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sábado, 8 de septiembre de 2012

La porción justa de Mitt Romney

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Por Joseph E. Stiglitz 

Los impuestos sobre la renta de Mitt Romney se han convertido en un tema importante en la campaña presidencial estadounidense.  ¿Es un tema de simple politiquería o es un tema realmenteimportante? Lo cierto es que sí, es un tema importante – y no sólo para los estadounidenses.

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Illustration by Pedro Molina

Un tema principal subyacente al debate político en los Estados Unidos es el papel del Estado y la necesidad de acción colectiva. El sector privado, si bien es central en una economía moderna, no puede garantizar por si solo su éxito. Por ejemplo, la crisis financiera que comenzó en el año 2008 demostró la necesidad de una reglamentación adecuada.
Además, más allá de una reglamentación efectiva (que incluya la garantía de igualdad de condiciones para la competencia), las economías modernas se basan en la innovación tecnológica, lo que supone a su vez investigación básica financiada por el gobierno. Este es un ejemplo de un bien público – los bienes públicos son las cosas de las que todos nos beneficiamos, pero cuyo abastecimiento sería insuficiente (o sería absolutamente inexistente) si fuésemos a depender del sector privado.
Los políticos conservadores en los EE.UU. subestiman la importancia de la educación, la tecnología y la infraestructura que provee el sector público. Las economías en las que el gobierno provee estos bienes públicos se desempeñan mucho mejor que aquellas en las que no ocurre lo propio.
Pero se debe pagar por los bienes públicos, y es imperativo que todas y cada una de las personas paguen la porción justa que les corresponde. Si bien puede haber desacuerdo acerca de lo que ello conlleva, los que están en la parte superior de la pirámide de distribución de ingresos quienes pagan el 15% de sus rentas declaradas (puede que no se informe a las autoridades estadounidenses sobre dineros que devengan intereses en paraísos fiscales en las Islas Caimán y en otros paraísos fiscales) claramente no están pagando su porción justa.
Hay un viejo adagio en el idioma inglés que dice que lo primero que se pudre en el pescado es la cabeza. Si los presidentes y las personas que los rodean no pagan su porción justa de impuestos, ¿cómo podemos esperar que alguien más lo haga? Y si nadie lo hace, ¿cómo podemos esperar que se financien los bienes públicos que necesitamos?
Las democracias se basan en un espíritu de confianza y cooperación en el pago de impuestos. Si cada persona dedicaría la misma cantidad de energía y recursos que dedican los ricos a evitar su porción justa de impuestos, es posible que el sistema tributario colapse o que se lo tenga que reemplazar por un sistema mucho más intrusivo y coercitivo. Ambas alternativas son inaceptables.
En términos más generales, una economía de mercado no podría funciona si se tuviese que hacer cumplir cada contrato a través de una acción legal. Sin embargo la confianza y la cooperación sólo pueden sobrevivir si existe la convicción de que el sistema es justo. Investigaciones recientes han demostrado que la convicción de que el sistema económico es injusto menoscaba tanto la cooperación como el esfuerzo. No obstante, crece la convicción (coming to believe) que tienen los estadounidenses sobre que su sistema económico es injusto; y el sistema tributario tiene un lugar emblemático en dicha percepción de injusticia.

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