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martes, 20 de marzo de 2012

Gente racional, decisiones irracionales.

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David Brooks no está contento con el giro que ha dado la conversación sobre la clase trabajadora blanca de Estados Unidos; está en su derecho, aunque creo que está deformando mi postura. Pero sí quiero señalar una cosa respecto a  la naturaleza de la explicación social.
David Brooks

Brooks escribe en una columna titulada The Materialist Fallacy [La falacia materialista]: "Me da igual cuántos empleos en fábricas se hayan destruido, sigue sin tener sentido abandonar el bachillerato".
Es verdad. Pero supongamos que aplicamos la misma lógica a otro problema, por ejemplo, a la obesidad:
Me da igual el poco trabajo manual que los estadounidenses hagan hoy en día, o que la comida rápida se haya vuelto tan fácil de conseguir, sigue sin tener sentido no mantenerse en el peso ideal mediante dietas y ejercicio.
Esto también es verdad, pero poca gente lo hace (yo no, aunque en unos minutos me voy a subir a la cinta de correr).
La cuestión es que es perfectamente posible citar causas materiales para cambios sociales -la cantidad cada vez mayor de comida rápida que está volviendo más gordos a los estadounidenses– aun cuando unos individuos perfectamente racionales y con perfecto dominio de sí mismos no responderían de la misma forma en que verdaderamente lo haría la gente de verdad.
Nadie -ni el sociólogo William Julius Wilson, ni el economista Larry Mishel, ni un servidor- niega que los efectos nocivos de la disminución de oportunidades serían mucho menores si la gente hiciera siempre lo más conveniente para sus intereses a largo plazo. Pero la gente no suele hacerlo, que es la razón por la que la pérdida de oportunidades económicas puede ser destructiva desde un punto de vista social y también económico.
Esto no es materialismo puro y duro;  es decir que la gente es humana.
En publicaciones recientes en Internet, James Kwak, profesor adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad de Connecticut, y Mishel plantean, de una manera un tanto diferente, una cuestión a la que tenía pensado llegar: el aumento del gasto en protección social a lo largo de la última década no refleja una ampliación de esa protección social. Más bien, refleja dos cosas: el incremento de los costes sanitarios y una terrible recesión económica que ha puesto a mucha más gente en una situación precaria.
Tensión en los mercados

Realmente no queremos caer en lo de Sharron Angle, un político de Nevada que analizó el drástico aumento del número de personas con seguro de desempleo y cupones para  alimentos y afirmó que el Estado de bienestar estaba fuera de control.
Lo que está fuera de control es el sector financiero, y cada vez empuja a más gente al precipicio.
© 2012 New York Times
Traducción de News Clips.

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