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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Show del horror: Modelo para una presidencia republicana

Max J. Castro • 16 de septiembre, 2015


Un fantasma recorre Estados Unidos: el espectro de una presidencia republicana que daría marcha atrás al erradicar los modestos avances en justicia social logrados bajo Obama, en áreas tales como la atención de salud, y la sustitución del acercamiento diplomático de Obama a países como Irán y Cuba por una política de sanciones y amenazas.

La carrera de caballos entre el número ridículo de candidatos que compiten por la nominación presidencial republicana ha capturado la mayor parte de la atención de los medios. Los comentarios indignantes de Donald Trump y su meteórico ascenso en las encuestas han atraído a su candidatura a periodistas y expertos como polillas a la luz. Lo que ha llamado poca atención, en cambio, es lo que significaría una presidencia republicana.

Afortunadamente, no tenemos que depender de meras conjeturas y especulaciones. Al escribir en las páginas de opinión del Wall Street Journal, Lanhee J. Chen, que ocupa varios impresionantes cargos académicos, pero también un aspecto decididamente poco impresionante en su curriculum vitae –director político de la campaña de Romney/Ryan– recientemente proporcionó casi un modelo de lo que es probable que pudiéramos obtener. A lo que equivale es a un programa para hacer retroceder cada medida progresista que Obama ha logrado, en contra de la implacable resistencia republicana, para llevarla a buen término no sólo en la política exterior, sino también en el frente interno.

El artículo de Chen tiene la ominosa sensación del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), el manifiesto neoconservador que, cuando fue escrito hace dos décadas, parecía una mera fantasía de derecha. Pero la presidencia de George W. Bush convirtió la ilusión en realidad, cumpliendo entre otros sueños húmedos neoconservadores, la invasión de Irak. La guerra se convirtió en un desastre, y los neoconservadores se desacreditaron –por un tiempo.

Sin embargo, según un reciente artículo en The Nation, los sospechosos de siempre están de vuelta, reagrupados bajo una nueva organización, pero vendiendo la misma charlatanería, y ellos están montando una especie de regreso.

La lista de deseos de Chen es más abarcadora que incluso el sueño delirante del PNAC de un Oriente Medio –es más, para algunos de ellos el mundo– rehecho a imagen de una versión idealizada de la democracia estadounidense.

El plan de acción de Chen para un presidente republicano combina las pretensiones imperiales de los neoconservadores con el capitalismo del híper laissez-faire salvaje de Paul Ryan. Dado que los proyectos políticos lunáticos, como los sueños en el Mago de Oz, a veces se hacen realidad, vale la pena establecer los puntos principales del proyecto de retraso de Chen y proporcionar una breve réplica:
Revertir los esfuerzos para ampliar el alcance de los sindicatos.

Esto suena como una broma, pero en cambio es un deseo feroz de patear en la cabeza a un caballo agonizante. La realidad es que la afiliación sindical –tanto en términos absolutos como en relación con el tamaño de la fuerza de trabajo– ha estado en una fuerte caída durante décadas. Así que, en consecuencia, lo mismo ha sucedido con su alcance y poder. Hay varias razones para esto, ninguna más importante que el clima político hostil en el que los sindicatos han luchado para sobrevivir durante la prolongada era conservadora iniciada por la destrucción que Ronald Reagan hizo del Sindicato de Controladores de Tránsito a principios de 1990.

Los jueces, de la Corte Suprema hacia abajo, nombrados por presidentes conservadores y políticos en el Congreso de Estados Unidos, las legislaturas estatales y gobernaciones que dependen de la ayuda financiera de los negocios han disminuido drásticamente el alcance de los sindicatos. También, y de manera crucial, su poder de negociación en nombre de los trabajadores.

Las consecuencias son muy claras. El importante crecimiento de la productividad y el PIB en las últimas décadas prácticamente ha beneficiado a los “rendimientos del capital”. Traducción: ha sido monopolizado por aquellos cuyo dinero trabaja para ellos. En cuanto aquellos que deben trabajar por su dinero “las ganancias para los trabajadores” equivalen a cero.

Esto es un largo camino para la explicación de la decadencia de la clase media y nuestro escandaloso nivel de desigualdad. Es cierto que la globalización ha desempeñado también un papel en esto, pero el punto que debería preocupar a los ciudadanos norteamericanos es que la política pública ha trabajado para agravar en lugar de moderar el impacto de la globalización sobre la desigualdad económica.

En resumen, la derecha ha hecho mucho para neutralizar a los sindicatos, que hoy son prácticamente un fantasma de lo que fueron. Chen ahora quiere un presidente que pueda hacer un disparo mortal a un fantasma.
Eliminar el mandato por parte del gobierno federal que requiere de un mayor uso de las energías renovables.

El mundo entero, sin contar con los sectores más ignorantes de la población norteamericana más la industria de la energía y sus aliados en la clase política, reconoce ahora que el cambio climático global ya es un peligro presente y augura un desastre futuro. Chen y sus amigos quieren que EE.UU. sea aceptado por otros países como el primero entre las naciones. Pero entonces, ¿cómo puede este país dejar de predicar con el ejemplo mínimo de fomentar el uso de energías renovables por parte de nuestro gobierno?

Revertir la “temeraria” reconciliación de la administración con Irán y Cuba.

De hecho, lo que el señor Chen caracteriza como cambios temerarios en las políticas de la administración Obama con respecto a Irán y Cuba son algunas de las pocas iniciativas sensatas emprendidas por este país en largo tiempo para con estas dos naciones.

El golpe de 1953 dirigido por la CIA contra la democracia en Irán fue a la vez una traición a los ideales profesados ​​por este país y extremadamente temerario, en la medida en que dio lugar a una dictadura brutal que allanó el camino para el surgimiento de la teocracia que gobierna hoy en Teherán. La invasión a Cuba en 1961, gestionada por la CIA –conocida en los círculos de política exterior como el desastre perfecto–, fue solo la consecuencia más espectacular de casi seis décadas de una política de futilidad y fracaso. Temeraria, sin duda.

La lista del Sr. Chen de los atropellos cometidos por Obama es demasiado larga para discutir aquí en detalle. Baste decir que incluye casi todos los caballos de batalla y de respuesta política de la derecha, desde lo más cruel (retirar el status legal otorgado por una orden presidencial ejecutiva a los inmigrantes indocumentados traídos aquí por sus padres como menores de edad) hasta lo más chovinista y mezquino (dar marcha atrás a la restauración del nombre nativo de Alaska para el pico más alto de América del Norte, la montaña antes conocida como el monte McKinley ahora de nuevo oficialmente Denali.)

Dos sentimientos muy diferentes me llamaron la atención al leer la jeremiada de Chen. Uno de ellos es una mayor apreciación por el legado de Obama. La otra es que si un republicano ganara la Casa Blanca, debiéramos estar muy, muy asustados.

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