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jueves, 10 de octubre de 2013

Venezuela: El temblor de los podridos

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Escrito por Nicanor León Cotayo Cubasi
Allí acaba de tener lugar un hecho que horroriza a la minoría inmersa en la corrupción económica y política, el otorgamiento de luz verde a la ley enfilada a romper el espinazo a esas dos lacras.

Este martes el presidente venezolano, Nicolás Maduro, escribió en su cuenta de Twitter: “Pediré poderes habilitantes para enfrentar la guerra económica de la derecha contra el pueblo. ¡Venceremos!”.

Además reveló tener información de que “hay muchos nerviosos en la derecha amarilla”, abierta referencia al titulado Partido Primero Justicia, al que pertenece Henrique Capriles Radonski.

Maduro cuenta con 98 integrantes del Parlamento y son 99 los necesarios para suscribir la ley que propone. ¿Y el que falta?, indagó en el mismo texto, para auto responderse: “Está en la calle, transformado en poder”.

La ley habilitante es un mecanismo constitucional que permite al jefe de Estado legislar sin control parlamentario, y Maduro pretende sancionar normas que favorezcan su lucha contra la corrupción.

Al hablar el martes en la Asamblea Nacional atribuyó a esa ordenanza la posibilidad de que el pueblo viva una revolución económica, así como el fin de la corrupción institucionalizada.

No se trata de un hecho aislado. Es parte del escudo protector que Caracas ha ido levantando frente a la sostenida y creciente hostilidad de Washington contra su revolución bolivariana.

En ello tampoco el gobierno estadounidense ha sido creativo, repite fórmulas ya transitadas por otras administraciones caracterizadas por una falta absoluta de ética.

Ahí están los ejemplos de Cuba y Chile, donde conjugaron al unísono la guerra económica y una desembozada actividad subversiva que incluye la propaganda tipo nazi.

Como los cubanos desde 1959 emprendieron un camino independiente al de Estados Unidos e iniciaron un programa de justicia social para la inmensa mayoría de su población, el Norte le impuso un férreo bloqueo, aún vigente.

Documentos oficiales del régimen estadounidense sacados a la luz durante aquella época señalaron una de las razones básicas de tal política: asestar graves daños a la vida cotidiana de sus habitantes y responsabilizar por eso al gobierno nacional.

El caso del Chile de Salvador Allende también fue demostrativo en los años 70 del siglo pasado respecto a cómo Washington utiliza sus palancas económicas, asistido por corderos locales, para desestabilizar a políticos fieles a sus naciones.
Ambas naciones fueron sometidas además a maquinaciones de la CIA, a la compra de traidores, a intentos de asesinatos, a desenfrenadas campañas mediáticas y otras agresiones donde sobresalen una invasión militar y un sangriento golpe de Estado.

De ahí que no sorprenden las impúdicas intrigas económicas urdidas desde hace años por el Norte contra Venezuela, al igual que cuando Chile, servidos por los Capriles de la política local.

La iniciativa de Maduro, que choca frontalmente contra toda esa situación, como era de esperar, ya encara la resistencia de los enemigos de siempre.


A su cabeza La Voz de América, conocido portavoz radial del gobierno estadounidense, muy crítica frente a la solicitud de Maduro enfilada a disminuir gradual y sostenidamente la corrupción en el país.

Ahora los gobernantes norteamericanos actúan sintiendo a sus espaldas el teatro parlamentario que se vive en el Congreso y leyendo informes nada optimistas sobre el desempleo.

Como si no fuera bastante, hace no muchas horas a poca distancia sintieron el estruendo de una multitud que próxima a sus oficinas exigió cumplir las promesas que Obama hizo en torno a los 11 millones de indocumentados que deambulan por su territorio nacional.

Mientras tanto, en Venezuela, con la ley habilitante dando sus primeros pasos, se va observando el temblor de una minoría podrida, quizás conciente de que, para ella, resonó allí la orden de parar.

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