| L. Alberto Rodríguez
Con las relaciones entre Cuba y Estados Unidos estancadas gracias a la ignorante hostilidad de Donald Trump, las baterías de la contrarrevolución cubana se enfocan en Venezuela. El encargado: el senador republicano por la Florida, Marco Rubio.
La maniobra obedece a dos factores esenciales:
El primero de ellos es que Rubio considera, según sus declaraciones, que Cuba se sostiene por Venezuela por lo que, según yo, ha de pensar que golpeando a la nación bolivariana asesta un golpe también a la isla.
¿Esto es cierto?
No del todo. Primero, porque las relaciones internacionales de Cuba se extienden con más de cien países alrededor del mundo. Y segundo, porque lo que ocurra en Venezuela es cosa del pueblo venezolano. El cubano se ocupa de sus propios asuntos.
El segundo factor es que la mafia de Miami está ávida de algún triunfo; uno que con Cuba no ha obtenido en cincuenta y seis años. De tal modo, es más fácil golpear en estos momentos a Venezuela que a la mayor de las Antillas.
Además de todo esto, es preciso decir que Marco Rubio y sus aliados en Miami necesitan justificar ante el Departamento de Estado sus acciones con tal que no les cierren la llave de los presupuestos millonarios: más de un billón de dólares, para decirlo con precisión, que es la cantidad de billetes que el gobierno de Estados Unidos ha gastado en operaciones para desestabilizar a la Revolución Cubana, claro, sin resultados. Esto es dinero vía impuestos de la clase trabajadora estadounidense que se ha tirado a la basura.
De tal manera, Marco Rubio considera cambiar de giro y enfocarse en Venezuela, no porque tenga convicciones democráticas o su odio al chavismo sea tanto; sino porque desea quedarse con algunos de los dólares que la Casa Blanca dispone para derrocar a Nicolás Maduro.
Esto no es de sorprenderse. Como toda mafia, se hace lo necesario para obtener ganancias.
El problema es que Trump ha cortado el financiamiento a la subversión en Cuba y en Venezuela (y Ecuador) en su presupuesto de egresos para el año 2018: más de 700 millones de dólares que eran gerenciados a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que es la oficina encargada de dar dinero a las acciones subversivas de la contra-cubana. Pero ya no más.
¿Qué hará entonces Marco Rubio? Sólo él sabe. Por lo pronto, no para de arengar contra Venezuela. Quizá algún centavo podrá rascar para dárselos a sus huestes que, como todo grupo de mercenarios, no es capaz de mover un dedo si no es con dinero. Hay que mantener el negocio a flote, antes de que todo termine de irse a la quiebra.
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