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domingo, 15 de enero de 2017

Cuba: Fantasmas de tiempos pasados



Desde hace meses vemos cómo el dogma recupera posiciones en Cuba y asesta golpes a quienes le son incómodos. Animado primero por la reacción a la visita de Obama, ahora seguro tratará de secuestrar el legado de Fidel. También hemos visto la práctica común de contaminarnos con sospechas sobre una u otra persona. Ahora es el turno de Julio Antonio Fernández Estrada en la Universidad de la Habana y René Fidel González García en la Universidad de Oriente pero el fenómeno es mucho mayor.

Ambas separaciones responden a una técnica sectaria que margina a los sectores menos dóciles en el país. Esos no son los principios en que se fundó la Revolución, así no se construye un país sano, mucho menos socialista. No voy a contar la historia de ambos, empezaré por una que me toca más de cerca porque este será un año de pelea entre sectores progresistas y arcaicos dentro de las filas revolucionarias. Mejor saber a qué nos enfrentamos antes de entrar en la lucha.

En septiembre de 2012 un muchacho llega temprano todos los días a la universidad. No se le ve apurado, saluda a sus amigos, conversa sobre temas intrascendentes, saca la merienda y deja pasar el tiempo. Al mediodía va al parque un par de horas más hasta que termine la jornada laboral. Su nombre es Roberto Peralo, uno de los administradores de La Joven Cuba.

Lo que ocurre en Internet no queda en Internet, Roberto había probado los límites y un grupo de funcionarios tomaron con entusiasmo la idea de hacerle pagar por ello. Roberto era hasta ese momento cuadro profesional de la Unión de Jóvenes Comunistas y dejó de serlo en cuestión de días. Con un pretexto se le despidió de la organización, a disposición del Ministerio de Trabajo. Desempleado, con su esposa embarazada y sin decir nada en casa a su familia o sus amigos. Ninguno de sus amigos sabíamos de su situación, él tenía más vergüenza que sus acusadores.

Cada jornada salía a “trabajar” en Matanzas. A la universidad, el parque y donde pudiera. A esperar que pasara el tiempo y regresar a casa. El día que descubrimos su situación fue el primero de nuestra lucha por reivindicar La Joven Cuba. La desfachatez de sus acusadores en hacer circular rumores y conspirar a las sombras, contrastaba con la vergüenza de que estas cosas ocurran en el país que defendemos. Historias así se repiten siempre que la inteligencia colectiva del país baja la guardia.

A Julio Antonio Fernández Estrada lo deben haber felicitado muchas personas el Día del Educador en Cuba sin importar cualquier medida. Durante un largo período lo fueron sacando de la Universidad de la Habana, como pasó con muchos otros anteriormente en la Facultad de Derecho, en realidad Julito era un sobreviviente. Y lo sacaron, le quitaron sus estudiantes en el curso para trabajadores, lo único que le quedaba en la docencia.

Como si la academia cubana estuviera en condiciones de marginar a sus mejores intelectuales. Hemos alimentado funcionarios que ya son expertos en generar antipatía hacia las instituciones cubanas. La CIA y la contrarrevolución deben estar descorchando el champagne, lo que no han logrado ellos en medio siglo, lo hacen eficazmente algunos de nuestros compañeros. Pero la falta de legitimidad en el hecho se evidencia en el silencio que lo acompaña. Sancionar en las sombras, evitar que la noticia llegue a los medios, reparar daños y utilizar voceros que generen dudas sobre la reputación de una persona sin necesidad de demostrarlo. Lamentablemente algunos terminan siendo cómplices de la injusticia: “por algo será”, un razonamiento triste. Pero Julio Antonio no es el único en esta situación.

En la Universidad de Oriente otro profesor de derecho acaba de ser expulsado bajo la acusación de “perder prestigio” a través de sus publicaciones en Internet. El motivo real es todo lo contrario. A René Fidel González García estaban empezando a leerlo más y más personas, quizás demasiados lectores e influencia sobre los estudiantes. O es simplemente un caso de la administración buscando pretextos para dirimir rencillas personales, no será el primero. La misma administración que desaprobó mi artículo La revolución de las portañuelas, donde contaba la revuelta ocurrida en la Universidad de Oriente hace unos años. Para mantener silencios que favorecen a la derecha y expulsar revolucionarios, somos más eficientes que para la inversión extranjera.

La educación superior en Cuba tiene sobrados profesionales para una correcta gestión, es muestra de lo mejor que ha dado la Revolución y de la inteligencia colectiva del país. Siendo profesor en una universidad vi cómo las personas de más prestigio y conocimientos carecían de acceso estable a Internet y estaban ajenos al debate público. Dudo mucho que ellos permitieran excesos de este tipo, como no aprobaron los ataques a Esteban Morales en su momento.

Sin embargo existe un fenómeno de burocratización y verticalismo que provoca acciones de este tipo. Quizás a René Fidel le ocurra como a La Joven Cuba, que quienes aplicaban una medida en la mañana pedían disculpas en la tarde porque se veían obligados a ello por una disposición superior.

Haciendo un análisis marxista del fenómeno identificaremos la regularidad y sistematicidad con que errores así vienen ocurriendo. Quizás sea una acumulación de contradicciones en el país y la incapacidad que tienen algunos de lidiar con esta nueva realidad. Quizás el preámbulo a una sociedad distinta que pueda mantener los éxitos de la Revolución y genere mejores condiciones para alcanzar otros nuevos.

Lo que sí está claro es que el modelo social paternalista y controlador no es posible ya en un país instruido. El acoso exterior no puede convertirnos en una sociedad acomplejada y a la defensiva, ni justifica el silencio. Porque no existe un modelo de socialismo opresivo, ni la injusticia es justificable de forma alguna.

Lo ocurrido con Roberto no son fantasmas de épocas pasadas, los decisores que se ensañaron con él son los que hoy lo hacen con Julio Antonio y René Fidel. No han ido a ninguna parte, bajaron su perfil el tiempo necesario para su regreso y están aquí entre nosotros. El buen revolucionario no es el que se mantiene al margen de la construcción de su futuro, dentro de límites cómodos y el sistema de premios que brinda ser políticamente correcto al Estado o servil a intereses foráneos. El revolucionario útil es el que se enfrenta a nuestros propios fantasmas y vive para luchar otro día.

escribe en jovencuba.com

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