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miércoles, 22 de agosto de 2012

Un hombre poco serio

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Por Paul Krugman
 
Que Mitt Romney haya escogido a Paul Ryan como su compañero de fórmula condujo a una ola de elogios de los expertos. Ahora, declaró escritor tras escritor, vamos a tener un verdadero debate sobre el futuro fiscal de Estados Unidos. Era predecible: no importa el Tea Party, el verdadero electorado de Ryan es la comentatura [el conjunto de voces de los articulistas de opinión en los medios], que hace años decidió que él era el Conservador Honesto y Serio, cuyas propuestas merecían respeto, aun si no cae bien.

Sin embargo, no lo es y ellos tampoco. La ryanomía es y siempre ha sido una estafa, aunque para ser justos, se ha vuelto más una estafa desde que Ryan se unió a la fórmula electoral republicana.

Hablemos de lo que realmente está en el plan de Ryan, y distingamos en particular entre las propuestas de políticas públicas reales y específicas, y las aseveraciones sin pruebas que las corroboren. Para centrar las cosas un poco más, hablemos –como sucede en la mayoría de las discusiones sobre el presupuesto– de lo que se supone que sucederá en los próximos 10 años.

Por el lado fiscal, Ryan propone grandes recortes a las tasas tributarias para las bandas impositivas más altas y las corporaciones. Ha intentado evadir el proceso normal en el cual auditores independientes “califican” las propuestas fiscales, pero el organismo no partidista Centro para Políticas Fiscales sacó las cuentas y la pérdida de ingresos por dichas reducciones suma 4.300 billones de dólares en la siguiente década.

Por el lado del gasto, Ryan propone enormes recortes en Medicaid y entregárselo a los estados, mientras reduce drásticamente el fondeo relativo a las proyecciones basadas en la política actual. Eso ahorra unos 800.000 dólares. Propone recortes drásticos parecidos a las estampillas para comida para ahorrar otros 130.000 millones de dólares más o menos, además, todo un cajón de sastre de otros recortes, como menor ayuda para estudiantes universitarios. Seamos generosos y digamos que todas esas reducciones ahorrarían 1.000 billones de dólares.

Además de eso, Ryan incluye los 716.000 millones de dólares de ahorros en Medicare que son parte del Obamacare, aun cuando quiere abolir todo lo demás en esa legislación. A pesar de esto, Ryan ya se unió a Romney para denunciar que el presidente Barack Obama está “recortando a Medicare”; más al respecto en un minuto.

Entonces, si sumamos las propuestas específicas de Ryan, tenemos 4.300 billones de dólares en recortes fiscales, compensados parcialmente con alrededor de 1.700 billones en reducciones en el gasto –donde las reducciones fiscales, sorpresa, benefician en forma desproporcionada al uno por ciento de hasta arriba, mientras que los recortes en el gasto se darían principalmente a costa de las familias de bajos ingresos–. En conjunto, el efecto sería incrementar el déficit en cerca de dos y medio billones de dólares.

No obstante, Ryan dice ser un halcón del déficit. ¿Qué bases tiene esa declaración?

Bueno, él dice que compensaría sus reducciones fiscales con “la ampliación de la base” con la eliminación de suficientes deducciones de impuestos para recuperar los ingresos que se perdieron. ¿Qué deducciones eliminaría? Se niega a decir; y, realistamente, la obtención de ingresos a la escala que él dice que sería, es, prácticamente, imposible.

Al mismo tiempo, afirma que haría más reducciones enormes al gasto. ¿Qué reduciría? Se niega a decir.

Lo que ofrece Ryan en realidad, entonces, es propuestas específicas con las cuales se incrementaría pronunciadamente el déficit, además de una afirmación de que tiene planes secretos para los impuestos y el gasto que se niega a compartir con nosotros, pero que convertirán a todo su plan de conjunto en una reducción del déficit.

Si esto suena a chiste se debe a que lo es. No obstante, se ha tratado al “plan” de Ryan con gran respeto en Washington. Incluso, recibió un premio a la responsabilidad fiscal por parte de tres de los principales organismos de presión para reducir el déficit. ¿Qué está pasando?

La respuesta, básicamente, es un triunfo del estilo sobre los fundamentos. En el plazo más largo, el plan de Ryan terminaría con Medicare como lo conocemos, y en Washington “la responsabilidad fiscal” se equipara con frecuencia con la disposición a recortar Medicare y la Seguridad Social, aun si los supuestos ahorros se usarían para reducir los impuestos de los ricos en lugar de los déficits. Asimismo, los autoproclamados centristas siempre están buscando conservadores a los que puedan elogiar para exhibir su centrismo, y Ryan ha aprovechado esa debilidad con habilidad, hablando puro jarabe de pico cuando en realidad no cuadran sus cuentas.

La pregunta ahora es si la reputación no merecida de Ryan de ser honesto y responsable fiscalmente puede sobrevivir a su participación en una campaña presidencial profundamente deshonesta e irresponsable.

El primer signo de los problemas ya surgió por el tema de Medicare. Romney, en un intento por repetir la estrategia del “panel de la muerte” del partido Republicano en las elecciones intermedias del 2010, ha estado muy ocupado atacando al presidente por los mismos ahorros en Medicare que son parte del plan de Ryan. Y la respuesta de este cuando se le señaló eso fue increíblemente enclenque: solo incluyó esos recortes, dice, porque el presidente los puso “en las referencias”, lo que sea que eso signifique. Claro, cualquiera que sea la excusa de Ryan, el hecho es que sin esos ahorros, su presupuesto se convierte aún más en un plan para incrementar el déficit, no para reducirlo.

Entonces, ¿haber escogido a Ryan significará una campaña seria? No, porque Ryan no es un hombre serio; solo interpreta a uno en la televisión.

© 2012 New York Times News Service.

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