Mi blog sobre Economía
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sábado, 24 de diciembre de 2016
La profecía de Fidel
(Apocalipsis 2, 10)
“Muere Fidel”. Con diez letras cubrían sus portadas los diarios batistianos al reportar el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. El dato, obviamente falso, ponía al desnudo, al mismo tiempo, una clara amenaza. Casi todos los asaltantes capturados después del combate habían sido asesinados a sangre fría y a él estaba reservado igual destino sólo frustrado por la conducta valerosa de un oficial honorable que advirtió a sus soldados: “Las ideas no se matan”.
“Muere Fidel”. La frase ocupó nuevamente los grandes titulares en diciembre de 1956. Solo que ya no la ocultaba el anonimato sino que era fruto de una operación mediática de gran envergadura fabricada por la United Press International (UPI), entonces uno de los principales instrumentos de la poderosa maquinaria de propaganda del imperialismo. Para muchísimos, en todas partes, que nunca habían oído hablar de él, se trababa de un joven desconocido, descubierto apenas cuando terminaba su vida. La inventada noticia se convirtió en verdad demostrada, repetida incesantemente por los medios que en aquellos tiempos no tenían alternativa y eran dueños absolutos de la información.
En Cuba, hace sesenta años, la angustia y la incertidumbre invadieron los hogares. Aquella fue una Navidad triste y sombría. Concluyó el año, pasó enero y buena parte del siguiente mes. Poco a poco, trabajosamente, se iba conociendo la verdad entre los luchadores clandestinos. Fidel y un puñado de sobrevivientes habían logrado internarse en la Sierra Maestra resistiendo largas jornadas de hambre, frío y lluvias y la persecución de miles de soldados, fuertemente armados, equipados, entrenados y asesorados por el mismo Imperio que propalaba por todas partes la mentira. Hasta que en febrero de 1957, Herbert Mathews, rara avis del periodismo estadounidense, lo entrevistó para The New York Times y reveló con fotos y detalles el surgimiento del foco guerrillero. Allá en la montaña el núcleo revolucionario comenzaba a crecer con la incorporación de campesinos y combatientes del llano.
Deberían encarar además el aislamiento que quería imponerles la dictadura y al que se sumaron, casi sin excepción, los partidos y organizaciones de una oposición que criticó tanto al Moncada como al Granma como irresponsables aventuras condenadas al fracaso. Bastaron, sin embargo, poco más de dos años para que el Ejército Rebelde entrase victorioso en La Habana.
Había derrotado a quienes quisieron matarlo. A los que trataron de aniquilarlo con bombas y metralla y a los otros que se afanaron en sepultarlo en el descreimiento y el olvido. Llegaba vencedor, invicto, frente a la muerte, el dogma y la mentira. Pero sabía y así lo advirtió en su primer discurso en la capital liberada, que en lo adelante nada sería fácil y habría que encarar los mismos demonios.
La historia nuevamente le dio la razón. Durante más de medio siglo la Revolución conducida por él ha tenido que enfrentar una agresión ininterrumpida en la que el Imperio ha echado mano a cuanto pudo. Sabedor que Fidel y su pueblo eran uno y lo mismo impuso a los cubanos un genocidio que aún perdura mientras que contra el líder de la Revolución concibieron y planearon centenares de atentados. Fidel tuvo que sortear más intentos de asesinato que nadie.
Sus enemigos, los que no fueron capaces de matarlo nunca, no se cansaron de anunciar su muerte y los medios la divulgaron, como un hecho, una y otra vez. Tanto que el propio Fidel en alguna ocasión, sonriendo, dijo que el día que el muriese muchos no lo iban a creer.
Así ha sido y será. La profecía se hace realidad. Ahora con Martí, nos asegura:
Mi verso crecerá bajo la yerba
Yo también creceré
Noticieros: A UN LADO O AL OTRO
Por Paquita Armas Fonseca
Desde hace unos días amaso estas líneas sobre el “espectáculo informativo”, como se nombró una mesa del festival caracol de la UNEAC, en la época dorada de Lizette Vila, en el que Pedro de la Hoz fue el ponente provocador de una profunda y a la vez acalorada discusión acerca si lo informativo es o no un espectáculo.
Recuerdo intervenciones punzantes de los difuntos Vicente González Castro y Héctor Rodríguez, uno en defensa de una puesta en escena atractiva y otro en la protección absoluta de los contenidos. Desde entonces se hablaba de lo que hoy se sigue debatiendo.
No había ni televisión digital, ni pantallas led, ni teníamos en nuestras casas a Telesur, la mejor competencia con el producto televisivo-informativo. Y llama la atención por qué si más de un ejecutivo de nuestra tv trabajó en el canal multinacional, incluso en su fundación, no se aplican en Cuba elementos básicos en los informativos actuales.
Hace un tiempito Hugo Edelqui en un comentario decía “Cuando hoy vemos que se renueva la imagen visual de nuestros noticieros nos sentimos alentados pero no podemos pasar por alto otros aspectos. Hay otros asuntos que parece que han cambiado poco, tales como el uso de la escenografía y el aprovechamiento de los posibles planos a mostrar. De la época en que a cada programa le limitaban los pies de espacio que podían utilizar hasta los set virtuales con sus infinitos ¨pies¨, el asunto ha sido bastante complejo. Este tema poco abordado por los críticos actuales pudiera ser motivo de análisis pues hoy con la aparición de los elementos metálicos, plásticos conjugados con la iluminación led y los medios digitales amplían el horizonte a sus creadores, siempre que no mecanicen los planos y limiten las posibilidades expresivas de una nueva escenografía que aparezca. Adelante lo nuevo pero bien usado. No hagamos gastar más que lo necesario y envolvamos todos esos recursos en una mejor puesta televisiva que debe llevar por delante el contenido y la aprobación de los públicos.”
Esta es una arista del asunto la otra tiene que ver con el pollo de ese arroz: la presentación del producto informativo. Desgraciadamente, los dos mejores ejemplos de que se puede hacer un espectáculo informativo parten de dos hechos que ojalá no hubieran ocurrido: el huracán Mathew y el paso de Fidel a otra dimensión.
En ambas coberturas aplaudí la forma dinámica y atractiva que presentaron las noticias y entonces ahí entra el título de este texto. En uno y otro caso de una manera moderna de informar se transitaba a la forma conservadora y tradicional, de la conversación natural a la lectura en telepronter, es decir de las revistas a los noticieros ¿por qué?
He averiguado con personas más informadas que yo y me aseguran que los noticieros como se presentan en Cuba ya no existen, que la noticia se muestra en espacios donde los conductores interactúan con corresponsales, invitados e incluso público.
No creo que en nuestra tv exista toda la tecnología con la que cuenta Telesur pero con lo que tiene podría hacer siempre un espectáculo informativo, lo más difícil, los conductores, ahí están: Froilán Arencibia, Cristina Escobar, Humberto López, Isabel Fernández, Raúl Isidrón, Lázaro Manuel Alonso, Dalgis Roman, Abdiel Bermúdez y Karen Brito, por decir algunos nombres que han mostrado que lo pueden hacer.
En el caso de Humberto e Isidrón son los protagonistas de la revista Buenos días, donde se lucen, incluso hay algunos meteorólogos jóvenes que también saber interactuar ante las cámaras.
Lo que no debe suceder es el híbrido ese, que sale mal, del locutor lector de textos que intenta conversar con su par, casi siempre una mujer, y ella (o el) se pone nerviosa(o) porque no sabe improvisar ante las cámaras.
Ofrezco mis disculpas a profesionales con voces impecables, dicción perfecta, telegenia, pero eso no basta para la información televisiva actual.
Si se mantienen los noticieros tal y como están, entonces cada día más los televidentes (el objeto del trabajo de toda la televisión) apagará su aparato o lo bajará hasta que llegue la cartelera para saber que le depara esa noche o tarde su pequeña pantalla.
(Tomado del portal de la televisión)