Jesús Arboleya • 19 de Mayo, 2017
LA HABANA. La congresista floridana, Ileana Ros-Lehtinen, anunció que no buscará su reelección en las próximas elecciones parciales de 2018. Su retiro vale por el fin de un ciclo, caracterizado por el acceso de la primera generación de inmigrantes cubanos a la vida política norteamericana.
Joven, mujer, cubana de ascendencia judía, maestra, contrarrevolucionaria de pura cepa, Ileana ofrecía una combinación simbólica perfecta para proyectar los intereses de un grupo político que ganaba influencia en las estructuras de poder de Estados Unidos, de la mano de los sectores más conservadores de ese país.
Emergió en la época en que los inmigrantes cubanos evolucionaban para convertirse en “norteamericanos de origen cubano”, dígase “cubanoamericanos”, y los republicanos los necesitaban para consolidar el poder de ese partido en el sur de la Florida y contribuir con las políticas más agresivas hacia Centroamérica y el Caribe.
Su padre, ducho en la política cubana, se ocupó de proyectar su imagen, y Jorge Más Canosa, el chairman de la entonces poderosa Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), la adoptó como padrino político.
En 1982 fue electa a la Cámara estadual de la Florida y, en 1989, ganó unas elecciones extraordinarias, para reemplazar al recién fallecido congresista demócrata Claude Pepper. La campaña la dirigió Jeb Bush, el cual iniciaba una carrera que lo llevó hasta la gobernación de la Florida. Incluso las autoridades demócratas del área apoyaron la candidatura de Ileana, que se convirtió en la primera hispana en ocupar un escaño en el Congreso de esa nación.
Se dice que cuida a sus electores, especialmente los de la tercera edad, los cuales “adoran a Ileanita”. A pesar de su firme alianza con los conservadores republicanos en otras áreas, se ha mostrado favorable al mantenimiento de los programas de asistencia social, en contra de las políticas abusivas contra los inmigrantes y por el respeto a los derechos de los homosexuales.
En política exterior es otra cosa. Ha votado a favor de todas las guerras emprendidas por Estados Unidos, apoyado golpes de Estado, como el caso de Honduras, y su gestión al frente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara se tradujo en un esfuerzo por integrar a la derecha latinoamericana en un frente común contra los gobiernos progresistas.
En Cuba la denominan “la loba feroz”, lo que ella considera más un elogio que un agravio, y efectivamente se ha distinguido por instigar y apoyar las políticas más agresivas, en varias ocasiones se declaró a favor del asesinato de Fidel Castro, y su respaldo a los terroristas de origen cubano ha sido público y notorio.
Ileana formó parte de una generación de personeros de la derecha cubanoamericana que entraban sin tocar en la Casa Blanca, amenazaban sin recato a sus contrincantes, por muy poderosos que fuesen, o volaban en pedazos el establecimiento de un comerciante que se negaba a cooperar con “la causa”. De esa estirpe solo queda Ileana.
Los políticos cubanoamericanos actuales se quieren parecer a Ileana, pero no es lo mismo, simplemente porque han cambiado las condiciones que la hicieron posible.
La mayoría ya no arrastra el legado de haber nacido en Cuba, ni participado en las actividades contrarrevolucionaria de los primeros años, ni haber trabajado para la CIA, al menos de la manera que lo hicieron sus antecesores, los cuales tenían vínculos orgánicos y relaciones personales con personas que llegaron a ser jefes de esa institución. Eran piezas activas en el tablero de la “Guerra fría”.
Por otro lado, ni siquiera Ileana Ros cuenta hoy con el respaldo monolítico de los electores cubanoamericanos ni puede ganar, a veces sin contrincante, las elecciones de su distrito.
Aparte de que la estructura demográfica del sur de la Florida ha cambiado como resultado del incremento de otros residentes latinos, se ha modificado la propia composición social y los intereses políticos del electorado cubanoamericano.
Los descendientes y los nuevos inmigrantes hoy día conforman la mayoría de los votantes cubanos y ellos no eligen igual que antes, en especial respecto al tema de Cuba. La extrema derecha cubanoamericana ha perdido esa guerra y ya no basta el cariño de abuelitos y abuelitas para ganar las elecciones. Ileana lo sabe y con seguridad ello ha influido en su decisión de retirarse.
Las elecciones de 2018 van a resultar muy importantes en Estados Unidos y de manera particular para la composición de los representantes cubanoamericanos en el Congreso.
Por lo pronto, el escaño de Ileana queda abierto a la competencia y resultará difícil que otro republicano vuelva a ganar en un distrito que acaba de votar de manera abrumadora a favor de Hillary Clinton. A ello se suma que difícilmente el senador Bob Menéndez, demócrata por New Jersey, el cual está sujeto a una investigación por cargos de fraude, pueda reelegirse. También congresistas como Mario Díaz Balart y Carlos Curbelo la tendrán mucho más difícil que hasta ahora.
En cualquier caso, la retirada de Ileana nos está anunciando el comienzo de nuevo ciclo en la política cubanoamericana y con seguridad emergerán candidatos diciendo cosas que hubiesen puesto en peligro sus vidas en 1980.
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