Mi blog sobre Economía

lunes, 10 de marzo de 2014

¿Tendrán larga vida los “timbiriches” cubanos?

Por María de Jesús Hernández

Las posibilidades para el trabajo por cuenta propia han aumentado poco a poco en nuestro país y ya suman unas 200 las actividades donde se inserta este sector emergente, fomentado con pequeñas empresas generadoras de empleos, en las cuales participan más de 400.000 personas, según cifras oficiales.

El avance de esas iniciativas individuales constituye un permanente estímulo para insertarse en más negocios particulares. De hecho, se ha dicho al respecto que existe el propósito de incorporar millón y medio de cubanos a las llamadas formas de gestión no estatal.

Alrededor de los novedosos emprendimientos, activados tanto sobre proyectos signados por la creatividad y el buen gusto, como sobre muchos otros donde prima el deseo de salir adelante “como sea”, se mueven personas como mi antigua vecina, quien hace un par de años se planteó el reto de incursionar en ese ámbito y, según me comentó en aquel momento, pretendía rentar áreas de su espaciosa casa familiar.

Empezó por alquilar una parte de la azotea, donde fue instalado un andamiaje metálico forrado con lonas al que pusieron el nombre de gimnasio. Pero más tarde decidió participar directamente en los negocios y aprovechó el frente de su casa, donde montó un timbiriche para la venta de alimentos ligeros, acompañado de una mesa-quincalla con los más variados artículos de uso personal y para el hogar.

Aquellas opciones, combinadas de un modo poco atractivo aunque rentable, me llevaron a repasar las tendencias y los modelos de referencia en el mercado del cuentapropismo que nos rodea, y constaté –a mi pesar– lo mucho que abundan estos espacios en los que prima la mala presentación.

Comencé a prestar más atención a los timbiriches de La Habana y de otras regiones visitadas fuera de la capital, incluso en áreas rurales, y observé que en su gran mayoría los establecimientos más pequeñitos resultan muy parecidos.

Es posible advertir incluso cierta similitud entre algunas de esas improvisadas instalaciones gastronómicas que ahora vemos en nuestras calles y los kioscos de los carnavales, cuyas estructuras poco agraciadas se levantan –por suerte o, al menos, en la mayoría de los casos– solo para esa corta temporada de festejos.

Llama igualmente la atención que no pocos espacios estatales emulan en mal gusto con estos timbiriches. Tanto en uno como en otro ejemplo, se refleja la inexistencia de un criterio de imagen, de un concepto de negocio bien definido que busque armonizar con el entorno.

Acerca de ese particular tampoco he sacado en claro, aunque indagué bastante, cuáles han sido las orientaciones, los patrones de referencia, o las guías que han encauzado los diseños y definido las áreas para la ubicación de los mencionados establecimientos.

En otros enfoques relacionados con el tema destacan algunas ideas acerca de las posibilidades de dicho sector para adoptar compromisos de responsabilidad social, sobre lo cual no se ha diseñado una estrategia específica, aunque se reconoce que los nuevos emprendimientos pueden asumir pautas de esa filosofía y realizar una gestión más beneficiosa para las comunidades y los entornos en general.

Se habla públicamente de muchas cosas –de las acciones para aumentar las figuras de los llamados cuentapropistas, o de la flexibilización para sus desempeños y de detalles diversos sobre créditos bancarios y gestiones relacionadas con impuestos, por ejemplo– pero se ha dicho poco sobre cómo se les orienta acerca de la imagen de sus negocios y la del barrio o la ciudad donde se enclavan.

Lo más cercano a este asunto, recién anunciado, es la labor para el reordenamiento urbanístico encabezada por el Instituto de Planificación Física. Sería muy provechosa, en este sentido, la apertura de una ruta que sirva de guía y, en esencia, aporte más prestancia a las pequeñas instalaciones cubanas gestionadas por cuenta propia.
ESTIMULAR EL SALTO HACIA NIVELES SUPERIORES

Con el auge de los negocios privados, surgidos a inicios de la década de los 90´ del siglo pasado, e incrementados desde 2010, proliferaron los timbiriches, que siguen conviviendo con otras iniciativas de cimientos e inversión mucho más sólidos.

Sin embargo, al comenzar el año, los entornos urbanos lucieron menos abarrotados, después del aviso oficial de que hasta el último día 2013 se permitirían las ventas de artículos importados e industriales, que solían llenar en forma de mercado ambulante los portales y calles enteras en muchas de las ciudades cabeceras de la Isla.

En ese momento hubo quienes vaticinaron la posible desaparición de los timbiriches, en su variante más precaria y elemental. El asunto es serio, pues estos son vistos como símbolo de la existencia misma del trabajo por cuenta propia en Cuba.

Pero además, es importante recordar que la desaparición de aquellas quincallas para la venta de productos diversos que veíamos por doquier ha traído aparejada la carencia de un grupo de artículos y elementos de (casi) “primera necesidad”, que tampoco se encuentran ahora en las tiendas estatales.

Cabría preguntarse entonces si en la cruzada porque mejoren las cafeterías no perderemos algunas devenidas puntos claves para el almuerzo más rápido y barato, el café alentador del mediodía y la compra de la merienda reforzada de los niños de casa.

En momentos en que se habla de la proximidad de otras medidas y acciones orientadas a que se marche “hacia niveles superiores en el ámbito de las iniciativas privadas”, quizás convenga evitar errores pasados, y resulte más positivo explicar muy bien que lo que se quiere es tener establecimientos con buena presencia, lugares que cumplan normas elementales de higiene, donde no existan ofertas con calidad cuestionable y se responda de manera precisa a una demanda comprobada, a partir de un proyecto bien pensado.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/tendran-larga-vida-los-timbiriches-cubanos#sthash.U03n4RFR.dpuf

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