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viernes, 2 de enero de 2015

Economía cubana: en aguas más profundas

Por Ariel Terrero
La perspectiva de que el PIB crezca más de un 4 por ciento en 2015 deja entrever una primera reacción sólida a las transformaciones emprendidas hace varios años, en un momento histórico y de múltiples interrogantes para Cuba.

Las dos noticias más relevantes en Cuba en varias décadas –también entre las principales del ranking internacional en 2014- no anularon del todo el impacto del reporte económico presentado por el gobierno a la Asamblea Nacional del Poder Popular antes de concluir el año. El intercambio de prisioneros y el anuncio simultáneo por los presidentes de Cuba y Estados Unidos de renovar relaciones diplomáticos alborozaron de tal manera al pueblo cubano, que lo dejaron casi sin aire para el habitual debate ciudadano sobre los resultados económicos del año y las previsiones del próximo. Pero no apagaron interrogantes ni comentarios. Más bien, acentuaron las dudas y expectativas.

El ministro de Economía, Marino Murillo, ratificó ante el Parlamento que las autoridades cubanas se proponen para 2015 un crecimiento del producto interno bruto (PIB) y una administración financiera que cambiarían gradualmente el rostro del acontecer económico.

El programa de transformaciones emprendido de manera oficial a partir del 2011 –con primicias desde el 2008- había dejado como efecto posterior una desaceleración económica que contradijo totalmente el pronóstico gubernamental de crecer un promedio anual de 4,4 por ciento hasta 2015. El crecimiento del PIB se desinfló hasta alcanzar un 1,3 por ciento en 2014, aproximadamente una décima por debajo de los peores registros de los últimos tres lustros (2002 y 2009, este último con la secuela del trío fatídico de huracanes que llegó a fines del año previo, combinado con la crisis financiera global desatada casi a la par desde Wall Street).

Después de la esperanza creada por el inicio del proceso de actualización del modelo económico, la ausencia de beneficios inmediatos abonó signos de desconfianza o, cuando menos, de incertidumbre popular.

¿Qué pasó? La evolución económica del 2011 al 2014 permite cuatro lecturas, entre otras muchas. En un primer momento, los cálculos y promedios gubernamentales se extraviaron en un entusiasmo prematuro. Es mi primera conclusión. Los conductores del proceso podrían haber considerado la experiencia internacional, que indica que los programas económicos –independientemente de la escuela político económica que los patrocine- no suelen cosechar ganancias inmediatas. Los frutos tienden a demorar en frecuencia directa con la profundidad y alcance de las metas que se proponga. La confirmación de esta tendencia sería la segunda lectura. La tercera, y quizás la más alentadora, es que lo ocurrido habla de la hondura real de nuestro proceso, del largo alcance de sus objetivos, y, de paso, cuarta conclusión, de la complejidad y severidad de los enredos y problemas internos que los cubanos nos hemos propuesto enmendar.
 
La decisión conjunta de restablecer relaciones diplomáticas abre las puertas a un futuro de convivencia civilizada entre ambos países, con perspectiva de vínculos económicos favorables para el desarrollo.

El propósito de incrementar el PIB en más de un 4 por ciento en 2015 –la cautela reaparece en la calculada imprecisión de esa meta anual- podría constituir el rebote habitual del PIB después de un trienio de desaceleración que casi llevó al estancamiento.

¿Es posible crecer tanto? Es la pregunta recurrente hoy detrás de otras que absorben más el diálogo político nacional: ¿terminará el bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba? ¿Cuándo? ¿Y si los republicanos toman las riendas de la Casa Blanca y el Congreso? ¿Cuáles son las intenciones reales de las figuras menos visibles que permanecen a la espalda de Obama? ¿Qué pasará cuando las empresas norteamericanas tengan luz verde para desembarcar en Cuba detrás de los turistas yanquis que lleguen a esgrimir sus tarjetas de crédito y débito? ¿Estamos preparados los cubanos?

Muchas incógnitas. Muchas especulaciones. Me arriesgo ahora solo con la primera. Las segundas interrogantes me preocupan menos porque esto en definitiva es un juego de ajedrez, con dos rivales, y creo que desde ambos lados entienden que la partida no ha concluido, aunque el Presidente de Estados Unidos haya admitido el fracaso de la política de bloqueo. Solo cambiarán las tácticas. Del discurso de Raúl Castro ante los diputados en diciembre y de otras intervenciones puede colegirse, además, que los cubanos no olvidaremos ingenuamente ahora a los amigos, ni la historia de más de un siglo de peligrosa vecindad.

El escenario se torna complejo para intentar respuestas, pero veo condiciones para crecer de manera más sólida no solo este año –un alza del 4 por ciento es, en definitiva, insuficiente. Quizás estemos al inicio de una etapa de crecimiento económico. Sería el rebote lógico luego de bordear la contracción por varios años y el efecto de la maduración del proceso de transformaciones económicas. Después de ajustes iniciales de menos calado, la actualización del modelo se ha lanzado a cambios más profundos.

 
Uno de los cambios más importantes emprendidos en 2014, la descentralización gradual del sistema empresarial, busca soluciones para viejos problemas de la economía cubana, como la planificación, la productividad y el salario.

Impuestos, inversiones, salarios, dualidad monetaria, precios, descentralización empresarial, cooperativas, presupuestos… se colocan gradualmente en el centro de la tormenta, unos por primera vez, otros de manera más seria o profunda. Cambian leyes esenciales, lenguajes, políticas, formas de gestión de la propiedad.

Reconocida por Murillo ante los diputados una vez más como la tarea más compleja, la unificación monetaria no es siquiera el único programa que promete trascendencia raigal, por más que sean muy altas las expectativas ante la proximidad, cada vez mayor, de que quede en circulación una sola de las dos monedas nacionales actuales, el histórico peso cubano (CUP).

La planificación gana un relieve desconocido en este socialismo tropical. El desarrollo del sistema tributario, simultáneamente, conduce a un modelo económico socialista regido por regulaciones económicas y de derecho, en lugar del imperio durante décadas de disposiciones administrativas. Ese cambio lo anuncia explícitamente el dictamen de la Asamblea Nacional al aprobar la Ley Tributaria en julio de 2012.

Bajo ese manto, cobra una dimensión más realista la política presupuestaria. Los ojos se vuelven paulatinamente hacia indicadores que merecían poca atención antes, como el déficit fiscal, propuesto para 2015 en 6,2 por ciento del PIB, alto aunque el gobierno lo considere “aceptable en las actuales circunstancias”.

En mi opinión, la transformación más dramática tiene lugar a escala empresarial. Apunta a una descentralización sin antecedentes de la columna vertebral de la economía, incluso a la hora de establecer políticas salariales. “El sistema de pago por rendimiento que antes se aprobaba a nivel de ministerios, ahora se aprueba por los directores de las empresas”, indicó Murillo, jefe también de la Comisión de Implementación de los Lineamientos.

Prometedor y estresante a la vez, este paso depende de la preparación, aptitud y actitud de las direcciones de empresas, agrupaciones empresariales, las llamadas OSDE, de más arriba y de más abajo, para comprender y asumir sus misiones respectivas. En términos más breves, exige “modificar la mentalidad arcaica y desechar viejos hábitos”, alertó Raúl Castro al cierre del 2014 ante el Parlamento y las principales figuras del gobierno.

“No es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana si queremos tener éxito”, manifestó el Presidente cubano, al comentar la preparación ya iniciada de los dirigentes, para enfrentar un perfeccionamiento que tiene el propósito de dotar a la empresa estatal socialista de mayor autonomía y facultades.

De las tensiones que se derivan de esta descentralización gradual habla el caso de 320 empresas que Murillo denunció por violar este año el indicador de eficiencia establecido como límite para el pago a sus trabajadores: el gasto de salario por peso de valor agregado bruto. Como consecuencia, esas entidades desembolsaron 188,8 millones de pesos de más. Definida como una violación grave de la disciplina empresarial, pifias como la anterior podrían implicar un retroceso de las nuevas facultades otorgadas a las empresas. 
La unificación monetaria permanece entre las cuentas pendientes del programa de actualización del modelo económico cubano.

Las autoridades expusieron planes del comercio y las finanzas externas que avalan las perspectivas de crecimiento económico general: un alza de la exportación de bienes y servicios de casi un 11 por ciento, hasta 15.200 millones de dólares, un superávit ligero de la balanza de pagos y un manejo favorable de la deuda externa y el acceso a créditos en el exterior. También pronostica avances sólidos de la industria manufacturera, las construcciones, el comercio minorista, la actividad hotelera y, más moderadamente, de la agricultura.

Pero el sostén más fuerte para el desarrollo, y no solo para el crecimiento económico, nacería de la integración gradual entre las medidas que viene adoptando el país desde hace unos años. Los cambios en las reglas del juego del mundo empresarial, que incluyen la expansión de formas de gestión no estatal como las cooperativas, se funden con otros pasos para fortalecer la búsqueda de fondos, la actividad inversionista y el otorgamiento de créditos bancarios.

La Ley de Inversión Extranjera, aprobada en abril pasado, calza oportunamente el desarrollo de la industria y de la agricultura y se anticipó –no casualmente, creo- al reciente acuerdo cubano-estadounidense de restablecer relaciones diplomáticas. Por lo pronto, las acciones de firmas que lideran la inversión en el turismo cubano, como la española Meliá Hotels International, se dispararon después del anuncio hecho por Raúl y Obama.

Reacciones similares pueden esperarse en otras actividades y sectores a medida que Estados Unidos desenrede el enmarañado sistema legislativo que montó para bloquear económicamente a Cuba desde hace más de 50 años. Unido esto a la estrategia del gobierno cubano para ordenar sus obligaciones financieras con el exterior, podría atenuar sensiblemente el índice riesgo país, que tanto grava hoy el acceso a préstamos de la banca externa.

En pocas palabras, observo que Cuba ha estado creando condiciones no solo para crecer económicamente. Ha estado trabajando calladamente también para hilvanar un escenario propicio para enfrentar la coyuntura histórica única que impondría el restablecimiento primero de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, y de vínculos económicos en un futuro menos tirante. Quizás, se ha estado preparando mejor que los propios norteamericanos. (2014)

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