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miércoles, 28 de febrero de 2018

Renuncia Hope Hicks, directora de comunicación de la Casa Blanca


16:40 ET (21:40 GMT) 28 febrero, 2018
Lo más importante

Hicks estaba con Donald Trump desde el comienzo de su campaña hacia la presidencia de Estados Unidos

“No hay palabras para expresar adecuadamente mi gratitud al presidente Trump. Le deseo lo mejor”, dijo en una declaración

(CNN) - Hope Hicks, directora de comunicación de la Casa Blanca y quien ha estado con el presidente Donald Trump desde el comienzo de su campaña, anunció su renuncia.

En una declaración, dijo: "No hay palabras para expresar adecuadamente mi gratitud al presidente Trump. Le deseo lo mejor al presidente y a su gobierno mientras sigue liderando a nuestro país".

The New York Times fue el primer medio en reportar su salida.

El presidente la elogió como una funcionaria "sobresaliente".


 Hicks también está involucrada en la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la obstrucción de la justicia y otros asuntos. En la imagen, Hicks junto al exjefe de estrategia de la Casa Blanca Steve Bannon. (Photo by Chip Somodevilla/Getty Images)

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Hope Hicks era la directora de Comunicaciones de la Casa Blanca y una de las asesoras más cercanas del presidente Trump. En la imagen, Hicks pide que no se hagan más preguntas mientras Trump habla con reporteros a bordo del Air Force One en noviembre de 2017. (JIM WATSON/AFP/Getty Images)
 
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 Ahora, Hicks estuvo en medio de un escándalo en la Casa Blanca. Ella había estado saliendo con Rob Porter, el asesor de Trump que renunció el miércoles luego de que dos exesposas lo acusaran de abuso doméstico. En la imagen, Hicks en la Casa Blanca el pasado 9 de febrero. (Photo by Olivier Douliery-Pool/Getty Images)

Hicks, de 29 años, nunca ha dado una entrevista en televisión y, pese a su puesto en la Casa Blanca, raramente es citada por la prensa. En la foto, Hicks junto al director del Consejo Nacional Económico Gary Cohn. (Photo by Chip Somodevilla/Getty Images)


| Como directora de Comunicaciones, Hicks trabajaba tras bambalinas en la Casa Blanca, guiando la cobertura de prensa y facilitando algunas de las entrevistas con el presidente. En la imagen, Hicks desciende del Air Force One en Morristown, Nueva Jersey. (NICHOLAS KAMM/AFP/Getty Images)

 

| La buena apariencia de Hicks y su actitud amable —un reciente perfil de Town & Country la llamó "indefectiblemente cortés y respetuosa”— la convierten en un tema frecuente de chismes en Washington.

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 Hicks solía ser vista yendo y viniendo en los viajes de Trump, pero nunca ha sido escuchada. La mayoría de los estadounidenses nunca ha oído su voz. Aquí, bajando del Air Force One en el aeropuerto de Newark, Nueva Jersey, el 9 de junio de 2017. (MANDEL NGAN/AFP/Getty Images)

Hicks, una exmodelo y profesional en relaciones públicas, no tenía experiencia política antes de que Trump la fichara para trabajar en su campaña presidencial a principios de 2015. (MANDEL NGAN/AFP/Getty Images)

| Trump la conoció a través de su trabajo de relaciones públicas y otros proyectos para Ivanka Trump. En la foto, el presidente Trump firma una orden ejecutiva mientras su equipo lo observa, entre ellos Hicks. (Photo by Shawn Thew-Pool/Getty Images)

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| Hicks también está involucrada en la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la obstrucción de la justicia y otros asuntos. En la imagen, Hicks junto al exjefe de estrategia de la Casa Blanca Steve Bannon. (Photo by Chip Somodevilla/Getty Images)

1 Hope Hicks era la directora de Comunicaciones de la Casa Blanca y una de las asesoras más cercanas del presidente Trump. En la imagen, Hicks pide que no se hagan más preguntas mientras Trump habla con reporteros a bordo del Air Force One en noviembre de 2017. (JIM WATSON/AFP/Getty Images)PreviousNext

La partida de Hicks culminó su ascenso meteórico desde el cargo de asistente de comunicaciones de la Organización Trump hasta el núcleo del poder en Washington en solo unos pocos años, durante los cuales Hicks trató de mantener un perfil notablemente bajo para alguien en su posición.

Su renuncia sin duda repercutirá durante meses en el Ala Oeste de la Casa Balcna, donde Trump se encontrará por primera vez en más de tres años sin la presencia constante de su asistente más leal, una de los pocos ayudantes que trabajaron con Trump en su compañía, durante la campaña y en la Casa Blanca.


Con apenas 29 años, ahora se espera que Hicks regrese al sector privado: el título de exadirectora de comunicaciones de la Casa Blanca, un sello de prestigio que puede abrir las puertas a las mejores posiciones en compañías de primera línea, acuerdos televisivos de seis cifras y libros rentables.

Algunos de estos proyectos podrían estar a la vista de Hicks, que sigue siendo un misterio para muchos estadounidenses a pesar de su proximidad al poder y su papel influyente.

Pero Hicks no saldrá de la Casa Blanca sin mancha, habiendo llamado la atención del fiscal especial Robert Mueller sobre su papel en la elaboración de la confusa declaración sobre la reunión de Donald Trump Jr. con una abogada rusa prometiendo enlodar a Hillary Clinton durante la campaña de 2016.

Estados Unidos: la política de la fracturación

Jesús Arboleya • 28 de febrero, 2018


LA HABANA. Donald Trump no ganó por el apoyo mayoritario de los electores de su país, por ser el preferido de los grandes consorcios o la prensa, ni siquiera por ser bien visto en su propio partido, sino gracias a la enorme fragmentación de la sociedad norteamericana.

Explotar esta fragmentación ha sido una condición básica de su gobierno. Aquí encuentra lógica lo que muchos consideran insensatez. Sus declaraciones y políticas, incluyendo los famosos tweets, no hacen otra cosa que estimular una división que sirve como mecanismo de manipulación social.

Igual que Trump nunca sería el presidente de un país más cohesionado, tampoco la hegemonía norteamericana puede ser ejercida a plenitud en un mundo debidamente organizado. Ello explica el supuesto sinsentido de la política de Estados Unidos hacia muchos países y los mecanismos de concertación internacionales existentes.

Después de la II Guerra Mundial, el orden mundial capitalista fue diseñado a partir de la supremacía norteamericana. Organizaciones internacionales, bloques de alianzas políticas y militares, así como las relaciones comerciales se estructuraron sobre la base de esta premisa. El fin de la Unión Soviética ensanchó aún más estas posibilidades y dio paso a la expansión de la globalización neoliberal.

Se pusieron de moda entonces los acuerdos multilaterales de libre comercio. Aunque respondían a la lógica de la expansión de un mercado desregularizado y eran promovidos por las grandes multinacionales, especialmente las norteamericanas, ya se apreciaba la disminución de la competitividad de Estados Unidos y sus efectos en ciertos sectores de su economía doméstica. Tan temprano como 1971, Richard Nixon impuso un 10% de gravamen a las importaciones, para atenuar el desbalance comercial existente.

La globalización neoliberal mostraba sus límites hacia lo interno de la sociedad norteamericana y Donald Trump es el resultado de esta contradicción. Nadie sabe si estamos en presencia de un neoliberal camuflado o un proteccionista apasionado; si promueve un nuevo tipo de aislacionismo o es un intervencionista furibundo; si los aliados son aliados o los socios son el enemigo. Es todo a la vez, porque refleja el deterioro relativo de la hegemonía norteamericana, de cara al mercado mundial.

Se supone que el poder dominante busca la estabilidad de sus dominios, sin embargo Estados Unidos aparece ahora como el gran desestabilizador del orden mundial. En parte, es el resultado de la militarización de una economía que requiere de la tensión y el desastre para justificar las enormes inversiones del presupuesto, pero también es reflejo de la debilidad de la economía norteamericana para lidiar en condiciones de igualdad con los competidores.

Trump no es el primero en rechazar los acuerdos multilaterales de libre comercio, cada uno ellos tuvo que enfrentar la oposición de los productores nacionales y los sindicatos estadounidenses por sus efectos en la economía interna. Durante la campaña electoral en 2008, Obama también planteó revisar el TLCAN por considerarlo “injusto” para la economía estadounidense e iniciativas como los acuerdos Transpacífico y Transatlántico, con todo el apoyo de las transnacionales, mostraban dificultades para ser aprobadas por el Congreso, incluso si otro hubiese sido el presidente electo en 2016.

Trump tiene el mérito de haber planteado el problema en los términos más crudos y el demérito de proponer las peores soluciones. Su política es promover el bilateralismo, para negociar con un mundo hecho pedazos y explotar al máximo la asimetría y debilidades de las partes aisladas. En esto consiste lo que el magnate considera su “genio“, en el “arte de negociar”.

Muchas trasnacionales estadounidenses también pueden beneficiarse de este esquema, en la medida en que se rebajan aún más sus impuestos y mediante la fuerza se les asegura mercados cautivos, frente a una competencia asediada por la política del país. Eso es lo que aprecian en la concreta y por eso aumentan sus valores en la bolsa, al menos coyunturalmente, pero eso no es un problema mayor para el capital financiero, que vive de la especulación.

Cualquier mecanismo de concertación regional o internacional es un obstáculo para esta política, incluso frente a sus propios aliados. Trump apoyó la salida de Inglaterra de la Unión Europea y soñó con que algo similar ocurriera con Francia, si la derecha hubiese ganado las elecciones. Es posible que en buena medida la intención de apaciguar las relaciones con Rusia, tan debatida en el país, entre otras cosas esté destinada a debilitar el bloque europeo.

A ello se suma las tensiones con varios gobiernos e incluso el cuestionamiento de la OTAN, en lo que muchos consideran un contrasentido para los intereses estratégicos de Estados Unidos. Pero el presidente, no sin cierta razón, mira estas relaciones desde la debilidad de su país y por ello su principal objetivo es “America First”, una consigna que hereda de fundamentalistas blancos aislacionistas, que defienden una agenda muy similar a la del presidente e incluso abogan por la salida de Estados Unidos de la ONU y la propia OTAN.

No hay un punto del Planeta donde la política de Estados Unidos no aparezca disruptiva. En Siria, Turquía, Afganistán, Irán, Palestina y Korea ha sido un obstáculo para cualquier solución negociada. Dinamitó el Acuerdo de París para el cuidado del medioambiente y las políticas contra China y otros países han debilitado el papel de la Organización Mundial del Comercio, para solo mencionar algunos casos.

En América Latina viene ocurriendo lo mismo. El cuestionamiento del NAFTA ha puesto en conflicto sus relaciones con México y Canadá. Igual su negativa a los proyectados acuerdos de libre comercio en América Latina descolocó a los gobiernos de derecha en la región, a los que ahora se les exige el imposible de romper sus relaciones con China o Rusia y negociar bilateralmente con Estados Unidos en las peores condiciones.

Resulta obvio que Estados Unidos impuso a Perú la exclusión de Venezuela de la próxima Cumbre de las Américas, lo que pone en peligro la participación de otros países en el evento o la emergencia de contradicciones internas que, sin dudas, debilitarán aún más el papel de la OEA en la región.

El avance de algunos gobiernos progresistas, especialmente de Venezuela, así la creación de mecanismos de integración surgidos en esta coyuntura, nunca tuvieron el beneplácito de Estados Unidos y Obama hizo lo posible por boicotearlos. Pero Obama cuidó que ello no afectara la existencia del sistema panamericano y en parte ello explica la aceptación de que Cuba participara en la Cumbre de Panamá en 2015.

A Trump parece que le importa un bledo esta visión estratégica de la articulación de la hegemonía norteamericana. Igual que en otras partes, lo que le interesa es la división, incluso dentro de la propia OEA. Por eso José Almagro, su secretario general, sigue actuando como un elefante en una cristalería y le da igual lo que ocurra en el seno de ese organismo.

Lo lamentable es que algunos gobiernos de “mierda” —Trump dijo pueblos, pero así no puedo ni citarlo—, se plieguen a la política del desastre, aunque sea para hundirse, empujados por la potala que constituye al actual gobierno de Estados Unidos.

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Con imagen y lema, hacia el X Congreso de la Upec



Imagen identificativa para el X Congreso de la Upec

Ante la proximidad de su X Congreso, la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), cuenta con la identidad visual de este evento nacional, a desarrollarse los días 19 y 20 de julio próximos en el Palacio de las Convenciones de La Habana.

La campaña de comunicación del cónclave tiene como propósito la creación de grupos de líneas de mensajes en diferentes soportes tecnológicos para lograr masividad en la divulgación de los objetivos del evento, según informó David Vázquez Abella, periodista vinculado a estas acciones.

“La imagen y la identidad fueron el resultado de un proceso de estructuras y conceptos trabajados desde la campaña. Ayudamos a decidir el grupo de líneas de mensajes y el lema a partir de lo que se quería transmitir: unir la historia de la prensa cubana con la necesidad expresada por los jóvenes hacia la tecnología y la era digital”, añadió.

En este sentido, Kalia María Venereo León, diseñadora inmersa en el proyecto, explicó: “Abordar el contraste del periodismo, a partir de la generación de visualidades, con el desarrollo de Internet y en general de las nuevas tecnologías fue la idea a seguir para la confección de la imagen identificadora del Congreso”

Por otra parte, el lema fue también un tema debatido por el Comité Organizador del evento: “Tratamos de buscar la motivación de los miembros de la organización a participar en el Congreso para formar parte de los debates. El objetivo era rescatar el orgullo de los periodistas, quienes a pesar de los tiempos y las dificultades siguen trabajando con la calidad requerida”, agregó Vázquez Abella.

Para esta campaña han trabajado, además, estudiantes y profesores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, con el propósito de lograr una mayor vinculación entre los periodistas de mayor experiencia y los jóvenes de la profesión.

La generación de las visualidades se hizo mediante la formación de juegos gráficos para lograr mayor dinamismo en la imagen.

Las dos jornadas finales del X Congreso de la Upec estarán dedicadas al intercambio de estrategias que permitan desarrollar el modelo de prensa socialista, y a concretar otro momento de reflexión y unión entre los profesionales del gremio.

Patricia María Guerra Soriano y Amanda González Romero (Estudiantes de Periodismo) / Cubaperiodistas