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martes, 13 de marzo de 2012

Opciones angustiosas en una Europa con problemas

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Por: | 09 de marzo de 2012
 Grecia
Protesta contra los recortes en el centro de Atenas. / Efe
Daniel Davies, analista y miembro del grupo bloguero Crooked Timber (madera retorcida), publicaba hace poco una entrada muy buena –escrita en forma de juego de aventuras en el que se representa un papel- sobre Grecia (en crookedtimber.org); la argumentación era que no hay ninguna respuesta buena, y desde luego no para el Gobierno de Grecia, dada la situación generada por la creación del euro y la burbuja de deuda inicial dentro de la zona euro.
Es verdaderamente una situación angustiosa para todas las economías periféricas en apuros. En el fondo, sus problemas se deben principalmente a asuntos más relacionados con la balanza de pagos que con la deuda soberana; tuvieron unas entradas de capital enormes entre 1999 y 2007, lo cual condujo a la inflación, y ahora necesitan recuperar la competitividad de alguna manera.
Pero hay una crisis de deuda soberana superpuesta a lo anterior, la cual les ha obligado a buscar ayuda (y las entidades crediticias están exigiendo una austeridad muy severa a cambio, lo cual está deprimiendo aún más unas economías que ya sufren una grave sobrevaloración).
No resulta difícil ver lo que Europa en su conjunto -que, en la práctica, significa el Banco Central Europeo y los alemanes- debería estar haciendo: menos en cuanto a las exigencias de austeridad, mucha más reactivación económica (la situación global tendría mucho mejor aspecto con una inflación del 3 o el 4% en la eurozona). Y se puede argumentar que la austeridad, al menos con este grado de severidad, es en realidad contraproducente incluso desde el punto de vista fiscal: deprime el crecimiento, de manera que la situación de la deuda empeora aun cuando el déficit público actual se reduce.
Sin embargo, resulta mucho más difícil decir lo que deberían hacer los dirigentes de esas economías periféricas. La suspensión de pagos unilateral no resolverá el problema de la competitividad y, al menos por ahora, agravaría realmente las restricciones fiscales, ya que todas ellas siguen registrando déficits primarios (lo cual podría cambiar en un año más o menos).
La salida del euro permitiría una devaluación rápida, y así se resolvería el problema de la competitividad; pero causaría una alteración tremenda y daría pie a una inmenso resentimiento, así que es difícil que un Gobierno decida dar ese paso a menos que realmente no haya ninguna alternativa (lo que pronto podría ser cierto en el caso de Grecia, pero no en los demás).
Así que hay una especie de trampa. Si cualquiera de ustedes fuese el presidente de uno de esos países, ¿qué podría hacer? Me temo que, en la mayoría de los casos, suplicarle a la troika que sea menos estricta en sus exigencias de austeridad, hacer lo posible (que no es mucho) por acelerar la mejora de la competitividad y esperar bien a que las cosas mejoren poco a poco gracias a la “devaluación interna”, o bien a que empeoren y generen un entorno económico y político en el que la salida del euro se convierta en una posibilidad real. Es una forma terrible de hacer política económica, pero no veo ninguna solución mágica.
© 2012 New York Times
Traducción de News Clips.

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