Mi blog sobre Economía

martes, 29 de junio de 2021

Dentro de la Revolución sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo

 Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el acto por el aniversario 60 de Palabras a los intelectuales, expresadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional José Martí

No vamos a regalar la Revolución ni sus espacios. Debemos y podemos gestionarlos mejor, prendiendo más de todo y de todos, afirmó el Primer Secretario del Partido. Foto: Estudios Revolución

Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el acto por el aniversario 60 de Palabras a los intelectuales, expresadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional José Martí, el 30 de junio de 1961.  La Habana, 28 de junio de 2021, “Año 63 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)

Queridas amigas y amigos:

Ante todo la felicitación a los condecorados, desde la admiración, el respeto y el cariño.

Muchas veces en los últimos tiempos he pensado: quién me iba a decir a mí que tal o más cual cuestión me iba a tocar. Pues casi todas me han tocado y ¡de qué manera! Esta es una de las más desafiantes, sin dudas: pensar, escribir y pronunciar unas palabras en recordación de aquellas trascendentales y polémicas, 60 años después.

Confieso que siempre me ha llamado la atención que, al abordar aquel momento, solo reparemos en el discurso del Comandante en Jefe y de forma fragmentada, cuando de aquella reunión debió y debe decirse más, publicarse más, quizás todo lo que aún pueda ser rescatado, como pedía Roberto Fernández Retamar 40 años después, porque es preciso entender las motivaciones de aquellas Palabras que, como ha dicho Jorge Fornet, fueron, quizás, la primera estocada al sectarismo presente entonces.

Hace unos días, preparando las ideas que quiero compartirles hoy, me fui a la cama después de releer lo que dijo Fidel hace 60 años y otros textos, escritos por algunos de ustedes y por otros intelectuales, hoy ausentes solo físicamente, en ocasión de sucesivos aniversarios de aquel histórico diálogo. Confieso que me entusiasmé ante la proximidad de este encuentro por la confirmación de la vigencia de esas Palabras… Bajo esas emociones, escribí el esbozo de lo que voy a expresarles ahora:

Hace 60 años, en diálogo real y honesto con la intelectualidad artística y literaria, el muy joven líder revolucionario Fidel Castro planteaba las bases fundacionales de lo que a lo largo de estos años ha conformado la política cultural de la Revolución Cubana.

Quien dice aquellas Palabras… es un hombre que aún no ha cumplido los 35 años y ya es aclamado como un héroe en Cuba y en gran parte del mundo. Pero no viene a imponer el peso de su heroísmo, ni siquiera el encanto de su fascinante personalidad.

Todavía hoy impresiona su humildad para reconocer que “nosotros estamos aprendiendo (…) nosotros hemos venido aquí a aprender”. Esa parte de su discurso es una lección de ética y de solidez cultural, de respeto al otro; es una prueba de cómo funciona el diálogo verdadero, con el oído atento a las voces inconformes o disonantes y la palabra dispuesta a responder, pero no para vencer, sino para aprender, aceptar, convencer: sin prepotencia y sin soberbias estériles.

No impone, razona. Es un dirigente abierto a una discusión que los propios intelectuales y artistas no habían logrado resolver entre sí.

Como nos recuerda en el catálogo de la exposición Omar Valiño, Fidel “no elude la cita, a pesar de la complejidad de la esfera artístico-literaria, donde grupos y liderazgos luchaban entre ellos por zonas de poder y entre la cual revoloteaba el fantasma de la concepción estalinista de la cultura”.

Recuerdo haberle escuchado a Eusebio alguna vez, tras las emociones vividas en un día de celebraciones patrias, que Fidel había condenado a Cuba, en el sentido más cariñoso del término, a tener siempre una guía intelectual.

Entiendo que hablaba de la intelectualidad en su acepción más amplia y diversa y no reducida a la artística-literaria. Pero no hay dudas de que pensaba en aquella reunión primera, donde el jefe guerrillero, el líder político, el estratega de todas las horas se revela de manera sencilla, pero firme, ante artistas e intelectuales de reconocida obra, como el intelectual indiscutido que siempre fue.

Por eso se detiene en la libertad formal, en el nexo artista-Revolución, hasta llegar a la necesidad de tener en cuenta también a los que honestamente se declaraban no revolucionarios en aquel momento.

En aquellas palabras fundadoras, que han sido referente de cada acción cultural durante todos estos años y de las que a menudo solo se ha extraído una frase, yo advierto dos líneas fundamentales que confluyen en un mismo fin.

Primero aparece claramente la convocatoria a todos los creadores a llevar el arte al pueblo y, a la vez, la afirmación de que la Revolución garantizaría la mayor libertad de creación.

A mi modo de ver, al referirse con claridad a la más amplia libertad formal, distinguiéndola de la siempre compleja y más sutil libertad de contenido, se está abordando abierta y honestamente, sin cortapisas, el desafío que tienen ante sí las nuevas instituciones culturales frente al hecho artístico dentro de la Revolución.

“Dentro de la Revolución”. Esa formulación, que suelen sacar de contexto y presentar como expresión excluyente a los que leen malintencionadamente las Palabras…, es central e insustituible. “Dentro de la Revolución todo” significa que lo único que no está en discusión es la Revolución. No es ella un hecho en disputa. Es el hecho mismo, la razón de ser de aquel encuentro.

Se ha dicho muchas veces y de mejor manera seguramente, pero nadie puede negar que la Revolución Cubana es el hecho cultural multidimensional total, el que despertará a una nación entera al conocimiento y reconocimiento de sí misma; el que abrirá las compuertas de la poderosa creatividad del ser nacional dondequiera que habite, el que nos dará nuevo rostro y alma nueva para hablar de tú a tú y sin minusvalías con el resto del mundo, ya no solo desde las voces y las obras de la vanguardia artística e intelectual que siempre existió, pero en minoría, sino desde la masa pujante y generosa que aparecería, hasta debajo de las piedras de las lomas, a partir de ese otro hecho cultural indispensable que se deriva de la Revolución y solo de ella, que es la Alfabetización.

Basta con mirarlos a ustedes y admirar sus obras, con recorrer las salas de Bellas Artes, el Ballet Nacional, el cine cubano, el teatro, la literatura, la música. ¿De dónde salieron los nombres que no puedo citar porque la lista sería muy larga de tanto talento que nos enorgullece hoy?

El patrimonio cultural que la Revolución encuentra, magnífico por su originalidad y trascendencia, pero excepcional y disperso, por la falta de respaldo institucional hasta 1959, se multiplicó mil veces como consecuencia de una voluntad política que siempre ha tenido a la Educación y a la Cultura como centro de su acción transformadora.

Sin la Revolución, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería. Ni siquiera existiría esa parte de la cultura cubana cuyos creadores un día rompieron con la Revolución por disímiles causas, pero han aportado al patrimonio de la nación obras inseparables del curso revolucionario de nuestra historia.

Creo sinceramente, gracias a varias relecturas y análisis de Palabras… en los últimos años, que la intelectualidad cubana derrotó la idea reduccionista que pretendían imponer los adversarios de la Revolución, encerrando en debates estériles una frase, mientras se desconocía la evolución de esas propias palabras en los hechos, la transformación cultural profunda que se había iniciado con el triunfo mismo de 1959 y se desataría después cada vez con mayor fuerza y alcance.

Pero sería un error confinar las llamadas Palabras a los intelectuales a un momento único, a aquel instante de junio de 1961, retador y trascendente como todo nacimiento, en el que confrontan certezas y dudas los intelectuales y artistas y el líder, intelectual también, de un proceso absolutamente nuevo que deslumbra y asusta, según quienes lo miren.

La reunión de la Biblioteca Nacional tuvo una continuidad en el tiempo que llega a nuestros días. Este acto es parte de ese proceso. Los diálogos sucesivos entre Fidel y una buena parte del Gobierno con la intelectualidad artística del país no se interrumpieron ni en los momentos más inciertos tras el derrumbe del socialismo en Europa del Este y la Unión Soviética. Más bien se afianzaron, dejando para el resumen de los acontecimientos otra frase que se hizo principio: “…la Cultura es lo primero que hay que salvar…”.

Una y otra vez, muchas a lo largo de estos 60 años, volvieron a encontrarse ambas partes para dialogar sobre temas medulares de la política cultural y más, sin limitaciones, sin censura, sin prejuicios. Y se confirmó lo que decía Retamar en el aniversario 55, que el concepto incluía la crítica de la Revolución, dentro de la Revolución. Más de una fractura se evitó con esos diálogos. Y más de una se produjo cuando se subestimó su importancia.

Si se siguen las huellas de esos sucesivos diálogos, se verá el impacto que dejaron en la sociedad cubana y no solo en sus ámbitos culturales.

El nacimiento de la UNEAC en agosto de ese mismo año, que al decir de la doctora Graziella Pogolotti “habría de ser un espacio de convergencia para la diversidad de credos estéticos”, es quizás el hecho cultural inmediato más sobresaliente.

Pero no es posible encontrar en las siguientes décadas del devenir de la Revolución Cubana, transformaciones sustanciales, giros y correcciones políticas en las que no haya participado activamente la intelectualidad artística, con propuestas osadas, alertas y señalamientos adelantados. Fidel, desde el Partido y el Gobierno, mantuvo viva y actuante la interacción con los creadores, garantizando su participación, que equivale a decir su compromiso con la vida del país en todos sus ámbitos.

Nada ha escapado a la contribución de la vanguardia: desde la calidad de la enseñanza, el funcionamiento de las instituciones culturales o la economía de la cultura, el peso de la burocracia, la tecnocracia y la mediocridad, hasta los vacíos y los olvidos que podrían poner en riesgo el destino de la nación cubana, como la reemergencia de fenómenos tan nocivos como la prostitución, la corrupción o el racismo, que ingenuamente creíamos superados con las leyes revolucionarias.

Siento que hoy nos debemos una relectura responsable y comprometida de los debates que desde 1961 caracterizaron la relación del Gobierno con sus intelectuales y artistas, preguntándonos cuántos de los problemas señalados a lo largo de estos años se han resuelto o permanecen entorpeciendo la salud del proceso social en curso.

Todos estamos de acuerdo en que el mundo vive un cambio de época dramático, bajo la guía de entes tan despiadados y enajenantes como el mercado neoliberal, a cuyo ciego rumbo se subordinan lo mismo el progreso tecnológico que la inteligencia humana.

¿Hasta qué punto somos conscientes del impacto de esos cambios en una sociedad singular como la cubana, empeñada en conquistar, junto con la mayor cuota de justicia posible, la emancipación definitiva de sus ciudadanos?

¿Cuál sería el papel del arte y de los artistas para seguir siendo revolucionarios en un contexto universal que parece moverse siempre en sentido contrario?

¿Qué hace, qué busca, qué crea, qué deja como legado un artista revolucionario en la veloz era digital y las procelosas, turbias, confusas tendencias que imponen, con sus algoritmos engañosos, las neurotizantes redes que mi amigo Frei Betto se niega a llamar “sociales” por todo cuanto atentan contra cualquier tipo de armonía social?

A esas preocupaciones de carácter más universal habría que sumar las interrogantes internas. Y entre todas, la fundamental: ¿Cómo sostenemos la Cultura y su vasto esquema de instituciones, estructuras, producciones, en las condiciones actuales?

¿Cómo perfeccionamos las vías y métodos para que pueda apreciarse el arte desde las escuelas y las familias?

¿Qué entendemos hoy por unidad, continuidad, sostenibilidad, prosperidad? ¿Qué por libertad, soberanía, antimperialismo, anticolonialismo, emancipación? ¿Cuánto puede aportar la intelectualidad artística y literaria al propósito impostergable de dar contenido y belleza, sustancia y atractivo a todos esos conceptos, libres del lastre panfletario?

¿De qué modos nuevos contamos lo cotidiano: el sacrificio, la resistencia, la creatividad?

¿Cómo enfrentamos la guerra cultural de símbolos y esencias que precede, como los bombardeos de ablandamiento, a las invasiones reales?

Hoy estamos, como hace 60 años, hablando de arte y de cultura, de creadores y artistas, de obras y de públicos, mientras el mundo arde afuera. Qué seguridad, qué confianza, qué coincidencias nos juntan para conmemorar Palabras que algunos, alguna vez y todavía, quisieron malinterpretar como la negación de la libertad que en realidad habría.

En medio de una pandemia cuyas consecuencias multidimensionales, psicológicas y económicas aún no alcanzamos a medir, el Gobierno ha cuidado particularmente a la Cultura, a los artistas e intelectuales, destinando fondos y recursos al sostenimiento de quienes a su vez alimentan la espiritualidad que nos salva de una cuota importante de angustias.

Para que se tenga una idea, y no se asusten, que no los voy a atormentar con números: el Presupuesto del Estado, sin afectar los recursos asignados a la Cultura, ha destinado 620 millones de pesos para el financiamiento a artistas no subvencionados, beneficiando con ello a 10 457 músicos y artistas escénicos y a 3 222 personas que ejercen como personal de apoyo de la producción artística y en la asistencia técnica. Estamos hablando de sostener la economía del sistema empresarial de la Cultura, que es el que aporta a la economía nacional en condiciones normales.

No se esperó la demanda de los artistas. Se pensó en todos y en sus necesidades fundamentales en un contexto plagado de incertidumbres y malas noticias económicas globales que mantienen en suspenso los magros ingresos de una nación pobre y bloqueada. No traigo esos números aquí para que conste un apoyo que nos sentimos en el deber de dar y nos entusiasma poder dar. De algún modo estamos rindiendo cuentas. Con el cuerpo herido de dolencias y escaseces, Cuba no olvidó a sus artistas.

Eso no tiene otro nombre que Continuidad. Aquel diálogo de 1961 está vivo, aunque en más de un momento en estos años lo hayamos descuidado, pospuesto, malentendido y puede que hasta maltratado.

Sin la Revolución, la deslumbrante cultura cubana de nuestra época no sería. Ni siquiera existiría esa parte de la cultura cubana cuyos creadores un día rompieron con la Revolución por disímiles causas. Foto: Estudios Revolución

Como dirigentes del Partido único de la nación cubana y de un Gobierno que debe enfrentar cotidianamente un cerco económico y financiero brutal, en tiempos inciertos en los que ni los que más recursos poseen se sienten seguros, hemos apostado a la resistencia creativa. Luchamos todos los días contra el inmovilismo, la parálisis y los posibles retrocesos.

Hemos apostado a la innovación, a la ciencia, al talento y a la disposición del pueblo para enfrentar los múltiples desafíos que entraña avanzar rompiendo monte en cueros, como los cimarrones, como los mambises, como los rebeldes.

Leo todos los días algún post o análisis pidiéndonos liberar las fuerzas productivas, ¿en serio creen que nos interesa atarlas, contenerlas, o frenarlas? ¿Cuál es la fórmula mágica por la que creen que podemos, con un decreto presidencial, hacer que todo funcione y broten bienes y productos del cuerno de la abundancia?

Los invito a que mediten. Creo que es hora de actualizar y de refundar, en el espíritu liberador de aquellas Palabras a los intelectuales que Fidel pronunció para entonces y vuelven para provocar nuestros análisis, 60 años después.

Hay muchos testimonios de hechos en nuestra historia cultural que da placer revisitar para aprender del pasado; para que las experiencias negativas no se repitan y tampoco se eternicen en la memoria con efecto paralizador; para que las positivas se sistematicen; para que los miedos infundados no se tornen creíbles; para que los oportunistas y mediocres no tengan jamás poder sobre la creación; para que los mercenarios no desprestigien nuestro abanico cultural; para que la crítica se haga desde lo artístico y lo profesional y no desde las apreciaciones externas, que suelen ser estériles y producir reacciones contrarias; para que la Revolución que se hizo por la justicia y la  libertad no dé pie a confusiones que las nieguen.

En cuanto a los jóvenes verdaderamente motivados por la creación artística, tengo claro que, como todos los jóvenes de todas las épocas, son rebeldes o no son jóvenes, entonces, la responsabilidad de su formación para discernir e identificar la causa justa es nuestra, con respeto y sin condicionamientos, como ha sido la política cultural de la Revolución.

Cuando las personas de formaciones diversas, cuando los artistas se unen y trabajan para la comunidad, están trabajando por el país y por el futuro. Están transformando el ocio estéril, la apatía, la desmotivación en participación, en esperanza, en valores. Están haciendo la Revolución más útil: la que provee de herramientas espirituales al ser humano para que sea cada vez mejor.

A ustedes no tengo que decirles lo que saben, pero nunca sobra reiterar, para que nadie crea que lo subestimamos: el enemigo histórico de la nación cubana cambia de trajes, pero no de propósitos. Sigue siendo el mismo, a pesar de los afeites y maquillajes de la nueva época.

Su apuesta se afinca en el lógico agotamiento que podrían significar, que significan 62 años de resistencia. Y como no ha logrado jamás horadar el muro infranqueable de la sólida cultura e identidad nacional, opta por la vulgaridad y la banalidad que el mercado de la pseudocultura pretende imponer desde esos espacios que dejamos vacíos, confiados en que la masificación de la educación y la cultura iban a resolver espontáneamente un acumulado histórico de desigualdades de siglos que no se curan ni en seis décadas de Revolución.

Somos responsables también de nuestros índices de marginalidad, por eso no puede cejar la querella abierta por Fidel contra la incultura, desde aquellas Palabras... Instrucción no es sinónimo de cultura, ni siquiera lo es de civismo y cortesía; desde las carencias ya habituales hay que seguir apostando a la decencia y a la riqueza que aporta al ser humano la cultura artística, sin cansarnos.

No somos ingenuos. Está demasiado claro que nuestros adversarios tratan, por todas las vías, de provocar un estallido social y han escogido para inducir provocaciones un momento especialmente difícil para el país por los daños acumulados debido al reforzamiento criminal del bloqueo y el desgaste generado por el largo e intenso período de pandemia, asociado a los brotes y rebrotes de la COVID-19.

Y aquí me permito darles otros números, con perdón de los que los detestan. Para empujar un país, parafraseando a Barnet, hay que leer muchos números y hacer arte con ellos, el arte de hacerlos rendir más allá de las posibilidades reales. Entonces, perdónenme los números que no puedo dejar de darles hoy:

Como resultado del bloqueo y la pandemia hemos visto reducidos a niveles mínimos los ingresos en divisas. En el año 2020 se ingresaron 2 413 millones de dólares menos que en 2019, y en el primer semestre de 2021, 481 millones de dólares menos que en el primer semestre de 2020. En lo que va de este año se han importado 655 millones de dólares en alimentos que no alcanzan para satisfacer la demanda. La COVID-19 ha obligado a utilizar para su enfrentamiento más de 300 millones de dólares, que pudieron haberse destinado a la producción e importación de otros medicamentos. Tan solo en 2021 el Presupuesto del Estado ha asumido más de 4 300 millones de pesos para el enfrentamiento a la pandemia, de ellos, 596 millones de pesos en garantías salariales; 574 millones en salarios; 1 181 millones de pesos en medicamentos y 246 millones de pesos en alimentos. 

Ustedes y yo sabemos que a los adversarios más frontales de la Revolución Cubana y a sus asalariados que se victimizan mientras atacan todo cuanto intentamos hacer, a ninguno de ellos le importa la salud del pueblo ni la alimentación del pueblo, como no les importa el diálogo con nadie ni entre nadie. Derrocar a la Revolución sigue siendo el gran objetivo. Se han empeñado en deslegitimar nuestra soberanía y devolvernos a los tiempos de vergonzosa subordinación imperial, cuando los embajadores norteamericanos dictaban las agendas del gobierno nacional y hasta nos contaban a su manera la historia de Cuba.

Preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota, aunque esas palabras en ciertos círculos se consideren obsoletas.

Obsoleta es la dependencia, obsoleta es la humillación al poderoso. De todas las libertades, la más preciada es la que nos libera a todos los que compartimos un sentimiento, la que nos inflama de orgullo ante el triunfo de un compatriota, la bandera que se iza y el himno que se entona.

No vamos a regalar la Revolución ni sus espacios. Debemos y podemos gestionarlos mejor, aprendiendo más de todo y de todos. Mientras mayor calificación y experticia tengan las personas que lideran los espacios culturales, se apreciarán las obras con mayor rigor y justicia.

Creemos firmemente que la obra de arte tiene no solo el derecho sino la misión de ser provocadora, arriesgada, desafiante, cuestionadora, también enaltecedora y emancipadora. Someterla a la censura subjetiva y cobarde es un acto de lesa cultura. La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como límite el derecho de la Revolución a existir.

Tengo muchas más preocupaciones y sobre todo ideas y demandas que compartirles, pero no en un discurso conmemorativo, sino en el diálogo vivo, que no ha cesado ni cesará. No solo mantenemos reuniones periódicas con un grupo de ustedes para dar seguimiento al Congreso de la UNEAC.

Semanalmente, en espacios diferentes, compartimos ideas y proyectos con prestigiosos intelectuales y artistas, a los que agradezco valiosos aportes al análisis de algunos de los temas más complejos y desafiantes de la realidad actual, en el empeño de construir consensos y articular acciones.

Nuestra generación es depositaria de un legado y se debe al pueblo que optó por el socialismo como destino definitivo, apenas unos días antes de aquellas históricas jornadas de debate cultural que concluyeron con las Palabras a los intelectuales.

Me honra ratificarles hoy que “Dentro de la Revolución” sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo. Así como Martí excluyó de la Cuba con todos y para el bien de todos a los anexionistas y en sus Palabras en 1961 Fidel separó a los incorregiblemente contrarrevolucionarios, en la Cuba de 2021 no hay cabida para los anexionistas de siempre ni para los mercenarios del momento.

Queridas amigas y amigos:

Hoy he hecho muchas preguntas y estoy seguro de que ustedes tienen muchas más que devolverme. Juntos nos toca dar respuestas a todas para seguir sosteniendo en el tiempo las Palabras que nos guían.

Concluyo al estilo de poetas que respeto y aprecio mucho: “(…) No lo van a impedir ni ausentes millonarios ni arribistas, ni aspirantes al hacha del verdugo (…)” ¡El futuro no comienza con un hachazo! Los “convido a creerme cuando digo futuro”.

¡Viva la cultura cubana!

¡Viva Cuba libre!

Y reitero con convicción eterna: ¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)

Orden Félix Varela

  • Antón Arrufat Mrad
  • Gerardo Alfonso Morejón
  • Beatriz Márquez Castro
  • Héctor Benito Echemendía Ruiz de Villa
  • Enrique Molina Hernández

Medalla Alejo Carpentier

  • Eduardo Rafael Heras León
  • Nancy Morejón Hernández
  • Helmo Hernández Trejo
  • Rebeca Chávez Domínguez
  • Víctor Casaus Sánchez
  • Eslinda Esther Núñez Pérez
  • Isabel Cristina Santos Téllez
  • Reinaldo González Zamora
  • Corina Mestre Vilaboy
  • Leonardo de la Caridad Padura
  • Osvaldo Doimeadios Aguilera
  • Francisco López Álvarez (Sacha)
  • Pedro de la Hoz González
  • Enrique Ubieta Gómez
  • Eduardo Sosa Laurencio
  • Rolando Pérez Betancourt
  • Virgilio José López Lemus
  • Manuel López Oliva
  • Raúl Alfonso Torres Rondón
  • Victor Fowler Calzada
El Presidente felicitó a los condecorados, desde la admiración, el respeto y el cariño. Foto: Estudios Revolución
Foto: Estudios Revolución
Foto: Estudios Revolución
Foto: Estudios Revolución
Foto: Estudios Revolución

sábado, 26 de junio de 2021

Dos héroes cubanos en Carabobo

Publicado hace 6 min

en junio 25, 2021

Por Sergio Guerra Vilaboy


El 24 de junio de 1821 tuvo lugar en la sabana de Carabobo la decisiva batalla entre el ejército realista del mariscal Miguel de la Torre y las fuerzas guiadas en persona por Simón Bolívar, en la que dos cubanos sobresalieron. La victoria del ejército colombiano permitió la inmediata liberación de Caracas y luego la de todo el extenso territorio de la República de Colombia, la grande.

Esa mañana el Libertador, desde el cerro Buenavista, efectuó un reconocimiento de las fuerzas enemigas, calculadas en unos siete mil hombres, concentradas en Carabobo tras su obligada retirada de los valles centrales venezolanos por la exitosa maniobra de distracción de José Francisco Bermúdez. Además de los dos mil efectivos que traía este general desde el oriente venezolano, Bolívar disponía de los cinco mil soldados que lo acompañaban desde Barinas y una fuerza casi similar de llaneros encabezados por José Antonio Páez.

Al considerar que su punto más débil era el flanco derecho español, Bolívar ordenó a las divisiones del propio Páez y Manuel Cedeño que avanzaran en esa dirección, mientras que la del coronel Ambrosio Plaza lo hiciera por el centro. El general Cedeño fue uno de los dos cubanos en Carabobo, pues según su partida de bautizo con fecha de 1780 era originario de Bayamo, desde donde salió a luchar por la independencia de Haití y Venezuela.

Atacados de frente por la infantería y por la derecha por la caballería, los batallones realistas en Carabobo optaron por la retirada. Como último recurso, La Torre ordenó al regimiento de Lanceros del Rey que arremetiera contra la caballería patriota, pero se tuvieron que replegar ante la arrolladora embestida republicana. La sangrienta batalla dejó cientos de muertos y heridos en ambos bandos, entre ellos el cubano Cedeño, que fue uno de los artífices del triunfo, como destacó Bolívar en su parte de guerra fechado en Valencia el 25 de junio de 1821: “La República ha perdido en el general Cedeño un gran apoyo en paz o en guerra: ninguno más valiente que él, ninguno más obediente al gobierno”.

La indiscutible victoria militar permitió al Libertador entrar en Caracas (29 de junio) tras siete años de ausencia y limitar la presencia española en Venezuela a la fortaleza de Puerto Cabello, donde en desbandada buscaron refugio los realistas perseguidos por el batallón de Tiradores de La Guardia del coronel cubano José Rafael de las Heras, otro de los héroes de Carabobo. Nacido en La Habana en 1785, de las Heras había combatido a los franceses en España, aunque después tuvo que abandonar la península tras el restablecimiento del absolutismo (1814). Refugiado en Estados Unidos, contacto con patriotas venezolanos, lo que facilitó su incorporación en 1818 al ejército del general Rafael Urdaneta en la Guayana. El Libertador, en el parte ya mencionado de Carabobo escribió: “De la segunda división no entró en acción más que una parte del batallón de Tiradores de La Guardia que manda el benemérito Heras”.

El cubano Rafael de las Heras, cayó en combate después, el 24 de abril de 1822, en el asalto al Hato de Juana de Ávila, donde se atrincheraban más de doscientos realistas, en el actual Zulia. El propio Bolívar le comentaría a su hermano Agustín de las Heras, en un encuentro en Lima en 1825, al reiterarle su apoyo a la independencia antillana, que “así lo había ofrecido y empeñado su palabra al Coronel Heras, cubano, que había hecho grandes servicios a Colombia y muerto gloriosamente en el campo de batalla defendiendo su causa”.

Los acontecimientos de Carabobo alentaron a los patriotas de Panamá que, encabezados por el propio gobernador, el criollo José Fábrega, proclamaron su incorporación a Colombia, después de la salida hacia Quito del grueso del ejército realista destacado en el Istmo. También el impacto de Carabobo se hizo sentir en el Santo Domingo español, donde el segundo gobernador José Núñez de Cáceres, también criollo, proclamó el 1 de diciembre de 1821 el Estado Independiente de la Parte Española de Haití y pidió la anexión a Colombia.

La batalla de Carabobo fue la acción más importante para la independencia de Venezuela. A pesar de que la guerra proseguiría hasta la evacuación española del Castillo de San Felipe (Puerto Cabello). el 8 de noviembre de 1823, el poderío de la vieja metrópoli quedaba herido de muerte en Colombia, lo que permitiría a Bolívar completar su liberación.

Vicente Vérez: Del niño humilde que inventó un laboratorio, al científico consagrado que hizo nacer vacunas (+ Video)

 Por: Arleen Rodríguez Derivet, Andy Jorge Blanco, Sheyla Delgado Guerra Di Silvestrelli

 

El doctor Vicente Vérez, director general del Instituto Finlay de Vacunas. Foto: Andy Jorge Blanco/Cubadebate.

Iba a ser difícil llegar este viernes a la Mesa Redonda. Ya él lo estaba suponiendo a lo largo del mismo día de su cumpleaños. Era este, aunque no lo supiese, un Gracias a muchas voces, un ademán sincero y un abrazo de pueblo. Las emociones todas se las llevó a esta emisión especial del espacio radio-televisivo que se propuso recorrerle la vida y las venas, la obra del científico y las memorias del hombre que le ha dado mucho a su gente, a su país y a su tiempo.

De cómo aquel niño curioso, criado en un hogar modesto en recursos y rico en valores humanos, llegó a convertirse en el científico consagrado que ha hecho nacer vacunas, trató este diálogo devenido semblanza: la historia de vida del Dr. Vicente Vérez Bencomo, líder del proyecto de vacunas Soberana y Director General del Instituto Finlay.

“Una de mis pasiones son los retos”

Llegó al mundo en una clínica habanera y vivió su niñez bajo el calor y los valores de una familia en Centro Habana. Su madre: ama de casa, hija de una familia campesina de Alquízar, que se mudó a La Habana. El padre había traído de Lugo, España, la esperanza del hogar que ella le diera.

Vivían de un salario pequeño para mantenerlos a todos. “Pasé la mayor parte de mi infancia en un pasaje de Centro Habana, muy humilde, en la calle Salud (un interior); un pasaje que atraviesa dos calles: Salud y Jesús Pelegrino, allí pasé toda mi infancia, tenía cinco años cuando triunfó la Revolución. Vivo esos primeros años fuertes (...), que marcan mucho a un niño”.

Nació un mes y un día antes del asalto al cuartel Moncada, en el año 1953, por eso asegura: “nací (casi) con el Moncada… Los sueños empezaron casi a forjarse con el asalto al Moncada”.

“La vida con los años me ha hecho reflexionar y valorar eso, en otra dimensión. De los niños de nuestro barrio, todos estudiamos en la primaria, algunos pudimos estudiar en la secundaria y solamente tres pudimos estudiar en la universidad, a pesar de que oportunidades habíamos tenido.

“Evidentemente el entorno social es un elemento que la Revolución no pudo eliminar de un solo plumazo. Llevó años. Ahora realmente uno ve a una familia donde todos sus hijos estudiaron en la universidad y lo ve como algo normal. En el Centro Habana de los años 60 del pasado siglo, en el triunfo de la Revolución, no era así, era un lugar desfavorecido; un lugar que necesitaba que pasaran años de esfuerzo de la Revolución para que realmente llegáramos a lo que es hoy.

Regresa atrás en sus memorias infantiles y dice que, de niño, no siempre soñó con ser químico, pero sí de esos años le queda fresca su  persistente curiosidad. “Una curiosidad infinita, no había un juguete que no rompiera. Recuerdo que aquellos juguetes chinos venían con unas marquitas y no había uno que yo no abriera porque me interesaba mucho saber qué había dentro de aquel juguete: cómo caminaba, cómo funcionaba aquel motorcito…. Y esa curiosidad infinita, quizás un poco prematura —porque bueno, todos los niños y jóvenes tienen curiosidad— (…) me fue motivando a saber, a buscar, a ver, a leer y a tratar de entender el mundo porque, en definitiva, a los que nos interesa la ciencia, esa curiosidad se transforma en una curiosidad por entender el mundo en que uno vive”.

Su hija lo había dicho antes: desde que tiene uso de razón, recuerda haber visto a su papá casi siempre en un laboratorio. Cuenta el Dr. Vérez la historia de cómo aquella casa en el pasaje de Centro Habana por poco se incendia un día por un experimento suyo.

Siempre me gustaba hacer experimentos de todo tipo; mezclar sustancias y ver que aquello cambiaba. Esa magia de la química… y ver que algo nuevo se genera simplemente por la mezcla de la reacción anterior. Eso fue algo que siempre me apasionó mucho —desde joven, desde pequeño— porque estamos hablando del primer año de secundaria, entonces con unos 10 años. (…) En aquel tiempo de secundaria eran laboratorios donde prácticamente no se hacía ningún experimento, la química era teórica, y yo necesitaba ver la química, necesitaba ver esa magia.

“Por lo tanto, era una lucha muy grande: logré convencer a la escuela para que me diera una carta, (...) a mis padres para que sacaran diez pesos del poco dinero que tenían y, entonces, me vendieran una caja de cristalería que yo había, cuidadosamente, seleccionado con lo mínimo que me hacía falta para llevármela y armar un laboratorio en la casa. Y armé ese laboratorio. Un niño de diez años tiene siempre curiosidad, yo siempre fui una gente intrépida, esa es otra de mis características. (….) Intrépida, decidida…”.

De pronto, se detiene en aquella anécdota con un brillo en la mirada de niño al vórtice de una travesura: “un experimento donde quería extraer aceite de rosas, copio el experimento de una enciclopedia, me voy para la casa, busco los pétalos de rosa, alcohol de 90 de la farmacia, preparo todo aquello… Decía: calentar a ebullición los pétalos de rosas en alcohol. Yo pongo una cápsula de porcelana, echo los pétalos de rosa, alcohol, pongo un mechero debajo y lo enciendo”. Y sonríe fuertemente antes de confesar: “esa fue mi primera comprensión de qué era lo que pasaba. Bueno, aquello por supuesto cogió fuego… ¡y el trabajo que pasé para apagarlo, sin que me clausuraran el laboratorio!, comparte el Dr. Vérez, sobre el experimento fallido en su barbacoa.

Por alguna razón, las evocaciones ante su entrevistadora Arleen Rodríguez apuntan ahora a un rostro familiar: “Mi hermano siempre pagó mis intrepideces. Era más pequeño, cuando había algún castigo o alguna cosa, él era siempre el que mayores consecuencias tenía. Era como vivíamos y como hacíamos. Recuerdo con mucho cariño todo aquello”, asegura.

Resume el cariño desde el mismo agradecimiento a la humildad en la que creció: “me formé en un ambiente muy humilde, y eso es algo de lo cual me siento muy orgulloso”. Ambiente obrero.

Es una visión diferente de la vida. A un niño de Centro Habana, incluso dentro de la Revolución, le era mucho más difícil triunfar en la escuela, en la secundaria, en la universidad, y tenía muchas menos recompensas. Yo recuerdo que en mis amigos había quienes eran de familias de médicos, de intelectuales.

“Como yo he dicho públicamente, mis padres no llegaron a sexto grado ninguno de los dos, lamentablemente y a pesar de que inteligencia no les faltaba. A amigos míos les regalaban una bicicleta por notas más bajitas de las que yo tenía y, bueno, yo no tuve una bicicleta. Y, sin embargo, con los años he aprendido a valorar que lo que me daban mis padres por mis notas era mucho más importante que la bicicleta. Ellos siempre estaban muy orgullosos, ellos siempre me transmitían ese orgullo, esa honestidad limpia, ese cariño limpio. Eso, a lo mejor, cuando uno es joven no lo entiende. Pero cuando pasa el tiempo, uno entiende el valor de todas esas cosas”.

De ahí pasa a una institución universitaria prestigiosa en la antigua Unión Soviética: el Instituto Lomonósov de Química.

“Estudié ingeniería química. Soy ingeniero-tecnólogo químico, en la URSS eran siempre perfiles estrechos. Mi formación fue excelente, es una ingeniería muy fuerte, que te da la visión de resolver problemas y entender procesos, de desarmar la vida en procesos y entenderlos. Y, por otra parte, mi pasión por la vida se pudo completar”, dice.

Estudiar esa ingeniería “fue un reto muy difícil, sobre todo por el idioma: el ruso para los latinos es muy complejo”. Repasa cómo fue que con 17 años estudiar ese idioma, aprenderlo, “caer en una universidad estudiando de a lleno todo en ruso, exámenes orales… fue realmente un reto. Te digo sinceramente, una de mis pasiones son los retos”.

Dice el Dr. que llegó a pensar en ruso, incluso hoy lo hace a veces, hasta determinados conceptos asimilados les retornan en ese idioma, aunque hablarlo con fluidez ahora se le dificulta por la falta de práctica. A finales de los ´90 regresó a Moscú, apenas lograba entender o armar una frase completa ante el taxista que lo recibiera en el aeropuerto. Pero como lo que bien se aprende, siempre le devuelve la luz a la memoria, así logró impartir a los ochos días su última conferencia en ruso.

De la capital de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Vicente Vérez Bencomo regresa a su ciudad natal, a la Universidad de La Habana. Entra con sus pasiones y su humildad habituales, acaso sin saber que allí haría ciencia y, especialmente, historia.

Su amiga Leslie Yáñez González, quien entonces fuera decana en la Facultad de Química de la UH, nos devuelve al Vicente en plena ebullición de sueños.

Cuenta Leslie que ya en el año ´84 él había regresado con su Doctorado en Ciencias, crea el laboratorio de carbohidratos en la Facultad de Química y, ese mismo año, empieza a simultanear la dirección de un laboratorio de química sintética en el Centro Nacional de Biopreparados. Es en el año ´90 cuando se funden esos dos laboratorios y surge el Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos: él es su líder científico y su director. De ahí pasa a la estructura del Polo Científico.

El talento de Vicente, la pasión por el trabajo, la capacidad que él tiene de aglutinar tantas personas alrededor de un proyecto, su entusiasmo, el proponerse obtener una meta y tratar de lograrlo de todas formas, la capacidad que tiene también de sortear todos los obstáculos. Pero, indiscutiblemente, lo que constituye un hito en la vida de Vicente como persona, como científico, como investigador, y un hito en la propia química sintética, es la vacuna contra el Haemophilus influenzae tipo b (Hib)”, refiere Leslie.

De hecho, es la primera en Cuba y en el mundo, comercializable, con un antígeno totalmente sintético, y esa vacuna se aplica a todos nuestros niños, como parte actualmente de la vacuna pentavalente. Por tanto, todos nuestros niños en su primer año de vida reciben esa vacuna. “Eso, indiscutiblemente para Vicente y su colectivo representó un gran logro. Para la UH y para la Facultad de Química en particular, un orgullo que Vicente Vérez haya sido parte de nuestro claustro durante más de 30 años, por sus condiciones excepcionales”.

Con un capitán, es un barco a la deriva; solo es un barco con toda su tripulación

En medio de las emociones, hace un paréntesis que conduce a Francia y a ese grado científico con el que había regresado a la UH. La memoria lo lleva de nuevo a la Universidad de Orleans, donde consiguiera un Doctorado de Estado. En aquel momento la educación superior gala tenía doctorados de dos niveles: de tercer ciclo (el final de todos los estudios) y otro superior, que era precisamente el Doctorado de Estado.

Afirma que esa fue de las épocas donde trabajó más intensamente, permitiéndose tan solo un domingo cada tres meses. “Esa era mi meta”.

En La Habana había dejado el amor en la luz de aquella mujer con nombre de flor: su Violeta. Era de sus primeras alumnas universitarias y ya luego, a los tres meses de noviazgo, decidieron casarse. Hasta que Francia, un océano y la misma pasión por la Química les postergaran el abrazo físico.

No fue fácil abrirse camino en la nación europea. Esa sensación de menosprecio por ser cubano perfiló el primer desafío, incluso antes que los de naturaleza académica. Se sentía como “el indio en taparrabos” en tierra ajena.

Violeta trabajaba en el por esa fecha en el Oncológico con el Dr. Agustín Lage, otro hombre-institución —como lo es el Dr. Vérez Bencomo—  en la medicina y la ciencia cubanas.

A su regreso en 1984, con Violeta va al laboratorio en la facultad y allí se crea el primer antígeno sintético de la lepra, que se utilizó en el SUMA. Este permitió, entre otras cosas, que la lepra dejara de ser endémica a principios de los años ´90.

Ya en el recién creado Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos crean la vacuna contra el Haemophilus influenzae, “muy motivados en los logros de la Dra. Conchita en el Instituto Finlay de los ´80, donde había obtenido la vacuna antimeningocócica. La bacteria que quedaba, Haemophilus influenzae tipo B, poseía un impacto en la meningitis y en la neumonía. A buscarle una respuesta efectiva a esta, Vérez le apostó la consagración y el sueño.

Las primeras vacunas conjugadas de la historia resultaban inalcanzables para países como Cuba: una sola dosis excedía los de 30 dólares y hacían falta cuatro para la inmunización, en pleno período especial.

“Decidimos que no íbamos a usar la bacteria para que produjera el antígeno, sino que lo íbamos a construir químicamente. Construirlo completamente”, precisa el investigador. Comenta que, en términos científicos, se sabía cómo construir antígenos en las revistas, incluso patentes, “pero de ahí a hacer una vacuna de verdad, armando un proceso productivo”, había un enorme reto.

Ese reto traducido en vacuna fue el que mereció el premio de la OMPI, y otro de gran prestigio en San José, California (Estados Unidos), en colaboración con un profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá). Además, la vacuna ha sido considerada “un logro importante de la química sintética y de las ciencias en general”.

Desde el 2003, el fármaco se registró y, un año después —en 2004—, se empezó a inmunizar con él. Algunos años más tarde pasó a integrar la vacuna pentavalente que reciben todos nuestros niños.

Al referirse a la impronta de ese descubrimiento, prefiere prescindir de los elogios que hablan de cuánto le debemos los cubanos. “Primero, no me deben nada, es mi deber; segundo, es un trabajo colectivo, no me gusta que se personalice nunca, estas son obras de grandes colectivos siempre. Si a uno le toca capitanear un barco, el barco no es nada con un capitán; el barco con un capitán es un barco a la deriva; solo es un barco con toda su tripulación y, realmente, yo he contado con tripulaciones maravillosas, a las cuales les debo todo”.

A los jóvenes que participaron en aquella epopeya, elige hablarles desde una “pequeña cuenta matemática”: de esa vacuna se han producido cerca de 60 millones de dosis. Cada 100 000 dosis se salva la vida de un niño, quiere decir que 6000 niños están vivos por lo que hicimos. Y eso realmente reconforta, aunque usted no le vea la cara a ese niño, aunque no sepa quién es ese niño”.

A uno de esos jóvenes, Yury —su compañero de equipo en el Instituto Finlay de Vacunas hoy— le pidió entonces renunciar a sus últimas vacaciones de estudiante y que se incorporara al trabajo al día siguiente, en aras de avanzar en la vacuna del Haemophilus influenzae, bajo la promesa de que después le darían esas vacaciones aplazadas. “Todavía no le he podido devolver aquellas vacaciones y, de eso, hace ya unos 20 años”.

Una afirmación de su interlocutora le emociona la modestia. Pionero, descubridor, creador junto a su equipo de una vacuna por síntesis química… Un descubrimiento como ese merecería, un Premio Nobel.

Y Vicente responde que no, que cree que no lo merece. Desde una humildad conmovedora, sincera. Una sinceridad que conecta, más allá del set de la Mesa Redonda y de la pantalla en casa.

“Es un descubrimiento importante de nuestro equipo, de los que rompen caminos”. De los que abren nuevos senderos. Pero, según asevera, no cree merecer ese alto premio. Y quizás eso sea lo único en que no estemos, cubanos y amigos de otras geografías, de acuerdo con este prestigioso científico.

El amor y la lealtad por herencia en los genes

Al hablar sobre Violeta y sus hijos en común: Claudia y David, dice: “Yo heredé de mis padres una forma de ver el amor, con un nivel de lealtad muy grande. Y eso lo tengo en los genes. Cuando yo encontré a Violeta, nos casamos a los tres meses de habernos conocido. Es como si uno hubiera dicho: esta es mi media naranja, la fabricaron exactamente para mí.

Como una leyenda. Aunque quizás Alejandro Palmarola —biólogo y amigo— me critique por usar una leyenda que no tiene evidencia científica, la de los caballitos de mar: cuando escogen a su pareja es para toda la vida. Si se muere uno de los dos, el otro se queda al lado hasta morirse también. Eso fue lo que yo pensé que me iba a pasar con Violeta porque, lamentablemente, la perdí”. Al trago en seco ante las cámaras y la pausa de emoción, le sobrevino el sorbo de agua con que quiso superar en el set la fuerza del recuerdo. “Fue muy duro vencer ese golpe. Un golpe inesperado además”.

Hoy agradece que la vida le pusiera delante la oportunidad de encontrar a dos seres humanos excepcionales: primero a Violeta y después a su actual esposa Cristina, madre de su otra hija. “Quizás la enseñanza más grande que tenga todo esto es que, por muy dolorosos que sean los golpes de la vida, si uno tiene las motivaciones suficientes para poder seguir, uno debe tener la capacidad para recuperarse y continuar avanzando”.

Vicente Vérez Bencomo

Orgullo de un cubano en Revolución: “Toda esta obra inmensa es una obra de amor a la gente”

“Yo me siento muy orgulloso de ser cubano, y de ser cubano en la Revolución”, dijo el científico cubano.

Recordó que en una ocasión, durante sus estudios en Francia, mientras se dirigía a la embajada cubana en París lo impactó ver la bandera cubana en la sede diplomática de la Isla en ese país.

“Me tuve que sentar a llorar en un parque antes de seguir. Esa bandera y ese orgullo que tengo de ser cubano es tan grande, y eso es gracias a la Revolución y lo que hicieron aquellos jóvenes soñadores”.

Recordó las palabras del Che cuando afirmó que a un revolucionario lo mueven grandes sentimientos de amor: “Y eso la Revolución me lo ha dado, el sentir que toda esta obra inmensa es una obra de amor a la gente”.

El Dr. Vicente Vérez Bencomo recordó que, en el año en que defendió su tesis de Doctorado en la Universidad de Orleans, se la dedicó a sus padres, su esposa, su profesora de la URSS, y a la Revolución Cubana, “gracias a la cual el camino de la ciencia se abrió para personas humildes como yo.

“Eso molestó muchísimo a uno de los jurados, que era un científico conocido, pero una persona de derecha que no lo entendía. Estuvo más de una hora haciéndome preguntas, tratando de desvalorizar la tesis, pero no me arrepiento de haberlo hecho”, dijo.

En otro momento del espacio televisivo, el líder del proyecto de vacunas Soberana recordó que, a finales de 2019, le diagnosticaron cáncer: “Es un golpe duro. Yo realmente estaba muy deprimido cuando aparece la pandemia”. Sin embargo, en ese contexto, comenzó a liderar el equipo que estaría vinculado al desarrollo de una vacuna cubana contra la COVID-19. Y eso quizás tenga que ver con esa capacidad del doctor Vicente Vérez de enfrentarse a los retos. Y vencer.

“El presidente Díaz-Canel nos convoca a llevar los proyectos de vacunas que teníamos. Aquel 19 de mayo de 2020 marcó un hito porque llegamos con nuestros proyectos. Yo se los presento al presidente y él estaba muy satisfecho”, recordó.

Después de eso pasaron tres días de no dormir para diseñar lo que son las Soberanas hoy.

“Cuando vimos que era posible, dijimos ‘hay que acelerar y apretar el paso’”, dijo. Y ahí está Soberana.

En video, la Mesa Redonda

jueves, 24 de junio de 2021

¿QUIÉN FUE EL ESPÍA SOVIÉTICO TRAIDOR, QUE REVELÓ SECRETOS SOBRE DESPLEGUE DE MISILES EN CUBA , LO CUAL GENERÓ LA CRISIS DE OCTUBRE DE 1962?

 Por Jorge Rodríguez Hernández

El film El ESPÍA , trasmitido recientemente por el Canal Cubavisión en el espacio Solo la verdad, conducido por el periodista Jorge Legañoa Alonso, motivó a escribir la siguiente reseña.

El coronel Oleg Penkovsky, desertor en plaza, pasó secretos a Estados Unidos y Gran Bretaña, desde abril de 1961 hasta agosto de 1962, sobre el despliegue de misiles  en Cuba, lo cual generó la Crisis de Octubre de este último año y ayudó al presidente estadounidense Jhon F. Kennedy a conocer las intenciones soviéticas y su capacidad de reacción.

Oleg Penkovsky , quien pasó el mayor número de secretos soviéticos a la CIA y al M16 sobre el referido tema, era hijo de un oficial zarista que luchó contra los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa (1917-1920), y desde su graduación como oficial en 1939, tras cursar estudios en la Academia de Artillería, hasta finales de los años 50 del pasado siglo XX, fue promovido a diferentes responsabilidades militares, y adquirió conocimientos en diplomacia militar y en estrategia de inteligencia.

En un curso realizado en la Academia Frunze, aprendió a hablar perfectamente el inglés; realizó estudios de cohetería, y fue agregado en la embajada soviética en Turquía y la India.

Oleg Penkovsky advirtió que el anti-bolcheviquismo de su padre sería siempre una traba para la línea que él mismo diseñó para su carrera. De ahí que decidió desertar.

Una noche de agosto de 1960, se dirigió a dos turistas estadounidenses y les pidió si podían entregar una carta en la embajada de Estados Unidos en Moscú. Una vez comprobada la firma por la CIA y analizada la importancia de Oleg Penkovsky en el mundo de la inteligencia, intentaron ponerse en contacto con él a través de un agente con no mucha experiencia, ante lo cual Penkovsky decidió entonces ponerse en contacto con los británicos.

Cuando decidió desertar, Oleg Penkovsky estaba destinado en el GRU, la inteligencia militar, y se encargaba de las relaciones entre hombres de negocios occidentales y el Comité Estatal de Coordinación del Trabajo de Investigación Científica. El Servicio Secreto de Inteligencia inglés M16 conocía de Penkovsky a través de un hombre de negocios canadiense .

Fue así como Richard Helms, director de operaciones clandestinas de la CIA, decidió que los estadounidenses y británicos explotaran la información de Oleg Penkovsky, quien en abril de 1961 entregó una carta a Greville Wynne, un hombre de negocios británico. Algunos días más tarde, Penkovsky llegó a Londres al frente de una delegación soviética.

Un equipo conjunto CIA-M16 se dirigió a contactar con Penkovsky, quien en aquella primera reunión informó a ambos servicios de inteligencia que el líder soviético  Nikita Khrushchev se disponía a desplegar misiles nucleares en Cuba, con el fin de defender el país caribeño en el caso de un intento de invasión por parte de Estados Unidos.

´´Corteza de hierro´´ fue el nombre dado al material traído a Londres por el traidor Oleg Penkovsky, quien aceptó el ofrecimiento de desertar a occidente por parte de la CIA y el M16, quienes lo fotografiaron vestido de uniforme británico y estadounidense con los grados de coronel.

Oleg Penkovsky contó de apoyo para su labor con la oficial Janet Anne Chisholn, esposa de Roderich Chisholn, un oficial del M16 bajo cobertura diplomática en la Embajada Británica. Janet, quien antes de casarse fue secretaria en el M16, aprovechaba sus paseos diarios por el parque para recibir información y documentos por parte de Penkovsky.

La KGB soviética descubrió a Oleg Penkovsky, pues la CIA se volvió cada vez más ambiciosa y le pidió al desertor información ´´altamente clasificada´´, por lo que el 2 de noviembre de 1962, un agente de la CIA en la embajada de Estados Unidos en Moscú recibió una ´´llamada silenciosa´´, la cual indicaba que alguien había dejado información valiosa en uno de los buzones de seguridad.

Cuando el citado agente de la CIA, quien estaba bajo inmunidad diplomática, se disponía a recoger la información, fue detenido por la KGB y fue expulsado de la Unión Soviética.

Con respecto a Greville Wynne, el hombre de negocios británico, fue detenido por el espionaje húngaro y enviado a Lubyanka, cuartel general de la KGB:

Esto último ocurrió el propio 2 de noviembre de 1962, pero desde el 22 de octubre  Oleg Penkovsky ya estaba detenido, cuyo caso se hizo público en mayo de 1963, y el mismo reveló que Greville Wynne era su correo con occidente.

Oleg Penkovsky fue sentenciado a muerte y ejecutado el 17 de mayo de 1963 en Lubyanka, sede de la KGB, mientras que Greville Wynne fue sentenciado a tres años de prisión y cinco en un campo de trabajo, y finalmente fue intercambiado en abril de 1964 por el espía Gordon Lansdale y por Peter y Helen Croger.

Bibliografía consultada

Eric Frattini: KGB: Historia de la compañía , Editorial Edaf, 2005, Colección Los servicios secretos.