Las contradicciones de las sociedades socialistas existieron siempre, aunque en ocasiones fueron maltratadas y condujeron a excesos. El estalinismo fue ejemplo de ello. También fueron graves en China, Polonia y Rumania. En la República Democrática Alemana dieron lugar al Muro de Berlín, y en Hungría y Checoslovaquia a intervenciones militares soviéticas.
En el caso de la Unión Soviética la contrarrevolución condujo a una feroz guerra civil que sumó calamidades a las originadas por la Primera Guerra Mundial. La decisión de mantener la estructura del Imperio Ruso generó tensiones nacionales, algunas de las cuales persisten.
Por su parte, en los países de Europa Oriental, ocupados durante varios años, la represión nazi liquidó a los cuadros y militantes de las fuerzas progresistas, de modo que sus partidos llegaron extraordinariamente debilitados a la liberación, y tuvieron un débil protagonismo en los procesos políticos que condujeron a la instauración del socialismo.
En Cuba, la contrarrevolución interna respaldada por Estados Unidos fomentó bandas armadas en todas las provincias, realizó todo tipo de sabotajes y acciones terroristas, protagonizó la invasión de bahía de Cochinos, y fue finalmente liquidada, limitándose durante décadas a operar desde el exterior.
Aunque en el plano político hubo eventos como las corrientes sectarias y micro fraccionarias, defecciones y traiciones, nunca pusieron en peligro el poder revolucionario, no dañaron la unidad del pueblo ni el respaldo a la Revolución. La llamada disidencia nació con el pecado original de su dependencia a los Estados Unidos, y la falta de ascendencia en algún sector de la sociedad.
El trato que Fidel dio a esos procesos excluyó, hasta donde fue posible, el radicalismo y la violencia, y se basó en dos preceptos básicos: la Revolución no es como Saturno que devora a sus hijos, y ante las desviaciones es preciso no ser tolerantes, aunque tampoco implacables.
Tras medio siglo de andadura revolucionaria, transitando por éxitos y reveses, entre ellos el fin de la Unión Soviética, el llamado período especial, el reconocimiento de que el modelo económico no funciona, y el inicio de su actualización que conlleva profundas reformas, y las tensiones asociadas al inicio de la normalización de las relaciones con Estados Unidos; es explicable que emerjan algunos fenómenos de carácter predominantemente ideológicos.
Es probable que algunos existieran siempre, aunque ahora se expresan de modo más claro debido a las posibilidades de las tecnologías de la información y las comunicaciones, las facilidades para viajar e interactuar con el extranjero, y la apertura propiciada por las reformas y la normalización de las relaciones exteriores. Ellos se hacen más visibles aunque no necesariamente amenazantes para la unidad nacional y la cohesión política y social.
Lo cierto es que la situación creada exige más al activo revolucionario, especialmente a los medios de información y los operadores ideológicos, requiere tanto de creatividad e inteligencia como de serenidad para dialogar, orientar, e incluso polemizar, así como conducir y administrar el proceso en su conjunto. En la presente coyuntura las decisiones administrativas y burocráticas, y la tentación a las prohibiciones y a la censura, en lugar de ayudar, estorban.
Lo más importante es mantener las contradicciones actuales u otros focos que puedan surgir dentro de los ámbitos ideológicos, evitando que se politicen, omitiendo acciones que puedan permitir manipulaciones ajenas y políticamente hostiles. Nadie dice que sea fácil, mas es imprescindible. Allá nos vemos.
La Habana, 17 de agosto de 2016
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