Mi blog sobre Economía

lunes, 21 de septiembre de 2015

Cuando las Mariposas no alcanzan

Considérate feliz cuando puedas vivir a la vista de todos.
Seneca

El valor de las cosas no está en el tiempo 
que duran, sino en la intensidad con que suceden.
Por eso existen, momentos inolvidables, 
cosas inexplicables y personas incomparables.
Fernando Pessoa


En nuestra vida cotidiana resulta ya una rareza ver mariposas revoloteando en patios, parques y jardines. Recuerdo con agrado que en mi infancia y juventud ranchuelera era un común, frecuente, ese hermoso espectáculo, pero con el tiempo comenzaron a desaparecer, como también lo hicieron las palomas de la colina universitaria habanera. Se cuenta que las fumigaciones contra vectores han sido la causa de ello, y es un hecho infrecuente apreciar mariposas en nuestros entornos, son hoy prácticamente piezas de museos.

Pero con el tiempo han proliferado mariposas en los cuerpos humanos, bellos tatuajes, con diversidad de colores que adornan, principalmente a las mujeres, y que tienen significados diversos. Una mariposa significa la transformación en la vida, una mariposa pasa de andar en la tierra a tocar el celeste azul, es la simbolización de la vida humana, al final todos luchamos por ser mariposas.

Las mariposas a lo largo de los tiempos han sido algo más que cambio y belleza, también han sido consideradas como entes entre el mundo de los mortales y el mundo sobrenatural, son el hecho perfecto de la transformación en vida. Es la posibilidad del ser humano de renacer, de trascender sus limitaciones y elevarse mediante su propia transformación. . 

En lo espiritual la mariposa es la energía del amor y la libertad, siendo capaz de atraer esa compañía que las personas solas permanentemente buscan. Tiene la energía necesaria para movilizar los estancamientos emocionales, generadores de apatías que alejan el amor o la amistad. Como una belleza de la naturaleza las mariposas nos brindan gran inspiración espiritual. 

Las mariposas, en todas las culturas, aportan alegría al verlas: símbolos de transformación interna son reverenciadas por su delicada belleza. Representan una necesidad de cambio, es nuestro curso vital. La etapa final de transformación o transmutación es la salida de la crisálida y el nacimiento y consiste en compartir los colores y la alegría de nuestra creación con el mundo.

La mariposa puede dar claridad a nuestro proceso mental, ayudar a organizar el proyecto que estemos llevando a cabo, y nos auxiliará a encontrar el siguiente paso para mejorar nuestra vida personal o profesional.

El mensaje principal que nos otorga la mariposa es que debemos estar dispuestos a someternos a algún tipo de transformación o crecimiento interno y nos advierte que este no tiene que ser traumático; puede ocurrir con suavidad, con dulzura, con alegría, pero siempre tenemos que estar dispuestos a crecer y poseer la voluntad para ello.

¿Una “extraña” Mariposa?

Recientemente comenzó a relacionarse en nuestros hogares, a través de las pantallas televisivas, una Mariposa humana (¿o una humana mariposa?) que tiene también múltiples significados pero que muchas veces no sabemos, no podemos o no queremos apreciar. Una Mariposa que nos envía mensajes muy elocuentes con sus presentimientos y preguntas “ingenuas” y sus diálogos con las plantas, pero lamentablemente Mariposa no es vista por casi todos quienes le rodean como una joven cándida, soñadora, que siente y ama, llena de esperanzas y de utopías como otra persona cualquiera. Mariposa llora, pero lo hace por dentro y no la entienden, Mariposa para muchos tiene un padecimiento que la sitúa bordeando la subnormalidad psíquica, cuando quizás sea la figura más humana en las tramas trilladas que se retejen en la telenovela.

Días atrás Mariposa fue entrevistada en un programa de la pequeña pantalla y desde un discurso muy natural dio su percepción y sentido del personaje, así como de su carga de espiritualidad.

¿Ser espirituales?

Lamentablemente, entre las “especies” que van desapareciendo de nuestra vida del día tras día, está la espiritualidad, y me estoy refiero tanto a nuestros sentimientos más íntimos desde lo terrenal hasta toda creencia mística.

La espiritualidad es el camino, es una manera de adquirir nuevos valores y de mejorar en aspectos tales como el silencio, el ser más reflexivo, más asertivo. el aprender a vivir con poco, la sociabilidad o la necesidad de escuchar y que nos escuchen, de ayudar y que nos ayuden. 

Pienso que los medios en la Cuba de hoy no llegan a desempeñar el rol que por su importancia tienen en la construcción de valores. Los ejemplos más negativos se observan en la transmisión de no pocos filmes, video clips nacionales y extranjeros, letras de canciones, entre otros, que llevan a nuestras casas mensajes, subliminales o no, con una fuerte carga de machismo, sexismo, violencia, banalidad, baja o nula estética, vulgaridad, prejuicios raciales, entre otros. Hay muchas excepciones pero se precisa de una mayor contribución a la espiritualidad de las cubanas y cubanos dejando esquemas y métodos obsoletos, evitando esa chatarra mediática que nos invade por muchas vías.

Lamentablemente muchas de las buenas ideas, proyectos, etc. los convertimos en consignas que a la larga no logran movilizarnos ni actuar y por tanto no cumplen con el desempeño educativo para las que fueran imaginadas. Hoy podemos leer en vallas, carteles, etc., la frase: No a la violencia contra niñas y mujeres; pero me pregunto siempre: ¿y contra los niños y hombres sí? La violencia tiene que ser rechazada contra todos los seres humanos, además de la que ejercemos contra el ambiente y la Madre Tierra en el sentido más amplio.

Un destacado profesor universitario cubano apuntaba en días pasados, en una entrevista radial, que tras apagar el televisor procedía a limpiar la sala por tanta sangre que brotaba por la pantalla.

El profesor Wilson Leyva considera la espiritualidad como una de las virtudes públicas. Fuente importante del crecimiento como seres humanos expresado en un complejo sistema de ideas, criterios, concepciones, principios, sentimientos que proceden de la aprehensión o interiorización de virtudes internas de las propias prácticas sociales, culturales en general, y profesionales morales, estéticas y políticas de manera particular. La espiritualidad al tiempo que procede de la cultura, la crea

Los valores nos nutren en la defensa y crecimiento en dignidad. Los valores morales son desarrollados y perfeccionados por cada persona a través de su experiencia. Como ya se ha reiterado, la familia, la escuela, los medios, en fin la sociedad toda, son fundamentales en los valores que se van construyendo a lo largo de la vida.

Después de más 20 años de crisis económica, nuestra reserva espiritual se viene agotando, ese espíritu se viene desgastando, se ha debilitado, por ello debemos levantar esa dimensión espiritual, y desarrollar una ofensiva fuerte donde la virtud desplace a la mediocridad. El oportunismo y, la corrupción han ido ganado terreno precisamente por esa debilidad y fragilidad espiritual, que nos erosiona, nos carcome como seres humanos dignos. 

Lo humano, lo espiritualmente bueno, la solidaridad, no puede ser la excepción. Hemos enfrentado momentos y situaciones complejas, batallas más difíciles pero con mucha, demasiada frecuencia, olvidamos que el respeto es la esencia de las relaciones humanas, de la vida en comunidad, del trabajo en equipo, de la vida conyugal, de las relaciones interpersonales y hasta las relaciones entre sociedades, culturas, naciones y estados. 

Cuando existe respeto se puede afirmar que hay garantía de transparencia en los actos. Evitar las ofensas y las ironías; no dejar que la violencia se convierta en el medio para imponer criterios. El respeto conoce la espiritualidad, la autonomía de cada ser humano y acepta complacido el derecho a ser diferente.
El respeto crea un ambiente de seguridad y cordialidad; permite la aceptación de las limitaciones ajenas así como el reconocimiento de las virtudes de los demás.

La falta de respeto surge de la laxitud que nos desborda por el excesivo énfasis que hemos puesto en supuestas emancipaciones (¿libertinajes?) y los derechos de los individuos, con la indiferencia a la responsabilidad y el deber como sujetos sociales responsables.

Esta actitud ha traído como consecuencia una interpretación errónea de lo que significa el compromiso de la persona, su dignidad y responsabilidad social. Se trata de una interpretación muy generalizada de que nuestro individualismo es “sagrado”, que al sentirnos dueños de nuestra propia manera muy personal de interpretar al mundo, podemos criticar a quien sea, menospreciar, agredir, humillar y ridiculizar a cualquier persona incluyendo aquellas que representen la autoridad. Sujetos que no respetan sus profesores, o como hijos a sus padres, o como directivos o jefes a sus colaboradores o como funcionarios
 en cualquier nivel.

Cuando desde una posición determinada en la estructura de la sociedad ejercemos nuestra actividad con prepotencia y en función de obtener privilegios, de lucrar, actuamos con la seguridad de no respetar normas, ni políticas.

El desafío es desarrollar el valor del respeto en el propio ser y darle una expresión práctica en la vida diaria. Aparecerán obstáculos para probar la solidez del respeto y, con frecuencia, se sentirán en los momentos de más vulnerabilidad. Es necesaria la confianza en nosotros mismo para actuar, en esas circunstancias, con seguridad, de manera optimista, esperanzadora, justa. 

Nuestro hoy no es un resultado fortuito, no es un hecho histórico pasado, es un desafío perenne de cada nueva generación.

Al decir de Frei Betto, no buscamos el individualismo que no considera los derechos colectivos; que es la falta de cuidado con los bienes públicos; es la indiferencia frente a los más necesitados y los más viejos; es, en fin, el egoísmo que hace de cada uno de nosotros un virus capaz de corroer y debilitar el organismo social saludable.

Afortunadamente, es también, más fácil de combatir cuando se adoptan métodos eficaces de educación liberadora, de emulación moral, de cultivo de la espiritualidad, que despierten cada día, en cada uno de nosotros, lo que más ansiamos y que Martí tan bien resume en estas palabras: “(…) el don de amor, que torna al genio fecundo” (La América, Nueva York, agosto de 1883).”

El irrespeto no es exclusivo de una sociedad en particular, lamentablemente con el transcurso del tiempo este mal se ha venido expandiendo, y se manifiesta en una gran diversidad de acciones y en cualquier segmento de la sociedad. El irrespeto hoy se reproduce por las más variadas vías, desde el interior de la familia, la escuela, el centro laboral y los espacios públicos 

Nunca es demasiado tarde o demasiado pronto para ser quienes seamos capaces de ser. No hay límites de tiempo, sólo tenemos que empezar y detenernos cuando queramos. Podemos cambiar o quedarnos como estamos. Podemos hacer las cosas mejor o peor. Todo depende de cada uno de nosotros, de nuestro deseo de crecer, pero como ciudadanos todos tenemos la obligación, la alta responsabilidad de contribuir a la construcción de una sociedad cada día más justa, más humana, más espiritual, “con todos y para el bien de todos”, sin exclusiones, y con la ética que nos responsabiliza con la nación, pero a veces parece que vamos por otro rumbo y que nuestras predicas no se corresponden con nuestras acciones. 

Lograr que la veracidad y la transparencia presidan siempre todas nuestras relaciones y la organización misma de la sociedad, requiere un esforzado aprendizaje y, sobre todo, una gran humildad. 

Tenemos que descubrirnos a nosotros mismos antes de que nuestras excusas se conviertan en desesperados lamentos. No hay límites de edad para cambiar nuestro curso, y conformarnos y quedarnos atrapados en una vida que no es la que deseamos, sería un trágico desperdicio. A algunas personas puede que les moleste la libertad que creaste en tu vida, cuando decidiste ser fiel a ti mismo. Si te encuentras con esas personas, ignóralas y sigue adelante.

Repensemos estas sabias palabras de Pablo Neruda: Levántate y mira para las montañas, respira la luz del amanecer. Tú eres parte de tu fuerza, de tu vida, ahora despierta, lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida. Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.


Antonio J. Martínez Fuentes
Profesor e Investigador Titular
Pdte. Soc. Cubana de Antropología Biológica
Lawton, La Habana
18 de septiembre de 2015

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