajo a partir de la historia de una muchacha de la provincia, que iba en una bicicleta con los audífonos puestos –una moda que se extiende peligrosamente a nivel nacional entre adolescentes y jóvenes fundamentalmente-, y no escuchó cuando un carro le pitó, no le dio tiempo a maniobrar y la muchacha murió”, detalló.
Entre otros temas, los adolescentes narraron la historia de un grupo de niños de la serranía que tocan la percusión y realizaron el corto de ficción “Luz y oscuridad”, que narra una leyenda del pueblo sobre dos hermanos gemelos.
Y hasta produjeron un animado sobre la naturaleza con la técnica top motion, gracias a un taller que recibieron de cineclubistas de la occidental provincia de Matanzas.
Según Daniel, este año quieren terminar una videocarta para que niños y niñas de otros países puedan conocer las tradiciones culturales y campesinas de Granma y cómo se hacen aquí los dulces.
Mientras Marlen Álvarez, editora y directora a sus 10 años, adelantó que para esa obra “tenemos pensado montar un set con una matica de café y una mano de plastilina recogiendo los granos”, en honor a la tradición en la producción cafetalera del poblado.
La pequeña compartió que le “maravilla” de este proyecto “cómo niños campesinos pueden hacer audiovisuales que muchas personas mayores no pueden”. “Las familias se sienten muy especiales al ver que sus hijos pueden hacerlos”, comentó.
Picacho ha tenido un impacto que va más allá de la realización audiovisual.
Gracias a otras actividades, sus integrantes han podido conocer el mar y La Habana.
En su primera visita a la capital, compartieron con personalidades del cine como los directores Lester Hamlet, Daniel Diez y Enrique Pineda Barnet y el crítico Luciano Castillo, quienes se han motivado mucho con esta iniciativa. (2015)