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jueves, 1 de diciembre de 2011

Repensando la economía socialista: El quinto tipo de propiedad (IV/ V partes)

Fragmento 4º: Sobre la planificación.

Acápite “La planificación reinterpretada”, del sexto artículo “El Estado socialista y sus empresas: una reflexión necesaria”.[1]

El concepto de planificación debe reinterpretarse.  Deficientemente aplicado por el llamado “socialismo real”, fue adaptado por el capitalismo sobre la base de sus intereses, como si fuera posible una completa planificación nacional al margen de una organización productiva única del país que contemple una sola forma genuina de propiedad social.
   Entre las muchas definiciones de planificación existentes en las economías mixtas, Godet presenta una de Ackoff que el primero ofrece como muy representativa: “La planificación consiste en concebir un futuro deseado, así como los medios reales para llegar a él”.[2]
   En esencia, la de los manuales soviéticos no difiere de la anterior. Sin embargo, los fundadores del marxismo contraponían el plan elaborado en condiciones de una verdadera propiedad social, a las crisis de superproducción y, en consecuencia comerciales, que de forma periódica asolaban al capitalismo. Estas eran provocadas por la competencia anárquica entre los distintos tipos de propietarios fabricantes de un determinado producto sin compradores, mal que, por cierto, hoy aparece amortiguado en los países capitalistas por las facilidades brindadas para consumir (créditos, ventas a plazo, rebajas), la utilización del marketing, las producciones por encargo, entre otros recursos condenados al fracaso, aunque insuficientemente estudiados como problemática.
   Es necesario recordar que Engels utilizó el ejemplo de la unión en un trust de las 48 grandes fábricas inglesas de álcalis el pasado siglo para argumentar que en este tipo de organización ya hay un plan, pero que ningún pueblo toleraría la explotación de la colectividad por un pequeño grupo.[3] Siguiendo la teoría marxista, otra cosa sería si cada una de las 48 fábricas mencionadas hubiera sido transformada en una “sociedad cooperativa”, las que estarían “unidas” bajo la organización de lo que fue el trust capitalista, ahora socializado y, por ende, desmonopolizado.
   Consecuentemente con lo fundamentado por Marx y Engels acerca de la organización socialista general de la economía y teniendo en cuenta la existencia del mercado y, por tanto, también del dinero, el cual sólo podría ser sustituido a escala planetaria si la ciencia corrobora la vía propuesta por Marx,[4] se pudiera intentar una definición de planificación probablemente más “palpable” que las empleadas por la literatura socialista conocida, al tener incorporadas las condiciones en que se realiza. Así, la planificación, en su esencia, podría entenderse como el proceso mediante el cual cada rama económica armoniza socialmente sus objetivos productivos en el mercado, de tal manera que en el corto y el largo plazo todos los colectivos de productores que la integran garanticen la venta total de sus productos. Eliminar la crisis comercial capitalista sería la cuestión.
   Para dicha armonización ya existen distintas prácticas en el mundo de hoy como son el marketing (uno de sus principios es “producir solo lo que se puede vender”), la experiencia japonesa en materia de coordinación interempresarial y la de muchas grandes corporaciones capitalistas con más de una fabrica que producen valores de uso iguales o similares.
   No obstante, de todas formas se necesitaría que el núcleo central en el conglomerado haga de contrapartida de las corporaciones, de coordinador entre ellas y garantice la dirección estratégica del sistema productivo.
   Tal vez con la definición de planificación propuesta se ayude, entre otras cosas, a diferenciar esta no sólo de aquellos procesos previsorios y secuenciales asociados más bien a la toma de decisiones en lo que respecta a la política económica, sino de la propia estrategia de desarrollo económico con la cual a veces se confunde. La planificación, pues, no debe igualarse a la programación.
   Sin embargo, es importante resaltar que para que exista una genuina planificación, las actividades de una rama deben estar agrupadas bajo una única organización. El hecho, tomando un ejemplo de tantos, que exista en Cuba un Ministerio de la Construcción, por una parte, y empresas constructoras del Ministerio de la Agricultura, por otra, impide que se pueda realizar una planificación auténtica en el sector constructivo.[5]  Incluso, de resolverse esta problemática, no debe extrañarnos que, producto de la práctica anterior, se manifieste un exceso de capacidades al establecerse una competencia armónica en condiciones de mercado, de la cual se beneficiaría -¿por qué no?- el necesario capital extranjero asociado y por asociarse a las entidades que compongan las corporaciones.
   No tener en cuenta las mencionadas condiciones de partida del concepto de propiedad social en lo que respecta a la planificación, es lo que a mi juicio ha provocado los resultados conocidos, tanto en los países del denominado socialismo real, como en los capitalistas.
   En los primeros, los objetivos eran trazados en condiciones burocráticas bajo el cómodo amparo del presupuesto nacional y sin considerar la unión ramal de las empresas. En los segundos que la practicaban, ocurrió algo similar en su sector público, además de que resultó muy difícil tratar de orientar intereses privados rivales hacia un objetivo nacional.
   Por demás, los objetivos nacionales y privados envejecían rápidamente debido a la propia turbulencia que crea en el entorno la competencia anárquica, y ningún otro recurso similar bastó para dar respuesta al problema. Comienza a introducirse entonces en la segunda mitad de los años 80 la concepción de Planificación Estratégica en áreas específicas del sector público, idea que desde hace más de dos décadas introdujeron las grandes corporaciones transnacionales para resolver con nuevos métodos la rigidez que reveló el tradicional concepto de planificación.
   Como parte de la moda de cambiar las palabras y los métodos correspondientes en el tratamiento del futuro[6] en vez de hacerlo con las condiciones sociales de producción, se ha popularizado en los últimos tiempos la prospectiva, un ingenioso y activo recurso de reflexión colectiva que busca, mediante su “caja de herramientas” viejas y nuevas (los métodos de análisis estructural, los impactos cruzados, el Delphi, los escenarios, entre otros), anticipar los acontecimientos en vez de sufrirlos, para dar pertinencia, coherencia, verosimilitud y transparencia a la acción estratégica. Concebida para el mundo empresarial, la prospectiva tiene un éxito creciente en organizaciones regionales y colectividades locales.[7] Una de sus máximas, “El futuro es la razón de ser del presente”, tendría una más completa realización social en lo que respecta a la planificación a largo plazo en las condiciones de la organización socialista de la economía.
   Sin embargo, la desburocratización y la flexibilización inherente a la idea expresada, no deben asociarse a un debilitamiento del control. El plan sería un importante componente de este último, pero habría otros.

Luis Marcelo

[1] Este trabajo obtuvo la máxima categoría de Relevante en el II Fórum de Economía de la Ciudad de La Habana, organizado en enero de 1997 por la Asociación Nacional de Economistas de Cuba en la provincia; fue publicado en el número correspondiente a octubre-diciembre de 1996 de la revista Cuba: Investigación Económica, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, de Cuba.
[2] Michel Godet: De la anticipación a la acción, Marcombo, Barcelona, 1997.
[3]Federico Engels: “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, sin fecha, pp. 442-443.
[4]Erróneamente siempre se ha contrapuesto el mercado al plan, cuando en realidad es la competencia anárquica la que debe ser relevada por la planificación. El mercado existe desde antes del capitalismo. Incluso, está presente en el “socialismo real” al mantenerse el comercio y el dinero, lo cual no fue concebido originalmente por Marx. Este, partiendo de una idea aparentemente borrosa en su teoría, planteó en realidad, en una escala mundial, la sustitución del dinero en condiciones de una alta y creciente productividad, la cual permitiría que un tipo especial de tiempo de trabajo productivo, calificado y simple a la vez y generador de toda riqueza, midiera en esa dimensión la labor realizada mediante un bono, que serviría para obtener los productos cada vez más “baratos” en ese tiempo “tecnológico”.

[5] En los casos de sectores que tengan una auténtica y necesaria estructura de propiedad, como puede ser en Cuba el agrícola, se justificaría por un tiempo indeterminado un ministerio específico, pues las formas menores de propiedad en el sector tenderían a integrarse a la corporación organizada en el mismo. En las ramas industriales, de acuerdo con la experiencia mundial, bastaría con una sola entidad estatal. Los ministerios de la esfera productiva han surgido de forma natural en la historia del capitalismo para tratar mediante la coordinación, la regulación y el control de la actividad de que se trate, que los intereses de los distintos tipos de propietarios que la integran tengan un cierto concilio con los intereses de la sociedad a que pertenecen. Por tanto, la verdadera eliminación de las clases lleva a la obsolescencia de dichos ministerios.
[6] Se han utilizado también términos como planeación y planeamiento, y métodos como las proyecciones y
las previsiones.
[7] Juanjo Gabiña: El futuro revisitado. La reflexión prospectiva como arma de estrategia y decisión, Marcombo, Barcelona, 1995.

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