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sábado, 19 de octubre de 2013

Apuntes para una radiología del campo cubano


OnCuba

La baja productividad alimentaria es uno de los más críticos problemas que hereda el actual gobierno del Presidente Raúl Castro. A tres años de las primeras medidas de rescate, el campo cubano permanece paralizado sin demasiadas esperanzas.

En un archipiélago caribeño sin grandes aspavientos industriales, la agricultura debería funcionar con miras a la autosuficiencia. Pero, paradójicamente, en una tierra de 11 millones 167 mil habitantes, se importa el 80 por ciento de lo que se consume.

Entonces, ¿qué llega cada día a la mesa del cubano? ¿Bajo qué condiciones sobrevive nuestro sector agroalimentario?…

Para el año 2013, el ministro de economía y planificación, Adel Yzquierdo, anunció al Parlamento una previsión de gastos de casi dos mil millones de dólares en la adquisición de alimentos, cifra “notablemente superior a la del año anterior”, en el que se planificó una compra aproximada de mil 700 millones de dólares.

Por su parte el titular de agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, notificó al máximo órgano legislativo del país un alza del dos por ciento durante 2012, reporte que, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, incluye fuertes bajas en el cultivo de la papa y la yuca, una pésima cosecha del tomate que derivó en planes de hortalizas por debajo de lo previsto, así como incumplimientos en las cosechas de arroz, maíz, frijoles, tabaco, y en las producciones de leche, café, cítricos huevos y pienso. ¿Las causas alegadas ante el Parlamento?: desastres naturales, falta de previsión y capacitación laboral, problemas fitosanitarios, fallas en la infraestructura, en el muestreo de suelos y abasto de agua…

Sin embargo, la baja productividad del campo cubano no parece un asunto circunstancial.

El doctor Santiago Rodríguez Castellón, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, enumera algunas problemáticas que persisten en el ramo, entre ellas el desaprovechamiento del 40 por ciento del fondo agrícola cultivable. “De la tierra en explotación se dedica una importante tajada para la producción exportable”, asegura. A todo ello se suman los altos índices de degradación de los suelos por indisciplinas o desconocimientos técnicos (la no rotación de cultivos o el abuso de químicos), así como la falta de insumos adecuados, en medio de las carencias económicas del país.

La tierra también sufre el desgaste de siglos de sobreexplotación. Expertos del Instituto de Suelos aducen que la utilización continuada de tractores, con implementos obsoletos para arar y descompactar, exacerban las malas hierbas y conllevan a la erosión. Al mismo tiempo alertan sobre la baja productividad de los terrenos, y rebaten la falsa creencia de la fertilidad de la tierra roja. “En Cuba el 70 por ciento de los suelos se incluye en la categoría de muy poco productivos”.

Pero la realidad supera toda estadística e impone, a su vez, una mirada sociológica al campo cubano.

El calor a punto de mediodía descubre la desolación del surco. La actividad agropecuaria reportaba a inicios de milenio un déficit estimado entre 100 y 150 mil trabajadores; situación nada halagüeña a estas alturas, con una joven generación que prefiere, en su mayoría, optar por las oportunidades de la vida urbana.

La filosofía humanista que por más de 50 años ha primado en nuestro proceso conllevó a la asunción de una política de universalización de la enseñanza bajo la consigna “Una Revolución es hija de la cultura y las ideas”. Con el noble objetivo de hacer del cubano un pueblo docto, se fomentaron iniciativas universitarias de carácter masivo que, apostando por una cultura integral para todos, obviaron las diferencias demográficas existentes, así como las necesidades profesionales de una economía en vías de desarrollo. El resultado: un proceso migratorio del surco hacia las aulas, y una pérdida de vocación hacia los oficios, las carreras técnicas o de perfil agroalimentario, que unido al desmantelamiento de muchos centrales azucareros, coadyuvó a un desplazamiento humano de proporciones mayúsculas rumbo a las ciudades.

Según aseguran investigadores del Instituto de Planificación Física, en el último cuarto de siglo alrededor de un millón de cubanos ha emigrado desde las pequeñas comunidades y asentamientos rurales hacia las cabeceras municipales y provinciales. De hecho, el 85 porciento de la población es eminentemente urbana y por transitividad, la producción de alimentos recae sobre un escaso 15 por ciento; cifra aún más alarmante si se repasan las estadísticas de longevidad, pues Cuba tiene la población más envejecida del continente.

Por lo pronto, la escasa productividad desvela a muchos de los especialistas y decisores políticos.

El doctor Omar Everleny Pérez, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, asegura que esta merma es una cuestión de entradas y salidas: “El área de entrada implica que el campesino pueda comprar sus fertilizantes, su combustible, su maquinaria agrícola. ¿Por qué un cubano puede comprarse un camión y no puede comprarse un tractor? En el área de las salidas está el tema de la comercializaciones, el problema de los envases y embalajes que necesita el campesino para poder vender su producción.” En fin, no llega el suficiente alimento nacional a la mesa del cubano.

Y aquí vale parafrasear al filósofo alemán Feuerbach, quien ha probado su eficacia a más de un siglo: “el hombre es lo que come”. Entonces, es preciso que coma, ¡y que coma bien!

La persistencia de tierras ociosas y el uso mayoritario de las tierras activas para la exportación, el mal manejo de las técnicas de cultivo, la falta de insumos y equipamiento, la persistencia de fallas burocráticas (sobre todo, incumplimientos en la contratación y en el acopio); unido a un desgaste natural de los suelos, confluyen en un campo ávido de juventud, o al menos de unas cuantas manos productivas, y eficientes.

Ante este panorama tan desalentador, los decisores cubanos han diseñado los llamados Lineamientos, heraldos para el perfeccionamiento de la gestión socioeconómica y política en la Isla.

En esta iniciativa, la agricultura exige asteriscos, comillas y hasta paréntesis. Pero, ¿cuál es la verdadera hondura de estos cambios?

Puede leerlo mañana en la segunda parte de este artículo.

Por: Malvy Souto López

Foto de internet

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