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miércoles, 21 de diciembre de 2016

La vida olvidada de la primera esposa de Einstein

Ella también era física, y nadie sabe con certeza cuánto contribuyó a la innovadora ciencia de su esposo.

Por Pauline Gagnon el 19 de diciembre de 2016


Mileva Marić Einstein y su esposo, 1912. Crédito: ETH Zurich Archives, fotógrafo desconocido. Dominio Público.

Hoy, 19 de diciembre, se conmemora el 141 aniversario del nacimiento de Mileva Marić Einstein. Pero, ¿quién recuerda a esta brillante científica? Mientras que su marido, Albert Einstein es célebre por ser quizás el mejor físico del siglo XX, una pregunta sobre su carrera sigue siendo: ¿Cuánto contribuyó su primera esposa a su innovadora ciencia? Aunque nadie ha sido capaz de darle crédito a ninguna parte específica de su trabajo, sus cartas y numerosos testimonios presentados en los libros dedicados a ella (1-5) proporcionan pruebas sustanciales sobre cómo colaboraron desde el momento en que se conocieron en 1896, hasta su separación en 1914. Ellos representan a una pareja unida por una pasión compartida hacia la física, la música y el uno por el otro. Así que aquí está su historia.

Mileva Marić nació en Titel en Serbia en 1875. Sus padres, Marija Ruzić y Miloš Marić, un adinerado y respetado miembro de su comunidad, tuvieron otros dos hijos: Zorka y Miloš Jr. Mileva asistió a la escuela secundaria en Serbia el último año en el que se aceptó la participación de mujeres. En 1892, su padre obtuvo la autorización del Ministro de Educación para permitirle asistir a conferencias de física reservadas al sexo masculino. Ella terminó su secundaria en Zúrich en 1894 y su familia se mudó a Novi Sad. Los compañeros de clase de Mileva la describieron como brillante, pero callada. Le gustaba llegar al fondo de las cosas, era perseverante y trabajaba por sus metas.

Albert Einstein nació en Ulm, Alemania, en 1878 y tenía una hermana, Maja. Su padre, Hermann, era un industrial. Su madre, Pauline Koch, provenía de una familia rica. Albert era inquisitivo, bohemio y rebelde. Al ser indisciplinado, odiaba el rigor de las escuelas alemanas por lo que también terminó su escuela secundaria en Suiza y su familia se mudó a Milán.

Albert y Mileva fueron admitidos en la sección de física y matemáticas del Instituto Politécnico de Zúrich (ahora ETH) en 1896 con otros tres estudiantes: Marcel Grossmann, Louis Kollros y Jakob Ehrat. Albert y Mileva se volvieron inseparables, pasando innumerables horas estudiando juntos. Él prefería estudiar en casa por lo que asistió solo a unas pocas clases. Mileva fue metódica y organizada. Ella le ayudó a canalizar su energía y guió sus estudios, según lo que se desprende de las cartas de Albert intercambiadas entre 1899-1903 durante días de vacaciones escolares: 43 cartas de Albert a Mileva se han preservado, pero solo 10 de ella permanecen(5). Estas cartas cuentan de primera mano la historia de cómo interactuaron en ese momento.

En agosto de 1899, Albert escribió a Mileva: “Cuando leí Helmholtz por primera vez, me pareció tan extraño que no estuvieras a mi lado y hoy, esto no está mejor. Encuentro que el trabajo que hacemos juntos es muy bueno, curativo y también más fácil”. Luego, el 2 de octubre de 1899, escribió desde Milán: “... el clima aquí no me conviene en absoluto, y cuando falto al trabajo me lleno de pensamientos oscuros. En otras palabras, echo de menos tenerte cerca para que me mantengas gentilmente en control y evites que divague”.

Mileva vivía en una pensión para mujeres donde conoció a sus amigas de toda la vida Helene Kaufler-Savić y Milana Bota. Ambas hablaron de la presencia continua de Albert en su hogar, donde libremente tomaba prestado libros en la ausencia de Mileva. Milan Popović, nieto de Helene, publicó las cartas que Mileva intercambió con ella durante toda su vida (4). 

Al finalizar sus clases en 1900, Mileva y Albert tenían calificaciones similares (4,7 y 4,6, respectivamente), excepto en física aplicada donde ella obtuvo la máxima puntuación de 5, pero él solo 1. Ella sobresalió en el trabajo experimental, mientras que él no lo hizo. Sin embargo, en el examen oral el profesor Minkowski dio un 11 de 12 a los cuatro estudiantes varones, pero solo 5 a Mileva. Únicamente Albert obtuvo su título.

Mientras tanto, la familia de Albert se opuso firmemente a su relación. Su madre era inflexible. “¡Cuando tengas 30 años, ya ella será una vieja bruja!”, reportó Albert a Mileva en una carta fechada el 27 de julio de 1900, así como “no puede entrar en una familia respetable”. Mileva no era ni judía ni alemana. Era coja y demasiado intelectual, según la madre de Albert, por no mencionar los prejuicios contra la gente extranjera. Además, el padre de Albert insistió en que su hijo debía encontrar trabajo antes de casarse.

En septiembre de 1900, Albert escribió a Mileva:“Espero con ansias reanudar nuestro nuevo trabajo común. Por ahora debes continuar con tu investigación–cuán orgulloso estaré de tener a una doctora como esposa mientras yo solo seré un hombre común–”. Ambos regresaron a Zúrich en octubre de 1900 para comenzar su trabajo de tesis. Los otros tres estudiantes recibieron puestos de asistente en el Instituto, pero Albert no. Sospechaba que el profesor Weber lo estaba bloqueando. Sin trabajo, se negaba a casarse con ella. Se las ingeniaban económicamente dando lecciones privadas y “continuaron viviendo y trabajando como antes”, tal como escribió Mileva a su amiga Helene Savić.

El 13 de diciembre de 1900, presentaron un primer artículo sobre la capilaridad firmado solo bajo el nombre de Albert. Sin embargo, ambos se refieren a este artículo en las cartas como un trabajo en común. Mileva escribió a Helene Savić el 20 de diciembre de 1900, “Enviaremos una copia privada a Boltzmann para ver lo que él piensa y espero que nos responda”. De la misma forma, Albert también escribió a Mileva el 4 de abril de 1901 diciendo que su amigo Michele Besso “visitó a su tío en mi nombre, el profesor Jung, uno de los físicos más influyentes de Italia y le dio una copia de nuestro artículo”.

La decisión de publicar solo bajo su nombre parece haber sido tomada conjuntamente. ¿Por qué? Radmila Milentijević, exprofesora de historia en el City College de Nueva York, publicó en 2015 la biografía más completa de Mileva(1). Ella sugiere que Mileva probablemente quería ayudar a Albert a hacerse un nombre, de modo que pudiera encontrar un trabajo y casarse con ella. Dord Krstić, exprofesor de física en la Universidad de Ljubljana, pasó 50 años investigando la vida de Mileva. En su bien documentado libro(2), sugiere que dado el predominio de prejuicios contra las mujeres en ese momento, una publicación co-firmada con una mujer podría haber tenido menos peso.

Nunca lo sabremos. Pero nadie aclaró más que el propio Albert Einstein que ambos colaboraron en la relatividad especial cuando escribió a Mileva el 27 de marzo de 1901:“Cuán feliz y orgulloso estaré cuando los dos juntos llevemos nuestro trabajo sobre el movimiento relativo a una victoriosa conclusión”.

Entonces el destino de Mileva cambió abruptamente. Ella quedó embarazada después de una escapada romántica al Lago de Como. Desempleado, Albert aún no se casaría con ella. Con este futuro incierto, Mileva tomó su segundo y último intento en el examen oral en julio de 1901. Esta vez, el profesor Weber, quien Albert sospechaba que bloqueaba su carrera, la reprobó. Obligada a abandonar sus estudios, volvió a Serbia, pero regresó brevemente a Zúrich para intentar persuadir a Albert de casarse con ella. Ella dio a luz a una niña llamada Liserl en enero de 1902. Nadie sabe lo que le pasó. Probablemente la dieron en adopción. Nunca se encontraron certificados de nacimiento o de defunción.

A principios de diciembre de 1901, el padre de su compañero de clases, Marcel Grossman, intervino para conseguirle a Albert un puesto en la Oficina de Patentes en Berna. Comenzó a trabajar en junio de 1902. En octubre, antes de morir, su padre le concedió permiso para casarse. Albert y Mileva se casaron el 6 de enero de 1903. Albert trabajaba ocho horas al día, seis días a la semana en la Oficina de Patentes. Mileva asumió las tareas domésticas. Por la noche, trabajaban juntos, a veces hasta altas horas. Ambos mencionaron eso a sus amigos, él a Hans Wohlwend, ella a Helene Savić el 20 de marzo de 1903, donde expresó lo mucho que lamentaba ver a Albert trabajando tan duro en la oficina. El 14 de mayo de 1904, nació su hijo Hans-Albert.

A pesar de esto, 1905 es ahora conocido como el “año milagroso” de Albert: publicó cinco artículos: uno sobre el efecto fotoeléctrico (que le llevó al Premio Nobel de 1921), dos sobre el movimiento browniano, uno sobre la relatividad especial y la famosa E = mc2. También hizo comentarios de 21 artículos científicos por un pago y presentó su tesis sobre las dimensiones de las moléculas. Mucho más tarde, Albert le dijo a R. S. Shankland (6) que la relatividad había sido su vida durante siete años y el efecto fotoeléctrico durante cinco años. Peter Michelmore, uno de sus biógrafos (7), escribió que después de haber pasado cinco semanas completando el artículo que contenía la base de la relatividad especial, Albert“se fue a la cama durante dos semanas. Mileva revisó el artículo una y otra vez, y luego lo envió”. Exhausta, la pareja hizo la primera de tres visitas a Serbia donde conocieron a numerosos familiares y amigos, cuyos testimonios proporcionan una gran cantidad de información sobre la colaboración entre Albert y Mileva.

El hermano de Mileva, Miloš Jr, una persona conocida por su integridad, permaneció en varias ocasiones con la familia Einstein mientras estudiaba medicina en París. Krstić (2) escribió: “[Miloš] describió cómo durante la noche, cuando el silencio caía sobre la ciudad, la joven pareja se sentaba en la mesa y, a la luz de una linterna de queroseno, trabajaban juntos en problemas de física. Miloš Jr. habló de cómo calculaban, escribían, leían y debatían”. Krstić escuchó esto directamente de familiares de Mileva, Sidonija Gajin y Sofija Galić Golubović.

Zarko Marić, un primo del padre de Mileva, vivió en la propiedad de campo donde los Einstein permanecieron durante su visita. Le contó a Krstić cómo Mileva calculó, escribió y trabajó con Albert. La pareja se sentaba a menudo en el jardín para discutir sobre física. La armonía y el respeto mutuo prevalecían.

Gajin y Zarko Marić también informaron haber escuchado del padre de Mileva que durante la visita de Einstein a Novi Sad en 1905, Mileva le confió: “Antes de nuestra partida, nosotros terminaremos un importante trabajo científico que dará a conocer a mi esposo en todo el mundo”. Krstić obtuvo esta misma información en 1961 de la prima de Mileva, Sofija Galić Golubović, que estuvo presente cuando Mileva lo dijo a su padre.

Desanka Trbuhović-Gjurić publicó en 1969 la primera biografía de Mileva en serbio (3). Posteriormente apareció en alemán y en francés. Ella describió cómo el hermano de Mileva a menudo organizó reuniones de jóvenes intelectuales en su casa. Durante una de estas noches, Albert habría declarado: “Necesito a mi esposa. Resuelve por mí todos mis problemas matemáticos”, algo que se dice que Mileva confirmó.

En 1908, la pareja construyó con Conrad Habicht un voltímetro ultra-sensible. Trbuhović-Gjurić atribuye este trabajo experimental a Mileva y Conrad y escribió: “Cuando ambos estuvieron satisfechos, dejaron a Albert la tarea de describir el aparato, ya que él era un experto en patentes”. Fue registrado bajo la patente de Einstein-Habicht. Cuando Habicht cuestionó la decisión de Mileva de no incluir su nombre, ella respondió haciendo un juego de palabras en alemán: “¿Warum? Wir beide sind nur ein Stein”. (“¿Por qué? Los dos somos solo una piedra”, es decir, somos una entidad).

El primer reconocimiento se produjo en 1908. Albert dio clases no remuneradas en Berna, luego le ofrecieron su primera posición académica en Zúrich en 1909. Mileva todavía estaba asistiéndole. Ocho páginas de las primeras notas de las clases de Albert estaban escritas con su letra. Al igual que una carta redactada en 1910 en respuesta a Max Planck que había buscado la opinión de Albert. Ambos documentos se guardan en los Archivos Albert Einstein (AEA, por sus siglas en inglés) en Jerusalén. El 3 de septiembre de 1909, Mileva confió a Helene Savić: “Ahora es considerado como el mejor de los físicos de habla alemana, y le rinden muchos honores. Estoy muy feliz por su éxito porque él lo merece plenamente. Solo espero y deseo que la fama no tenga un efecto perjudicial sobre su humanidad”. Más tarde, agregó: “Con toda esta fama, tiene poco tiempo para su esposa. [...] Lo que hay que decir, con notoriedad, uno consigue la perla, el otro la concha”.

Su segundo hijo, Eduard, nació el 28 de julio de 1910. Hasta 1911, Albert todavía enviaba postales cariñosas a Mileva. Pero en 1912, inició un romance con su prima, Elsa Löwenthal, mientras visitaba a su familia que se había mudado a Berlín. Mantuvieron la correspondencia en secreto durante dos años. Elsa guardó 21 de sus cartas, que ahora están en los Collected Papers of Albert Einstein. Durante este período, Albert ocupó varias posiciones docentes primero en Praga, luego de regreso en Zúrich y finalmente en Berlín en 1914 para estar más cerca de Elsa.

Esto causó el colapso de su matrimonio. Mileva regresó a Zúrich con sus dos hijos el 29 de julio de 1914. En 1919, aceptó el divorcio, con una cláusula que indicaba que si Albert recibía el Premio Nobel, ella obtendría el dinero. Cuando lo hizo, compró dos pequeños edificios de apartamentos y vivió pobremente de sus ingresos. Su hijo, Eduard, debía visitar el sanatorio con frecuencia. Más tarde desarrolló esquizofrenia y finalmente fue internado. Debido a estos gastos médicos, Mileva luchó financieramente toda su vida y finalmente perdió ambos edificios. Ella sobrevivió dando lecciones privadas y de la pensión alimenticia que Albert enviaba, aunque irregularmente.

En 1925, Albert escribió en su testamento que el premio Nobel era la herencia de sus hijos. Mileva objetó firmemente, diciendo que el dinero era suyo y consideró revelar sus contribuciones al trabajo de su exesposo. Radmila Milentijević cita de una carta que Albert le envió el 24 de octubre de 1925 (AEA 75-364). “Me hiciste reír cuando empezaste a amenazarme con tus recuerdos. ¿Alguna vez has considerado, aunque sea por un segundo, que nunca nadie prestaría atención a lo que dices si el hombre del que hablas no hubiese logrado algo importante. Cuando alguien es completamente insignificante, no hay nada más que decirle a esa persona, sino permanecer modesto y silencioso. Esto es lo que te aconsejo que hagas”.

Mileva permaneció en silencio, pero su amiga Milana Bota dijo a un periódico serbio en 1929 que debían hablar con Mileva para averiguar sobre la génesis de la relatividad especial, ya que ella estaba directamente involucrada. El 13 de junio de 1929, Mileva escribió a Helene Savić: “Tales publicaciones en periódicos no se parecen a mí, pero creo que todo eso fue por la felicidad de Milana, que probablemente pensó que esto también me haría feliz a mí, así que yo solo puedo suponer que ella quería ayudarme a recibir algunos derechos públicos con respecto a Einstein. Ella me ha escrito de esa manera, y he dejado que se acepte de esa manera, porque de lo contrario todo sería dejaría de tener sentido”.

Según Krstić (2), Mileva habló de esas contribuciones a su madre y a su hermana. También escribió a sus padrinos explicando cómo siempre había colaborado con Albert y cómo había arruinado su vida, pero les pidió que destruyeran la carta. Su hijo, Hans-Albert, le contó a Krstić(2) cómo la "colaboración científica entre sus padres continuó en su matrimonio y que recordaba haberlos visto trabajar juntos por las noches en la misma mesa”. Frieda, la primera esposa de Hans-Albert, intentó publicar las cartas que Mileva y Albert habían enviado a sus hijos, pero fueron bloqueadas en la corte por los albaceas del patrimonio de Einstein, Helen Dukas y Otto Nathan, en un intento de preservar el “mito de Einstein”. Ellos evitaron otras publicaciones, incluyendo una de Krstić (2) en sus primeros hallazgos en 1974. Krstić menciona que Nathan incluso “visitó” el apartamento de Mileva después de su muerte en 1948. En julio de 1947, Albert escribió al Dr. Karl Zürcher, su abogado de divorcio: “Cuando Mileva ya no esté allí, podré morir en paz”.

Sus cartas y los numerosos testimonios muestran que Mileva Marić y Albert Einstein colaboraron estrechamente desde sus días de estudiantes hasta 1914. Albert se refirió a ello repetidamente en sus cartas, como cuando escribió: “nuestro trabajo sobre el movimiento relativo”. Su unión se basaba en el amor y el respeto mutuo, lo que les permitía juntos producir un trabajo tan poco común. Fue la primera persona en reconocer su talento. Sin ella, nunca habría tenido éxito. Ella abandonó sus propias aspiraciones, feliz de trabajar con él y contribuir a su éxito, sintiendo que eran una entidad única. Una vez iniciado, el proceso de firmar su trabajo únicamente bajo su nombre se volvió imposible de revertir. Probablemente, ella estuvo de acuerdo, ya que su propia felicidad dependía de su éxito. ¿Por qué calló Mileva? Siendo reservada y modesta, no buscaba honores ni atención pública. Y como siempre sucede en colaboraciones tan estrechas, las contribuciones individuales son casi imposibles de separar.

Referencias:

(1) Radmila Milentijević: Mileva Marić Einstein: Life with Albert Einstein, United World Press, 2015.

(2) Dord Krstić: Mileva & Albert Einstein: Their Love and Scientific Collaboration, Didakta, 2004.

(3) Desanka Trbuhović-Gjurić Mileva Marić Einstein: In Albert Einstein’s shadow): in Serbian, 1969, German, 1982, and French, 1991.

(4) Milan Popović: In Albert’s Shadow, the Life and Letters of Mileva Marić, Einstein’s First Wife, The John Hopkins University Press, 2003.

(5) Renn and Schulmann, Albert Einstein / Mileva Marić, The Love Letters, Princeton University Press, 1992.

(6) Peter Michelmore, Einstein, Profile of the Man, Dodd, Mead & Company, 1962.

(7) R.S. Shankland, Conversation with Albert Einstein, Am. J. of Physics, 1962.

Legendaria bailarina Alicia Alonso cumple 96 años


Foto: Enrique de la Osa/Reuters.

La artista cubana más reconocida a nivel mundial, Alicia Alonso, cumple hoy 96 años de vida con la férrea voluntad de entregar a su país un llegado duradero mediante el Ballet Nacional de Cuba (BNC).

Aunque parezca una redundancia merece reconocimiento, Alonso dedicó su vida a la danza, primero a formarse como una bailarina respetable, luego a conformar un estilo propio, y después a perpetuar el ballet dentro de la cultura cubana, como parte integrante y ya inseparable de esta.

Junto a los hermanos Fernando y Alberto Alonso, fundó la primera compañía profesional de ballet en Cuba, hace 60 años, cuando ese arte era escasamente comprendido en las sociedades latinas.

Pese a las contradicciones sociales, políticas y de salud que padeció, la decisión y valentía de esta mujer la hicieron persistir en elevar su rango de bailarina.

Alonso respaldó la revolución social en Cuba iniciada en 1959, y se alzó sobre prejuicios e ideologías burguesas para llevar su arte al pueblo, a las fábricas, los campos, un bosque, un valle, cualquier calle.

En el mundo de la danza cobró fama por sus prodigiosos giros y la manera particular de adueñarse de la técnica, se convirtió en protagonista de leyendas.

Todavía algunos hablan de la quinta Alonso para aludir una posición específica de los pies, mientras los viejos amantes del ballet atesoran especialmente las veces que la vieron transformarse en Giselle y en Carmen, entre varias protagonistas de obras clásicas.

A sus 96 años de edad, la artista continúa activa como maestra, coreógrafa, directora del BNC y del Festival Internacional de Ballet de La Habana, en cual participan los más renombrados bailarines del planeta.

Pocos calculan su amor por los animales, en especial, una gran pasión por los perros, y el extraordinario sentido del humor que la indujo a gastarle bromas a algunos de sus partenaires en escena.

En la juventud, pintó algunos cuadros y desde niña amó el color azul y la literatura universal.

Además, siempre rechaza la posibilidad de que los humanos habitemos solos este universo y cuenta entre sus añoranzas la de poder sentarse en el Malecón de La Habana a tomar el fresco y disfrutar un espectáculo de olas, pues la fama le impide pasar desapercibida.

Los aplausos y ovaciones con que el público cubano recibe a la Alonso a su llegada a cada teatro, también erigen historia difícil de igualar.

(Con información de Prensa Latina)

NYT. Menos periodistas fueron asesinados en 2016.

Por RICK GLADSTONE 



En la guerra de Siria hubo 14 periodistas muertos este año. Al menos 107 reporteros han muerto desde que comenzó ese conflicto en 2011. CreditAgence France-Presse — Getty Images


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Las muertes de periodistas durante el cumplimiento de sus labores de trabajo cayeron bruscamente este año, en comparación con 2015, dijo el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por su sigla en inglés).

El CPJ atribuye el descenso a que se ejecutaron menos asesinatos de periodistas pero también aclararon que el número de fallecidos en combate mientras realizaban coberturas de guerras se mantuvo alto y por primera vez representó la mayoría de las muertes totales desde que comenzaron su registro anual en 1992.

Al menos 48 periodistas fueron asesinados, en comparación con los 72 de 2015, dijo la organización en su informe anual. Los investigadores sugieren que las cifras finales de 2016 podrían cambiar porque todavía se investigan las muertes de 27 periodistas para determinar si están relacionadas con sus trabajos.

“Es innegable que el hecho de que menos periodistas hayan sido asesinados es una buena noticia y el declive demuestra la importancia crítica de la lucha por ponerle fin a la impunidad”, dijo Joel Simon, el director ejecutivo del grupo, al publicar el informe de 2016.

Pero también acotó: “Los periodistas que cubren guerras continúan siendo asesinados a un ritmo extraordinariamente alto, un reflejo de la brutalidad e imprevisibilidad de los conflictos modernos”.

Más de la mitad de los reporteros muertos durante este año cayeron en combate o en fuego cruzado, por lo que la cobertura de guerra es la tarea más peligrosa, dice el informe del CPJ.

En la guerra de Siria hubo 14 periodistas muertos, el mismo número que en 2015. Siria ha sido el país más mortífero para los reporteros durante cinco años consecutivos: al menos 107 comunicadores han muerto desde que comenzó esa guerra en 2011.

Además de Siria, los países más peligrosos para los periodistas según el informe de CPJ fueron: Irak y Yemen, con seis muertos cada uno; Afganistán, con cuatro; Somalia y Libia, con tres cada uno; y Pakistán, México, Turquía y la India, con dos cada uno.

El informe se produjo después de la reciente publicación de su investigación sobre los periodistas encarcelados que mostró que al menos 259 habían sido apresados en 2016. Esa cifra es las más alta desde que el grupo comenzó a registrar un censo anual de encarcelamientos en 1990.

El CPJ atribuyó el notable incremento a la oleada de encarcelamientos de periodistas en Turquía después de un fallido golpe de Estado en julio.