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jueves, 22 de diciembre de 2016

Reformas en Cuba, solución de salida



Es magnífico que las luchas políticas en Cuba, encabezadas en todas sus etapas, incluidas las más recientes, por liberales, demócratas y socialistas, comenzó por la emancipación de los esclavos y la fundación de la “República en Armas”. Por ocurrir casi cien años después, las luchas por la independencia en la Isla trataron de evadir los vicios del caudillismo latinoamericano, lo cual fue alertado por José Martí, que en su momento recordó a los generales: “…No se funda un pueblo como se manda un campamento…”

De alguna manera los interventores estadounidenses contribuyeron a la idea al diseñar en Cuba una “republiquita en miniatura” a imagen y semejanza de la suya. El experimento no funcionó. El presidente intentó reelegirse, llamó a los norteamericanos. Comenzó el relajo y de las elites formadas por “generales y doctores” emergió la oligarquía criolla, que se apoderó del país como de un botín.

Así en 1924 fue electo otro general, Gerardo Machado, que violando la constitución se hizo reelegir, desatándose una lucha popular y una feroz represión. El dictador fue derrotado, y tras un largo período de inestabilidad, en 1939 se convocó una Constituyente que al año siguiente adoptó una nueva constitución. ¡Oh las paradojas! El primer presidente electo bajo la nueva y avanzada Carta Magna fue Fulgencio Batista.

Luego vinieron otros gobiernos que, aunque corruptos y represivos contra el movimiento sindical y la oposición radical, permitieron elecciones, libertad de expresión, y dejaron funcionar a las instituciones del estado. Aquel proceso político excluía de hecho a Batista, que no se resignó y en 1952 protagonizó un golpe de estado que puso fin a la ilusión democrática. Truman miró para otro lado, y la escena quedó lista para el debut de Fidel Castro quien definió la coyuntura: “El momento no es político, es revolucionario…” y eligió la vía armada.

En aquel momento, en el contexto del asalto al Cuartel Moncada, Fidel expuso su programa para Cuba conocido como La Historia me Absolverá, a la cual dotó de una magnifico corolario: “…El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política…”

La historia oficial asume otros matices, aunque lo cierto fue que la desmesurada reacción de la administración de Eisenhower y Nixon y su respaldo a la contrarrevolución, no le dieron a Fidel la oportunidad para cumplir sus objetivos estratégicos del modo como lo había concebido. De haberlo hecho, otra sería la historia.

Por razones más o menos conocidas, aunque nunca sometidas a la reflexión crítica, al diseñar el sistema político cubano y redactar la constitución vigente, se omitió la experiencia nacional, incluida las constituciones de la República en Armas, las de 1901 y 1940, adoptándose el modelo vigente en la Unión Soviética y Europa del este, que no funcionó en ninguna parte.

Tal vez una opción a considerar por Cuba sea regresar a sus raíces, que aunque no son completamente autóctonas, se ajustan mejor a su ser nacional y pueden ser la base de un socialismo próspero, sostenible, e inequívocamente democrático.

Para lograr este cometido se necesitan varios ingredientes. El principal es un estado fuerte, legítimo y competente, organizaciones políticas firmemente establecidas, y un liderazgo capacitado y prestigioso, todo lo cual existe.

Fue la historia y no ningún iluminado al estilo de Gorbachov quien reconcilió los términos socialismo y democracia. Esa parece ser la fórmula. Tal vez sea el momento de abrir una reflexión nacional al respecto. Allá nos vemos.

*Este artículo fue escrito para el diario mexicano ¡Por Esto! Al reproducirlo o citarlo, indicar esa fuente

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