Lugar: Centro Cultural Fresa y Chocolate
¿Para qué la Universidad? se preguntan numerosos jóvenes en todo el mundo, quienes —ante la crisis generalizada— no vislumbran un futuro que justifique años de estudio y, en la mayoría de los casos, sacrificios de la economía doméstica. Con otro sentido — u otros, si queremos ser exactos— esgrimen la interrogante investigadores, docentes, políticos, economistas, periodistas. Precisamente sobre las características definitorias, las funciones y la misión de los centros de altos estudios versó el más reciente panel convocado por la revista Temas; asimismo, se intercambiaron criterios acerca de las limitaciones de esas instituciones en la Isla y cuáles serían las transformaciones deseables.
Faltaron al encuentro los representantes del Ministerio de Educación Superior, organismo enfrascado por estos días en un evento que le impidió liberar a las personas idóneas para el debate en la sala Fresa y Chocolate, del ICAIC. Lástima, pues su visión constituía piedra angular en, por lo demás, un encomiable panel de expertos —balanceado en cuanto a generaciones y vínculos con el asunto en cuestión—, donde confluyeron Luis Montero, profesor de la Facultad de Química y presidente del Consejo Científico de la Universidad de La Habana; Jorge Ibarra, historiador destacado, Premio Nacional de Ciencias Sociales, miembro del Consejo Editorial de Temas, y entre 1953 y 1956 presidente de la FEU en la Universidad de Oriente; Huber Hernández, secretario de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Centro Habana; Carlos Lage Codorniú, economista, entre 2005 y 2007 presidente de la FEU a nivel nacional, actualmente analista del Banco Central de Cuba; y como moderador Rafael Hernández, director de Temas.
En general los panelistas definieron la universidad —y con ellos coincidió el público— como una institución científica y cultural que a la par forma conocedores y crea conocimiento en múltiples ramas. Sin embargo, Luis Montero precisó: “No todas cumplen con estos requisitos. Por ejemplo, en los Estados Unidos, de unos mil ochocientos centros de educación superior serán universidades científicas alrededor de trescientas”.
De acuerdo con Carlos Lage, si bien un país “necesita graduados y conocimientos para encauzar sus planes de desarrollo, la universidad posee una dimensión más amplia en el plano cultural, entendido en el más abarcador sentido“ y le incumbe “indagar constantemente cuáles son los problemas que padece la sociedad”. Por eso, desde el punto de vista de la formación, no solo debe graduar jóvenes capaces de cumplir desempeños técnicos, sino seres humanos con habilidades y cualidades que les permitan estar en condiciones de servir mejor a la colectividad. Y no es este un anhelo solo de hoy, o de un sistema político específico, recalcó el disertante al citar un texto publicado en Bohemia a mediados de 1957. Aun así, “una sociedad socialista debe tener como prioridad desarrollar conocimiento; no solo de las ciencias aplicadas, sino también relativo a las ciencias sociales”.
Acerca de los vínculos entre la academia y la comunidad, Huber Hernández refirió una experiencia sostenida en el municipio de Centro Habana. “Se le está dando un papel muy importante” a las investigaciones emprendidas allí por facultades universitarias “en aras de mejorar las condiciones de vida”, cumpliendo un útil precepto: la universidad tiene que estar vinculada a la transformación de la sociedad cubana”. Las indagaciones y subsiguientes propuestas abarcan varios consejos populares, por ejemplo, Colón, Cayo Hueso y Los Sitios. Además, “recientemente se constituyeron las nuevas Asambleas Municipales, la universidad tuvo presencia importante en la capacitación de esos delegados; y participación en la formación y asesoría de los proyectos de desarrollo vinculados al sector no estatal: cooperativas no agropecuarias y trabajadores por cuenta propia”.
Fisuras en el Alma Máter
Quien viva en la Isla y tenga en la familia un estudiante universitario, a menudo escuchará quejas sobre el acceso a bibliografía actualizada y a Internet, la calidad de ciertas clases, el discurso anticuado de determinados profesores y hasta de líderes estudiantiles, el abismo entre lo aprendido en el aula y lo constatado durante las prácticas fuera de ella. Algunos adultos lo atribuirán a impaciencia juvenil e inmadurez para comparar el presente con el ayer, o comprender y aceptar nuestra realidad. Tal vez se sorprenderían al escuchar que abundan los analistas —incluso en el ámbito docente— con desasosiegos análogos a los de esos jóvenes.
La lista de obstáculos que se interponen en el cumplimiento de las funciones asignadas a la universidad es grande, declaró Luis Montero. Cuando se financia cualquiera de sus instalaciones “se está haciendo una inversión social a largo plazo. Nuestro problema es que la capacidad inversionista de la universidad cubana lleva deprimida mucho tiempo y trabajamos en condiciones infraestructurales muy alejadas de los estándares de los países con una educación superior competitiva”. Por un lado, “la sustentación de los laboratorios, y de la infraestructura en general, es muy pobre”; al mismo tiempo se incrementa la descapitalización debido al éxodo de profesionales que buscan en otros sectores o fuera del territorio nacional salarios acordes con las necesidades cotidianas. “Y existen factores subjetivos relacionados con la cultura —acerca del tema— de personas que pueden decidir las políticas”.
No inquieta al ponente la preparación académica del Consejo de Dirección del MES —buena parte ha alcanzado la categoría de doctor—, y puede dar fe de su respeto por el valor de la cultura. Pero sí le preocupa la creación de centros de altos estudios “fuera de los conceptos más aceptados y universales de formación en ese nivel”. En las nuevas instituciones coexiste el personal experto con el inexperto (quizás más que en las ya bien asentadas), tal desequilibrio y las limitaciones de comunicación e intercambio de, y entre, especialistas, imperantes en el territorio nacional, así como las carencias de recursos para garantizar un intercambio fluido con homólogas de mayor solidez, pueden resentir su desempeño. Investigadores y doctores “no se improvisan en pocos días”. Lo corrobora el siguiente dato: en América Latina la Isla ocupa el lugar sexto o séptimo —por encima se hallan naciones más extensas y ricas: Brasil, Argentina, México…— en la producción de documentos científicos, y la mitad de ellos los aportan los enclaves universitarios; empero “pueden contarse con los dedos de la mano las universidades que los producen en el país”. De hecho, solo la UH proporciona la tercera parte de la información científica de Cuba “mientras otras universidades nuestras no aparecen como productoras significativas en ninguna clasificación internacional”.
Para Jorge Ibarra una dificultad es que todavía en muchas aulas se imponen “supuestas verdades conocidas, y eso no tiene que ver con la universidad moderna, sino con la escolástica” y con las “imposiciones de los manuales marxistas que padecimos durante largo tiempo”. Algunos profesores acostumbran a “trabajar con un solo texto, con lo que se cultiva un pensamiento único”; indican el uso de manuales, en lugar de propiciar que el estudiante aprenda a debatir y busque información en diversos libros y otras fuentes. En consecuencia, “la ciencia histórica en Cuba no ha evolucionado a grandes pasos”, las principales corrientes de pensamiento histórico no se han divulgado suficientemente. “Las investigaciones están encaminadas sobre todo a dilucidar un hecho histórico, una personalidad en una coyuntura dada; los estudios de más largo alcance, que se proponen examinar procesos o contextos históricos generales, son escasos”.
Todavía la universidad no interviene de manera asidua en proyectos sociales y de desarrollo local viables y en función de la comunidad —opinó Huber Hernández—, no aporta en amplia escala “validaciones prácticas de la sustentabilidad de esos procesos”.
El moderador solicitó entonces una reflexión de Carlos Lage hacia otra arista: el movimiento estudiantil, en todas partes del mundo muy importante dentro de los movimientos que contribuyen al cambio de la sociedad.
Inquietudes políticas tienen todos los universitarios; sin embargo, a menudo ellas se esconden o se manifiestan de otra manera a la esperada por la institución o los dirigentes, aseveró el otrora presidente de la FEU. Los alumnos necesitan recibir herramientas para interpretar la sociedad, luchar por determinadas cosas, hacer frente a diversas problemáticas, encontrar soluciones. Por el contrario, Lage observa “desde hace mucho tiempo una cierta tendencia a tratarlos como si fueran niños chiquitos. Los profesores se ocupan de cosas que en otra época asumían las organizaciones estudiantiles. El fondo del problema es que esas organizaciones no giran en la misma órbita que los alumnos, hay una desconexión”. Al mismo tiempo, en el camino de formar jóvenes aptos para la vida falla en cierta medida el aprehender valores indispensables, ya que de manera errónea “en la sociedad en general, no solo en la universidad, se considera que los valores se enseñan, como se enseñan las matemáticas”.
Luego el ponente llamó a meditar sobre la situación del profesorado. Existen “grandes baches generacionales entre profesores estelares, de mayor edad, y otros recién graduados, las generaciones intermedias se han perdido”. A ese problema se añade la presencia de docentes de baja calidad, lo cual “está afectando la instrucción y la formación de los estudiantes”. El alejamiento de buenos profesionales se debe no solo al salario, “tiene que ver a veces con las formas en que se organiza y se dirige la universidad”.
Desde el público menudearon criterios similares a los de los panelistas, con el aval de que la mayoría de los oradores ha dedicado años a la docencia. La primera en hablar fue la Dra. Graziella Pogolotti, quien señaló como imperativos de la universidad cubana “estar con el oído pegado a la tierra”, incidir en la solución de los problemas de la vida concreta, articularse con otras instituciones de la creación científica del país, para generar conocimiento e innovación.
Y como dificultades: merma de capital humano, debido a la exigua retribución material, “pero también a la pérdida del sentido de la posibilidad real y concreta de crear y producir”, porque “en las últimas décadas la universidad fue perdiendo el protagonismo que tuvo en un momento dado y dentro de eso el protagonismo de los claustros universitarios”; a la par, abundan los “profesionales que se han ido rutinizando, acomodando, a los cuales hay que sacudir y estimular”. Finalmente puntualizó que “uno de los problemas más graves” es el insuficiente reconocimiento otorgado a las ciencias sociales y a su posible contribución a los desafíos actuales.
Un profesor de la UH insistió en que el claustro universitario “está arrinconado, desamparado y falto de protagonismo”. Al respecto, otro docente con décadas de experiencia en las ciencias médicas, puso un ejemplo significativo: desde mediados de los años 70 “nuestras facultades salieron del sistema universitario y pasaron a Salud Pública. En 2004 nos cambiaron el currículum de la carrera sin contar con nadie del claustro. La falta de dirección científica desde la escuela de medicina nos ha afectado enormemente”.
Algunas personas criticaron la manera en que se desarrolló la municipalización de los estudios superiores. Una especialista del Instituto Juan Marinello alertó sobre la desacertada tendencia a respaldar monetariamente la universidad solo teniendo en cuenta las necesidades de las economías y de los movimientos empresariales, pues tal práctica representa “mercantilizar un proceso que no puede serlo, porque se constriñe la capacidad de generar pensamiento”. Igualmente, instó a concebir el proceso de enseñanza como un sistema; y a reflexionar sobre el impacto que hoy tienen sobre la instrucción universitaria las deficiencias de los grados precedentes, la discordancia entre lo impartido en las aulas y la normativa funcional vigente en el país, y la precariedad tecnológica presente en todos los ámbitos de la vida. A ese último aspecto volvió una educadora afectada por el actual “nivel y la eficiencia de las tecnologías de la información y la comunicación” en el país; ella aprecia contradicciones “entre el concepto sostenido por ETECSA —monopolio que gestiona las comunicaciones en Cuba— y la red UNIV”.
Recién graduados de la universidad evidencian “dificultades en la comprensión, desde la ciencia, de los problemas sociales”; desconocimiento de las visiones diversas que en el mundo existen acerca de su especialidad y, por supuesto, dónde hallar dichos saberes; de esa manera “la universalidad del pensamiento se pierde”, manifestó una profesora que imparte cursos de posgrado. Y otro participante sentenció: la universidad que precisamos construir tiene tres desafíos considerables: enfrentarse a un diálogo de saberes, empeñarse en la democratización de la cultura y convertirse en agencia de creatividad.
ABC para un renacer
¿Qué hacer para transformar, revertir, lo que limita el desarrollo de la universidad, dentro de un socialismo próspero, sustentable y culto?, preguntó Rafael Hernández a los ponentes y los invitó a comentar los criterios del auditorio.
Diferentes a algunas de las vivencias planteadas son las de Luis Montero. Desde hace mucho tiempo en su departamento docente [en el entorno de las ciencias naturales] y en el Consejo Científico de la Universidad de La Habana mantienen “una amplia libertad de discusión y un alto nivel de cuestionamiento de los asuntos. Para eso hay que desarrollar una cultura del diálogo, del intercambio”, práctica no asentada aún en la nación, expresó. Asimismo, el académico desea que la presencia de los profesores universitarios sea mayor en los medios de comunicación y en la conciencia social. “Salvo excepciones, la imagen pública de los docentes cubanos es muy reducida”, no hay demasiados escenarios donde puedan manifestarse. Urge igualmente superar el “atraso sideral” existente en el campo de la informatización.
En cuanto a la herencia soviética, resulta imposible desconocer que “en muchos aspectos debemos nuestro desarrollo científico a ciencias que funcionaron bien allá”, por ejemplo la física; “ahora bien, los esquemas hay que transformarlos y en estos momentos lo estamos haciendo”. Para modificarlos es imprescindible la participación; uno de nuestros problemas es que muchas personas capaces de generar transformaciones e iniciativas sabias se inhiben de hacerlo; necesitamos participar todos, con la palabra y la acción, enfatizó Montero.
“Me alegra mucho que la Dra. Pogolotti haya mencionado los claustros de profesores. Las universidades no pueden seguir dirigidas exclusivamente por los rectorados. Esos claustros y las federaciones estudiantiles deben tener un papel decisivo”, razonó Jorge Ibarra. También se precisa mayor intercambio cultural y científico entre las universidades cubanas y las foráneas, ello incluye invitar a docentes destacados de otras partes del mundo a impartir materias en la Isla. “Cada facultad, cada escuela, deberá tener una publicación académica que trate los problemas generales de la enseñanza y de la vida universitaria —continuó el historiador—, si no se acometen estos cambios, es muy difícil poder hablar de un proceso de reformas”.
Al decir de Huber Hernández, “un gran reto de nuestra sociedad es ser más culta, más participativa, más responsable de construir su propio destino, pero también debe estar más empoderada, o al menos tener más conciencia del empoderamiento necesario para llevar adelante los cambios”; la universidad forma parte de tal empeño.
Dos cuestiones claves mencionó Carlos Lage. Una es la eficiencia: “Se habla de que la educación es inversión a mediano y largo plazo; habría que ver si lo invertido se corresponde con las necesidades. En este momento hay en Cuba grandes recursos profesionales, la sociedad los demanda, pero no se ha logrado hacer coincidir a ambos. Empezando porque la mayor parte de las licencias aprobadas para el sector privado son para ejercer oficios”, mientras numerosos graduados en disímiles áreas permanecen subutilizados. “Otro aspecto, abordado por la Dra. Pogolotti, es el de la soberanía”; si las ciencias sociales no son colocadas delante de las transformaciones emprendidas e impera el pragmatismo, la Isla corre el riesgo de adoptar derroteros erróneos ya trillados en otros países.
Replantearse los paradigmas y los planes de estudio, enseñar de todo, rescatar el protagonismo de los docentes y de los movimientos estudiantiles, son acciones indispensables si se pretende renovar la universidad, indicó Lage.
Es preciso “revindicar su misión como centro de renovación del pensamiento y de las prácticas sociales”, agregó Rafael Hernández. Además, “insistir en la dimensión cultural de lo que la universidad significa es primordial” en los momentos actuales, pues nuestro “creciente intercambio con las instituciones universitarias de países desarrollados representa oportunidades y riesgos”, entre ellos convertirnos en un espejo de las necesidades para las cuales dichos centros forman a sus educandos y caer en una dependencia no conveniente. Finalmente el director de Temas reiteró “una idea presente en las intervenciones de los panelistas y del público: el sector de la educación y de la cultura no es ajeno al desarrollo fundamental del país, invertir en él no significa subsidiar; esta es una palabra equivocada cuando se habla de espacios generadores de conocimientos que dan lugar al progreso”.
Intervención de la Dra. Graziella Pogolotti
La política no es un monopolio de los académicos, ellos están perdidos si no pegan el oído a la tierra. Y hablando de la ayuda de la universidad a Centro Habana, hay una arquitecta que hizo su doctorado sobre posibilidades de reanimación de ese municipio, partiendo no solo de la estructura física, sino del ambiente cultural, es decir, del factor subjetivo, es la arquitecta Gina Rey.
En primer lugar diría que la universidad es una comunidad de profesores y estudiantes, comunidad compleja que cuando funciona de verdad muestra una interrelación entre unos y otros. En segundo lugar, la Revolución cubana produjo en la universidad una serie de cambios fundamentales, uno de ellos fue la puesta al día en el terreno de las llamadas ciencias duras, en una universidad donde no había Facultad de Biología, la cual se hizo con ayuda de profesores extranjeros. Así dimos un salto hacia delante. Pero esa institución empeñada en el desarrollo científico estuvo también pegada a la tierra […] Ahí hubo una toma de conducta hacia las realidades concretas. La universidad debe ser un centro productor de conocimiento, porque eso se relaciona con el tema de la soberanía de nuestros países.
Hay también un fenómeno de dependencia cultural, científica, en el terreno del pensamiento, en las ciencias sociales […] entre los grandes centros universitarios del primer mundo y las universidades de nuestro país y de todos los países pequeños. Hace años un estudio comparativo decía que en naciones como Costa Rica o República Dominicana lo que se formaba básicamente en las universidades era administradores de empresas. Quiero llegar a un punto fundamental, la polémica existente en cuanto a la función de la universidad, si esta —como está sucediendo en la Unión Europea— simplemente es un productor de fuerza de trabajo según la demanda de las empresas, o si continuando la tradición de la modernidad sigue siendo un centro productor de conocimiento, de innovación, de creación en el orden científico. Debido al enfrentamiento que hay en el mundo en este momento, entre el gran dominio de las transnacionales —y hay transnacionales de la educación que están produciendo pensamiento pedagógico— y un movimiento emancipador, los criterios centrales de la función de la universidad tienen que ser rescatados. Como dijo un compañero de la mesa, la universidad genera rentabilidad a mediano y largo plazo. Si en los años 60 no hubiéramos emprendido el proyecto de dar un salto en la ciencia, de fundar el CENIC, no hubiéramos obtenido el desarrollo biotecnológico que tenemos. La discusión no puede quedar solo en fórum, tiene que formar parte del gran debate sobre la integración latinoamericana; porque la neocolonización del pensamiento no solo afecta a Cuba, sino a América Latina en general, le concierne a la CELAC y a todas las alianzas que se están produciendo.
Estoy de acuerdo con que la universidad actual está cargada de problemas, por una pérdida de capital humano que se ha ido produciendo por diversas razones, vías y etapas […] Creo que el éxodo de jóvenes y de profesionales universitarios es pluricausal, hay sin duda un problema de estimulación material, pero también uno de pérdida del sentido de la posibilidad real y concreta de crear y producir, porque de algún modo en las últimas décadas la universidad fue perdiendo el protagonismo que tuvo en un momento dado y dentro de eso el protagonismo de los claustros […] La universidad tiene que articularse con otras instituciones de la creación científica del país y meterse con los pies en la tierra en los problemas de la vida concreta. Hay que producir en primer término un cambio de conciencia en muchos decisores y en numerosos profesionales que se han ido rutinizando, acomodando, y a los cuales hay que sacudir y estimular.
Finalmente quiero decir que uno de los problemas más graves de la universidad tiene que ver con el desarrollo y la consideración que corresponde a las ciencias sociales, con entender que la ciencia económica es una ciencia social, tener una definición muchísimo más amplia del concepto de cultura y contribuir con nuestro pensamiento a los desafíos de este momento. Se habla del cambio, sí hay que cambiar, pero ¿qué y cómo?, ¿hacia dónde vamos a cambiar para rescatar nuestra cultura, mantenerla viva, activa, creativa? […] La universidad tiene una misión […] En el mundo en el que estamos viviendo este tema es central, para nosotros y para toda América Latina.
Panelista:
Moderador: