El anuncio de que los tribunales y la fiscalía de Ecuador condenaron a ocho años de prisión y la suspensión durante un cuarto de siglo de sus derechos políticos a Rafael Correa Delgado y a varios de sus colaboradores, me convoca a desempolvar de mi memoria los hechos que me llevaron a simpatizar con este político ecuatoriano.
Uno de ellos fue el vibrante discurso pronunciado por Correa el 8 de enero de 2009, en el cincuenta aniversario de la llegada de Fidel Castro a La Habana, en la Caravana de la Victoria.
Correa habló en el antiguo campamento militar de Columbia, convertido después en Ciudad Libertad, donde medio siglo antes lo había hecho el Comandante Fidel Castro, en un célebre discurso en que varias palomas se posaron en los hombros del joven guerrillero cubano.
La selección de Correa para que hablara en tan significativas fecha y lugar en La Habana, no fue casual. Se debió a los méritos acumulados por el talentoso mandatario ecuatoriano. Y de sus palabras muy solidarias con Cuba quiero recordar, de manera especial, el homenaje que rindió a dos ecuatorianos cuyos restos reposan en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana: el joven periodista Carlos Bastidas y la veterana dirigente femenina Nela Martínez.
La Revolución Cubana –recordó Correa—contó con un mártir ecuatoriano, el periodista y patriota Carlos Bastidas Argüello, asesinado en mayo de 1958 por sicarios de Batista. A Carlos Bastidas rendimos hoy tributo, enfatizó el primer mandatario ecuatoriano, por ser digno representante de la altivez y sacrificio de nuestros pueblos.
Bastidas estuvo aproximadamente dos meses en Cuba, donde se reunió con Fidel y otros guerrilleros en la Sierra Maestra y habló utilizando el seudónimo de Atahualpa Recio por las ondas de Radio Rebelde que transmitía desde las montañas del Oriente de Cuba. Fue asesinado en La Habana por un sicario de la dictadura de Batista el 13 de mayo de 1958. Y sigue siendo el último periodista asesinado en Cuba.
En su brillante y sentida intervención en La Habana Correa recordó la amistad del prócer ecuatoriano Eloy Alfaro con José Martí y Antonio Maceo, y mencionó también a otros ecuatorianos insignes, entre ellos, Eugenio Espejo, Manuelita Sáenz, Benjamín Carrión y Oswaldo Guayasamín.
Seis meses después de esta importante presencia de Rafael Correa en Cuba, tuve el honor de coincidir con él en el homenaje póstumo al gran escritor y poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, fallecido en Quito el viernes 3 de julio de 2009.
Recuerdo la emoción de Correa en la ceremonia en que los restos de Adoum fueron colocados junto a los de su gran amigo Oswaldo Guayasamín, en las raíces del Árbol de la Vida, muy cerca de la Capilla del Hombre.
El fallecimiento de Adoum, quien fue el ganador del primer Premio de Poesía de la Casa de las Américas, ocurrió tres días antes de que los amigos de Guayasamín celebráramos en Quito el noventa cumpleaños del Pintor de Iberoamérica.
Días más tarde, en el propio mes de julio de 2009, se concretó la salida de la Base que desde hacía diez años ocupaban los militares yanquis en la ciudad portuaria de Manta, en la provincia de Manabí, la tierra del general Eloy Alfaro.
Identificado como El Viejo Luchador, Alfaro fue el único presidente de América que pidió a España la independencia de Cuba en memorable carta fechada en Guayaquil, el 19 de diciembre de 1895.
El cierre de la base militar yanqui de Manta, considerada la puerta ecuatoriana hacia el Pacífico, había sido uno de los temas planteados con fuerza por Rafael Correa durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de Ecuador el 15 de enero de 2007.
Este fue un hecho que elevó el prestigio y el protagonismo antiimperialista de Correa en Nuestra América, junto a la consecuente denuncia del servilismo de la OEA, la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, y su bien fundamentada crítica al neoliberalismo y a la prensa corrupta.
Para quienes visitamos a Ecuador desde hace más de sesenta años, y pudimos conocer a varios de sus Presidentes, entre ellos Camilo Ponce, José María Velasco Ibarra, Carlos Julio Arosemena, León Febres Cordero, Rodrigo Borja, Jamil Mahuad, Gustavo Novoa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, no existen dudas de que el mejor y más calificado de los Jefes de Estado de la nación andina ha sido Rafael Correa Delgado.
Confieso que una de las acciones de Correa que causó en mí una enorme admiración y respeto, fue su decisión de no participar en la Sexta Cumbre de las Américas, que se realizó en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, lo cual fundamentó mediante su valiente carta fechada el 2 de abril de 2012, dirigida al presidente colombiano Juan Manuel Santos.
El texto de esa carta, comparable por su eticidad a la que Eloy Alfaro dirigió a la Reina Regente de España pidiendo la independencia de Cuba, figura en una gigantografía que el ex embajador ecuatoriano en Cuba, Edgar Ponce Iturriaga, donó a Radio Habana Cuba.
Son dos cartas de Presidentes de Ecuador que patentizan, en dos momentos históricos, el amor y la solidaridad con Cuba. La primera, frente al colonialismo español, y la segunda frente al imperialismo de Estados Unidos.
La gigantografía con la primera carta, la de Alfaro, me la obsequió el médico internacionalista ecuatoriano Galo Alvear, en un acto efectuado hace años en la ciudad de Guayaquil, capital de la provincia del Guayas, que se ha hecho célebre en los últimos días por el número de fallecimientos provocados por la COVID-19 y la incompetencia de las autoridades ecuatorianas para enfrentar el colapso hospitalario ante la pandemia.
Estuve muy cerca de Rafael Correa en el Coliseo Rumiñahui de la ciudad de Quito, cuando en noviembre de 2012 el mandatario ecuatoriano coreó, con su puño izquierdo en alto, junto a los 13 mil espectadores que asistieron a la tercera edición del Concierto Todas las Voces Todas, organizado por la Fundación Guayasamín, la canción del grupo chileno Quilapayún titulada “El pueblo unido jamás será vencido”, evocando la gesta del presidente Salvador Allende.
En estos tiempos de pandemia por el nuevo Coronavirus, recuerdo que Rafael Correa firmó con Cuba, en 2013, un Convenio de cooperación médica, que fue suspendido en noviembre del pasado año por el actual gobierno de Ecuador, con lo cual, de hecho, se sumó a las decisiones similares de los gobiernos de Jair Bolsonaro, de Brasil, y de la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Añez. La salida de las misiones médicas cubanas de esos tres países suramericanos, hace el juego a la campaña del gobierno de Estados Unidos destinada a desacreditar la medicina cubana. Hoy los pobres de Ecuador extrañan la labor que cumplían los cuatrocientos médicos cubanos que laboraron en varias provincias ecuatorianas, donde muchos de los que ahora hacen frente a la pandemia en la nación andina son jóvenes ecuatorianos que estudiaron y se graduaron en la ELAM, la Escuela de Medicina Latinoamericana.
Algo que concitó en mí una gran simpatía hacia Correa fue la decisión del presidente ecuatoriano, durante la celebración del 185 aniversario de la Batalla de Pichincha, de otorgarle a la coronela quiteña Manuelita Sáenz, los grados de Generala.
El acto tuvo lugar el 24 de mayo de 2007 en el Templete de la Libertad, en las faldas del volcán Pichincha, en el suroccidente de Quito, en el mismo sitio donde los ejércitos patriotas al mando del general venezolano Antonio José de Sucre vencieron a las tropas españolas, sellando la independencia de Ecuador.
Correa expresó que el nombre de Manuelita Sáenz fue escondido, vilipendiado, olvidado durante décadas y décadas. Las cartas íntimas, diarios y documentos fueron ocultados por más de 130 años, enfatizó Correa, al resaltar la ejemplar trascendencia de quien la historia consagra como La Libertadora del Libertador Simón Bolívar.
Años después, el 25 de mayo de 2013 el Comandante Fidel Castro felicitó a Rafael Correa por su “valiente discurso” al asumir su segundo mandato como Presidente de Ecuador.
El líder histórico de la Revolución Cubana destacó la gran autoridad moral y política con que Correa asumía por segunda ocasión su alta investidura.
Percibí la firmeza de tu voz –expresó Fidel—cuando de forma irrebatible, condenaste el bloqueo económico a Cuba. Dure lo que dure la azarosa historia de nuestra especie, agregó el líder cubano, nadie podrá demostrar nunca que los burdos intereses materiales serán capaces de crear ciudadanos más virtuosos y honestos.
Y agregó Fidel: la niña que hoy colocó en tu pecho la insignia presidencial demuestra lo contrario.
En su mensaje a Correa el Comandante Fidel Castro recordó el apotegma de José Martí, quien afirmó que una idea justa, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Y concluyó felicitando al Jefe de Estado de Ecuador por el justo y sentido homenaje a Hugo Chávez, quien tanto amó al Ecuador.
Este mensaje del líder histórico de la Revolución Cubana me recordó que fueron Fidel Castro y Hugo Chávez quienes asistieron en Quito, el 29 de noviembre de 2002, a la inauguración de la Capilla del Hombre, tres años después de la muerte de Guayasamín.
Pero lo que definitivamente me hizo admirar a Rafael Correa Delgado fue su brillante discurso del 29 de noviembre de 2016, en la Plaza de la Revolución de La Habana, en el homenaje póstumo al Comandante Fidel Castro, fallecido tres días antes en la capital cubana.
Correa fue el primer orador en ese homenaje, y según muchas personas, entre ellas el amigo español Gabriel Navarrete, Presidente de la Asociación Cultura y Cooperación Internacional y actualmente uno de los Miembros de Honor de la Fundación Guayasamín, fue el discurso de Rafael Correa, de poco más de ocho minutos, el más lúcido, contundente y cálido de toda la velada.
Luego de asegurar que Fidel Castro no ha muerto, pues seguirá viviendo en los rostros de los niños que van a la escuela, de los enfermos que salvan sus vidas, de los obreros dueños del fruto de su trabajo, Correa destacó que en el continente más desigual del planeta, Fidel dejó el único país con cero desnutrición infantil, con la esperanza de vida más alta, con una escolarización del ciento por ciento y sin ningún niño durmiendo en las calles.
La brillante trayectoria política de Rafael Correa, su valentía y talento, me impiden coincidir con quienes ahora niegan su obra y su legado, reconocidos por muchos en Ecuador, Nuestra América y el resto del mundo.
La condena a prisión dictada contra Rafael Correa y varios de sus colaboradores, me recuerda una de las frases que han inmortalizado a su amigo y admirador Fidel Castro, pronunciada en Santiago de Cuba el 16 de octubre de 1953: Condenadme, no importa, la historia me absolverá.
La Habana, 7 de abril de 2020