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miércoles, 26 de abril de 2017

Cuba y el arte de negociar


William M. Leogrande y Marguerite Rose Jiménez • 26 de Abril, 2017



Es fácil hablar con fuerza, pero al final hay que cumplir.

Una de las principales críticas a la apertura del presidente Barack Obama hacia Cuba es que no obtuvo ninguna concesión de Raúl Castro acerca de los derechos humanos –una crítica ampliada cada vez que la policía cubana desarticula una reunión o manifestación disidente. Sin embargo, la exigencia de derechos humanos a cambio de algo sería un fracaso seguro, tal como lo ha sido durante los últimos 58 años. Este enfoque habría hecho imposible que Estados Unidos y Cuba llegaran a acuerdos acerca de intercambios de prisioneros, relaciones diplomáticas y cooperación en temas de interés mutuo.

Cuba siempre rechaza tales condiciones quid pro quo, temerosa de que cualquier concesión sea interpretada como un signo de debilidad. Es un estilo de negociación que el presidente Donald Trump entenderá. “Lo peor que se puede hacer en una negociación es parecer uno desesperado por lograrla”, escribió en The Art of the Deal (El arte de la negociación). “Eso hace que el otro huela sangre, y entonces estás muerto. Lo mejor que se puede hacer es lidiar desde una posición de fuerza”.

La idea de que la mejor manera de apoyar una apertura política en Cuba es que Estados Unidos exija concesiones de derechos humanos como condición de compromiso no es sólo una mala estrategia de negociación. También representa un fundamental malentendido de cómo Estados Unidos puede influir más eficazmente en el futuro político de Cuba. Aunque los dirigentes cubanos siempre han rechazado desafiantemente las demandas directas de Estados Unidos, cambian su comportamiento por su propia voluntad cuando algo sirve a sus intereses. En 1978, por ejemplo, sabiendo que los derechos humanos eran una prioridad para el presidente Jimmy Carter, Fidel Castro liberó a 3 000 presos políticos cubanos con la esperanza de mejorar las relaciones con Washington.

La política de acercamiento de Estados Unidos sigue una lógica similar: en lugar de hacer exigencias que Cuba seguramente rechazará, el acercamiento busca crear condiciones que proporcionen a los líderes cubanos razones de interés propio para permitir una mayor libertad política y económica. El interés de Cuba en normalizar las relaciones con Estados Unidos es económico –eso es lo que el Sr. Trump llama usar una palanca. La construcción de vínculos económicos bilaterales crea un incentivo para que Cuba mantenga un flujo abierto de personas e ideas y responda mejor a las preocupaciones de Estados Unidos acerca de una serie de cuestiones, incluyendo los derechos humanos.

El compromiso también brinda a los diplomáticos estadounidenses mayores oportunidades de interactuar con la sociedad civil cubana, incluidos los disidentes, y viajar por la isla para evaluar las condiciones fuera de La Habana y verificar el cumplimiento cubano del acuerdo migratorio de 1995 que prohíbe la persecución de los migrantes ilegales que son devueltos ​​a Cuba. Además, los funcionarios estadounidenses y cubanos tienen ahora un diálogo acerca de derechos humanos en el que se pueden plantear cuestiones generales y casos específicos directamente, algo que antes no existía. Retroceder en el compromiso revertiría estos importantes avances.

Como lo señala el informe del Departamento de Estado acerca de los derechos humanos en 2016, las concepciones de Estados Unidos y Cuba en cuanto a derechos humanos están muy distantes una de otra. De particular preocupación para Washington es la detención arbitraria a corto plazo de disidentes cubanos (una práctica que ha reemplazado en gran medida las largas penas de prisión dictadas anteriormente). El hecho de que el número de detenciones en los últimos cuatro meses sea la mitad de lo que era en los primeros ocho meses de 2016 (una disminución de un promedio de 913 por mes a 444, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional) no excusa el maltrato a las personas que tratan de ejercer pacíficamente los derechos garantizados por la Constitución cubana. Pero tampoco el hostigamiento de los disidentes debe ocultar el progreso en otras áreas, como la expansión del espacio público para el discurso civil, el aumento del acceso a la información y el crecimiento del sector privado.

Cuando en 2012 Raúl Castro hizo un llamado a un debate más abierto acerca de los problemas cubanos, los intelectuales cubanos iniciaron enérgicos debates, primero en publicaciones impresas y revistas como Espacio Laical, Vitral y Palabra Nueva, producidas por la Iglesia Católica, y Temas, una publicación social y cultural que aborda cuestiones delicadas como la desigualdad, la discriminación racial, el papel de la religión y la naturaleza de la democracia socialista. Incluso el diario oficial Juventud Rebelde comenzó a realizar trabajos de investigación acerca de malversación oficial y corrupción.

A medida que el acceso a Internet y la disponibilidad de teléfonos celulares se han expandido, estas discusiones han avanzado en línea. Cada vez más cubanos tienen acceso a nuevas fuentes de información digital y se conectan entre sí por medio de las redes sociales. Han aparecido blogs y el periodismo digital –disidentes, oficialistas e intermedios entre unos y otros– participando en debates y polémicas en la plaza expandida de la ciudad digital.

Mientras que el acceso a Internet en Cuba sigue siendo limitado, Freedom House, un firme crítico de los abusos a los derechos humanos en la isla, reconoce que el acceso ha mejorado (aunque lentamente) desde 2013. Su informe anual Libertad en la red muestra que Cuba ha hecho progresos en todos los indicadores de libertad de internet –penetración de internet, obstáculos al acceso, limitaciones de contenido, y violaciones de los derechos de los usuarios.

Desde el verano de 2015, el gobierno cubano ha establecido más de 328 hotspots públicos de wi-fi para los usuarios cubanos, y en diciembre de 2016 funcionarios cubanos firmaron un acuerdo con Google para mejorar la velocidad de Internet en la isla. Al mismo tiempo, la empresa estatal de telecomunicaciones de Cuba lanzó un programa piloto para expandir el acceso a Internet en casas particulares comenzando en La Habana Vieja. También redujo el precio del acceso a Internet en un 25 por ciento, reduciendo así uno de los principales obstáculos para una mayor conectividad. El gobierno planea proveer acceso a internet al 50 por ciento de la población y los servicios de telefonía móvil a 60 por ciento para el año 2020. Un mayor acceso está ayudando a reunir a las familias, a incrementar los flujos de información, a crear nuevos espacios para el debate público y a apoyar al sector privado cubano.

La expansión de los viajes también fomenta el intercambio de ideas. La política de compromiso ha estimulado a una multitud de visitantes estadounidenses a Cuba –casi 300 000 en 2016, un 74 por ciento más que el año anterior–, además de los 330 000 cubanos que viajaron a la isla para visitar a la familia. El acercamiento también ha llevado a cubanos a Estados Unidos: científicos, periodistas, artistas y estudiantes. Unos 40 000 visitan anualmente Estados Unidos con visas de no inmigrantes. Estos intercambios son posibles debido a que el gobierno de Estados Unidos suavizó las restricciones de los viajes a Cuba para fomentar el acercamiento pueblo a pueblo y el gobierno cubano eliminó el requisito de que los cubanos consiguieran un permiso antes de viajar al extranjero.

Igualmente importante, aunque obtiene menos atención, es cómo el acercamiento promueve una mayor libertad económica. En los últimos años, los cubanos han disfrutado de nuevas oportunidades para abrir pequeñas empresas privadas y cooperativas, y se han apresurado a aprovecharlas. El número de empresas privadas ha aumentado más del 300 por ciento en los últimos seis años, y la participación del sector privado en la fuerza de trabajo se ha ampliado al 28 por ciento, con planes de llegar hasta el 50 por ciento en el futuro. La mayor parte del capital inicial que alimenta esta iniciativa empresarial proviene de las remesas que los cubanoamericanos envían a sus familiares en la isla, y las cadenas de suministro para muchos de estos nuevos negocios proceden del sur de la Florida. Estos vínculos son un resultado directo del compromiso de Estados Unidos. Es por eso que más de 100 empresarios privados cubanos escribieron una carta al presidente Trump pidiéndole que no los abandonara cortando esa vía de sustento.

En resumen, el acercamiento de Estados Unidos con Cuba está fomentando y reforzando de múltiples maneras los avances positivos de los derechos humanos al expandir el flujo de información, ideas, gente y capital, todo lo cual nutre el creciente discurso público de Cuba y su vibrante sector empresarial.

Después de las elecciones en Estados Unidos, el presidente electo Trump declaró que quería un nuevo acuerdo con Cuba que fuera bueno para el pueblo cubano y para Estados Unidos. Un retorno a la política de hostilidad falla esa prueba porque Cuba fracasaría de manera predecible, tal como Donald Trump mismo aconseja: cuando se es atacado, “Defiéndanse: devuelvan siempre el golpe a críticos y a adversarios”, de manera más dura de lo que te golpearon. Eso conduce a un callejón sin salida de antagonismo perpetuo. Por otro lado, una política de compromiso construida sobre la firme base de los intereses propios de todos producirá el mejor acuerdo posible y preparará el terreno para otros mejores aún en el futuro. Es fácil hablar con fuerza, pero al final, como señala El arte de la negociación, hay que estar a la altura de la situación.

(*) William M. LeoGrande es profesor de gobierno en la Universidad Estadounidense de Washington, DC, y coautor junto a Peter Kornbluh de Caminos secretos a Cuba: la historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana (University of North Carolina Press, 2015). Marguerite Rose Jiménez es la asociada principal de Cuba en la Oficina de Washington para América Latina. Ha pasado los últimos 12 años trabajando en el tema de Cuba en ONGs, tanques pensantes, instituciones académicas y, más recientemente, en el gobierno de Estados Unidos.

Foto de portada: Chuck Kennedy / Casa Blanca.

(Tomado de The American Conservative)

Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.

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