(Esta es la cuarta y última parte de la entrevista realizada a Leonardo Padura, les sugiero leer antes la primera, segunda y tercera parte)
Un tema que nos preocupa mucho es el cambio de mentalidad en Cuba, consciente de que siempre existe el peligro de que algunos sectores dogmáticos secuestren el discurso del cambio de mentalidad y lo adulteren. ¿Qué significa el cambio de mentalidad al que convocó Raúl?
“Ese es uno de los temas más complicados que existen en este proceso que se está viviendo en Cuba: los cambios de mentalidades y la necesidad de que se produzcan esos cambios. Muchos de los que sustentaron la otra mentalidad son los que están promoviendo el cambio ahora y eso es muy difícil.
Ese proceso tan complejo tiene que ver con el subconsciente del individuo, con sus principios, con lo que ha creído durante mucho tiempo, con la forma en la que ha actuado, por lo cual no estoy seguro de que muchas de esas personas puedan cambiar. No estoy seguro porque están acostumbradas a formas de dirección, de relación con los otros individuos, típicas de un modelo que se está tratando de modificar, y creo que es la parte más complicada de esta historia.
Aceptar que no todos los que piensan de manera diferente a ti no son el enemigo, sino al contrario, que pueden ser aliados y protagonistas de una renovación de la sociedad cubana, es algo complicado. Es necesario admitir a los que disienten, y espero que se lea la palabra en su justo sentido. Y no estoy hablando ya de personas con una posición abiertamente hostil contra el gobierno cubano. Cuando digo Gobierno, Estado y Partido; hay otro de los problemas grandes en Cuba, es que los tres aquí son lo prácticamente mismo, y en ese sentido debe surgir una de las modificaciones que creo necesaria: la separación de funciones.
En la reciente Conferencia del Partido Raúl exigió que este no tuviera funciones administrativas, pero cuando el director de una empresa es militante del Partido, el jefe del sindicato es del Partido, el jefe de producción es del Partido, es muy difícil que haya una contraparte real en esa estructura de dirección.
El cambio de mentalidad es una gran necesidad, no se puede pensar igual que hace 15 años porque el mundo es totalmente diferente. La caída del socialismo en Europa del Este coincide y casi marca un momento en el que se está produciendo un cambio de era: termina la Era Moderna-Industrial y comienza la Era Digital. Esta era tiene sus propias exigencias, condiciones y regulaciones que son diferentes a las que existían en los años 1980.
Todas las relaciones han cambiado con la Era Digital, los periódicos han tenido que cambiar su perspectiva, la noticia es diferente a como era hace 20 años, por lo tanto el cambio de mentalidad es absolutamente imprescindible si se pretende una real actualización de una sociedad y un modelo económico o reforma.”
Llamo la atención en que muchos de los funcionarios presentes en la Conferencia fueron formados en la URSS,Padura me responde al instante, sin titubeos…
“Sí acaso ellos van a obedecer a la orden de un cambio de mentalidad. Pero no a un cambio real en ellos mismos”
Ahora le propongo discutir un tema imprescindible y al que mi interlocutor ha hecho alusión antes pero por su importancia yo quería abordarlo al final. ¿Cuánto ha cambiado la prensa cubana desde que Leonardo Padura trabajó ahí?
“Nada, apenas ha cambiado, solo que junto a la firma aparece un correo electrónico del periodista, pero no ha cambiado nada. El otro día un comentarista en la televisión se refirió a la ocurrencia de un incidente desagradable en un juego de pelota y no decía cuál había sido el incidente desagradable. ¿Y de qué estamos hablando? Ese incidente fue público, lo vieron muchas personas. Si yo tuviera interés, como tengo la posibilidad de acceder a Internet, busco en Google y encuentro enseguida información sobre el hecho, pero no sería en la prensa cubana.
Ha cambiado muy poco porque el Periodo Especial fue un mazazo para el periodismo en Cuba. Si esa época provocó que los espacios de libertad para la creación artística crecieran; la literatura, el teatro, las artes plásticas, el cine, etc., para el periodismo fue una entrada en la caverna y de la caverna no ha salido. En los años 1980 se pudo hacer un periodismo bastante diferente en el que no siempre tenías que hablar de lo mismo y podías escribir sobre diferentes temas. En los años 1990 esto fue imposible.
Recuerdo dos artículos de esta época que me parecían los más significativos, referentes a la vida que se estaba viviendo en Cuba, uno era: “¿Cómo subir las escaleras sin cansarse?”, en la época en que no había elevadores ni electricidad. El otro se pudo haber llamado “¿Cómo limpiarse el culo sin papel?”A eso llegó el periodismo, a justificar que teníamos que vivir en un país sin elevadores y sin papel para limpiarse el culo. Y a tratar de demostrarnos que no era tan malo…
Creo que todavía no ha avanzado mucho. No por gusto en varias ocasiones Raúl les ha dado una sacudida pero esa sacudida no ha tenido efecto, ni va a tener efecto mientras los que la dirijan, los que la regulan, incluso muchos de los que hacen la prensa (aunque los periodistas son los menos culpables) sigan siendo los mismos.”
Le pregunto entonces ¿cuánto le falta a esa prensa para cumplir con las exigencias actuales de la sociedad cubana?
“Mientras la relación de los medios con el Estado, el Gobierno y el Partido siga siendo la misma no tendremos satisfechas esas exigencias. Tiene que haber un espacio de una prensa que no pertenezca ni al Partido ni al Gobierno ni al Estado, es necesaria una prensa que pertenezca a la sociedad. Cuando se logre el espacio para otro tipo de periodismo, sin prescindir de los medios ya existentes en Cuba,entonces comenzará a cambiar la prensa en Cuba… Lo que publica, por ejemplo Espacio Laical, ¿se reproduce el algún períodico oficial?”
Le propongo referirnos a los espacios de participación social en Cuba, como soy de la opinión de que los espacios existentes en el país son de naturaleza formal, pregunto: ¿qué se podría hacer para crear espacios reales de participación dentro de Cuba?
“La vía no la sé, pero sí reconozco la importancia de los espacios de participación, de reales espacios de participación. Cualquier cubano honesto sabe que las Asambleas del Poder Popular se han convertido en asambleas de servicios locales en las que se habla del bache que existe en la esquina y el delegado promete que los problemas se van a resolver o menciona y explica porqué no se ha resuelto la cuestión del bache en la esquina.
Muy pocas veces en ese espacio, que supuestamente es el momento que tenemos todos para debatir, se habla de los problemas reales, a menos que venga la orientación de que se discuta un documento en el cual se autorice para hablar de los problemas reales.
Es curioso, en la discusión de los lineamientos el tema del que más se habló (y parece que por mucho) fue el de la libreta de abastecimientos, de la posibilidad que desapareciera la libreta de abastecimientos. Las personas estaban preocupadas por su subsistencia inmediata y no tenían la capacidad o posibilidad de llegar a una elaboración de propuestas y preocupaciones mucho más profundas, a pesar de que en muchos casos sí existió un debate más abarcador y real sobre temas importantes.
Se ha perdido, o tal vez nunca haya existido en Cuba (tendré que investigar) esa cultura del debate, ese debate público con respeto, en el cual se defiendan posiciones y que los argumentos en contra no se entiendan como agresiones. El proceso actual que se está desarrollando en la economía y la sociedad, merece más esa reflexión colectiva y la prensa tendría que convertirse en uno de esos espacios posibles.
Creo que la existencia de esos espacios para la opinión y el debate serían muy necesarios, además le darían al ciudadano un sentido de pertenencia y de sentir que sus opiniones se tienen más en cuenta.”
Desde que algún amigo me contó hace años sobre Leonardo Padura y su historia, siempre quise preguntarle esto: ¿qué le sucedió en el Caimán Barbudo?
“Fue una historia bastante típica de los años 1980, porque no hubiera ocurrido igual en otras décadas. El director de la publicación era un cuadro político de la UJC, sin preparación para dirigir la que en ese momento era la revista cultural más importante de Cuba. Él tuvo durante varios años una jefatura de redacción que prácticamente hacía y tomaba las grandes decisiones de la revista.
Pero ocurrió un cambio en la jefatura de redacción y esa persona quiso aprovechar para convertirse en el director de la revista. En ese momento se creó una dirección colegiada entre el director del órgano y el compañero de la seguridad que atendía la revista. A partir de ahí los niveles de tensión que se llegaron a vivir en la revista fueron muy dramáticos.
Los que trabajábamos en el Caimán, pensábamos que íbamos a trabajar allí durante muchos años. Era la revista cultural más importante de Cuba, con una capacidad de generar opinión en el mundo cultural y social-juvenil que era impresionante, sobretodo teniendo en cuenta lo ocurrido en los años 1970. Cuando yo estaba en la universidad llegaba la revista en paquetes que se depositaban en las escaleras para que las personas la tomaran regalada porque casi nadie leía el Caimán Barbudo. Sin embargo en los 1980 las personas hacían colas en los estanquillos para comprar el Caimán. Fue un cambio radical de una década a otra.
Mi caso en particular fue algo maquiavélico. El director no me quería y la razón principal era que en aquella época yo pensaba de una manera muy similar a la que pienso ahora. En una entrevista que le hice a una persona, esta menciona a otra persona como su profesor, y ese profesor había estado detenido en el aeropuerto de La Habana por regresar del extranjero con unos dólares en el bolsillo. Se había creado un problema pero el jefe del profesor había llamado a un gran jefe y ese problema se resolvió.
Increíblemente utilizaron el hecho de que esa persona mencionara a la otra y yo lo publicara en la entrevista, como una muestra de que yo no era capaz de realizar el periodismo con responsabilidad. Me castigaron a estar seis meses como corrector. Al pasar ese plazo el primer trabajo que me toca es realizar la cobertura del Festival de Teatro de Camagüey. Estando en el festival me mandan a buscar para una reunión en el Departamento de Cultura de la UJC. Cuando llego, con un día de atraso, me entero de un grupo de decisiones que se habían tomado: sacaban al director de la publicación porque aquello se había convertido en un caos, pero también sacaban a varios periodistas, yo entre ellos.
En el Caimán de aquella época pasaba algo con mucha frecuencia. Cada vez que se escribía un artículo que por asomo pudiera ser asumido como una crítica, inmediatamente eras citado para una reunión en el Departamento de Cultura del Comité Central. Esperabas en el Consejo de Estado una o dos horas hasta que te conducían a la oficina del que era jefe en esos momentos del departamento, Hugo Chinea, te echaban una descarga, te amenazaban y te decían que no lo hicieras más. Siempre el compañero que atendía la Seguridad en el Caimán se encontraba en la dirección del periódico… Después me enteré que fue expulsado del MININT por actos de corrupción, como suele suceder en estos casos.
La revista fue desintegrada, el director fue ubicado en otro lugar, terminó trabajando en el ICRT como subdirector de programación de Tele Rebelde y a otros nos mandaron a Juventud Rebelde. Al final yo creo que me hicieron un gran favor, porque si yo hubiera seguido siendo un redactor del Caimán Barbudo no hubiera tenido el desarrollo cultural, intelectual, de relación con la historia y con la vida cubana que disfruté gracias a Juventud Rebelde, donde tuve (y esto también es típico de los años 1980) la posibilidad de hacer el periodismo que me dio la gana.
A pesar de que llegué con el cartel de problemático-ideológico a la dirección de ese periódico, donde también las personas que la conformaban eran cuadros de la UJC, no les importaron mucho mis “antecedentes”. Alli empecé a trabajar en el equipo de cultura y en muy poco tiempo mis trabajos en cultura se convirtieron en material de estudio de las dependencias de cultura sobre las que yo escribía.
Se hicieron folletos sobre mis trabajos, se reproducían, se estudiaban y las personas comentaban: “miren por qué dice Padura que la semana de la cultura es una mierda”… el lío es que estaba toda aquella cosa formal de que tenía que existir una semana de la cultura, una biblioteca municipal… y yo la emprendí contra todo aquello de la formalidad y el compromiso a cumplir. Eso me permitió que me llevaran al equipo que pretendió empezar a realizar un periódico diferente en los domingos, que al final se logró. Para mí trabajar en el Juventud Rebelde fue una experiencia bastante satisfactoria.
En el Caimán siempre te sentías con una sensación de culpabilidad, de que estabas haciendo algo mal, de que estabas siendo vigilado, en cambio ni en el Juventud Rebelde ni en la Gaceta yo jamás supe quién era el compañero de la Seguridad que nos atendía, mientras que en el Caimán cada vez que entrabas en la dirección, el hombre estaba presente.
Resulta llamativo que durante muchos años los funcionarios que cometían excesos en sus cargos, solo eran sancionados por cargos de corrupción de índole económica y no por las otras prácticas igualmente criticables.Le pregunto si esos excesos:¿eran atribuciones personales o formaban parte de una política del Estado?
“Ellos aplicaban al extremo la política del Estado. Yo creo que ese tipo de funcionarios ante la duda siempre dice que no, y la duda puede estar presente en cualquier cosa. Son personajes que defienden los pequeños o grandes privilegios que tienen, algo típico del pensamiento burocrático, los defienden como los bienes más importantes. Y la reacción de nunca contradecir lo que viene “de arriba” y siempre que sea necesario por alguna coyuntura aplastar lo que se origina abajo, sencillamente lo aplastan para no contradecir a los superiores.
No es casual que en determinadas circunstancias favorables esas personas terminen cometiendo actos de corrupción porque al final o desde el principio, la defensa a ultranza de una posición social, más que la responsabilidad que entraña esa posición social, es un acto de corrupción. Si por 80 litros de gasolina y las tres o cuatro prebendas que existan, eres capaz de aplastar cualquier posibilidad que no tiene nada que ver con una posición contrarrevolucionaria, entonces eres corrupto.
En aquella época nosotros éramos muy inocentes, reconozco que mi generación padecía de una inocencia pasmosa y una buena fe absoluta, a pesar de que ya estábamos empeñados en cambiar las condiciones culturales, sociales, y de pensamiento respecto a lo ocurrido en los años 1970, que se caracterizaron por ser una etapa de máxima ortodoxia política, incluso de marginación y de represión cultural. Por lo tanto la necesidad de cambiar como reacción natural a esas condiciones de la sociedad cubana y de la aspiración de cultura de la sociedad cubana, era algo que inevitablemente teníamos que hacer.”
Termino con la impresión de que estoy hablando con alguien que ama profundamente no solo su barrio, sino su país, le pido entonces a Leonardo Padura que nos responda el famoso cuestionario que le tomamos prestado a Bernard Pivot:
¿Cuál es su palabra favorita? Trabajar
¿Cuál es la palabra que menos le gusta? Envidia
¿Qué es lo que le enciende emocionalmente-creativamente? La ignorancia me motiva y me enciende, y es un buen encendimiento.
¿Qué es lo que lo desanima? La imposibilidad de vencer la ignorancia.
¿Cuál es el ruido o placer que mayor placer le produce? Hay uno que es privado… pero diría que los primeros acordes de The Fool on the Hill.
¿Cuál es el sonido o ruido que aborreces escuchar?Últimamente el reguetón.
¿Cuál es su grosería favorita? “¡Manda pinga esto…!”
Aparte de su profesión actual, ¿qué otra cosa le hubiera gustado ejercer? Pelotero.
¿Qué profesión nunca ejercería? Árbitro, en ningún sentido porque no me gusta decidir por otros.
Si Dios existe y llegara usted al Cielo y se lo encontrara en la puerta, ¿qué le gustaría que Dios le dijera al llegar? Coño, mi socio, te estaba esperando…
Muchas gracias Leonardo.
“Armando Hart fue importante, se reunió muchas veces con nosotros, él decía algo que ojalá se hubiera aplicado y se aplicara más en la actualidad: es mejor equivocarse que no opinar, lo dijo en varias ocasiones en el Caimán delante de nosotros, pero si te equivocabas te costaba caro” (Nota al pie de foto en el segmento del Caimán Barbudo)
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