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sábado, 18 de octubre de 2014

La agricultura familiar como una opción para el desarrollo

Enfrentar los retos agrícolas del futuro supone articular en el presente iniciativas sustentables que logren repeler los desafíos del cambio climático y las consecuencias de las crisis económicas. Para Cuba significa continuar la política de desarrollo local que refrendaron los Lineamientos del Partido y que en el plano agropecuario se resumen en el aumento de la producción, aprovechando los potenciales recursos de cada territorio.

La agricultura familiar es una de las opciones dentro del amplio espectro de desarrollo, con ella se articulan varios factores que le dan vida a la comunidad y que en la Isla encuentran su equivalencia en el Movimiento de Agricultura Urbana y Suburbana, un programa que ejecuta el Ministerio de la Agricultura donde los pequeños productores, los circuitos de producción y consumo a nivel local, así como la recuperación de cultivos tradicionales desempeñan un papel importante en la seguridad alimentaria.

Desde que surgió el movimiento, en 1987, el cultivo y la comercialización de alimentos tradicionales ha favorecido en gran medida a las personas radicadas en las zonas rurales o en los territorios densamente poblados, pues es allí donde las parcelas de labranza incluyen casi todas las actividades de base familiar y han generado encadenamientos productivos relacionados con la producción agrícola, forestal, ganadera, pesquera y acuícola, que dependen principalmente de la mano de obra de sus propietarios y familias.

Las políticas implementadas a nivel nacional han tomado en cuenta varios elementos imprescindibles que gravitan sobre el éxito que puede tener o no cada estrategia relacionada con el desarrollo de este modelo de agricultura. Es así como además del importante papel socioeconómico, ambiental y cultural se han evaluado en cada territorio las condiciones agroecológicas y las características territoriales; el entorno normativo; el acceso a los mercados, a la tierra, a los recursos naturales, a la tecnología y a los servicios de extensión y financiación; amén de las condiciones demográficas, económicas y socioculturales de cada región.

Una alternativa rentable

Internacionalmente la agricultura familiar es la forma predominante en la producción de alimentos y en Cuba ha sido una estrategia encaminada a sortear no pocos obstáculos, en su mayoría relacionados con la sustitución de importaciones y el difícil acceso a recursos e insumos vitales para el desarrollo agropecuario.

El Programa de Agricultura Urbana y Suburbana se ha consolidado como un movimiento productivo extensionista dedicado a impulsar la producción de alimentos en el país y constituye uno de los siete programas integrales del Ministerio de la Agricultura. Según Nelson Companioni, secretario ejecutivo del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, este sistema se desarrolla en 29 ramas productivas y de apoyo que se hacen imprescindible para otorgarle el carácter integral y obtener la mayor producción posible en cada parcela. El intercalado y la combinación de distintas producciones en una misma área permite utilizar los beneficios de unos respecto a otros, una característica de este tipo de agricultura.

"Entre los diez subprogramas dedicados a los cultivos están el de hortalizas y condimentos frescos, frutales, plantas medicinales, plátanos y granos; seis están destinados a la crianza animal (aves, cunicultura, ovino, caprino, porcino y ganado mayor) y 13 subprogramas apoyan a las demás actividades, entre ellos el de semillas, suelos y abonos orgánicos, agroecológico de plagas, uso y utilización del agua, capacitación, comercialización y pequeña agroindustria", acotó el experto.

Como parte de una necesidad del país, especial atención merecen el subprograma de frutales, que explota actualmente más de 100 especies y cuenta en cada lugar con jardines botánicos de viveros y semillas, y el subprograma ganadero, con énfasis en garantizar la base nutricional de los animales a partir de los desafíos que ha impuesto el cambio climático.

Destacó el especialista que "la generalización de estas formas de cultivo agroecológicas ha permitido al país sobreponerse a varias situaciones económicas complejas en diferentes etapas. Tal es así que este programa hoy suministra 50 % de las hortalizas que ingiere la población y los centros de consumo social, entre ellos las instituciones educativas y hospitalarias. Asimismo, produce anualmente -con tendencia al incremento- alrededor de 50 000 toneladas de carne a partir de las distintas especies de animales que hoy lo conforman; más de 500 000 toneladas de viandas y 146 000 toneladas de frutas".

Esta estrategia de producción permite situar apreciables volúmenes de productos en los puntos de venta distribuidos a pie de organopónicos o fincas por todo el territorio nacional. Una opción que permite comercializar de manera directa en cada localidad las producciones frescas, disminuir sus precios para que sean más accesibles y esquivar los intermediarios.

Los agrónomos concuerdan que para alcanzar el éxito en la práctica es necesario aplicar tecnologías y enfoques agroecológicos que faciliten la movilización y creación de un potencial productivo adicional en cada lugar (abonos orgánicos, manejo agroecológico de plagas, semillas, etc.) que posibiliten producir sin contratiempos aún en condiciones de contingencia.

En ese sentido, singular relevancia adquiere el fortalecimiento de la actividad extensionista con la participación de las entidades científicas, de investigación, docencia, así como de productores de avanzada que fomenten la innovación agraria y los procesos de capacitación a escala local.

Otra de las vías para el éxito es gestionar toda la atención posible para el desarrollo de los subprogramas, fomentando proyectos de colaboración nacional e internacional, el concurso de entidades y organizaciones cubanas, así como el uso de tecnologías que eviten el gasto de divisas.

Entre las metas del Programa de Agricultura Urbana y Suburbana está el impulsar la producción de viandas, frutas, granos y otros cultivos, también la crianza animal y su base alimentaria, mediante 144 000 fincas integrales en 156 municipios del país. Las perspectivas de desarrollo a mediano y largo plazo contemplan igualmente lograr 10 000 hectáreas de organopónicos o huertos intensivos y cultivos semiprotegidos con un rendimiento promedio de 12 kilogramos por metro cuadrado, con el objetivo de obtener no menos de un millón de toneladas de vegetales, hortalizas y condimentos frescos.

Otro de los proyectos en desarrollo es propiciar la conservación de alimentos poscosecha, utilizando métodos de elaboración naturales, domésticos y artesanales. Las mini industrias instaladas en las fincas o cooperativas le han ahorrado al país -al carecer este de una infraestructura para la industrialización a gran escala de estos productos- cuantiosos recursos financieros en el procesamiento de dulces, pulpas, jugos, condimentos secos y otros. Esta iniciativa permite a todos los actores (organopónicos, huertos intensivos, parcelas familiares, fincas de referencia, etc.) disminuir la pérdida poscosecha, que muchas veces significa la merma de numerosos volúmenes de producción, y aumentar la estadía de hortalizas, vegetales, condimentos durante varias épocas del año.

En Cuba innovación, ciencia y agrotecnia se conjugan con políticas ambientales que permiten desarrollar una agricultura más accesible a la población en cuanto a precios y calidad de los surtidos, además de resultar una vía provechosa para vincular cada vez más las tierras ociosas a la producción tanto en ciudades como en zonas rurales. La agricultura familiar constituye uno de los primeros eslabones en la alimentación saludable, pues ella elimina el uso de agroquímicos perjudiciales para la salud humana.

Reducir el hambre y la pobreza extrema es el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados internacionalmente por los países miembros de las Naciones Unidas con el noble propósito de mejorar los niveles de vida de millones de personas en el mundo. Para los países tercermundistas, o en vías de desarrollo, alcanzar esos niveles de progreso significa redoblar esfuerzos en el impulso de estrategias y prácticas agroeconómicas más sostenibles y sobre bases orgánicas, que en el plano individual garanticen el acceso a los alimentos, pero sobre todo que para lograrlo combinen exitosamente crecimiento económico y políticas sociales.

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