Por Ricardo
Alarcón de Quesada
En
septiembre de 1965 frente al Café Haití, en la calle Ahumada, en pleno centro
de Santiago, Manuel Cabieses Donoso y Mario Díaz Barrientos salieron a vender
el primer número de Punto Final. Los
jóvenes, jefe de redacción y director entonces de lo que hasta ese día era algo
desconocido, trabajaban como reporteros del vespertino Última Hora y con sus
salarios financiaban la nueva publicación.
Nacía así una revista que nunca ha contado con el respaldo de anuncios
comerciales y que ha dependido siempre de sus suscriptores y amigos. Lo decía en su editorial inaugural: “Cree que
las grandes masas son las protagonistas de la historia y se coloca a su servicio.
Pero no se encajonará en fronteras artificiales, no rehuirá la polémica ni
sentirá temor de decir la verdad.”
Surgía
un fenómeno novedoso que muchos suponían habría de perdurar poco. Una más de esas aventuras juveniles
destinadas a quedar, para sus autores, cuando llegase la inevitable madurez,
como un recuerdo grato, portador de añoranzas y nostalgias igualmente
inevitables.
Pero
el sueño cumple ahora medio siglo. A lo
largo del tiempo transcurrido Punto Final se ha mantenido fiel, siempre al
servicio de las masas populares y sus luchas y con su pensamiento abierto,
incluyente, crítico, ajeno a todo sectarismo.
Por eso es hoy mucho más que aquella modesta publicación fruto del
altruismo, la generosa entrega de un puñado de idealistas, Punto Final es ya un medio de información y
opinión irremplazable en Chile y en América Latina, punto de referencia que
nadie puede ignorar, lectura obligada para todos, incluso para quienes
quisieran que no existiese y le niegan cualquier contribución.
Desde
sus inicios fue vehículo de expresión y movilización de los sectores oprimidos
y marginados y de sus aspiraciones a un Chile verdaderamente democrático. La inspiraba el ideal socialista aunque no la
dirigía ningún partido y sus redactores eran independientes o militaban en las
diversas tendencias del amplio espectro de la izquierda chilena. Más de una vez fueron encarcelados y la
revista fue requisada y su circulación prohibida.
Punto
Final ha sido ejemplo invariable de internacionalismo y solidaridad
latinoamericana. Lo fue desde el
principio defendiendo a la Revolución cubana que en los años sesenta del pasado
siglo encarnaba, solitaria, la dignidad latinoamericana y concentraba el odio y
la agresividad del Imperio. Lo sigue siendo hoy con su respaldo consecuente a
la Revolución bolivariana de Venezuela y a los demás gobiernos progresistas del
Continente incluyendo al de Bolivia cuyo derecho a una salida soberana al mar
ha sabido sostener frente al chovinismo.
La Resurrección del Che
Punto
Final fue especialmente solidaria con la proeza que Ernesto Guevara y sus
compañeros libraron en suelo boliviano,
gesta necesaria a la emancipación definitiva de un Continente al que
mucho antes José Martí había llamado a luchar por su segunda, verdadera,
independencia.
Encarando
obstáculos descomunales, entre otros, el aislamiento y la ausencia de apoyo de
algunos pretendidos revolucionarios, acorralado por una fuerza militar
incomparablemente superior equipada, entrenada y dirigida por Estados Unidos,
el pequeño grupo sufrió una derrota el 8 de octubre de 1967. Herido, desarmado y aquejado por el asma el
Che fue capturado y asesinado por esbirros de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) que operaban como oficiales del ejército boliviano.
Sus
captores le ocuparon el Diario que entre el 7 de noviembre de 1966 y el 7 de
octubre de 1967, había registrado los sucesos y sus reflexiones de once
meses. Los asesinos planearon explotar
al máximo aquel botín de guerra. Tergiversando y falsificando sus palabras
seguramente hubieran podido divulgar un material espúreo que, al mismo tiempo,
les habría dado pingües ganancias. Intentaban matar verdaderamente al Che
aniquilando su memoria, hundirlo para siempre en el olvido. La diabólica operación fracasó
estrepitosamente. Y en ello Punto Final
desempeñó un papel decisivo.
Alguien
se arriesgó haciendo llegar clandestinamente a P.F. una copia fiel del
Diario. Los responsables de la Revista,
arrostrando también riesgos y dificultades, la enviaron a Cuba que lo reprodujo
en una edición masiva la cual tendría también una importante difusión en
Europa.
El
número 59 de P.F., correspondiente a la primera quincena de julio de 1968,
entregaba por primera vez a los lectores latinoamericanos el excepcional
documento, testimonio irrecusable de su autor, el último texto del Che, escrito
y rubricado con su propia sangre.
La
autenticidad del Diario tuvo que ser admitida por los militares bolivianos
después de fracasar también en vanos intentos para ignorarlo.
Traducido
a numerosos idiomas, reproducido una y otra vez, el mensaje del Che ha sido y
es fuente de inspiración para millones que nacieron después del crimen de la
Higuera.
De la Esperanza a la Barbarie y a
la Nueva Esperanza.
Punto
Final fue indispensable al auge del movimiento popular que culminaría en la
elección del Presidente Salvador Allende cuyo equipo de gobierno integraron
algunos de sus redactores. La revista
mantuvo su actitud independiente dando pleno apoyo al nuevo gobierno al tiempo
que criticaba errores e inconsecuencias, alertaba sobre los peligros y movilizaba
a las masas frente a las conspiraciones del imperialismo y una derecha
recalcitrante.
El
11 de septiembre de 1973 apareció, en algunos quioscos, la edición No. 192 de
Punto Final en la que denunciaba, en diversos artículos, las acciones
represivas de las fuerzas armadas, preámbulo al golpe de estado fascista que se
produciría esa mañana. Sucesivos Bandos de la Junta militar darían cuenta de la
despiadada represión desatada por los usurpadores que, de un manotazo,
destruyeron la institucionalidad, implantaron el terror generalizado, sitiaron
y bombardearon La Moneda, donde resistió heroicamente el Presidente Allende.
La
prensa fue un objetivo prioritario para los sublevados. Augusto Pinochet, el
traidor devenido dictador, emitió, en su propia voz, órdenes terminantes:
“además de las medidas que existen sobre radio y televisión, no se aceptan,
repito, publicación de prensa de ninguna especie. Y aquella que llegara a
salir, además de ser requisada, motivará la destrucción de las instalaciones en
las que fue editada. Cambio… Ehhh,
justamente, el personal que trabaja allá en Punto Final, todo el mundo ahí debe
ser detenido. Cambio”.
Comenzaba
el período más triste y doloroso de la historia chilena. Incontables fueron los
asesinados, los torturados, los desaparecidos,los perseguidos. Entre ellos los que hicieron posible Punto
Final a quienes rendimos nuestro homenaje de gratitud y admiración.
Ellos
viven porque Punto Final, pese a todos los pesares, no murió. Reapareció más tarde en el exilio
mexicano. Y regresó a Chile a dar nuevas
batallas, siempre con el pueblo humilde, en una etapa compleja y
contradictoria, en la que nada sustituye a “la Revista que ayuda a pensar”.
En
este aniversario escuchemos la voz de quienes cayeron en el largo y duro camino
pero aún nos convocan: “Hasta la Victoria Siempre”.