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sábado, 31 de enero de 2015

Opinión: El futuro de la medicina está en su ‘smartphone’

Por Eric J. Topol. WSJ
 

Durante la última década, los smartphones han cambiado muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, como nuestra relación con el banco y la forma en que compramos y nos entretenemos. La próxima frontera es la medicina.

Gracias a innovadoras tecnologías digitales, la computación en la nube y el aprendizaje de las máquinas, el smartphone transformará todos los aspectos del cuidado médico. El resultado será que usted, el paciente, está a punto de asumir un papel protagónico por vez primera.

Una nueva serie de poderosas herramientas —desde accesorios para diagnosticar una infección del oído hasta una aplicación capaz de monitorear la salud mental— pueden reducir nuestra necesidad de ir al doctor, recortar costos, acelerar el ritmo de la atención médica y darles más poder a los pacientes. Los avatares digitales no sustituirán a los médicos, pero la relación cambiará radicalmente. (Soy consultor de varias empresas en muchos de los temas que trato aquí).

Todo esto plantea serios problemas sobre ataques informáticos y privacidad personal que no han sido abordados, y la precisión de todas estas herramientas debe ser comprobada. Otro tema preocupante es la erosión de la relación entre el paciente y el doctor, reduciendo el toque humano en la medicina. De todos modos, la transformación ya está en marcha.

Digamos que le sale un sarpullido que un doctor tiene que examinar. Hoy, puede tomar una foto con su teléfono inteligente y descargar una aplicación para procesarla. En cuestión de minutos, un algoritmo le envía un mensaje de texto con el diagnóstico. El mensaje puede recomendar los próximos pasos, como aplicar una pomada o ir a ver a un dermatólogo.

Los smartphones ya pueden usarse para tomar la presión arterial o hacer un electrocardiograma. Las aplicaciones de ECG han sido aprobadas por la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) y validadas en numerosos estudios clínicos. Los datos provistos por las aplicaciones son inmediatamente analizados, graficados, exhibidos en pantalla, guardados y (si lo desea la persona) compartidos.

Pensé que en mis décadas de ejercicio de la cardiología lo había visto todo, hasta que recientemente un paciente me envió por correo electrónico un ECG con el siguiente encabezado: “Tengo una fibrilación auricular, ¿qué hago?” Supe de inmediato que el mundo había cambiado. El teléfono del paciente no sólo había registrado la información; la había interpretado.

A algunos les puede parecer quijotesco, pero varias grandes firmas consultoras, como Deloitte y PricewaterhouseCoopers, han pronosticado que las visitas virtuales al médico pronto serán la norma. Deloitte estima que una de cada seis visitas al médico en EE.UU. fueron virtuales en 2014.

Es sólo el comienzo. Los cambios que se están gestando son mucho mayores. Mediante el uso de sensores inalámbricos incrustados en la ropa, una persona puede utilizar su teléfono inteligente para generar sus propios datos médicos, incluyendo la medición de sus niveles de glucosa y oxígeno en la sangre, presión arterial y ritmo cardíaco. Si le preocupa que su hijo pudiera tener una infección en el oído, un accesorio de smartphone le permitirá realizar un sencillo examen del tímpano que puede diagnosticar rápidamente el problema sin necesidad de ir al pediatra.

En los próximos uno o dos años, dependiendo de la aprobación de la FDA, muchos estadounidenses probablemente comenzarán a portar relojes que registran continuamente su presión arterial y signos vitales sin que siquiera tenga que apretar un botón.

Los beneficios pueden ser enormes. Es el equivalente de tener el monitoreo de una unidad de cuidado intensivo en su muñeca, por lo que las habitaciones de los hospitales pueden ser sustituidas por su dormitorio. Por ende, con la excepción de las UCI, los quirófanos y las salas de urgencia, los hospitales del futuro probablemente serán centros de supervisión de datos sin habitaciones para monitorear a los pacientes de manera remota.

Sabemos que nuestra salud es muy influenciada por nuestro medio ambiente, que es difícil de cuantificar. Sin embargo, los sensores que se están desarrollando para los teléfonos inteligentes podrán monitorear nuestra exposición a la radiación, la contaminación o los pesticidas en los alimentos. Los medicamentos pronto podrían ser digitalizados para ofrecer recordatorios de que hay que tomarlos tal y como lo recetó el médico.


El teléfono inteligente le puede tomarle la presión y hasta hacerle un electrocardiograma. Agence France-Presse/Getty Images

Las habitaciones de hospital no son las únicas que pasarán a la historia: los laboratorios también lo harán. Los accesorios de smartphones pronto permitirán hacer una serie de pruebas rutinarias de laboratorio a través de su teléfono. Los electrolitos; la función del hígado, los riñones y la tiroides; análisis de aliento, sudor y orina: todo esto se puede revisar con pequeñas muestras en pequeños laboratorios que se conectan directamente a un smartphone. Y puede realizar sus exámenes de laboratorio de rutina a una fracción del costo actual.

Los exámenes en su smartphone recién empiezan a despegar. La capacidad de que usted haga un diagnóstico definitivo de una infección en el oído es solamente el primer paso. Se están desarrollando aplicaciones para atender todos los aspectos del ojo, la cavidad oral y de garganta, así como los pulmones y el corazón.

Mientras tanto, casi todos los sofisticados dispositivos médicos para escaneo están siendo miniaturizados Ya están disponibles los dispositivos portátiles de ultrasonido y algunas facultades de medicina los han comenzado a usar en lugar del tradicional estetoscopio. Los aparatos portátiles de resonancia magnética no se encuentran muy lejos e ingenieros de la Universidad de California en Los Ángeles, UCLA, han creado un dispositivo del tamaño de un smartphone que puede generar radiografías. No falta mucho tiempo para que pueda tomarse una radiografía en su celular si piensa que se pudo haber fracturado un hueso.

En la próxima década, bajo ciertas circunstancias, podrá monitorear casi todo el sistema de órganos, a medida que las empresas producen nanosensores que serán inyectados en su torrente sanguíneo. Estos sensores microscópicos dentro de su organismo vigilarán constantemente su sangre para detectar la primera aparición del cáncer, ataques del sistema autoinmunológico a tejidos vitales o pequeñas grietas en las paredes arteriales que pueden causar ataques cardíacos o derrames cerebrales.

Con todas estas nuevas herramientas a nuestra disposición, no es de extrañar que estemos hablando sobre la posibilidad de una medicina “sin doctores”. Pero no nos dejemos llevar por un exceso de entusiasmo. Seguiremos yendo al médico, aunque tendremos mucho más control.

Es un cambio que debió haber ocurrido hace mucho tiempo. La medicina ha sido dominada por una clase privilegiada. Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna, sostenía que la mayor parte de la información médica no debía ser compartida con los pacientes.

Todo esto es emocionante, pero esta visión de la medicina también plantea ciertas dudas. Antes de que estas herramientas se adopten ampliamente, tienen que ser validadas mediante ensayos clínicos y demostrar que no solo preservan la salud, sino que lo hacen al mismo tiempo que reducen los costos. Sin esta validación, la promesa de la medicina digital será en vano.

Además, no podemos fiarnos de los avatares como doctores. Las nuevas herramientas tecnológicas pueden proporcionar a los consumidores información médica útil y directa. Sin embargo, las visitas al médico jamás tendrán reemplazo para asuntos importantes que requieren conversaciones en persona y sin teclados de por medio.

Pese a los enormes avances en capturar información médica personal, nos hemos quedado atrás a la hora de procesar la abundancia de datos. Hemos hecho demasiado poco para proteger nuestra privacidad médica, prevenir que se venda a terceros y protegerla de los hackers. Nuestro uso de la analítica de datos es patético: tendemos a acumular grandes cantidades de datos y hemos hecho relativamente poco para extraer información significativa de las mismas. Creo que todos estos problemas son abordables, pero exigirá un gran esfuerzo.

La verdadera revolución no viene de tener un lugar seguro donde almacenar los datos en su teléfono inteligente, sino de la nube, donde combinamos nuestra información individual.

Cuando toda esta información se recopile, integre y analice de manera adecuada, ofrecerá un enorme potencial tanto para el nivel del individuo como para el de la población en general. Una vez que todos nuestros datos relevantes sean recopilados y procesados electrónicamente para identificar las tendencias e interacciones que nadie podría detectar por cuenta propia, seremos capaces de prevenir múltiples enfermedades.

Conforme los pacientes generan y las computadoras procesan más datos médicos, buena parte de los aspectos de diagnóstico y monitoreo dejarán de ser la tarea de doctores como yo. El paciente “sin doctor” estará a cargo y acudirá a los médicos principalmente para recibir tratamiento, orientación, sabiduría, experiencia, empatía y trato humano. Estos médicos no darán recetas, sino que ofrecerán consejos.

Al igual que la imprenta democratizó la información, el smartphone democratizará la medicina. En cualquier lugar en que tenga una señal celular, accederá a nuevas formas de practicar la medicina impulsada por los datos. Los pacientes no solamente serán empoderados, sino que serán emancipados.

—Topol es cardiólogo y director del Scripps Translational Science Institute en La Jolla, California.

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