Mi blog sobre Economía

domingo, 29 de marzo de 2015

LA VERDAD SOBRE LA MUERTE DE NERUDA

Esta semana la Casa de las Américas recibió a la ONG “La Defensa del patrimonio Nerudiano”. Al frente de ella, Manuel Araya, chofer y asistente personal de Neruda y quien sostiene desde hace más de cuatro décadas que el poeta chileno fue asesinado 

Por Maité Hernández-Lorenzo 

“Él no estaba para morir y lo voy a repetir hasta que muera”, dice Manuel Araya, hoy un señor de más de setenta años que guarda en su rodilla izquierda la huella de una bala que le metieron el 23 de septiembre de 1973 en el Estadio Nacional. 

Un médico, que nadie pudo reconocer después y de quien no hubo ni ficha ni asomo de identidad, entró a la habitación donde estaba Don Pablo y, mientras dormía, le inyectó en el estómago. Me estoy quemando, así decía Don Pablo, nos cuenta Araya. “Él no estaba para morir, solo tenía una flebitis en la pierna”, repite Manuel, entonces un joven de 26 años, chofer y asistente personal de Pablo Neruda en Isla Negra. Solo él y Matilde Urrutia tuvieron certeza de cómo transcurrieron las últimas horas del poeta chileno, Premio Nobel de Literatura. Lleva más de cuarenta años defendiendo la verdad: Don Pablo fue asesinado. 

Manuel Araya arribó esta semana a la Casa de las Américas al frente de la ONG “La Defensa del patrimonio Nerudiano”, acompañado de Rodolfo Reyes, abogado y sobrino del poeta, y de Pancho Calama junto a otros miembros de la Organización. Cumpliendo un intenso programa en La Habana, su viaje tiene como propósito, además de difundir la existencia de la Antología popular que confeccionara el propio Neruda en 1972 con una tirada de millones de ejemplares y de distribución gratuita a pedido del gobierno de Salvador Allende y que luego hicieron desaparecer; la de dar a conocer la verdad sobre la muerte del autor de Canto General. 

Los testimonios son emotivos y contundentes. En el salón de Presidencia de la Casa se hizo silencio, absortos ante las historias de Reyes y de Araya. Rodolfo Reyes compartió pasajes de su infancia en casa del tío, un lugar donde los sobrinos se sentían en un mundo para niños. Ante el reclamo de la verdad sobre la muerte de Neruda y del sentido mercantilista con que la Fundación Pablo Neruda ha marcado su gestión, Reyes, “como abogado y sobrino”, se ha involucrado en el proceso judicial que persigue demostrar la verdadera causa de muerte de su tío. “Pablo tenía cáncer, pero no murió de cáncer”, así asevera. Al no dejar el testamento legalizado, no se podía proceder en términos legales, pero Neruda quería crear la Fundación Cantalao en beneficio de personas con talento. El volumen El doble asesinato de Neruda, de Francisco Marín y Mario Casasús, tiene como anexo los estatus de esta Fundación donde se declara “Constitúyase una Fundación de Beneficencia que se denominará Fundación Cantalao y cuyo objeto será la propagación de las letras, las artes y las ciencias en especial en el litoral comprendido entre San Antonio y Valparaíso….”. Estaba previsto que el 11 de septiembre de 1973 se formalizara Cantalao. 

El relato de Araya, conciso y detallado, se remonta a los días que siguieron al golpe militar de Pinochet. Minuto a minuto, fue iluminando un fresco que desemboca en oscuras manos, las mismas que le tendieron a él una trampa y lo torturaron en el Estadio Nacional, salvado entonces por las gestiones del Cardenal Silva Henríquez, amigo cercano de Neruda. 

Manuel hace un trazado minucioso del cronograma desde el 19 de septiembre, cuando salen de Isla Negra, hasta el 23, día en que muere Don Pablo a las 10:30 pm. Este dato lo sabría Araya el día 24 de septiembre en medio de la carnicería que ya había comenzado. 

“Nos cortaron las comunicaciones y anclaron frente a la casa de Isla Negra un buque”. A pesar de que Matilde evitaba que Don Pablo conociese qué estaba ocurriendo, fue imposible evadir por mucho tiempo la situación. Recibió entonces una invitación del presidente de México, Lic. Luis Echevarría para salir de Chile. Dispusieron una habitación en una clínica, donde trabajaba su médico de cabecera. Allí Neruda esperaría su salida. Al conocer lo que estaba sucediendo, no aceptó la invitación de Echevarría. Luego, el propio Neruda retomaría la idea. Saldría con Matilde Urrutia a México el día 24 de septiembre. Y Araya lo relata pausado y seguro. 

“Me estoy quemando”, decía Neruda después de que le inyectaran en el estómago donde ya asomaba una mancha roja. Un médico moreno entró a la habitación y le pidió a Araya que fuera a buscar un remedio para Don Pablo fuera de la clínica: Urogotán. “Nunca se me ha olvidado ese nombre”. A pesar de la resistencia que puso Manuel, salió en busca de la medicina y nunca volvió. En el camino lo capturaron y lo condujeron al Estadio Nacional. Querían saber nombres de comunistas, de colaboradores de Neruda. Lo salvó el Cardenal Silva Henríquez. Años más tarde, un equívoco le costó la vida a su hermano, quien fue asesinado porque lo confundieron con él. 

Al restaurarse la democracia en Chile, Araya recomenzó su campaña por la verdad ante los diferentes gobiernos y nunca ha recibido respuesta. Argumentan ellos el gran poder que tiene la Fundación Pablo Neruda en Chile y el pasivo papel que jugó la Urrutia posteriormente. 

Hoy la ONG se ocupa no solo de promover y argumentar la verdad sobre la muerte de Neruda, se dedica a poner en circulación, a través de la producción editorial de cds y libros, la obra de Neruda, entre ella, la que consideran una de las más importantes por su valor simbólico también, la Antología popular preparada por el propio Neruda y distribuida gratuitamente en el país durante el gobierno allendista. 

Pancho Calama, por su parte, desde la ONG, se ha enfocado en recuperar textos, documentos y grabaciones de Neruda en todo el mundo. 

Como fruto de esa visita a la Casa de las Américas ha quedado una valiosa muestra de ese patrimonio latinoamericano y caribeño. Próximamente el programa América en la Casa emitirá, en una de sus sesiones, sendas entrevistas a Manuel Araya y Rodolfo Reyes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar