Alejandro Nadal, La Jornada
El 23 de junio los pueblos del Reino Unido votarán sobre una de las disyuntivas de mayor importancia en su historia reciente: ¿debe o no el Reino Unido permanecer en la Unión Europea? El debate se ha polarizado y las implicaciones político-económicas de esta decisión van más allá de las fronteras europeas.
Las encuestas indican que la opinión en favor de una salida o Brexit, como se le ha ido llamando al combinar las palabras Britain y exit ha ido ganando terreno. Las empresas encuestadoras fallaron en sus pronósticos el año pasado sobre las elecciones en el Reino Unido (UK, por sus siglas en inglés), pero hoy la tendencia en favor de la Brexit es un hecho contundente. La repulsión a permanecer en la UE se fortalecerá seguramente por la publicación este lunes en The Sun, el tabloide londinense de mayor circulación de un espectacular llamado a votar por la Brexit.
¿Cuál será el efecto de una decisión en favor de la Brexit sobre el estancamiento y la prolongada crisis que hoy sufre la economía europea y el propio Reino Unido? Dicha crisis en Europa se ha agravado por la aplicación de una política macroeconómica que se apoya en la austeridad fiscal, más reformas estructurales neoliberales y una inyección de liquidez que no puede transformarse en crédito para la producción y el consumo. El impacto de la Brexit es incierto, pero muchos indicadores apuntan en la dirección de una mayor desestabilización para la economía europea. Ciertamente la decisión de abandonar la Unión Europea será un golpe a la ya muy discutida credibilidad de la Comisión en Bruselas y a las medidas promovidas activamente por Alemania.
Más allá de estos aspectos políticos están los datos duros sobre la crisis bancaria en Europa. La integración financiera entre los mercados europeos y lo que acontece en la City londinense es estrecha y serían muchas las repercusiones de una eventual salida. La espina dorsal del sistema bancario descansa en la capacidad de los bancos para acceder a mercados profundos con fácil acceso a una mayor liquidez. Hoy el flujo de préstamos interbancarios en Europa sigue estando perturbado por la fuerte desconfianza sobre el estado real de sus hojas de balance. Muchos bancos italianos y españoles, por ejemplo, se mantienen en una situación de gran fragilidad, para decirlo en términos diplomáticos, y sus esfuerzos para obtener fondos y apuntalar su estructura no están dando buenos resultados. La Brexit tendría el efecto de agravar esta desconfianza porque aumentará la incertidumbre mientras se rescribe el régimen regulatorio sobre transacciones con el Reino Unido.
En la actualidad se discute el sistema europeo unificado de pagos (SEPA, por sus siglas en inglés). El SEPA propone armonizar y estandarizar operaciones de bancos y cámaras de compensación para todos los países de la UE. La Comisión en Bruselas señala que tendría enormes beneficios (unos 227 mil millones de euros) en términos de acceso a líneas de crédito y mayor liquidez. Una salida de la UE podría excluir a los bancos ingleses de la fiesta y añadir desventajas a las operaciones en libras esterlinas en el mediano plazo.
Por el lado de los flujos comerciales, la Brexit también tendría efectos importantes. El resto de la Unión Europea mantiene un saldo positivo en la balanza comercial con el Reino Unido de 100 mil millones de euros. Si el pronóstico de muchos analistas sobre la reducción de la tasa de crecimiento en el Reino Unido se cumple, las exportaciones de la UE tenderán a disminuir, lo que no implica nada bueno para las economías de Europa continental.
Los que impulsan la Brexit argumentan que las aportaciones del Reino Unido al presupuesto de la Unión Europea es un dispendio absurdo que sólo sirve para alimentar a la euro-burocracia. La aportación asciende a 14 mil millones de euros, pero el Reino Unido recibe de Bruselas unos 7 mil millones de euros en forma de subsidios agrícolas y para desarrollo regional. La brecha en el presupuesto europeo tendrá que llenarse con un aumento de las aportaciones de Alemania principalmente. El ahorro para el Reino Unido es una parte marginal de su PIB. Además, la salida de la UE acarrearía costos importantes para la economía del Reino Unido porque muchos planes de inversión podrían ser reconsiderados.
Este tema de los flujos de inversión no puede ser ignorado. En la actualidad el Reino Unido recibe unos 23 mil millones de euros anuales de inversión extranjera directa. Pero muchas encuestas sobre grupos corporativos revelan que 72 por ciento de los inversionistas europeos acuden al Reino Unido precisamente porque tiene acceso al mercado de la UE. De romperse este vínculo, los inversionistas podrían desviar sus capitales hacia otros destinos.
La Brexit cerraría la puerta a una participación eficaz en favor de reformas al sistema de integración europeo. En el corto plazo fortalecerá las tendencias del populismo de derecha que ya representan una amenaza a la estabilidad en Europa y en el mundo entero, incluidos los desplantes de Trump en Estados Unidos.