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sábado, 12 de octubre de 2013

El estudio de errores

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Richard Levins. Profesor. Universidad de Harvard.
 
 

Empiezo por discrepar con los que ponen una barrera entre las ciencias sociales/humanidades y la ciencia natural. A pesar de las diferencias obvias entre ambas, su interacción puede ser muy valiosa.
 
Ambas cometen errores. Aunque algunos de estos errores son muy particulares, y se pueden corregir con métodos científicos propios de cada campo, otros surgen de los ordenamientos institucionales o de prejuicios intelectuales. Ahora bien, cuando aquellos ocurren, pueden dañar los proyectos que deberían estar llamados a facilitar. De manera que propongo un nuevo campo, identificable como sesgología, y su hermana gemela, la disparatología, que al margen de reconocerla existencia de errores, se ocuparían de estudiarlos.
 
Las dos ramas científicas tienen estructuras de liderazgo que alientan o desestiman determinados proyectos científicos. Aquí surge una contradicción: es lógico que los científicos más destacados y probados sean los que asignen los recursos escasos, según su juicio, sobre lo que hace falta. Pero al mismo tiempo, fueron estos los que crearon los campos disciplinarios tales como existen hoy, y por eso mismo, serían los menos dispuestos a aprobar líneas que se desviaran mucho de lo ya establecido. Sugiero que las comisiones a cargo de valorar proyectos de investigación estén compuestas, en parte, por los dirigentes que hayan contribuido a forjar cada disciplina, pero también por principiantes más dispuestos a retar la sabiduría convencional. Además, cada investigador ya probado debe disponer de cierta parte de los recursos para investigaciones propias que no requieren aprobación de rangos superiores, sino se basan en votos de confianza en su capacidad e integridad.
 
El error es parte normal del progreso. El orgullo del científico no reside en siempre tener la razón, sino en estar abierto a reconocer errores. Por lo tanto, a menos que un dirigente se muestre incompetente o corrupto, identificar sus errores no debe ser la razón para destituirlo, y reconocerlos debe ser fuente de orgullo. Su expediente debe incluir: tomó la iniciativa para rectificar estos y otros errores.
 
Equipos interdisciplinarios de científicos sociales y naturales, en compañía de los ministerios, deben acompañar a estos últimos a examinar los patrones de errores cometidos. Por ejemplo, un error típico cubano se deriva del pragmatismo, es decir, la necesidad de satisfacer demandas urgentes del país. El problema se plantea muy estrechamente. Cuando se cumplen los objetivos proclamados, a menudo se soslayan sus consecuencias nocivas, pues preocuparse por el futuro parece “idealista”. Por otro lado, un error típico de los movimientos solidarios con Cuba es el utopismo: tomamos los problemas que más sufrimos en nuestros propios países, los invertimos, y los proyectamos sobre Cuba, con el fin de medirla revolución. Los equipos cubanos dedicados a investigación de errores deberían incluir algunos aliados extranjeros.
 
Un propósito de estos equipos debe ser una clasificación de errores fundamentales, tales como la estrechez en plantear un problema; tratar como fijo lo que en realidad varia; desconocerlas conexiones de este problema con otras ramas. Asimismo, debe subrayar posibles contradicciones; por ejemplo, la incorporación de terreno baldío a la producción y la protección de la biodiversidad. (Mi hipótesis aquí es que cuando dos urgencias entran en conflicto, terminamos proponiéndonos demasiado poco).

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