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viernes, 25 de octubre de 2013

Desde el fondo del caldero: la reforma económica cubana y la equidad social (I)


Por MAYRA ESPINA PRIETO*
Cubacontemporanea

La plataforma de transformaciones y reforma que la dirección política cubana está poniendo en práctica, oficialmente denominada “proceso de actualización del modelo económico cubano”, debe hacerse cargo de un escenario nacional tensionado hoy por un conjunto de problemas de alta complejidad que se entrecruzan.

Entre esos problemas están una combinación de la crisis económica internacional con una crisis interna, la baja eficiencia productiva, la tendencia creciente de lasdesigualdades sociales y las afectaciones en la equidad (reforzadas con la crisis y la reforma de los ´90), así como los obstáculos provenientes del bloqueo de Estados Unidos.

De este amplio abanico de problemas y retos, que forman un haz fuertemente articulado, analizamos en este artículo aquellos relacionados con las desigualdades sociales y la pobreza, y con la política social para hacerles frente, acercándonos a quienes están “en el fondo del caldero”, al decir de Tato Quiñones (1).

Para actuar sobre un área de la realidad social es preciso primero visibilizarla y entenderla como un tema de interés público, objeto de políticas sociales. Esa visibilización pasa por una conceptualización, por un “nombrar las cosas”, el paso inicial de la actuación.

Si buscamos cómo está “nombrado” el “fondo del caldero” en los documentos estratégicos de la reforma, hallaremos que las referencias al tema de la desigualdad son mínimas y centradas en la necesidad de eliminar el igualitarismo, conservar conquistas básicas y atender prioritariamente a la población vulnerable.

Esta vulnerabilidad inespecífica e indiferenciada es el mayor avance que encontramos en los lineamientos en su reconocimiento del fondo del caldero. En general, los lineamientos omiten referencias a la situación de desigualdad y pobreza ya existente y no se comprometen a actuar sobre ellas con una política social que introduzca instrumentos de equidad.

En este sentido, sólo reconocen explícitamente tres situaciones de desventaja que deben ser atendidas: adultos mayores (atender al proceso de envejecimiento); personas impedidas para el trabajo y que no cuentan con familiares que brinden apoyo (atender a la discapacidad), y compensación a las personas necesitadas y protección de la población vulnerable o de riesgo en la alimentación (atención a las vulnerabilidades).

El proyecto de documento base para la Conferencia Nacional del Partido (enero de 2012) es un poco más explícito en el reconocimiento de desventajas sociales y alude directamente a una diversidad nacional caracterizada por diferencias raciales, de género, generacionales, religiosas, de orientación sexual, de situación socioeconómica y territoriales.

Podemos inferir que estas seis brechas de equidad son las oficialmente identificadas como fundamentales.

Se trata de un avance relevante en relación con etapas anteriores de la experiencia socialista cubana, donde el tema de la desigualdad y sus diferentes expresiones, excepto las desventajas asociadas a la condición femenina, estaba prácticamente omitido o débilmente reflejado en el discurso político y, consecuentemente, en las prácticas de la política social, caracterizadas por el universalismo monogenista, eficaces para generar amplias oportunidades de integración social pero poco sensibles a las diversidades.

Es previsible que tal avance en el nivel discursivo ensanche las opciones de actuación de la política social, pero nótese que en ambos documentos el tema se trata de manera muy general y no hay referencias a la pobreza y a situaciones de marginalidad y exclusión social que están documentadas en el país (2) y que es necesario visibilizar en todo su rigor para actuar sobre ellas de una manera adecuada.

El uso del propio término pobreza ha sido una discusión en el campo de las ciencias sociales en el país. Los estudios cuantitativos que han medido la pobreza urbana reconocen la magnitud del problema, aunque tienden a disminuir su gravedad en las condiciones de Cuba, insistiendo en una terminología de menor fuerza, como “población en riesgo”.

Otro término empleado ha sido “pobreza con amparo”, que apunta a distinguir una peculiaridad de la pobreza en Cuba: el hecho de que esta condición no se acompaña de la clausura de canales de integración y de asistencia para el acceso a la satisfacción de necesidades básicas, aunque sea a muy bajo perfil, y que ello tiene como efecto la muy baja presencia de la pobreza extrema y la indigencia.

Aunque comparto la noción de amparo, creo que no usar el término pobreza puede obstaculizar la comprensión de la gravedad de la situación de insuficiencia de ingresos y de condiciones para vivir una vida familiar adecuada y segura, y puede inducir a errores de política sobre qué mecanismos accionar para enfrentar las desventajas sociales.

Esta dificultad para visualizar y hacer explícitas en todos sus matices e intensidades las situaciones de desventaja social realmente existentes en nuestra sociedad, se configura como la primera limitación de la actual reforma para dar cuenta de uno de los más importantes retos de la política social que la acompaña.

Ese reto consiste en diseñar e implementar mecanismos que aseguren oportunidades para todos e instrumentos afirmativos que permitan que los ciudadanos y ciudadanas que están en condiciones de partida inferiores (en relación con los activos tangibles e intangibles que poseen y que son decisivos para hacer frente a la ampliación de la distribución de bienes por la vía del mercado) puedan realmente acceder a las nuevas oportunidades. (Continuará)



* Socióloga e investigadora cubana. Actualmente es oficial en Cuba de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE)

1 Sacerdote de Ifá y comunicador social. Coordinador de la Cofradía de la Negritud.

2 Ver por ejemplo: Colectivo de Autores: Las relaciones raciales en Cuba. Estudios contemporáneos, 2011; M. Espina: Políticas de atención a la pobreza y la desigualdad. Examinando el rol del Estado en la experiencia cubana, 2008; A. Ferriol: Política social y desarrollo. Una aproximación global, 2004; E. Morales:Desafíos de la problemática racial en Cuba, 2008; P. Rodríguez:Los marginales de las Alturas del Mirador. Un estudio de caso, 2011; M. C. Zabala: Jefatura femenina de hogar, pobreza urbana y exclusión social. Una perspectiva desde la subjetividad en el contexto cubano, 2009.

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