David Brooks • 28 de mayo, 2016
El golpe en Honduras, la invasión a Irak y donaciones de contratistas, entre ellas
NUEVA YORK. Hace un par de semanas Hillary Clinton saludaba a los votantes, después de un evento de su campaña para el 5 de mayo en Los Ángeles, cuando de repente se escuchó el grito de una manifestante: Ella mató a Bertha, ella mató a Bertha. Se refería a la dirigente indígena hondureña Bertha Cáceres, asesinada en marzo de este año. Es sólo uno de los fantasmas que persiguen a la precandidata demócrata en su campaña por la Presidencia.
Esta semana el inspector general del Departamento de Estado concluyó que Clinton había violado regulaciones internas al usar un servidor y una cuenta de correo electrónico privado para sus funciones públicas cuando era secretaria de Estado. El FBI continúa investigando si ella o su equipo violaron la ley.
La percepción popular de que es una política demasiado cercana a las cúpulas y sus políticas neoliberales, que han imperado durante más de dos décadas junto con encuestas que registran que la mayoría opina que es poco confiable y deshonesta, es una combinación que, en parte, explica por qué se ha tropezado tantas veces ante el desafío de Bernie Sanders y que ahora se encuentre virtualmente empatada con Donald Trump en las preferencias del electorado a escala nacional.
Dudas sobre la confiabilidad
Hasta el New York Times, en un editorial de esta semana, afirmó que el informe del inspector general dificultará la campaña, al nutrir las dudas sobre la confiabilidad de Clinton. Sugiere que en lugar de sus usuales justificaciones defensivas, Clinton adopte una posición de mayor candor ante el público. Pronosticó que ese asunto y otros formarán parte del ataque de Trump en su contra. Él también evade asuntos y padece un nivel parecido de desaprobación electoral, por ser percibido poco confiable. El rotativo opina que evaluar el liderazgo no debería ser una medida de quién es menos confiable.
Su larga experiencia es su mejor carta de presentación y la que le está restando apoyo. Por un lado, su carrera como primera dama, senadora y secretaria de Estado le ofrece credenciales para ser presidenta. A la vez, en un año electoral marcado por la ira y el desencanto popular contra el establishment –lo cual ha impulsado no sólo a Trump, a su probable contrincante en las elecciones generales, sino a la campaña insurgente de Sanders dentro de su propio Partido Demócrata–, no hay nadie más simbólico del establishment que ella en la política estadounidense.
Esa larga experiencia incluye fantasmas de esa historia pública. Algunas son decisiones cuestionables con consecuencias letales. Otras, engaños y distorsiones.
En el caso de Honduras, Clinton, como secretaria de Estado, “trabajó para legitimar el derrocamiento de un gobierno… y al hacerlo ayudó a instalar un régimen que ha matado mujeres y hombres a un ritmo impresionante”, escribió el historiador Greg Grandin. Recuerda: Antes de su asesinato, el 3 de marzo, Bertha Cáceres responsabilizó a Clinton de legitimar el golpe de 2009. Cáceres declaró que les advertimos que esto sería muy peligroso, y pronosticó que el resultado sería mucha sangre.
A pesar de que fue casi universal la condena a ese golpe y sus consecuencias, Clinton, hasta la fecha, justifica sus acciones para bien del pueblo de ese país (nunca menciona que su ex abogado personal fue el representante de los empresarios golpistas de Honduras).
Otra decisión letal fue su voto como senadora aprobando la invasión y guerra de George W. Bush contra Irak, con todas sus consecuencias, las cuales aún retumban por toda esa región.
Otro tipo de fantasma, el de distorsión y hasta engaño que suele reaparecer, es el de su visita a Bosnia. En 2008, durante su fracasada campaña presidencial, Clinton contó repetidamente que en 1996, cuando era primera dama, su esposo la enviaba a lugares donde el presidente no podía ir, porque eran demasiado peligrosos, como Bosnia. Aterrizaron ahí, contaba, bajo fuego de francotiradores. Se suponía que iba a ver algún tipo de ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, pero en lugar de eso sólo corrimos con nuestras cabezas agachadas para llegar a los vehículos para ir a nuestra base.
El problema es que nada de esto lo corroboraron los reporteros que cubrieron el viaje, de acuerdo con una investigación a fondo del Washington Post. Más aún: no era un lugar demasiado peligroso para su esposo, ya que él visitó ese lugar dos meses antes. Además, hay pruebas de que el aeropuerto era uno de los lugares más seguros de Bosnia y que, de hecho, ella no tuvo que correr a ningún lugar, sino que fue recibida sobre la pista por funcionarios estadounidenses y bosnios sonrientes, y hasta por un niña musulmana de ocho años, quien le leyó un poema. Una foto de AP documentó ese momento, y un vídeo de CBS News grabó el arribo. Ella intentó justificar mucho tiempo después lo que había dicho. Aceptó que tal vez había hablado mal, pero nunca se retractó.
Por otro lado, su presentación como campeona de la clase media y los trabajadores tampoco convence. Provoca más dudas sobre su honestidad. Su recién estrenado espot publicitario de televisión ataca a Trump como alguien que aprovecha las crisis para ganar dinero, pero como señala Matt Taibbi, enRolling Stone de hoy, no menciona que las mismas empresas financieras que detonaron la peor crisis desde la Gran Depresión –incluyendo Citigroup, JPMorganChase, Goldman Sachs y Morgan Stanley– se encuentran entre los seis contribuyentes más grandes a la carrera política de Hillary Clinton.
A la vez, Clinton fue beneficiada, más que cualquiera de sus contrincantes de ambos partidos, por donaciones de contratistas militares, según el Center for Public Intergrity.
No es sólo su cercanía con las cúpulas empresariales y sus multimillonarios. Ella es millonaria. Según documentos fiscales registrados este mes, Clinton ganó más de 5 millones de dólares en 2015, en parte por regalías de un libro, y 1.5 millones por discursos (su esposo obtuvo más de 5 millones por presentaciones ante foros empresariales), incluyendo algunos tres, ante Goldman Sachs, por los cuales recibió 675 mil dólares, que rehúsa difundir públicamente.
Estos son sólo algunos de los fantasmas que perseguirán a Clinton en esta campaña.
Foto de portada: La precandidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton (centro), se reunió ayer con Libby Schaaf (derecha), alcaldesa de Oakland, entre otras personalidades, en el contexto de una mesa de discusión y análisis en el estado de California /AFP.
(Tomado de La Jornada)